Una película encantadora. Así defino Ocho minutos antes de morir , del director Duncan Jones, quien desafía al espectador con un juego ágil de tiempo y espacio.
El capitán Colter Stevens, interpretado por Jake Gyllehaal ( Zodiac, Del amor y otras drogas ), se despierta sentado en una banca de un tren. Él, desorientado y perdido, analiza todas las circunstancias de su aparición en ese lugar hasta que se da cuenta que no está solo. Una bella mujer, Christina (Michelle Monaghan: La supremacía Bourne, Misión Imposible III ) le habla de una manera familiar.
Una explosión lo mata y cuando abre los ojos aparece en un pequeño salón sombrío, en el que escucha la voz de una mujer uniformada que le ayuda a salir del trance, al cual es enviado de nuevo todas las veces que sean necesarias para encontrar al responsable de una bomba nuclear que intenta ser explotada en Estados Unidos.
Imágenes con movimientos bruscos, planos cerrados y mucha acción son las características de la cinta, que a pesar de durar 93 minutos, aparenta ser más breve gracias a los cortes que hay en cada uno de los renacimientos del hombre, quien termina, cómo no, enamorándose de la chica que lo acompaña.
La dulzura se combina con sensualidad en la actriz Michelle Monaghan, quien lleva al protagonista de la mano por el camino del amor. Eso es Ocho minutos antes de morir , una película disfrazada de acción pero que realmente es una reflexión acerca de la vida.
Algunos suspiros y una que otra lágrima cayó por el rostro de los espectadores, pues el capitán Colter Stevens hace cada uno de los viajes a otra dimensión no solo con la intención de salvar a la humanidad sino también porque tiene el deseo de encontrarse a él mismo en las palabras de su padre.
En cada una de sus expediciones, el protagonista intenta hablar con su papá, quien está ahogado en el dolor por la pérdida de su hijo, perteneciente a la armada de Estados Unidos.
Él desde otra dimensión e identificándose con otro nombre, le da un mensaje a su progenitor en el que le pide perdón por no haberse despedido de la manera indicada y le hace entender lo mucho que lo ama. La película es un ejemplo del adagio popular: en vida hermano, en vida.
Pico y Placa Medellín
viernes
3 y 4
3 y 4