El suceso fue muy breve, aunque eterno para las víctimas. Iban en la ambulancia, camino a atender un servicio. Bajaron unas cuadras desde Los Molinos, por la canalización. Pero todo cambió cuando llegaron a Bulerías. Se detuvieron en un semáforo y, en esas, dos hombres se acercaron a la ambulancia. Ahí comenzó el terror.
Los interceptaron sin mediar palabra. Obligaron al conductor a apagar el carro y se quedaron con las llaves. Lo hicieron bajar de la ambulancia y le dieron un golpe. A la ayudante, que iba atrás, la obligaron a permanecer dentro del vehículo.
“Nos amenazaron con las armas, pero nos dijeron que no nos iban a matar. Entonces, nos pidieron los celulares, diciendo que era para que no llamáramos”, cuenta la ayudante, que prefirió no dar su nombre por seguridad.
El argumento de los ladrones, en medio del ajetreo, fue que se iban a llevar unos equipos médicos para “atender a un parcero que estaba herido”. Como los equipos son livianos, se los llevaron con facilidad.
Pero, antes de que se fueran, la ayudante se prestó a ayudar al supuesto herido. Los hombres respondieron que no había necesidad, que ellos mismos se ocuparían del “parcero”, quien estaba herido por unos balazos.
Al final, se llevaron los equipos médicos, avaluados en $60 millones, pero nunca devolvieron los celulares. La ayudante, por ejemplo, tenía un móvil de alta gama, con valor de cuatro millones de pesos. Ahora trabaja con uno prestado: “Ya no trabajamos igual. Estamos asustados, todo el tiempo pensando en que algo va a pasar”.
El coordinador de operaciones de la empresa a la que está afiliada dijo, en diálogo con EL COLOMBIANO, que ya pusieron la denuncia por lo sucedido. Sin embargo, mencionó que les pusieron trabas y esta es la hora en que no saben nada de la investigación: “Nos pusieron a voltear con una cosa y la otra, como dificultando el proceso. Después no volvimos a saber en qué va la cosa”.