María Claudia Tarazona, viuda del senador Miguel Uribe, tuvo la fortaleza para subir al altar de la Catedral Primada de Bogotá y –en medio del dolor que la invadía– pronunció las palabras de despedida al padre de su hijo de 4 años, a su esposo y al precandidato y senador de 39 años asesinado.
Vestida de blanco, no se separó de sus tres hijas y su pequeño hijo Alejandro, de 4 años. En unas hojas blancas tenía sus apuntes. Suspiró. Tomó una bocanada de aire. Miró el ataúd donde reposaba el cuerpo de su pareja y empezó a despedirse.
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Agradeció a los médicos de la Clínica Santa Fe por cuidar de Miguel Uribe durante los 65 días que estuvo internado en una Unidad de Cuidados Intensivos. Pidió que las palabras de venganza no sean protagonistas después de este asesinato. Rogó por justicia y por el cese de la violencia en Colombia. Prometió cuidar de su pequeño hijo y amar eternamente a su esposo asesinado.
“Miguel no quería que se repitiera lo que él tuvo que vivir a sus cuatro años y que dolorosamente, hoy, mi hijo amado, Alejandro, está viviendo, ese mismo pasado que Miguel no quería que volviera y que hoy golpea a nuestra familia de la manera más cruda y más cruel”, dijo Tarazona mientras contenía las lágrimas que parecían atascadas en su garganta.
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El cuerpo de Miguel Uribe Turbay será enterrado en el Cementerio Central de Bogotá. Sus restos reposarán en el mismo panteón donde se encuentran las tumbas de Luis Carlos Galán y Carlos Pizarro Leongómez, políticos que también fueron asesinados.
“Miguel tenía el corazón más generoso para amar y perdonar. En él, nunca existió ni odio, ni rencor, ni venganza. Por el contrario, un corazón lleno de amor por su familia y por Colombia, país que amó y por el que dio su vida”, dijo Tarazona.
Palabras de María Claudia Tarazona a su esposo Miguel Uribe Turbay
Desde el atentado, Miguel estuvo en cuidados intensivos dos meses, donde luchó por mantenerse con vida como él solo lo hubiera podido hacer, como un titán, como un guerrero. Durante esos dos meses sus médicos en cabeza del doctor Hakim, Yenny, el doctor Carrizoza, el doctor Ordóñez, el doctor Julián, el doctor Salamanca, el doctor Almanza, el doctor Reyes, la doctora Viviana, Daniel, Margarita, los directos de la clínica, Henrry Gallardo, el Dr Llinas, mi amigo Camilo Hernández De Alba, sus enfermeros y enfermeras, lucharon a su altura, lo dieron todo como los mejores médicos que son, pero también como seres humanos. Nos cuidaron, nos miraron con compasión, nos sostuvieron. Son el ejemplo de un equipo inigualable que estuvo a la altura del más grande guerrero.
Durante estos dos meses, recibí a Dios en mi corazón, lo conocí y aprendí la paz de su presencia, y la compañía de la Virgen María. Entregada por completo a ellos, me pude preparar para el momento más desgarrador de mi vida. Sin la presencia de Dios en nuestras vidas hubiera sido imposible soportar este dolor.
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La muestra de amor más grande de Miguel hacia mí, es haber resistido a semejante brutalidad, para darme el tiempo necesario de prepararme con Dios y la virgen María en mi corazón, para su muerte. Dios se lo concedió y hoy habita en mí de la manera más plena. Ese es el verdadero milagro. Por eso, colombianos no pierdan la fe, fortalézcanla.
La vida de Miguel fue un milagro en sí misma, una mística de talentos y virtudes que pocas veces se ven reunidos en una misma persona. Fue el músico, tocaba piano, guitarra, acordeón, componía canciones, fue campeón de golf, ajedrez, matemático y humanista. Estadista, memoria prodigiosa, pero sobre todo un humano decente, noble y de buen corazón.
Miguel fue un soñador, pero no uno cualquiera, por que luchaba incansablemente por cumplir sus sueños. El más importante, que Alejandro y las niñas no vivieran jamás lo que él tuvo que vivir cuando a la edad de 4 años la violencia le arrebató a su mamá. Soñaba con no perderse un minuto de la vida de Alejandro, hoy es desde el cielo donde podrá cumplir su sueño y estará cada día de su vida.
Para nosotros su familia, nuestro Miguel era el que nos hacía felices, cantando, jugando fútbol con Alejandro en la sala, enseñándole todos sus talentos, llenándolo de besos, entregándonos todo su amor. Miguel ocupaba todos los espacios de nuestra casa llenándonos de luz y felicidad. Solo su presencia nos hacía felices.
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Miguel fue un hombre apasionado, sobre todo en el amor hacia mi, un amor tan grande e intenso que me alcanza para el resto de mi vida.
Apasionado y enloquecido de amor por su hijo, quien con seguridad tiene en cada una de sus células grabado el amor desbordante que sentía por él.
Una entrega tan inigualable que María, Emilia e Isabela, siempre tendrán el mejor recuerdo de Miguel como el ser humano más generoso y amoroso que haya existido jamás, que las acogió como sus hijas, las amo como un padre hasta el último día de su vida.
Para Miguel, su papá, Miguel Uribe Londoño, fue todo, su ejemplo, su inspiración, su gran amor. Miguel papá, fue una mamá y papá al mismo tiempo. Miguel no se guardó nada para con su hijo, le entregó todo. Miguel hijo, no podía vivir sin él, lo quería cerca cada día de su vida.
