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17 de febrero de 2009
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Ayer, Chávez ganó el referendo que lo coloca a las puertas de su reelección indefinida. Mañana la ganará Correa en el Ecuador. Luego Evo. Más adelante Ortega, el nicaragüense. Y faltarán datos de otras repúblicas del vecindario que se podrán contagiar de tan nocivo virus.

No es fácil que un mandatario obsesionado en la reelección la pierda en estos países de corte presidencialista. Menos en los regímenes autocráticos en donde ejercen el papel de mesías con sus políticas asistencialistas, en naciones en donde los ingresos están concentrados y la justicia distributiva no se aplica con eficacia. Aprovechan esas frustraciones sociales para montar sus regímenes populistas con altas dosis de demagogia. Y como hay más estratos bajos que élites, se imponen fácilmente en las urnas, máxime cuando éstas pueden ser manipuladas con el poder del Estado, el que pone a su favor sin ningún escrúpulo.

Chávez trabajó el tema de la pobreza, aprovechando sus mayores ingresos petroleros. Según las cifras de las Naciones Unidas, la redujo en seis años del 52 al 28 por ciento. Y eso tiene una seducción, que puede ser transitoria si no hay sostenibilidad en la acción. No sabemos de hoy en adelante cómo seguirá intensificando esa estrategia social, cuando la caída de los precios internacionales del petróleo hace estragos en su economía.

Chávez es un hombre terco en sus propósitos. Impulsa un liderazgo emotivo que causa frenesí en las masas. Se burla de las leyes y de las normas. Es un pragmático desafiante. Reina y dispone a su antojo. Domina las otras dos ramas del poder público. Estas son sus aliadas y subalternas.

Adicionalmente cuenta con la suerte, para su eventual reelección en el 2012, al tener una oposición débil como consecuencia del desprestigio de los partidos políticos tradicionales. Por ello no tiene mayores obstáculos para sus propósitos electorales. Y quienes se le pongan en mitad del camino, los tritura con lo que llama la revolución bolivariana, un fundamentalismo nutrido en las páginas que le conviene citar de las obras del Libertador.

Este triunfo del referendo le dará mayor maniobra a Chávez para seguir manejando a sus ahijados del Ecuador, Bolivia y Nicaragua. Él piensa por ellos. Les dicta sus cartillas para operar el gobierno y enfrentar la oposición. Y les impone el cómo y el cuándo para aplicar el vademécum de su pintoresco "socialismo del siglo XXI".

Chávez y su séquito van haciendo del culto a la personalidad su propia religión. Las elecciones las convierte en un plebiscito a su talante. Quienes les estorban, los saca a empellones. Y con estas estratagemas se quiere volver eterno. Por lo menos eterno en el poder mientras viva. Aspira a ser el sucesor en América de Fidel Castro. Y por cierto que lo está consiguiendo, ante la mirada impotente de muchos millones de venezolanos y la preocupación de algunos vecinos que entienden que las reformas continuas a la Constitución en provecho del gobernante, es lo más antidemocrático que tiene cualquier sistema de auténtica y real democracia.

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