¿Educación virtual o virtualidad en la educación?

Giovanny Cardona Montoya, julio 19 de 2020.

 

Los modelos de “escuela” han mutado a lo largo de los siglos. La tradición oral, la lectura del texto escrito o la video-conferencia son manifestaciones de forma de la esencia de las instituciones educativas: la preservación de la cultura. Que las nuevas generaciones apropien el acervo cultural de la humanidad -las ciencias, las artes, las técnicas, etc.-, esa es la razón de ser de la escuela.

A pesar de que la coyuntura que viven los sistemas educativos en el mundo, como consecuencia del requerido distanciamiento social, ha revivido el interés por el uso de las tecnologías de información y comunicaciones (TIC) en los procesos formativos, la realidad es que la virtualidad lleva más de un cuarto de siglo permeando todos los centros de formación: la escuela técnica, el colegio, la universidad; todos.

Ahora se oyen voces -inclusos voces muy autorizadas- que declaran que la virtualidad nunca sustituirá a la presencialidad; que debemos volver al campus -a los edificios con aulas y bibliotecas- cuando la pandemia lo permita. Pero, ¿acaso nos estamos haciendo la pregunta correcta?

- Nos negamos a abandonar el pasado.

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Quienes vivimos la actual coyuntura somos personas nacidas en el siglo XX o en el XXI. De hecho, más del 90% de la población mundial nació después de la segunda guerra mundial. Por lo tanto, tenemos una idea muy lineal y clásica de lo que es una escuela: un salón, una sillas enfiladas hacia el frente, un tablero. Si bien, hay multiplicidad de alternativas, como los talleres, los laboratorios o las granjas, la realidad es que el aula tradicional sigue siendo el eje principal alrededor del cual giran los imaginarios sobre la educación escolarizada.

Pero, la arquitectura del aula de clases no es un capricho o una moda. El aula de clases es el escenario de interacción entre docentes y estudiantes alrededor del conocimiento; y aquel responde a condiciones socio-económicas,  políticas y culturales de la época.

Y, cuando hablamos de época nos referimos a condiciones temporales características de clusters de generaciones que han vivido bajo un paradigma socio-cultural determinado: tal vez la modernidad y la sociedad industrial (siglos), la explosión demográfica (más de un siglo) o la segunda post-guerra mundial (casi un siglo) puedan servir de hitos para diagramar la época en la que se ha desarrollado el actual sistema educativo.

Pero, cada época es un constructo teórico de cualidades dialécticas que indican que persisten rezagos de épocas anteriores, a la vez que se engendran las células de una posterior. Así que, aunque la modernidad tiene su esencia en el uso de la lógica y la razón, las escuelas públicas conservaron por siglos la enseñanza de la religión como componente de sus currículos.  De igual, manera, la necesidad de ampliar la cobertura educativa -por las crecientes aspiraciones de la mujer y la necesidad de cualificar trabajadores para el sector industrial- y la dificultad para crear escuelas fuera de los grandes centros poblacionales, dieron origen a la “educación a distancia”, la cual fue evolucionando del correo a las mediaciones de radio y televisión, para luego fortalecerse con las oportunidades que emergen de la informática e Internet.

- La Sociedad del Conocimiento: el presente hito.

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Desde hace medio siglo la productividad del conocimiento ha sido el motor del crecimiento económico mundial (Drucker, Castells). Y esta realidad -aceleración y globalización de la producción, acumulación, difusión y uso de la información y del  conocimiento- es uno de los ejes de la nueva época. La hegemonía de las escuelas como escenarios de transmisión de información y conocimiento ha caído. La nueva era reclama de las instituciones educativas y particularmente de sus procesos curriculares y de sus docentes, un repensarse de cara a las nuevas posibilidades que ofrecen las TIC y a las nuevas necesidades que enfrentan las sociedades.

Algunos retos de la nueva escuela son heredados de la época anterior: asegurar la suficiente cobertura educativa, detener el holocausto ambiental y crear posibilidades para que millones de personas marginadas accedan a los medios para satisfacer sus necesidades materiales y espirituales. Otros retos se derivan de las nuevas realidades: preparar jóvenes para desempeñarse en red, convivir con diversas culturas, enfrentar la incertidumbre y mitigar la angustia que generan, la velocidad de los cambios y el creciente debate alrededor de paradigmas morales históricamente consolidados.

