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“Angela Merkel cometió un error catastrófico al haber dejado entrar al país a todos esos ilegales”, dijo al diario Bild el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, refiriéndose al millón y medio de personas que han ingresado en calidad de refugiados a Alemania en los últimos dos años.
Lo dijo como otro comentario en su lista de desatinos de sus últimos días como magnate, al que se suman: “la OTAN está obsoleta” el Brexit “es una gran cosa” y los demás miembros de la Unión Europea deberían seguir la decisión del Reino Unido “porque las personas, los países quieren su propia identidad”.
Todos los anteriores, como dardos con dirección a Europa, provocaron tensiones en el Viejo Continente, que en tiempos de Barack Obama hubieran sido impensables.
El mismo Manuel Valls, exprimer ministro francés y aspirante a las presidenciales de 2017 con los socialistas, calificó los comentarios de Trump como “una declaración de guerra”, y afirmó que aunque muchos creían que el empresario suavizaría su lenguaje después de ser elegido, “es un populista y quiere poner en marcha su programa”.
No obstante, advierte Molano, la crítica contra Merkel contrasta con los buenos términos del presidente electo respecto a su homólogo ruso, Vladimir Putin, lo que puede cambiar el juego que hasta entonces practicaba Estados Unidos en Europa, y en el que Alemania era uno de sus principales aliados en la zona continental.
Ahora bien, los comentarios de Trump “no son tan inofensivos como uno podría creer”, continúa el experto, y sugiere que como en Alemania se cierne un proceso electoral en el que Merkel busca repetir mandato, enfrentándose a la extrema derecha, poner sobre la palestra el debate de la migración es “oportuno” para los intereses de Trump, que ya se ha manifestado favorable con los populismos europeos.
Pese a eso, Miguel Martínez, director de la línea Europa de la Universidad Externado, considera que la líder alemana ha sabido manejar muy hábilmente las polémicas de los últimos días, como el atentado del mercado navideño en diciembre pasado y las críticas de Trump, matizando la opinión a su política de refugiados, “sin caer en los preceptos del discurso de alternativa de la ultraderecha alemana”.
A estas últimas afirmaciones del magnate, la canciller pidió esperar a la investidura del próximo viernes, y aseguró que entonces los dos Ejecutivos “colaborarán de forma estrecha”.
Lo anterior es factible. Según Martínez, la nueva presidencia de Estados Unidos estará, “como nunca”, condicionada al Congreso, y, en miras de salvaguardar los intereses del país, el Legislativo no permitirá que se deterioren las relaciones entre EE. UU. Y la UE en medio de la negociación de un Tratado de Libre Comercio.
“En las circunstancias de ahora, lo que hay que hacer es esperar qué se le ocurre a este señor, y apelar a la tranquilidad de Merkel”, concluye el académico.
La anterior es la percepción de la mayoría de académicos. Micah Zenko, investigador del Consejo de Relaciones Exteriores (una institución norteamericana), escribió en su blog que la política exterior del magnate no es tan indescifrable, sino que desde ya es claro que busca triunfos discretos y trata las relaciones exteriores bilateralmente en vez de multidimensionalmente.
No obstante, el enfoque es para él “peligrosamente miope y presenta un riesgo excepcionalmente alto de fracaso”, no solo para, por ejemplo, derrotar al Estado Islámico o contener a China, “sino también para asegurar la paz básica y la prosperidad de la población”.