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Zoon politikón

10 de febrero de 2009
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El primer acto político fue la muerte de Abel con una quijada de burro. El burro, orejón, y desafinando, ocupa un lugar en la historia. El de Balaam, que era burra, el que suplió la calefacción en el pesebre, junto al buey, y el que montó Jesús en Jerusalén, son eminentes. Sancho Panza trotará siempre en el suyo detrás de Barataria mientras existan el vicio de leer y la política. Zoon Politikón, llamó Aristóteles este bípedo implume.

El reino animal se vincula al poder desde los gansos del capitolio romano, e Incitatus, el caballo de Calígula que llegó a cónsul. En tiempos de Ricardo Corazón de León un caballero que se respetara ostentaba en el peto un animal emblemático. Aunque fuera un lobo. El asno y el elefante dominan la escena política norteamericana. La guerra fría del siglo xx enfrentó el águila rapaz de los yanquis con el oso ruso. Y halcones y palomas.

En Colombia un tiempo la mitad de los perros se llamaban Trotski. Los párrocos mantenían camadas de gozques para regalar bautizados. Manuelita, la aguerrida novia de Bolívar, nombró los suyos en Paita con los de sus enemigos, Marroquín se recuerda menos por la pérdida de Panamá que por su poema La Perrilla, López Michelsen tuvo una en palacio llamada Lara, y Valencia, perras de caza, y antes, adoramos la rana, la serpiente y el jaguar.

El Capitolio se relaciona en la conciencia del colombiano medio, el pueblo asnal del Tuerto López, el mísero can hermano de los parias del poeta Valencia, con los micos que corren sueltos como en algunos templos hindúes. Y las quimeras diseñadas por Laureano Gómez que lo coronan. Caro permanece unido en el recuerdo a Cuervo. El Tigrillo Noriega a los Leopardos.

Nuestra historia natural de curiosidades recientes recuerda el cuatrienio del augusto elefante. Desde cuando uno profético irrumpió como símbolo de futuro por la ventana de la habitación del candidato Samper en un hotel en India. Este animal de larga memoria, y rencores duraderos, según Eliano, rara vez se enamora, y los antiguos pensaban que es el único cuadrúpedo que reza.

El caballo cuenta una historia larga. Fue la ventaja del europeo en la conquista; Bolívar se asocia sin remedio con uno, y el general Melo, aunque García Márquez se lo cambie en una novela por unas vacas palaciegas que se comen las cortinas del establecimiento. Álvaro Gómez descansaba de políticas dibujando un caballo. El caballo reaparece en los antipáticos caballos de la caballería en la administración Turbay, en el mandato de César Gaviria como caballo de Polo, y en las gracias de chalán de Álvaro Uribe para refrendar su importancia histórica.

La mecánica del poder en Colombia tiene un rico arsenal de expresiones zoológicas. La política de burro amarrado, la operación avispa, el efecto golondrina. Las aves cuentan. Comenzando por la carroñera del escudo. Los Pájaros, paras de ayer, de alias como el Cóndor, Águila Negra, Pajarito, los patos que cazaba Valencia en Paletará, y el gallo tapao, elemento de expectativa de campaña que a veces resulta delfín. A López Michelsen, un delfín, lo llamaron el Pollo. Y existen, claro, los buitres del presupuesto. Y las nostalgias de las palomas del gobierno de Belisario Betancur. Que aún se borran en los muros de las ciudades y las piedras de los caminos. Sus líricos zureos se resuelven siempre para nosotros en canto de sirenas.

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