Por lo tanto, el necesario debate acerca de las instituciones educativas después de la pandemia no se puede enfocar en un supuesto antagonismo entre la virtualidad y la educación denominada “presencial”. En esta sociedad del conocimiento no hay educación de calidad si ésta no incluye dispositivos tecnológicos, acceso a suficiente y permanente  información, comunicación en red y uso de softwares especializados.

- Repensar la institución educativa.

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Una propuesta curricular es un sistema consciente de relaciones entre profesores y estudiantes alrededor de las necesidades de aprendizaje, los contenidos, las metodologías y la evaluación de resultados. Por lo tanto, el aula de clases es sólo un componente, un ambiente que facilita la experiencia curricular. El aula ideal de clases (el salón en una escuela, la plataforma zoom, la granja agrícola, la sala de cirugías, etc.) depende de los componentes señalados (objetivos, contenidos, métodos) y de las particularidades y condiciones socio-económicas y culturales de los participantes del proceso de formación.

La educación de calidad debe llegar a jóvenes cuya actividad principal es el estudio, pero también debe atender a los campesinos, a las personas que trabajan en el día y deben estudiar en la noche, a las personas con limitaciones físicas (de movilidad, auditivas, de la vista, etc.). Frente a necesidades tan diversas, las mediaciones virtuales son una excelente herramienta que complementa (siempre) o sustituye (en muchos casos) a la educación que se puede realizar en encuentros presenciales.

Si bien, hay actividades de aprendizaje que deben llevarse a cabo en escenarios especializados (el hospital, la granja, la obra de construcción), también es verdad que la virtualidad no se reduce a una comunicación en línea entre estudiantes y profesores (la video-conferencia). La virtualidad en la educación tiene que ver con el acceso y uso de información pertinente producida por toda la humanidad (bases de datos, virtualtecas); el uso de softwares y simuladores especializados para diferentes actividades sociales y económicas; y la co-creación de conocimiento en red (comunidades de conocimiento).

Con seguridad los encuentros en el campus físico de una universidad tienen un sinnúmero de bondades para el aprendizaje y la co-creación de conocimiento, entre otras, gracias a los efectos emocionales que puede tener el contacto personal y la comunicación face to face. Pero, eso no significa que los encuentros en línea, al igual que la comunicación asincrónica, no puedan ofrecer otras ventajas en el proceso de formación. La comunicación en red tiene una mayor cobertura (estudiantes con dificultades de movilidad), acerca al diálogo a profesores extranjeros (calidad sin costos de desplazamiento) y a estudiantes de otras regiones y países (interculturalidad).

En síntesis, las fortalezas de la virtualidad o de los campus universitarios en los procesos educativos no son fuente de antagonismos. La educación de calidad en la actualidad debe asegurar que el acervo de conocimiento de la humanidad se preserve y ello incluye las capacidades desempeñarse en red y convivir en un mundo multicultural.

Las particularidades de los saberes especializados (las ciencias puras, las ciencias sociales, las tecnologías, las técnicas, las humanidades, la estética), las condiciones socio-económicas de los estudiantes, el desarrollo de las didácticas por parte de los pedagogos y los retos de futuro, deben ser los factores que determinen la combinación ideal de mediaciones (presenciales y virtuales) para asegurar una amplia cobertura educativa con calidad.

En cambio, estamos en mora de revisar los calendarios rígidos, los contenidos excesivamente estandarizados que desconocen las particularidades del estudiante, las metodologías tradicionales y unidireccionales que aún acostumbran muchos docentes y las evaluaciones “enciclopedistas” que verifican la asimilación de contenidos pero no las capacidades o competencias que deben desarrollar los estudiantes para vivir en esta compleja sociedad del conocimiento: aprender a aprender, aprender a hacer, aprender a preguntar, aprender a debatir, aprender a conocer y respetar la diferencia, aprender a descubrir, aprender a co-crear…

 

 

 

 

 

Educación: ni presencial ni virtual, blended (híbrida).

Giovanny Cardona Montoya, mayo 12 de 2020.

 

La pandemia del Covid-19 trajo consigo un cambio inesperado: el cierre de las instituciones educativas. Dicho cierre cogió por sorpresa a la mayoría de educadores en Colombia y gran parte del mundo. La respuesta inmediata del sistema educativo fue trasladar el aula de clases a las plataformas de comunicación digital como Zoom y Microsoft Teams o, incluso, a las redes sociales, -clases por Whatsapp-.

