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El norte y el sur de Europa chocan en medio de la pandemia

La respuesta común a una previsible crisis financiera despierta viejas divisiones y grietas cada vez más hondas entre los países del bloque.

  • La respuesta común a una previsible crisis financiera despierta viejas divisiones y grietas cada vez más hondas entre los países del bloque. Foto: AFP.
    La respuesta común a una previsible crisis financiera despierta viejas divisiones y grietas cada vez más hondas entre los países del bloque. Foto: AFP.
  • Anonio Costa, primer ministro de Portugal, tuvo fuertes palabras de rechazo a la posicion del norte y en defensa de España. Foto: EFE.
    Anonio Costa, primer ministro de Portugal, tuvo fuertes palabras de rechazo a la posicion del norte y en defensa de España. Foto: EFE.
  • Echando mano a la tecnología, la Unión Europea trata de alinearse para hacer frente a la crisis por el coronavirus. Foto: getty
    Echando mano a la tecnología, la Unión Europea trata de alinearse para hacer frente a la crisis por el coronavirus. Foto: getty
06 de abril de 2020
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Setenta palabras en 6 líneas. Un párrafo, entre 22 más. Y seis horas para acordarlo. Nein, non, nee. No. Repetitiva, la negación viajó miles de kilómetros, atravesando la Unión de norte a sur. Norte, en alemán y holandés. Sur, en español e italiano. Los bandos, sus líderes, chocaron en la primera Cumbre Europea de un mundo en pandemia. Era 26 de marzo de 2020. Europa enfrentó el primer asalto a su futuro con la idea, temerosa, de no estar convencida de sí misma.

¿Tenemos acuerdo?, preguntó la voz de un confinado Charles Michel, presidente del Consejo Europeo. Lo habría. El punto 14 del pronunciamiento común del consejo que reúne a los líderes de la Unión Europea se cerraría por fin con un lenguaje vago, como sus otros 21 similares. Solo una fecha, discutida, reducida y aumentada cinco días, le marcaría al Eurogrupo, la reunión de ministros de finanzas de la Unión, un plazo de 15 días para presentar propuestas de reactivación de una economía condenada a la recesión.

Las negaciones, como la división entre norte y sur, sin embargo, persisten. Y no son nuevas. El Dr. Sören Jens Brinkmann, historiador alemán profesor del Instituto de Estudios Europeos de la Universidad del Norte, retrocede solo hasta 2008 para explicar la reaparición de un debate económico que ha amenazado con romper la Unión Europea. “Ese año, como en el actual, la Unión enfrentó la pregunta de cómo responder a una crisis económica. Los eurobonos o coronabonos, como se han llamado hoy, fueron y son el motivo de disputa”.

Brinkmann prefiere pasar por alto la discusión de cómo ha respondido sanitariamente la Unión Europea a una pandemia que hasta el cierre de esta edición acumulaba más de 10 mil muertos y 200 mil contagios solo en España e Italia. “Se suele olvidar que la Unión Europea es en el fondo, y ante todo, una comunidad económica”, dice. Y económicas son sus grietas más profundas.

¿Coronabonos?

“Re-pug-nan-te”. Silabeando la palabra, masticando la rabia de cala letra, respondió Antonio Costa, primer ministro de Portugal. “No estamos dispuestos a volver a oír a ministros de Finanzas holandeses como ya oímos en 2008, 2009, 2010 y años consecutivos”. Wopke Hoekstra, uno de ellos, había acabado de sugerir que Europa debía investigar a los países no preparados para una crisis tras siete años de crecimiento continuo.

El norte y el sur chocaban de nuevo. La fisura parece una caricaturización y es, acepta Brinkmann, una generalización, pero sirve para ilustrar las diferencias entre el primer grupo, liderado por Alemania y Holanda; y el segundo, en cabeza de España e Italia, con apoyo de Portugal y Francia, cuando la discusión de los bonos está en la mesa común.

Es una propuesta presentada por el sur para responder a la crisis económica que, según proyecta el Banco Central Europeo, llevaría a la recesión a la Eurozona. Brinkmann explica que el plan parte del supuesto de que la economía tras la pandemia va a necesitar la inversión de un dinero que los Estados no tienen. “Proponen que la Unión emita unos bonos en conjunto para recaudarlo en el mercado”.

Anonio Costa, primer ministro de Portugal, tuvo fuertes palabras de rechazo a la posicion del norte y en defensa de España. Foto: EFE.
Anonio Costa, primer ministro de Portugal, tuvo fuertes palabras de rechazo a la posicion del norte y en defensa de España. Foto: EFE.

Es la misma idea que el norte ya negó tras la crisis de 2008. El Doctor en Economía Alejandro Torres lo recuerda, usando la figura de un pagaré. “Un bono es un título que un Estado vende al mercado para comprar después. La promesa del Gobierno al inversionista es que le va a comprar el bono a un precio más alto”. El sistema, sin embargo, privilegia los “pagarés” de Alemania y Holanda, elevando su precio, respecto a los de España e Italia.