Miguel, hoy eres mi guía y mi ejemplo, honraré la memoria de tu hijo, haciendo por Alejandro lo que tú hiciste por él.
Diana, la mamá que Miguel tuvo la fortuna de tener en su vida: Miguel te amo y tuvo una inmensa gratitud por ti, al haberlo acompañado y amado tantos años de su vida. Hoy te pido, me guíes y acompañes a criar a Alejandro. Gracias por amarlo de la manera que lo haces y por acoger a mis hijas como tus nietas.
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A toda la familia de Miguel, a su hermana María Carolina, sus sobrinos, tíos, primos, Miguel los amo sin medida y hacen parte de Alejandro y de mi vida. Estaremos juntos apoyándonos para superar este infinito dolor.
A nuestros amigos del alma, nuestros compañeros de vida, les agradezco enormemente haberme acompañado y cuidado estos dos meses con la compasión y aceptación que tanto necesite.
Amigos, ustedes que siempre han estado en los momentos de felicidad y fueron siempre un soporte para Miguel y para mí, no me desamparen, hoy los necesito cerca más que nunca.
Miguel tenía el corazón más generoso, generoso para amar y para perdonar. En él, nunca existió ni odio, ni rencor, ni venganza. Por el contrario, un corazón lleno de amor por su familia y por Colombia, país que amo y por el que dio su vida.
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Creía en la seguridad y la justicia como pilares fundamentales para conseguir la paz, pero no como fuentes de venganza u odio. Sino como instrumentos necesarios en un país que tiene que fortalecer la democracia para poder ser un lugar donde todos quepan y puedan vivir en paz. Por eso la justicia es indispensable, para que se fortalezca la democracia. Esa es la manera en la que se crea un país justo.
Miguel no quería que se repitiera lo que él tuvo que vivir a sus 4 años y que dolorosamente hoy mi hijo amado, Alejandro, está viviendo, ese mismo pasado que Miguel no quería que volviera y que hoy golpea a nuestra familia de la manera más cruda y más cruel.
Romper una familia, quitarle un padre su hijo, a una esposa su esposo, a unos hijos un padre, es el acto de maldad más grande que pueda existir. No puede volver a suceder.
Miguel dejó sembrado en Colombia la política decente, el no negociar principios, ni los valores, la política con rectitud. La política con propósito de servir y no de beneficiarse a sí mismo.
Era un hombre convocante, donde para él cabían todas las formas de pensar y distintas ideologías, eso sí, arropadas siempre bajo el manto sagrado de la democracia, no de las armas, ni la destrucción.
La política decente, honesta y con propósito debe ser la manera en que todos sus colegas y amigos políticos honoren el sacrificio de Miguel.
Debe ser el pilar de todos los jóvenes que lo siguieron durante tantos años, y que él lideraba con entrega e ilusión.
Ilusión, de sembrar en Colombia una generación renovada de personas honestas que construyeran país.
El propósito de Miguel para Colombia, un país sin violencia, por eso entregó su vida. Nuestro país atraviesa los días más oscuros, más tristes y dolorosos. No solo por la muerte de Miguel, sino por los miles de colombianos que han perdido la vida los años más recientes. El mal más grande parece hoy apoderarse de todos los rincones de nuestro país. La desolación y la desesperanza nos invade
Pero no, no podemos perder la esperanza, no podemos bajar la cabeza, la muerte de Miguel, de cientos de policías y militares y personas decentes que mueren a causa de la violencia no puede quedar en vano. Hay camino, Colombia es nuestro país, debemos luchar unidos, para que la vida de nuestros héroes haya valido la pena. Para que la muerte de Miguel no haya sido en vano.
Los buenos somos más. El bien siempre prevalecerá.
El asesinato de Miguel, le duele a todo Colombia y miles de personas en los distintos lugares del mundo. Es un golpe terrible para nuestro país. Su lucha y su legado, debe trascender más allá de su vida y debemos lograr construir un país unido, a través del amor, la esperanza y la fe.
Eso es, sin duda, lo que Miguel hubiera querido.
Amor de mi vida, mi gran amor, gracias por todos estos años de felicidad absoluta, por amarme de la manera más intensa y maravillosa que jamás hubiera podido si quiera imaginar.
Gracias por tu sonrisa que iluminaba mi alma, esa sonrisa que encantaba y lograba transformarlo todo. La fuerza y entérese con la que trabajabas sin descanso por construir un país mejor, tu disciplina, tu fortaleza, tu templanza, tu determinación, son inigualables. No hay otro político ni ser humano como tú. Colombia hoy se priva de un ser superior, excepcional, el que sin duda hubiera cambiado la historia de Colombia para siempre.
Nuestro amor y al amor que sentimos por nuestro hijo y las niñas, trasciende este plano terrenal.
Te voy a amar cada día de mi vida hasta que llegue mi momento de encontrarme contigo en el cielo.
Cumpliré mi promesa de darle a Alejandro y las niñas una vida llena de amor y de felicidad. Sin odio y sin rencores.
Solo así, se puede vivir como tú quisieras que lo hiciéramos.
Esposo mío, mi vida entera, amor lindo, gracias por tu vida, por tu amor y por tu sacrificio por Colombia.
Te amaré por el resto de mi vida.