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LO QUE SE LOGRA CON EL PLOMO

  • LO QUE SE LOGRA CON EL PLOMO
07 de junio de 2014
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Hago parte de una generación de colombianos que nació en medio de una de las peores guerras del siglo XX, la que llamamos hoy -con mayúsculas- La Violencia: la que estalló después del asesinato del dirigente liberal Jorge Eliécer Gaitán en 1948. Fue una guerra civil no declarada entre liberales y conservadores en la que fueron asesinadas por lo menos 300 mil personas y más de dos millones tuvieron que huir del campo y refugiarse en las ciudades. Mi padre, mi madre y mis hermanos están entre ellos.

Mis abuelos y bisabuelos hicieron parte de otras dos generaciones de colombianos que junto con sus hijos padecieron las penurias de nueve guerras civiles provocadas por los enfrentamientos entre esos mismos partidos en el siglo XIX. Esas guerras acabaron por sustracción de materia en 1901 después de tres años de combates en la llamada Guerra de los Mil Días. La última batalla duró dos semanas y fue tan feroz que solo en ella hubo por lo menos 8 mil 400 muertos, heridos y desaparecidos. Cuando se firmó la paz, Colombia estaba destruida.

Mis hijos hacen parte de la última generación de colombianos que han crecido en medio de otra guerra, la más confusa y sanguinaria de todas, provocada esta vez por los enfrentamientos armados entre los grupos guerrilleros, el Ejército Nacional, los grupos paramilitares y el sinnúmero de ejércitos privados de los traficantes de drogas.

Por mi oficio de periodista he sido testigo de esa guerra en uno de los campos de batalla más sangrientos: el que va desde el Chocó y Urabá hasta los valles y las montañas del Magdalena, en territorios de Antioquia, Córdoba, Bolívar, Magdalena, Cesar, Santander, Boyacá y Caldas.

Pocos conflictos armados en el mundo han provocado tantas víctimas en los últimos 30 años: cerca de 95 mil homicidios y más de 540 mil personas afectadas por los asesinatos de seres queridos; más de 90 mil desaparecidos; más de 21 mil secuestrados; casi 55 mil víctimas de actos de terrorismo; 10 mil 500 víctimas de minas antipersonal; 6 mil 500 casos de tortura; casi 7 mil de reclutamiento forzado de niños; 4 mil casos de violencia sexual; más de 130 mil amenazados; más de 5 millones 400 mil refugiados.

Según la Unidad de Víctimas del Gobierno Nacional, esta guerra ha causado 6 millones de víctimas desde 1984, cuando se generalizaron las masacres ejecutadas por los grupos paramilitares empeñados en "refundar la patria" a sangre y fuego y se recrudecieron los combates entre las guerrillas y el Ejército Nacional. Antioquia es el departamento más afectado con cerca de 1 millón 200 mil víctimas.

"Por aterradoras que sean estas cifras, apenas dan una pálida idea de los centenares de miles de destinos individuales, familiares y de comunidades completas que han sido destruidos por la demoledora guerra de los últimos 30 años", dice un documento de la Unidad de Víctimas.

Hago este largo recuento de nuestras guerras y de las muertes y el dolor que han causado después de escuchar una declaración de Wilber Hinojosa, concejal del Partido Conservador en Valledupar, en una sesión del cabildo en la que aseguró que "la paz en Colombia se conseguirá con plomo". No sé a qué clase de paz se refiere el concejal. Tal vez sea la paz de los cementerios.

Si con plomo y balas se consiguiera la paz, Colombia sería el país más pacífico de América Latina. Por eso, aunque no pertenezco a ningún partido político, avergonzado y dolido por esta larga historia de odio, sangre y muerte, votaré por la paz en las próximas elecciones.

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