Este inesperado cambio colocó sobre la mesa la discusión acerca de la educación virtual en el futuro del sistema, aunque ha habido una tendencia a simplificar el tema y a confundir el e-learning con la comunicación mediada por TIC.

1. La educación como proceso social.

La educación escolarizada es un proceso social condicionado por las características económicas, políticas y legales de la época; la cual delimita las dimensiones, cognitiva, afectiva y ética de los procesos formativos. Así, las tradicionales aulas de clase y la metodología magistral -el profe habla, el estudiante toma nota-, son una réplica de la producción en serie que caracterizó al aparato productivo desde finales del siglo XIX hasta las postrimerías del XX.

De otro lado, la normatividad que regula la vida escolar y universitaria tiende a responder con lentitud a los cambios socio-econoómicos y tecnológicos que exigen  actualizaciones de los procesos formativos. La situación presente no es la excepción.

Actualmente, la legislación colombiana reconoce tres modalidades de educación superior: presencial, distancia tradicional y distancia mediada por tecnologías (virtual). Esta clasificación evidencia tanto su anacronismo, como la falta de una visión pedagógica que caracterice las propuestas de educación para diferenciar los procesos formativos de acuerdo a sus principales cualidades didácticas.

2. La educación tradicional.

El sistema educativo tradicional, aquel que asociamos con aulas de clases estandarizadas y una relación vertical entre el docente y los estudiantes, fue un modelo necesario en un momento histórico en el que se requería ampliar la cobertura llegando a una creciente población (en 200 años la población mundial se ha multiplicado por 7), atendiendo las necesidades políticas del Estado (formar ciudadanos) y las de una economía industrial que requería trabajadores preparados para gestionar la producción en serie que le caracterizaba.

Pero el modelo tradicional no sólo respondía a las necesidades de la época sino, también, a las condiciones y posibilidades de la misma. Hasta la segunda mitad del siglo XX acceder a la información y al conocimiento era un reto condicionado por la tecnología y los canales existentes: los textos impresos, la radio y posteriormente la televisión.

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En este contexto, las bibliotecas y las clases presenciales se convirtieron en dinamizadores fundamentales del aprendizaje.  Por lo anterior, los exámenes tradicionales “a libro cerrado” cumplian el papel de verificar que el estudiante había accedido a la información (leyó, asistió a la clase) y la había aprendido (podía repetirla o, mejor aún, explicarla, deconstruirla o cuestionarla).

Sin embargo, con el desarrollo de la tecnología digital (la informática) y el Internet el mundo de la creación, preservación y transferencia de la información y el conocimiento se expandió exponencialmente. Y el sistema educativo se ha demorado en darse cuenta de ello.

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3. El proceso curricular.

La educación escolarizada es más que las clases en el aula. Las instituciones educativas estructuran procesos curriculares, los cuales requieren mínimamente de un propósito (objetivos de aprendizaje), participantes (docente y estudiantes), metodologías, mediaciones y evaluaciones.

El objetivo de aprendizaje (por ejemplo, el desarrollo de una competencia) es el eje rector del proceso formativo. Teniendo claridades sobre dicho objetivo, el método de enseñanza y aprendizaje, las mediaciones y las evaluaciones pueden mutar.

Aunque el proceso curricular en la actualidad conserva formas muy tradicionales (la clase magistral; aulas de clase estándares, horarios fijos), aquel viene mutando gradualmente. Ciertas universidades y facultades han transformado sus mediaciones y espacios físicos desde hace varias décadas.

De hecho, algunas profesiones nacieron con mediaciones y metodologías innovadoras. Las granjas, los viveros, los laboratorios y talleres de prácticas, los hospitales, las empresas, etc. son espacios en los que se desarrollan procesos de aprendizaje cada vez con más frecuencia.

Adicionalmente, la informática, los dispositivos (computadores, tabletas y smart phones), Internet, la televisión por cable, etc., están cambiando no sólo las posibilidades de acceder, preservar y transferir información y conocimiento, sino, más que eso, están permitiendo crear nuevo conocimiento y, en general, están transformando la vida laboral y social de las personas y las organizaciones. La vida en la red es cada vez más amplia y profunda.

