A Juan Carlos Quintero se le eriza la piel cuando recuerda su Mundial. Tenía 18 años y le tocó en suerte atravesar el océano para conquistar un territorio que apenas si había escuchado en sus clases de geografía en el colegio: la exótica Australia.
Era 1993 cuando la Copa, contrario a lo que sucede en la actualidad, tenía más tinte de fútbol aficionado; cuando comunicarse con la familia desde tan lejos resultaba caro y cuando a los futbolistas todavía no los había invadido el mercadeo.
Eso sí, la calidad abundaba, igual que pasó en las seis participaciones de Colombia en el Mundial sub20, desde el debut en 1985 en la otrora URSS con aquel equipo de ensueño de Luis Alfonso Marroquín.
Hoy, cuando el certamen juvenil arranca y se cristalizan los 504 sueños de los jugadores que intervendrán en el torneo de Colombia, vienen a la mente faenas históricas de los futbolistas criollos en Emiratos Árabes Unidos, donde se logró la mejor figuración en 2003 (terceros), pasando por Chile, Arabia Saudita y Holanda, entre otras, en las que los criollos conquistaron un Botín de Oro con Henry Zambrano y tres trofeos del Juego Limpio.
"Son experiencias que no se borran de la cabeza", repite Quintero, un zaguero central del barrio La Floresta que varias veces llevó la franja de capitán y que, después de luchar durante cuatro años por consolidarse como profesional en Nacional y América, optó por una segunda opción y hoy es un destacado preparador físico en el conjunto verdolaga.
Cómo olvidar a René Higuita, John Edison Castaño, Wílmer Cabrera, Óscar Córdoba y a James Rodríguez padre, quien hoy vive orgulloso de ver en el combinado patrio a su hijo James, el gran referente.
Los antecesores dejaron huellas. Permitieron que el talento nacional llegara a las principales ligas. El turno de hoy es para Rodríguez, Michael Ortega, Pedro Franco, Adolfo Valencia jr. y Luis Fernando Muriel, entre otros, para seguir cultivando el fútbol que, en casa, buscará el primer título.
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