“Lo hace porque los inversionistas confían más en la promesa de Alemania que en la de España o Italia”, explica Torres. Un bono emitido por la Unión Europea favorecería a los países del sur, que podrían venderlos más caros, pero afectaría a las economías del norte, que verían reducido el precio de sus títulos. El verdadero riesgo de la transacción, sin embargo, es aquello que pasa si un estado no puede pagar: la Unión Europea debe responder. Cuando se tratar de cobrar, dice Torres, el mercado lo hace a todos por igual

Y el norte no olvida que ya hubo unos Estados, todos en el sur, que no pudieron pagar sus deudas en 2010. Que hubo que rescatar. El riesgo de que esto se repita asemeja a la desconfianza de usar una tarjeta de crédito en común; mientras una parte ahorra y gasta en sus necesidades, la otra la sobregira.

Hace 3 años, cuando el mundo sufría de sus males conocidos y el nuevo virus seguía solo en la cabeza del más cliché de los autores, Jeroen Dijsselbloem, exministro de finanzas holandés, se preguntó en un leído medio alemán sobre la solidaridad europea. “Uno no puede gastarse todo el dinero en copas y mujeres y luego pedir que se le ayude”.

La gran diferencia, dice el profesor Jerónimo Maíllo González, catedrático del Instituto Universitario de Estudios Europeos de la Universidad San Pablo, en Madrid, es que lo de hoy no es ninguna ayuda. “La actual crisis no se parece a la del 2008”. No se parece, de hecho, a ninguna que haya enfrentado el actual orden internacional.

No fue España, dijo un sobresaltado primer ministro portugués, quien creó el virus ni fue España quien lo importó; “el virus infelizmente nos atrapa a todos por igual. Si no nos respetamos y si no entendemos que, ante un desafío común, debemos ser capaces de responder en común, entonces nadie ha entendido nada sobre la Unión Europea”.

Echando mano a la tecnología, la Unión Europea trata de alinearse para hacer frente a la crisis por el coronavirus. Foto: getty
Echando mano a la tecnología, la Unión Europea trata de alinearse para hacer frente a la crisis por el coronavirus. Foto: getty

Es cuestión de tiempo

¿Y cuál es la situación a la que ha sido reducida Europa?, se preguntaba en 1945 el ex-primer ministro británico Winston Churchill en un célebre discurso en la Universidad de Zúrich (Suiza), considerado por muchos como el primer paso hacia la integración europea. “Entre los vencedores hay una gran confusión de voces agitadas; entre los vencidos, el sombrío silencio de la desesperación”.

Comenzaba la postguerra, la etapa que precedió la Segunda Guerra Mundial y el escenario al que Europa acude hoy en el intento de comparar horrores y retos. Algunos, incluso, retroceden hasta la Gripe Española, la pandemia de 1918 que mató a alrededor de 50 millones de personas en el mundo, para ilustrar la “tragedia humana de proporciones potencialmente bíblicas” que representa el coronavirus, como la llamó Mario Draghi, expresidente del Banco Central Europeo.

Sería injusto señalar que Europa se ha quedado quieta. Las instituciones han desplegado una serie de medidas económicas para apoyar a los Estados más afectados por el virus”, defiende Maíllo. Se refiere, principalmente, a la contrapropuesta del norte: el fortalecimiento y activación del Mede (Mecanismo Europeo de Estabilidad), el fondo de rescate creado en 2012 a raíz de la crisis de deuda soberana, al que países como Grecia e Italia solicitaron préstamos a un precio muy alto. Las condiciones, en esta ocasión, se relajarían a niveles nunca vistos.

El primer paso ya se dio el pasado 20 de marzo cuando se acordó, en una decisión histórica, la suspensión de las reglas del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, que desde el nacimiento de la zona euro imponía a los países mantener un déficit equivalente de máximo el 3% del Producto Interior Bruto (PIB) y una deuda del 60%. La famosa regla fiscal que para el norte es religión y para el sur ha sido un grillete difícil de cargar.

Pese a que es muy probable que estas sea, junto a otras medida similares, el camino elegido por Europa para afrontar la parálisis económica producto del virus, la reivindicación de los países del sur por profundizar una unión que lleve a compartir la deuda en ciertos escenarios como el actual, no tendrá una respuesta y seguirá siendo un pendiente y el reflejo de una grieta mucho mayor que seguirá amenazando el futuro de la Unión.

Es, en palabras del Dr. Brinkmann, la división entre dos sectores que esperan cosas distintas de la Unión Europea. “Desde una perspectiva histórica de cómo se construyó la zona euro, hay un elemento que fue un poco ingenuo. Se pensó que con la unión monetaria los países con menos ingresos iban a alcanzar a los países más desarrollados. Lo cierto es que una moneda única parece una buena opción entre países con un mismo nivel de desarrollo, pero cuando esto no es así, la idea puede ser un poco discutible”.

Esa sombra seguirá cubriendo el más exitoso proyecto de integración que conoce el mundo en la actualidad. “Somos un continente con tradiciones nacionales, lenguas distintas, rivalidades históricas. Es evidente que en la mayoría de escenarios necesitamos más Europa que menos”, finaliza Brinkmann.

La pregunta, como señaló en 2016 para El País de España Loukas Tsoukalis, profesor de Integración Europea en la Universidad de Atenas, gira a qué Europa quieren los europeos. “Es difícil avanzar y da miedo retroceder. Y con frecuencia parece que Europa espera resignada a que llegue el próximo accidente”.

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