x

Pico y Placa Medellín

viernes

3 y 4 

3 y 4

Pico y Placa Medellín

jueves

0 y 2 

0 y 2

Pico y Placa Medellín

miercoles

1 y 8 

1 y 8

Pico y Placa Medellín

martes

5 y 7  

5 y 7

Pico y Placa Medellín

domingo

no

no

Pico y Placa Medellín

sabado

no

no

Pico y Placa Medellín

lunes

6 y 9  

6 y 9

Música hecha por hongos y plantas: así funciona el proyecto Bionic and the Wires

La iniciativa, desarrollado en Reino Unido, creó un sistema capaz de traducir las señales bioeléctricas de hongos y plantas en música y acciones robóticas, uniendo ingeniería, biología y arte para revelar procesos fisiológicos que normalmente pasan desapercibidos.

  • En 2024 este hongo tocando un teclado se convirtió en un video viral de Bionic and the Wires. FOTO cortesía Bionic and the Wires
    En 2024 este hongo tocando un teclado se convirtió en un video viral de Bionic and the Wires. FOTO cortesía Bionic and the Wires
  • Al traducir señales bioeléctricas en pinceladas, un hongo se convierte en un artista inesperado mediante un brazo biónico diseñado a la medida, capaz de crear arte visual abstracto. FOTO cortesía Bionic and the Wires
    Al traducir señales bioeléctricas en pinceladas, un hongo se convierte en un artista inesperado mediante un brazo biónico diseñado a la medida, capaz de crear arte visual abstracto. FOTO cortesía Bionic and the Wires
  • Instalación interactiva de biosonificación en el Just So Festival 2024, en Cheshire, visitada por más de 2.000 personas durante dos días. FOTO cortesía Bionic and the Wires
    Instalación interactiva de biosonificación en el Just So Festival 2024, en Cheshire, visitada por más de 2.000 personas durante dos días. FOTO cortesía Bionic and the Wires
hace 7 horas
bookmark

En Youtube, una nueva forma de música captó la atención de millones de personas, quizá por lo particular de la situación, porque las primeras notas que se distinguen en el video no salen de un piano ni de un sintetizador humano, sino de la superficie húmeda de un hongo conectado a dos electrodos, como si la vida subterránea del bosque hubiera encontrado una forma inesperada de hacerse oír.

Lea también: ¿La música ayuda al crecimiento de las plantas? Esto dice un nuevo estudio

La escena, grabada en una sala oscura de Manchester, muestra el braceo de un robot acoplado a un tallo que poco a poco comienza a golpear un tambor metálico, mientras la intensidad del ritmo cambia a medida que la planta responde al ambiente. Y si es claro que hace unos años esto habría parecido un truco de magia, hoy se ha convertido en la redefinición de quién puede crear música o no.

Ahora bien, esto es posible gracias a Bionic and the Wires, el proyecto liderado por Jon Ross y Andy Kidd, que convierte señales biológicas en composiciones sonoras y arte visual, una fusión entre tecnología, naturaleza y creación que cuestiona la noción misma de creatividad y que consiste en dotar a organismos que nunca hemos considerado artistas de herramientas para expresarse. Una línea de trabajo para nada decorativa o marginal.

Para ello, Ross diseñó brazos robóticos capaces de moverse según los impulsos eléctricos que generan plantas y hongos, y Kidd creó el lenguaje musical que traduce esas fluctuaciones en armonías, ritmos y texturas envolventes.

Así, construyeron un laboratorio vivo donde las manifestaciones fisiológicas de un organismo se transforman en gestos visibles y sonidos capaces de llenar un auditorio, puesto que, al público observar una planta activar un teclado o a un hongo trazar pinceladas firmes, empieza a hacerse preguntas que desbordan lo técnico: ¿qué significa crear? ¿Quién tiene derecho a hacerlo? ¿Y por qué insistimos en pensar la inteligencia solo desde parámetros humanos?

La técnica que sostiene estas actuaciones es precisa y puede entenderse sin dificultad. Ross, en entrevista con EL COLOMBIANO, explica su principio con una frase directa: “Todos los organismos vivos generan señales bioeléctricas. Nuestro equipo convierte esas señales para controlar los brazos biónicos”.

