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Corría el 2003. El aire salino del océano Índico, poderoso pero en ese momento sereno como un gigante dormido, hacía olvidar a los soldados presentes en el portaaviones USS Abraham Lincoln el olor del petróleo quemado y el sonido de los estruendos que muchos habían sentido en el lejano Irak. El presidente George W. Bush, mismo que había ordenado el 20 de marzo la invasión estadounidense en ese país, se encontraba de visita y empezaba a pronunciar un discurso en la plataforma del navío.
“Nuestra coalición actualmente se encuentra estableciendo la seguridad y reconstruyendo ese país. Los Estados Unidos y nuestros aliados hemos prevalecido. ¡Misión cumplida!”, proclamó.
Los soldados entraron en júbilo, tal vez muchos empezaban a verse ya con sus...
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