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Hacían fiestas sin tener local y se abrieron paso hasta Provenza

Los cofundadores de Chiquita Bar hacían rumbas nómadas cada tres meses, pero han crecido y van abrir en Bogotá.

  • Chiquita Bar estuvo al borde de la extinción en pandemia, luego resurgió y ahora puede recibir hasta 600 personas en días pico. FOTO Jaime Pérez
    Chiquita Bar estuvo al borde de la extinción en pandemia, luego resurgió y ahora puede recibir hasta 600 personas en días pico. FOTO Jaime Pérez
10 de marzo de 2023
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Hace tres años, Nicholas Diez y Juan Pablo Gómez tuvieron que cerrar su bar, justo cuando les iba a dar las primeras ganancias al terminar de pagar el local que compraron en Provenza, barrio El Poblado.

La pandemia fue inclemente con ellos y con los demás empresarios nocturnos. Muchas historias de emprendimiento quedaron en pausa o sepultadas durante los siete meses de cuarentena que ordenó el gobierno entre marzo y septiembre de 2020.

Estos amigos de toda la vida estaban cerrando después de mucho batallar para ganarse un espacio en ese cotizado sector de Medellín.

Seis años atrás, Nicholas y cinco amigos arreglaban fiestas temáticas en sitios alquilados por una noche. Y les tocaba apelar a la recursividad, porque no tenían capital y la decoración se hacía con los materiales que sobraban de las vitrinas de Cueros Vélez, donde era empleado.

Cuando la idea de negocio apenas empezaba, Juan Pablo estaba en Argentina estudiando dirección de arte y Nicholas se quedó impulsando a Banana Splitter, nombre que le puso al emprendemiento del sector de entretenimiento.

“Yo hacía toda la parte de la experiencia en las fiestas y toda la temática giraba entorno a un banano. La gente nos fue conociendo y a medida que el tiempo pasaba, los cinco amigos se fueron yendo porque no le dieron la talla a lo que queríamos con Banana Splitter”, contó Nicholas.

Reencuentro ganador

Nicholas no estaba muy entusiasmado con el negocio porque no dejaba buenas ganancias y exigía un despliegue duro de trabajo: “Era más el amor al arte y el deseo de hacer fiestas que no existían en Medellín, diferentes y siempre manejando la esencia LGBTI”.

Sin embargo, cuando Juan Pablo regresó, le dijo a Nicholas que él quería sumarse a Banana Splitter. Y tal vez, eso era lo que necesitaba la empresa: la visión del publicista, del relacionista público.

Los dos se conocían desde hace más de 20 años y compartían el sueño de tener una discoteca. Se la estaban luchando con esas farras nómadas, hasta que unas amigas les ofrecieron un local pequeño en Provenza.

“Juan Pablo me dice que era la oportunidad, que era el momento de montar algo mucho más serio que estas fiestas que eran cada tres meses”, narró Nicholas.

Dieron el salto de fe y tomaron el espacio, pusieron los ahorros en ese proyecto y a Juan Pablo se le ocurrió que el bar tenía que llamarse Chiquita, quería evocar el concepto de la banana, muy ligado al nombre de una multinacional distribuidora de esta fruta.

Acto seguido, Nicholas comenzó a montar el concepto: los colores y la decoración interior nacieron con un sello muy particular: todo el escenario es la casa de Chiquita, un personaje que no es visible, aunque todo el ambiente deja saber que es fiestera, erótica y alocada (ver Para Saber Más).

Todo marchaba sobre ruedas, pero llegó la crisis de la covid-19 y tuvieron que cerrar el local, nadie tenía en las cuentas ese contratiempo, tantos años de trabajo se estaban perdiendo en un abrir y cerrar de ojos.

Agonía y reapertura

La pandemia puso a los cofundadores contra las cuerdas, pero llegó un nuevo socio, Dale Robertson, quien inyectó capital y reabrieron en un local tres veces más grande. Atienden de lunes a lunes y aprovechan el flujo de turistas extranjeros que atrae Medellín.

En los días de alta afluencia, Chiquita Bar puede recibir más de 600 personas y la aceptación que ha tenido la propuesta ha sido tanta, que estos emprendedores paisas ya están ultimando detalles para abrir en Bogotá.

Y ahí no termina la visión, el sueño es expandirse internacionalmente y la sede más anhelada sería la de San Francisco (Estados Unidos), pero Nicholas prefiere digerir lo que está pasando ahora, porque hace unos años hacía fiestas de bajo costo y ahora va por su segundo local.

Chiquita: erotismo y retratos sociales

Chiquita es un bar-discoteca con una temática poco ortodoxa, al subir las escaleras con el arcoiris LGBTI, en la parte exterior, hay sillas coloridas y mesas que exhiben fotos con anatomías desnudas y sugestivas. Ya en la parte interior, hay cuatro figuras híbridas, en parte humanas y en parte animales. Cada una de ellas representa una amiga de Chiquita y detrás de ellas hay unos retratos sociales complejos y no son monolíticos, es decir, no son 100% buenos o malos. Toda la experiencia fue creada por Nicholas Diez, el cofundador artista del establecimiento, a quien sus amigos le decían que su apartamento parecía un museo loco. Entonces, él trató de trasladar ese concepto y las historias de los personajes hacen parte del mito que se va corriendo voz a voz entre los rumberos de la capital antioqueña.

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