Al traducir señales bioeléctricas en pinceladas, un hongo se convierte en un artista inesperado mediante un brazo biónico diseñado a la medida, capaz de crear arte visual abstracto. FOTO cortesía<i> Bionic and the Wires</i>
Al traducir señales bioeléctricas en pinceladas, un hongo se convierte en un artista inesperado mediante un brazo biónico diseñado a la medida, capaz de crear arte visual abstracto. FOTO cortesía Bionic and the Wires

Es decir, no se trata de leer pensamientos ni emociones vegetales, se trata de registrar variaciones eléctricas que acompañan procesos como el movimiento del agua, el intercambio de iones o la respuesta ante la luz, pues aunque parezcan silenciosos, las plantas y los hongos son entidades activas que reaccionan a su entorno mediante impulsos eléctricos de baja intensidad, y la tecnología de Bionic and the Wires permite que esas fluctuaciones se vuelvan audibles o visibles, revelando un dinamismo que normalmente pasa desapercibido.

En detalle, el equipo lo que hace es detectar esas variaciones a través de un circuito inspirado en los antiguos galvanómetros, dos sensores colocados sobre la superficie de la planta que registran pequeñas diferencias en conductividad eléctrica, así, cuando cambia la humedad, cuando baja la temperatura o cuando un estímulo altera la circulación interna de iones y agua, la señal se modifica.

Según Ross, estas señales no representan significados ocultos, son reacciones fisiológicas que, al pasar por sintetizadores y sistemas digitales, se transforman en una narrativa sonora moldeada por Kidd para resaltar la textura única de cada organismo. Y ese diseño artístico es tan importante como la ingeniería.

Ross lo define como un modo de dar cuerpo a lo natural: “Modelamos las señales bioeléctricas con sintetizadores, teclados y paisajes sonoros digitales. Las ‘manos’ biónicas hacen tangible la agencia de plantas y hongos”.

De esa forma se cumple la intención que tienen de construir una colaboración real entre especies y no un instrumento exótico, dándole pie a que cada presentación sea una improvisación compartida: el organismo genera patrones eléctricos; los dispositivos responden; Kidd ajusta capas sonoras; el brazo robótico ejecuta movimientos. Y el resultado de todo, por supuesto, tiene variación, pausas inesperadas y momentos de tensión o suavidad que no provienen de una decisión humana directa, provienen de un diálogo silencioso entre cuerpos que no comparten lenguaje, pero sí comparten entorno.

Y, ¿cómo es eso de que el comportamiento eléctrico cambia según las condiciones ambientales? Resulta que esa sensibilidad hace que cada función sea irrepetible. “Hemos encontrado cambios en las señales bioeléctricas de plantas y hongos según la hora del día, la humedad, la temperatura, etc. Una mimosa sensible al tacto, por ejemplo, puede generar patrones más marcados que una hoja gruesa; un hongo de metabolismo rápido suele producir fluctuaciones eléctricas más intensas que un cactus austero”, señala Ross.

Además, para sorpresa del público, los hongos suelen ser los más virtuosos. “Los hongos parecen tener las fluctuaciones eléctricas más rápidas”, afirma el artista y tecnólogo, “una condición que los convierte en aliados perfectos de la percusión, debido a que su variabilidad introduce elementos de azar controlado que enriquecen cada presentación”.

El eco en el mundo del arte

Por otro lado, la escena artística ha reconocido ese magnetismo.

En el Royal Northern College of Music, donde se han presentado varias veces, la reacción ha sido inmediata. “Hemos tenido la suerte de contar con Bionic and the Wires en dos eventos del RNCM durante los últimos 12 meses, y en ambas ocasiones nos dejaron a nosotros y a nuestro público sin aliento con su innovadora combinación de tecnología, naturaleza y música”, comenta Alice Brookes, responsable de participación creativa del proyecto en el lugar.

Y es que, tal y como lo menciona, fuera de la novedad, lo que impacta es la capacidad de Ross y Kidd para explicar un sistema complejo de manera accesible, generando un puente entre públicos expertos y espectadores curiosos, ya que esa apertura, como lógica consecuente, convierte cada función en un espacio donde ciencia y arte comparten escenario sin jerarquías.

En otros eventos, la respuesta ha sido similar. David Hartley, escritor y organizador de la Embassy of Utopia en el Festival of Libraries 2025, lo expresó sin rodeos: “Nuestro público quedó hipnotizado por la presentación. El dúo ha hecho un trabajo fantástico al volver tan accesible un concepto tan extraño. La música en sí es una experiencia fascinante, casi de otro mundo, y una expresión vital de la energía y el valor del mundo no humano”. Y lo que dice tiene qué ver mucho con que el asombro que genera el proyecto nace de la intuición de que lo vivo tiene ritmos propios que rara vez percibimos, y de que la tecnología, lejos de inventarlos, los amplifica y los convierte en una forma de escucha expandida.

