Acostumbrarse a los vaivenes de la economía y a las crisis que vienen detrás requiere una dosis de pasión, otra de locura y una más de temple.
Son las 9:30 de la mañana de un jueves y en el punto de la Bolsa de Valores de Colombia (BVC), en el complejo San Fernando Plaza, ocho inversionistas no paran de hablar de los movimientos en los mercados internacionales, por el nerviosismo que ronda en el ambiente financiero ante la crisis de Grecia.
Pegados a cinco computadores y a cuatro pantallas gigantes, opinan de lo que ocurre, de lo que puede venir y de las oportunidades que trae la descolgada de los índices de Europa y de la Bolsa de Nueva York.
Y es que como todo en la vida, lo que sube tiene que caer y eso fue lo que pasó con el Dow Jones, el Igbc, el Euribor, el Standar & Poors y otros índices líderes con los que se miden las fluctuaciones del mercado de valores de Colombia y del mundo.
El frenesí de los ascensos y las fuertes caídas son pan de cada día en la bolsa, y a eso ya se acostumbraron los inversionistas que visitan todos los días el Punto de la Bolsa, en El Poblado.
Del pregonero al computador
Alberto es uno de los inversionistas embelesado en la pantalla que no da más pistas que su primer nombre. Por seguridad, dice, mientras revisa en internet las noticias económicas de Bloomberg y Reuters.
Hace unos 10 años que está en el mundo de la bolsa de valores y de las acciones, al que se metió por negocios y ahora que está retirado, mantiene las inversiones como una forma de ganar dinero.
Alberto no asistió al 'corro' del viejo edificio del Parque de Berrío donde funcionó la desaparecida Bolsa de Medellín, pero Gonzalo sí lo recuerda con entusiasmo: "Allí el lenguaje era diferente: el pregonero, comisionistas de bolsa e inversionistas estaban juntos, en un ambiente de camaradería".
"En la bolsa todos nos conocíamos, era un ambiente inolvidable", narra.
Hoy, además de la desaparición del escenario de negocios bursátiles conocido como 'corro', los sistemas transaccionales son electrónicos, las partes no se ven la cara y el emblemático edificio del Parque de Berrío fue convertido en un centro comercial y reemplazado por un sofisticado piso en la Milla de Oro.
El que no arriesga...
Hace siete años que Alejandro Monsalve visita la bolsa porque desde la universidad los números, las inversiones y las acciones, eran su pasión. A sus 33 años, el joven da algunos consejos a los temerosos que no se atreven a llegar a la bolsa.
Lo primero es dejar los nervios afuera porque el mercado es cambiante, tiene fluctuaciones que van del techo al piso pero que, en condiciones normales de la economía, puede traer buenas ganancias.
Incluso, cuando llegan las crisis, es una buena oportunidad para pescar esas acciones Triple A que son inalcanzables en épocas de bonanza. La clave, dice, está en vivir bien informado, saber qué dicen los políticos, lo que se mueve en el mundo y tener claro que estas son inversiones de mediano y largo plazo.
Pero también están los 'kamikaze', aquellos inversionistas arriesgados que lo juegan todo para ganar todo o nada.
"De esos también hay, son muchos y muy arriesgados".
Un taconeo interrumpe la discusión en la sala sobre el futuro del dólar, el precio del petróleo y la quiebra de Grecia. Es Ángela, una rubia ama de casa que, vestida con un traje impecable, saluda de beso a todos sus colegas inversionistas.
Lleva cuatro años en la Bolsa y no se imagina la vida fuera del mercado de valores. En su casa vio, asombrada, las noticias de rumores sobre la posible quiebra de la economía griega, con efectos impredecibles en la economía mundial. Toda esa información la tiene fresca y por eso está decidida a tomar las acciones que más le convengan a su portafolio.
Algunas de sus amigas se ríen de ella por el juego "de numeritos" del que todos los días habla, comentarios a los que hace poco caso porque este es un negocio rentable.
Los novatos
Hace tres meses que Néstor se asomó por primera vez al Punto de la Bolsa. Silencioso y tímido, empezó a preguntar qué eran todos esos números de las pantallas, las líneas que subían y bajaban como un electrocardiograma, cómo se compraba y cómo se vendían acciones.
"La curiosidad me pudo", dice el hombre, taxista de profesión desde hace más de siete años. Pero los nervios no lo dejan ir más allá de tener los paquetes básicos de acciones de ISA y Ecopetrol.
Aunque ya sabe cómo tomar posiciones de compra y venta, no se atreve a hacer negocios, sobre todo ahora que los mercados internacionales están en una caída pronunciada que todavía no toca piso. "El miedo no tiene cabida en estas paredes, pero tampoco es una cosa para asustarse. Esta es una forma diferente de hacer negocios", asegura Néstor, mientras mueve el ratón del computador para analizar el comportamiento de la Bolsa.
Y como todo un experto, recomienda invertir en acciones sólidas, de empresas uno A, que dan rentabilidad y solidez.
Mientras los mercados de Grecia, Nueva York, Londres y Bogotá caen, en el punto de la Bolsa de Colombia los inversionistas salen a tomar un café. Están confiados en las decisiones que han tomado y en que la descolgada de precios no será para siempre.
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