Desde hace más de 15 años la familia García Céspedes ha estado ligada al tenis de mesa. No es precisamente porque quienes la conforman, sean grandes figuras de esta disciplina. Tampoco son socios o dueños de algún club ni mucho menos directivos de alguna liga.
La historia de esta familia se desarrolla alrededor del coliseo Rodrigo Pérez Castro.
José Antonio García es un niño, inquieto, extrovertido, un apasionado por el tenis de mesa. A sus doce años practica este deporte junto a su hermana María Camila, de ocho años.
Desde pequeños, José Antonio García, padre, les ha inculcado la pasión por el deporte que le brindó la oportunidad de vivir honradamente luego de haber estado, literalmente, en la calle, por más de cinco años.
Desde muy joven José Antonio salió de Sopetrán en busca de independencia. Al llegar a Medellín, y después de dar muchas vueltas, encontró refugio en el coliseo de tenis de mesa, a donde fue a parar como obrero raso. Allí se ganó el cariño de quienes han pasado por ese escenario, hasta ser contratado de tiempo completo.
Gracias al deporte cosechó una estabilidad que le permitió salir adelante. Hoy, vive en la Comuna 13, donde, al lado de su esposa y sus pequeños hijos, intenta superar las dificultades.
José júnior y María Camila heredaron de él la tenacidad y el amor por las cosas buenas. "Ellos necesitan estar con la mente ocupada, vivimos en un entorno muy violento, se hace muy fácil que ellos se metan en vicios o cosas raras", comenta Luz Miriam, la madre.
"Mi papá -dice el joven practicante del tenis de mesa que completó cinco años jugándolo-, siempre nos aconseja, nos dice que nos alejemos de personas malas, y que no nos metamos en problemas".
Su hermanita María Camila, lleva tres. Y al igual, le da razón a sus progenitores cuando habla de lo bien que se siente jugando a la raqueta corta y haciendo equipo en el elenco del Inder Medellín.
"La modalidad que más me gusta es la individual, espero que en este torneo -Babytenis- pueda ser campeón" expresa, con aliento y seguridad José Antonio, quien sueña jugar en escenarios de todo el mundo.
Él y ella se adoran, comparten todo lo que la vida les ha dado y el respeto que sus padres les han inculcado. Y hoy están felices de jugar en el Festival de tenis de mesa.
Del pasado de su padre, a estos niños les quedó las enseñanzas de vida. Hoy esperan un mejor futuro y que el tenis de mesa les brinde satisfacciones.
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