Luego de ocho días del cierre binacional de la frontera decretado por el presidente venezolano, Nicolás Maduro, el pasado martes 13 de diciembre, justificado por “la lucha contra las mafias cambistas”, y tras conversaciones con su homólogo Juan Manuel Santos, se acordó reabrir la frontera entre ambas naciones.
La apertura se realizará de manera progresiva, como se venía desarrollando desde el pasado 13 de agosto (entre las 5:00 de la mañana, hora de Colombia, hasta las 7:00 de la noche).
Fuertes controles militares, policiales y migratorios, además del sobrevuelo de helicópteros de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, se desplegaron desde tempranas horas del día en la zona por donde miles de personas caminaban a paso acelerado entre las dos naciones, con bolsas y equipaje.
A pesar de los dispositivos de seguridad implementados por la fuerza pública venezolana en los puntos de control de entrada y salida del país, tampoco se cumplió la disposición emanada por el Banco Central de Venezuela, de permitir solo la salida por los pasos fronterizos del dinero equivalente a 200 unidades tributarias, 35.400 bolívares.
Quienes transitaban por los distintos puntos de fiscalización militar no fueron abordados, ni requisados, ni instruidos de la norma del BCV por las autoridades para dar cumplimiento a la medida. Pareciera que fue olvidada.
La mayoría de los transeúntes declararon a EL COLOMBIANO que llevaban consigo sumas superiores a los 100.000 bolívares, “porque con menos de esa cantidad no se hace ninguna compra en Cúcuta”.
“Viajé 12 horas desde Acarigua hasta la frontera para comprar pañales y leche para mis hijos. Me vine con 300.000 bolívares, y se me fueron en dos paquetes de pañales grandes. Gasté casi la mitad, y han pasado seis meses para yo poder reunir ese dinero”, explicó Jorge Useche, venezolano de 26 años quien recorrió más de 350 millas hasta Cúcuta.
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