En consecuencia, las dinámicas de aprendizaje están permeadas por todos estos cambios. Los estudiantes consultan en Internet videos y documentos elaborados por diferentes expertos; las bibliotecas digitales se “visitan” a cualquier hora; los profesores dan videoconferencias que se graban y publican en la web; docentes y estudiantes intercambian mensajes con contenidos diversos a través del correo electrónico. Cada vez son  más las acciones de enseñanza y aprendizaje que se realizan por fuera del aula de clases.

No importa si la comunicación es sincrónica o asincrónica o si se da en el aula de clases o través de mediaciones digitales, el proceso formativo no se detiene. Lo importante es que haya un modelo pedagógico que guié la experiencia curricular. La comunicación face to face entre el profesor y sus  estudiantes es sólo un segmento del proceso de aprendizaje.

4, El falso dilema: educación presencial o educación virtual.

niño con computador y abuela en el campo

Por lo anterior, la pregunta de si la educación debe ser presencial o virtual es inútil en el contexto de la sociedad del conocimiento. No sólo los estudiantes que viven en poblados alejados requieren propuestas curriculares flexibles; la realidad es que la mayoría de los modelos pedagógicos deben dar los lineamientos para garantizar a los estudiantes la comunicación oportuna y suficiente (sincrónica y asincrónica, presencial y a distancia), el acceso oportuno a los contenidos curriculares e, incluso, una cada vez más dinámica interactividad con éstos desde diferentes plataformas.

No es la presencia física o el contacto a través de un computador lo que hace la diferencia.Prueba de ello es el estudio que realiza la institución universitaria CEIPA, el cual, basado en el análisis comparativo de los resultados de sus egresados presenciales y virtuales en las pruebas Saber Pro durante los úlitmos seis años, no encuentra diferencias estadísticas significativas en el desempeño.

Mientras los propósitos u objetivos de aprendizaje estén claros, las instituciones educativas pueden combinar todas las didácticas posibles para alcanzar los resultados. El aprendizaje en esta época es un proceso continuo en ambientes discontinuos: el aula, la biblioteca, el campus virtual, las plataformas de comunicación digital, las redes sociales, la empresa, el laboratorio, etc.

En consecuencia, el carácter híbrido (blended) de los procesos formativos es el nuevo nombre del juego.

El coronavirus ha hecho que la mayoría de universidades y colegios en Colombia tengan que atender una contingencia: sustituir los encuentros en aulas por clases en línea. Estos primeros auxilios seguramente están dando resultados diversos. Algunos currículos y las respectivas comunidades académicas estaban mejor preparados que otros; por ejemplo, las instituciones que ya ofrecen educación virtual tienen un acervo que y una comunidad docente que facilitó la adaptación a las nuevas circunstancias.

Pero todo indica que la convivencia social no será la misma después de la crisis sanitaria, por lo tanto, el sistema educativo requiere “una cirugía”.

La sociedad del conocimiento permite crear, preservar, usar y transferir el conocimiento sin barreras de tiempo o espacio. Adicionalmente, la población estudiantil es diversa: centennials, millennials, personas que trabajan y estudian, madres cabeza de hogar, estudiantes que viven en ciudades con dificultades de movilidad, etc. Por lo tanto, es posible y a la vez se requiere, un sistema educativo verdaderamente flexible.

Es necesario ajustar los diseños curriculares para que las mediaciones y las evaluaciones se flexibilicen, reconociendo los objetivos de aprendizaje, las metodologías, las particularidades de los estudiantes, las necesidades sociales y las restricciones del entorno.

La comunicación puede ser sincrónica y asincrónica, se puede dar en línea o en el aula de clase. Los exámenes se pueden presentar en un salón o en una plataforma digital, los estudiantes pueden escuchar la conferencia magistral en el auditorio o verla grabada en la web.

Algunos estudiantes llevarán un ritmo más guiado por el docente y sus compañeros (aprendizaje colaborativo), mientras otros andarán a su propio ritmo (autoaprendizaje). Y todo esto puede suceder en una misma propuesta curricular.

Hay que tumbar los muros de las aulas de clase, flexibilizar horarios y calendarios, hacer un diseño creativo de la partitura (plan de estudio), abrir todos los escenarios de aprendizaje y ofrecer un acompañamiento permanente para que  cada estudiante desarrolle su aprendizaje al ritmo y con las condicionesa adecuadas.

