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Disidente de las Farc convirtió un cañón de Antioquia en su conjunto cerrado

Autoridades han detectado por lo menos 18 portones, con los que el disidente controla el acceso a su área.

  • Las tropas están desmantelando los portones construidos en el cañón de San Pablo. FOTO: CORTESÍA.
    Las tropas están desmantelando los portones construidos en el cañón de San Pablo. FOTO: CORTESÍA.
  • Para derribar los pilares de las rejas, los soldados usan cadenas haladas por un camión. FOTO: CORTESÍA.
    Para derribar los pilares de las rejas, los soldados usan cadenas haladas por un camión. FOTO: CORTESÍA.
  • Este fue el primer portón instalado en el sector La Irlanda. FOTO: CORTESÍA.
    Este fue el primer portón instalado en el sector La Irlanda. FOTO: CORTESÍA.
  • Ricardo Ayala, alias “Cabuyo”, es fanático de las armas. FOTO: CORTESÍA.
    Ricardo Ayala, alias “Cabuyo”, es fanático de las armas. FOTO: CORTESÍA.
  • Las rejas de los portones son metálicas, con columnas de cemento. FOTO: CORTESÍA.
    Las rejas de los portones son metálicas, con columnas de cemento. FOTO: CORTESÍA.
19 de febrero de 2022
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área de escondite de alias “cabuyo”

Apenas cae la noche, a lomo de caballo aparece el que todos creían muerto. “Cabuyo” sale de su guarida a recibir el sereno, custodiado por las empinadas montañas del Norte antioqueño y las rejas metálicas con las que ha cercado el cañón de San Pablo, convirtiéndolo en su propio conjunto cerrado.

Galopa despacio, dicen fuentes de la zona, porque todavía le duelen las heridas que le dejó un tirador de alta precisión hace un año, cuando seis comandos de la Fuerza Pública lo sorprendieron en el preludio de una parranda.

Sucedió al mediodía del 7 de febrero de 2021 en el sector La Irlanda, en el municipio de Campamento. Familiares y amigos se congregaron en una taberna para festejar con Ricardo Abel Ayala Orrego (“Cabuyo”), el cabecilla de la disidencia del frente 36 de las Farc y uno de los desertores del proceso de paz más perseguidos de Colombia.

El plan era hacer una cabalgata por los senderos que él considera “sus dominios”, sin sospechar que un francotirador lo tenía en la mira. El rebelde se apartó a un matorral para orinar y un proyectil lo impactó en el pecho.

Con la adrenalina inundando sus arterias, se incorporó disparando a la nada. Uno de sus tiros hirió a un invitado. Dos comandos del Ejército y la Policía salieron del monte y le propinaron otros dos balazos en el abdomen y la pierna derecha.

La gente corrió desesperada de un lado a otro, bloqueando el paso de los uniformados. Esos segundos fueron aprovechados por un escolta, quien trepó a “Cabuyo” en una moto y lo sacó de la zona, dejando atrás su sangre y la polvareda de la carretera.

Para derribar los pilares de las rejas, los soldados usan cadenas haladas por un camión. FOTO: CORTESÍA.
Para derribar los pilares de las rejas, los soldados usan cadenas haladas por un camión. FOTO: CORTESÍA.

Ayala, con la muerte arañándole los pies, fue depositado en un camastro en una finca del sector La Punta, en límites de Campamento con Anorí. Sus compinches intimidaron a una enfermera de un pueblo vecino, para que fuera al sitio y lo auxiliara. Al verlo, aseguró que había que operarlo de urgencia en un quirófano, porque estaba al filo de la muerte, pero esa no era una opción para los disidentes.

Esto fue lo último que se supo de “Cabuyo” durante mucho tiempo. Desapareció de las líneas telefónicas interceptadas, nadie volvió a verlo en el cañón de San Pablo y sus lugartenientes asumieron el comando de la organización.

Con estos indicios, las agencias de Inteligencia sospecharon que estaba muerto; sin embargo, les faltaba la prueba reina: el cadáver.

Algunas personas del entorno del delincuente le contaron a los investigadores que la familia de “Cabuyo” dejó de recibir el dinero que él les mandaba cada mes, e incluso se especuló que había sido enterrado en una fosa clandestina en una vereda de Angostura, cumpliendo su voluntad de no dejarle un cuerpo como trofeo al Estado.

Pero en el infierno no lo han recibido todavía, y las pruebas de su supervivencia comenzaron a llegar de la manera más insospechada, en forma de rejas y portones.

Este fue el primer portón instalado en el sector La Irlanda. FOTO: CORTESÍA.
Este fue el primer portón instalado en el sector La Irlanda. FOTO: CORTESÍA.

