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Desde música a marihuana, el ‘circo’ del US Open desafía a los jugadores

Jugadores recuerdan que se está jugando al tenis y no al fútbol. Hay inconformismo por lo que se vive en el último Grand Slam de la temporada.

  • Novak Djokovic tras pasar a cuartos de final en US Open el domingo: “Otra noche electrizante en Ashe. Luces brillantes, música a todo volumen, la realeza del rap entre el público. Hubo algunos momentos difíciles, pero NYC, tu energía me ayudó a superarlo. Hora de relajarse”, escribió en sus redes sociales. FOTO X-Djokovic
    Novak Djokovic tras pasar a cuartos de final en US Open el domingo: “Otra noche electrizante en Ashe. Luces brillantes, música a todo volumen, la realeza del rap entre el público. Hubo algunos momentos difíciles, pero NYC, tu energía me ayudó a superarlo. Hora de relajarse”, escribió en sus redes sociales. FOTO X-Djokovic
hace 10 horas
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Ya sea por la música estridente, por el público alborotado o por el aroma a marihuana, mantener la concentración en el Abierto de Estados Unidos, el torneo de Grand Slam más ruidoso del mundo, supone un gran reto para los tenistas.

“Hay mucho ruido este año”, describió el francés Adrian Mannarino, de 37 años, un veterano del circuito.

Mannarino, en su decimoquinta participación en el torneo de Nueva York, se preguntó si las distracciones serían excesivas.

“Me parece que hay un poco de circo en la cancha: la gente se mueve entre juegos, a veces entre puntos. Dejamos que todo suceda demasiado. ¡Sigue siendo tenis, no fútbol!”, afirmó.

Mannarino emitió el reclamo tras un partido de segunda ronda en la cancha 11 del complejo de Flushing Meadows, donde el ruido del Estadio Arthur Ashe, el mayor del mundo del tenis con sus 23.859 asientos, puede ser una distracción.

“Cuando termina un partido (en el Arthur Ashe), la música está a todo volumen, la gente hace ruido... a todos los jugadores les cuesta más concentrarse”, lamentó el galo.

Ambiente hostil

El incesante eco de fondo dista mucho del silencio religioso que reina en recintos como la pista central de Wimbledon.

Ese estruendo no molesta en cambio a la actual subcampeona femenina, la neoyorquina Jessica Pegula.

“Realmente no me molesta el movimiento del público ni cosas así”, dijo la número cuatro mundial, que manifestó su empatía con los espectadores a los que se les impide entrar al recinto durante los partidos: “Odio estar fuera, (durante) dos juegos larguísimos y tener que esperar el cambio de lado”.

“Desde la perspectiva de un aficionado, tener que esperar y perderse gran parte del partido no es divertido”, remarcó.

En sus momentos más turbulentos, a menudo durante las largas sesiones nocturnas en el Arthur Ashe, cuando el consumo de alcohol se extiende por las gradas, el público neoyorquino puede ser francamente hostil.

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En un tormentoso partido de primera ronda la semana pasada, el francés Benjamin Bonzi se vio obligado a esperar seis minutos antes de servir en un punto de partido, mientras oleadas de abucheos llovían desde la grada por una supuesta injusticia arbitral contra su oponente, el ruso Daniil Medvedev.

“Estaba en una muy buena posición; era punto de partido”, dijo Bonzi. “Cada vez que me acercaba a la línea de fondo para sacar, todos me abucheaban. No creo haber hecho nada durante el partido para merecer ese trato”, declaró el número 51 del mundo.

“Es muy difícil jugar al tenis cuando no se oye el sonido de la pelota, los golpes”, concluyó.

“Extraño” pero “increíble”

El viernes, en su partido frente a Novak Djokovic en la pista Arthur Ashe, Cameron Norrie comentó que el ruido le impedía comunicarse con su equipo en las gradas.

“Es como un parloteo constante”, dijo el británico, describiendo el ambiente como “increíble” aunque “extraño”.

“En cualquier otra pista uno se detendría, pero acá en cierto modo hay que estar listo para jugar. Estaba intentando hablar con mi equipo, pero no podía oír lo que decían”, añadió Norrie, que cayó en cuatro sets ante ‘Nole’.

Además del bullicio en las gradas, los jugadores que compiten en el último Grand Slam de la temporada también tienen que lidiar con el incesante despegue y aterrizaje de aviones en el vecino Aeropuerto LaGuardia y el chirrido del metro cercano, que transporta a los aficionados hacia y desde Flushing Meadows, en Queens.

La algarabía constante de la ciudad que nunca duerme contrasta marcadamente con los ambientes más serenos de otros torneos del Grand Slam, ya sea el bucólico entorno del Bois de Boulogne en París, la belleza serpenteante del río Yarra en Melbourne o los frondosos suburbios de Wimbledon.

Además del alboroto, los jugadores también deben lidiar con el ocasional olor a marihuana que flota en Flushing Meadows, especialmente en la cancha 17, que bordea un parque.

Varios tenistas se han pronunciado en los últimos años sobre el olor a marihuana, cuyo consumo es legal en Nueva York desde 2021.

El alemán Alexander Zverev, tercero del mundo, llegó a decir que jugar en la cancha 17 era como “estar en el salón de Snoop Dogg”, en referencia al rapero estadounidense consumidor de marihuana.

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