La nueva labor de la comunidad docente no es transmitir información y conocimiento; es diseñar la ruta y guiar al estudiante en su proceso de aprendizaje. Las mediaciones requeridas para ello crecen y se desarrollan exponencialmente.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

¿Educación Presencial o Virtual? Falso Dilema.

Giovanny Cardona Montoya, 5 de abril de 2020 -tercera semana de la cuarentena por el Covid-19-

 

1. El detonante.

Enfrentamos un virus que ha alterado el ritmo de nuestras vidas. No hubo tiempo para preparar un “Plan B”. A las escuelas y universidades les sucedió lo mismo y la respuesta fue: ¡vámonos a la virtualidad!

Las instituciones educativas dieron un virage de 180 grados a sus procesos formativos al trasladar las clases de las aulas a las plataformas digitales. La medida era necesaria, eso no se discute, y la respuesta de docentes y estudiantes  ha estado a la altura de las circunstancias: todos hacen lo que está en sus manos para que esta experiencia salga lo mejor posible.

niño con computador y abuela en el campo

Sin embargo, aunque este cambio ha sido necesario, la premura con la que se tuvo que dar el cambio conlleva que lo que está sucediendo se distancie de un proceso formativo virtual estructurado.

 

2. El contexto.

Alvin Toffler en sus reflexiones sobre el futuro señala que los fenómenos tecnológicos, sociales o económicos van a una gran velocidad, la escuela lo hace a una velocidad mucho menor, mientras la legislación es como una tortuga.  Y esa contradicción es la que actualmente se vive en la relación entre la comunicación a través de ambientes virtuales, las escuelas y la legislación de educación superior en Colombia.

La legislación colombiana diferencia las carreras universitarias según la mediación que conecta al docente con sus estudiantes: presencial -face to face-, distancia tradicional y distancia virtual. Tanto la distancia tradicional como la virtual se pueden complementar con encuentros esporádicos entre el docente y sus estudiantes. De hecho las normas establecen que la educación virtual puede tener encuentros presenciales equivalentes a, máximo, 20% del curso.

 

3. La realidad.

En la Sociedad del Conocimiento y con el desarrollo de las tecnologías de información y comunicaciones -informática, computadores y dispositivos móviles, Internet, redes, softwares, plataformas, etc.-, la creación, preservación, utilización y transferencia del conocimiento no tiene barreras, ni de tiempo, ni de espacio. La época en la cual el estudiante iba al aula de clase para “ilustrarse”, o sea, para recibir información y conocimiento, es ya pretérito; el aula de clases debe cumplir propósitos superiores.

La biblioteca global funciona 7/24, los docentes publican en la web sus contenidos -textos, videos, presentaciones, fotos-, las comunidades de conocimiento comparten todo tipo de dudas y respuestas en Internet. Un sinnúmero de softwares permiten simular realidades laborales -laboratorios financieros, simuladores jurídicos, sanitarios o ingenieriles, etc.-

Every time, everywhere learning es el nombre del juego.

En síntesis, la educación no sólo sucede en el aula de clases. Hoy quienes aprenden, quienes enseñan y quienes ponen en práctica los conocimientos profesionales se encuentran todo el tiempo en Internet, en las redes y en plataformas especializadas; conviven virtualmente intercambiando conocimiento.

De hecho, es tan claro que el aula de clases es sólo uno de los ambientes de aprendizaje, que la legislación habla de formación por créditos académicos. Y el crédito académico mide el tiempo que el estudiante dedica al aprendizaje -dentro del aula y fuera de ella. ¿Y fuera del aula qué sucede? Fuera de sus clases el estudiante consulta bases de datos bibliográficas, interactúa con sus compañeros, visita páginas web, entrevista expertos, hace simulaciones, ve videos, visita lugares de práctica, publica sus trabajos, etc.

En consecuencia, lo que hoy llamamos educación presencial es un proceso continuo de aprendizaje en ambientes discontinuos.

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Ahora, así como la educación presencial no se reduce al aula de clases, la educación virtual no se puede simplificar como un encuentro docente-estudiante mediado por una plataforma de video-conferencia aunado a unos e-mails de ida y vuelta.

 

4. La Educación Virtual.

Cuando se habla de educación virtual o presencial, siempre estamos haciendo referencia a un proceso curricular, lo que no se reduce a unas clases magistrales o a unas conversaciones entre estudiantes y profesores.