Cañón cercado

Durante sus primeros dos años de disidencia (2017-19), la base de operaciones del frente 36 de las Farc fue el municipio de Briceño, desde donde fue expandiendo sus redes ilegales a Valdivia, Anorí, Campamento, Guadalupe, Angostura, Yarumal, Amalfi y Tarazá, según datos de Inteligencia.

Los operativos de la Fuerza Pública y la cruenta guerra con sus enemigos del Clan del Golfo obligaron a “Cabuyo” a irse del pueblo y refugiarse en el cañón de San Pablo.

Esta es una depresión montañosa de difícil acceso, localizada en un enclave fronterizo entre Campamento, Angostura, Guadalupe y Anorí (ver el mapa).

Distribuyó sus informantes en las carreteras de acceso, para que le avisaran cuándo venían las autoridades, y compró un dron con visión nocturna para sobrevolar el terreno. Dicho aparato fue incautado en julio de 2020, cuando la Policía incursionó en la zona y capturó a cinco integrantes de su anillo de seguridad.

A principios de 2021, en la vía de entrada a La Irlanda, “Cabuyo” mandó a instalar un portón metálico de dos metros de altura, con el que controlaba el paso vehicular. La estructura fue derribada por la Fuerza Pública después del asalto en el que el delincuente huyó gravemente herido, tal cual informó EL COLOMBIANO en ese entonces.

Pese a que el rumor de su muerte se expandió como la bruma que inunda al cañón de madrugada, los agentes notaron que el número de rejas se incrementó en los últimos meses, cubriendo la mayoría de accesos a la hondonada.

Se trata de portones metálicos atornillados a columnas de cemento, en algunos casos cubiertas por láminas de zinc, en las cuales hay vigías que analizan cada vehículo que transita por allí. “Sabemos que la comunidad es obligada a construir esas rejas, incluso poniendo plata de su bolsillo”, comentó un investigador.

El Ejército ha detectado por lo menos 18 portones, y a la fecha ha derribado cinco, pero estos son reemplazados rápidamente. “¿Por qué tomarse tantas molestias, si se supone que ‘Cabuyo’ está muerto?”, se preguntaron los analistas de Inteligencia.

Al oscurecerse el cielo, los portones son cerrados con candados y cadenas, creando una fortaleza difícil de penetrar. Es entonces cuando “Cabuyo” sale a dar su paseo, a galope o en moto, confirmando que no es un espectro, sino un hueso muy duro de roer.

Ricardo Ayala, alias “Cabuyo”, es fanático de las armas. FOTO: CORTESÍA.
Ricardo Ayala, alias “Cabuyo”, es fanático de las armas. FOTO: CORTESÍA.

Un violento “fantasma”

El rostro de “Cabuyo” volvió a aparecer en los nuevos carteles de los más buscados, emitidos por el MinDefensa, y se reactivó la recompensa de $280 millones por información que lleve a su captura.

Regresar de la muerte lo hizo más cauteloso. Dejó de andar en grandes grupos y comenzó a usar correos humanos; solo una persona está autorizada para llevarle comida y provisiones a su escondite.

No volvió a emplear líneas telefónicas, sino que graba sus órdenes en archivos de audio y por medio de un mensajero se los envía en una memoria USB a sus lugartenientes, alias “Firu” y “Machín”.

Uno de esos mensajes, presuntamente, le habría dado vía libre a un atentado el pasado 5 de febrero en la vereda San Alejandro, de Angostura.

A las 11:00 p.m. llegaron a una vivienda cinco integrantes del grupo, preguntando por un hombre que recién había salido de la cárcel. Su propósito era ajustar cuentas con él, en relación a un conflicto por negocios ilícitos.

El susodicho tomó una escopeta, le disparó a uno de los disidentes – que quedó herido – y escapó por el monte. En venganza, los criminales le mataron a tres familiares que estaban presentes: Rubén Pérez, de 27 años; su hermano Lubín, de 23; y su sobrino Edwin, de 17.

El encerramiento de la hondonada no solo protege los movimientos de Ayala, sino también algunos negocios de la disidencia. En el sitio hay maquinaria explotando yacimientos de oro, y laboratorios rústicos en los que se procesa la coca sembrada y traída desde Anorí.

A sus 29 años “Cabuyo” ha escapado de 10 operaciones militares, incluyendo un bombardeo en 2018 y el francotirador de 2021. Su figura sigue espantando, como un fantasma, a los pobladores del cañón de San Pablo.

Las rejas de los portones son metálicas, con columnas de cemento. FOTO: CORTESÍA.
Las rejas de los portones son metálicas, con columnas de cemento. FOTO: CORTESÍA.

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