Asimismo, Bionic and the Wires ha crecido en espacios culturales del Reino Unido. Ha llevado instalaciones al Just So Festival, donde más de dos mil personas experimentaron la biosonificación; ha montado obras audiovisuales en RNCM Mcr, donde plantas activaban proyecciones en tiempo real; y ha protagonizado videos virales donde un hongo ejecuta un teclado con sorprendente precisión. Para Kelda Savage, del National Trust, la iniciativa encaja en lugares donde la ciudad se encuentra con la ecología: “Ha sido un lugar perfecto para mostrar esta experiencia tan especial de plantas haciendo música ante un público urbano”.

Entérese de más: Científicos revelan la primera evidencia de comunicación acústica entre plantas y animales

El proyecto también incluye una dimensión educativa que ha ampliado su impacto. En Young People and Nature, Ross y Kidd exploraron cómo jóvenes urbanos podían acercarse a la naturaleza a través de la música generada por plantas. Ver que un organismo respondía a su presencia producía una conexión inmediata: el sonido se convertía en una forma de observación y en una puerta de entrada a la ecología.

En este punto es importante mencionar que si bien es cierto que la propuesta se inscribe en el arte, su desarrollo se nutre de avances recientes en biología vegetal y micología. Ross reconoce esa influencia: “Estamos inspirados por los últimos avances en la investigación sobre plantas y hongos”. De esa inspiración nació el Mushroom vocalist, un sistema donde los impulsos del hongo seleccionan una palabra entre cincuenta opciones, basado en estudios que comparan patrones eléctricos con estructuras lingüísticas.

Instalación interactiva de biosonificación en el Just So Festival 2024, en Cheshire, visitada por más de 2.000 personas durante dos días. FOTO cortesía<i> Bionic and the Wires</i>
Instalación interactiva de biosonificación en el Just So Festival 2024, en Cheshire, visitada por más de 2.000 personas durante dos días. FOTO cortesía Bionic and the Wires

A su vez experimentan con la posibilidad de que plantas y hongos “escuchen” las frecuencias que ellas mismas generan. “Hay investigaciones que indican que plantas y hongos pueden ‘escuchar’ frecuencias similares a las que les ayudamos a crear y esa retroalimentación abre caminos especulativos sobre cómo podrían modificar su comportamiento eléctrico en función del sonido que producen”, señala Ross.

Cabe mencionar que el proyecto forma parte de una tradición amplia: desde las excursiones micológicas de John Cage hasta las instalaciones de Mileece, MycoLyco y Tarun Nayar, la idea de escuchar a las plantas ha atravesado décadas de experimentación, hasta que Bionic and the Wires retomó ese legado y añadió algo que no existía: brazos robóticos que permiten a las plantas ejecutar acciones.

Ross y Kidd ya proyectan la siguiente fase, quieren construir nuevos instrumentos, trabajar con grupos más grandes de organismos y llevar sus piezas a otros ecosistemas. La selva colombiana es uno de sus destinos soñados. “Queremos ir allí por la gran biodiversidad que alberga, sería ideal para nuestro proyecto”, afirma Ross. A la vez planean colaborar con universidades para profundizar en la investigación científica que sostiene sus obras y que permite expandir la imaginación sobre lo vivo.

A medida que las presentaciones se multiplican, la pregunta de fondo se vuelve más nítida: la creatividad puede surgir en la interfaz entre organismos y tecnología. Desde ahí, el proyecto despliega un territorio donde una señal eléctrica se convierte en gesto y un gesto en sonido, revelando que la música no proviene únicamente del hongo o de la planta, proviene del sistema que construyen junto con los artistas. Esa conjunción redefine el mérito: no radica en que una seta toque un teclado, radica en haber creado un lenguaje común que lo hace posible.

Lo cierto es que, en un tiempo en el que la inteligencia artificial domina las discusiones sobre creatividad, la escena de un hongo pintando un autorretrato introduce una pregunta distinta, al no interrogar lo que puede hacer una máquina, sino lo que puede hacer la vida cuando recibe un medio para expresarse.

Club intelecto

Nuestros portales

Club intelecto

Club intelecto
Las más leídas

Te recomendamos

Utilidad para la vida