El currículo es un sistema de relaciones entre diferentes actores  -docentes y estudiantes- que se llevan a cabo alrededor de un objeto de estudio con el fin de lograr ciertos aprendizajes. En términos simples, el currículo se compone de objetivos, contenidos, metodología, participantes, mediaciones y evaluaciones.

La educación virtual es la estrategia didáctica que permite la materialización del currículo, sin barreras de tiempo o espacio.

Hay dos corrientes de pensamiento que tratan de explicar la naturaleza de la educación virtual. Según Wedemeyer, Garrison y otros, la educación virtual es la nueva etapa de la educación a distancia que nació con el correo hace siglo y medio. Sin embargo, otros autores -Keagan, Moore- consideran que la educación virtual (al igual que la educación a distancia en general) tiene su propia naturaleza y ésta puede explicarse a.) desde las mediaciones, b.) desde los contenidos o c.) desde el nivel de autonomía de los participantes.

Para explicar de una manera básica, se puede decir que la educación virtual se mueve entre dos extremos: el autoaprendizaje o el aprendizaje colaborativo. El primero caracteriza a procesos de formación virtual que se centran en las plataformas y los materiales alojados para que el estudiante gestione de manera autónoma su formación (a qué horas estudio, con qué ritmo). En cambio en el aprendizaje colaborativo se privilegia la comunicación entre los actores (videoconferencias, debates, asesorías, correos). Entre estos dos extremos hay multiplicidad de opciones que implican encuentros sincrónicos, exámenes en línea, materiales de estudio en plataformas virtuales, intercambio de correos, asesorías a los estudiantes, etc.

Lo que deben hacer los colegios e instituciones de educación superior en la actual crisis no es trasladar el aula de clases a una pantalla de computador o de un dispositivo móvil. No, su reto es darle continuidad al proceso curricular adecuándolo a las nuevas mediaciones, reconociendo las particularidades de sus estudiantes y conservando las metodologías y objetivos propuestos.

Las plataformas digitales gestionadas bajo principios pedagógicos y metodológicos claros facilitan procesos de aprendizaje complejos, tal y como lo ha demostrado la educación virtual con sus dos décadas de experiencia. Así, por ejemplo, la Institución Universitaria CEIPA ha venido monitoreando en los últimos cinco años el desempeño de sus egresados en las pruebas Saber Pro -tanto los presenciales (40%), como los virtuales (60%)-. Los análisis estadísticos demuestran que en este caso no hay brechas significativas de desempeño entre ambas modalidades (diferencias inferiores al 5% en todos los casos y no siempre a favor de los presenciales).

 

 5. El futuro: la educación blended (híbrida).

La educación presencial ya tiene cualidades de una modalidad blended. Las aulas de clase son invadidas por estudiantes que llevan sus computadores conectados a Internet, el correo electrónico es un canal de comunicación entre docentes y estudiantes y entre estos últimos; algunas universidades utilizan plataformas digitales para alojar sus contenidos curriculares, los estudiantes visitan escenarios de prácticas, se dictan video-conferencias con expertos internacionales, los estudiantes utilizan más el material bibliográfico de las bases de datos digitales que los libros o revistas impresos.

Sin embargo, a pesar de esta realidad y del hecho de que la educación se mide en créditos académicos -con una gran relevancia del trabajo autónomo de los estudiantes-, los docentes, el gobierno y la misma comunidad de estudiantes no han entendido que la frontera entre la virtualidad y la educación presencial se ha diluido. No hay calidad educativa en el presente sin computadores, sin redes, sin softwares especializados, sin comunidades virtuales, sin bases de datos digitales. No, no la hay.

El paso que sigue es darle coherencia pedagógica y didáctica al potencial que ofrecen las TIC. El estudiante no siempre puede ir al aula de clases -movilidad, trabajo, distancia- y no todo el conocimiento se gestiona en un aula de clases -también se logra en los centros de prácticas, en comunidades virtuales, en plataformas LMS, en virtualtecas, etc.-

Por lo tanto, el futuro de la educación es una simbiosis pedagógicamente bien concebida entre los encuentros presenciales y las mediaciones digitales, en el marco de una clara propuesta curricular que reconozca las necesidades de los que aprenden, las oportunidades que ofrece el desarrollo de las TIC y las posibilidades limitadas del entorno socio-económico.