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Gilberto Martínez hizo de la medicina arte y del arte ciencia. Su profesión como doctor y cardiólogo lo llevaron a estudiar al detalle el cuerpo humano, conocimiento que puso en práctica en sus otras dos pasiones: el teatro y la natación.
“Gracias a su profesión de médico Gilberto logro que el teatro local tuviera contacto con el exterior”, recordó Cristóbal Peláez, director del teatro Matacandelas, tratando de explicar que el legado cultural del maestro se extendió por el mundo.
Sin embargo, sus méritos no son exclusivos de las artes escénicas, el deporte también ganó con su presencia.
Según Peláez, su mayor aporte fue la fundamentación y teorización teatral, práctica que en los años sesenta aún se hacía en la ciudad de una manera intuitiva.
Así lo recordó Iván Darío Zapata, director del Teatro Popular de Medellín: “fue el maestro de todos nosotros, y no solo dejó herencia para el teatro en Colombia sino también para Latinoamérica”.
Martínez dedicó más de 50 años al teatro. La Casa del Teatro, grupo del cual fue miembro fundador y director hasta sus últimos días, lo resume como actor de 16 obras de teatro, director de 60, escritor de 40 y miembro fundador de 5 grupos de teatro.
A sus creaciones se suman textos de teoría dramática y artículos que reflexionan sobre el oficio.
Su obra estaba en su biblioteca personal la cual donó para que fuera pública a la Casa del Teatro.
“Es uno de sus mayores legados”, dijo Diego Casas, actor de la Casa del Teatro, al enumerar las obras que escribió el dramaturgo. Con esa afirmación coincidió Yazmín González, bibliotecóloga de la Biblioteca Gilberto Martínez desde hace 10 años.
“Él está en cada documento de esta biblioteca porque todo el material que hay fue leído por él”, dijo Yazmín quien ofrecía disculpas porque a medida que habla su voz se iba entrecortando.
La biblioteca cuenta con más de 10.300 ejemplares y es especializada en teatro. “Acá están los libros que le dio su abuelo y su padre, él los subrayaba y estaba dispuesto a dar asesorías. Su vida está aquí”.
Su más destacada actuación la tuvo al representar a Colombia en los Juegos Olímpicos de Melbourne; registró la octava mejor marca mundial de los 400 metros libres en 1956 y fue el primer colombiano en ser campeón suramericano de la especialidad.
Diego Casas recordó una anécdota que Martínez contaba de manera repetida. “Para entrenar para sus competencias se amarraba a un palo de guayabas cerca a la piscina y así nadaba y nadaba de forma estática, decía que así desarrolló su rapidez”.
Entre sus múltiples logros se cuenta como campeón departamental de estilo libre, que integró el equipo de relevos de Antioquia y en 1951 en los Juegos Bolivarianos, en Caracas, fue campeón en 1.500 mts. libres y subcampeón en los 400 mts.
También fue campeón con Antioquia en los Juegos Nacionales de 1954, en los Juegos Centroamericanos, en México, y recordista suramericano de 800 metros estilo libre.
Fue esporádicamente cronista deportivo especializado en natación en EL COLOMBIANO y en el año 2000 se le incluyó en el Salón de la Fama de la natación colombiana.
Algunos lo llamaron apasionado, otros humanista. Yazmín González precisó que siempre valoró su trabajo y la animó a viajar. Cristóbal Peláez afirmó que lo recordará “porque, aparte de que era muy divertido, fue maestro, formador y absolutamente admirable por su idealización del teatro en Medellín y el mundo”.