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El retorno les abrió la puerta del desarrollo y el empleo

La restitución de tierras a víctimas del conflicto empieza a dar fruto en Montebello (Antioquia), donde los campesinos tienen proyectos productivos

  • En la finca Sabanitas trabajan cuatro generaciones de la familia Tobón produciendo café tipo exportación. FOTOS Manuel Saldarriaga
    En la finca Sabanitas trabajan cuatro generaciones de la familia Tobón produciendo café tipo exportación. FOTOS Manuel
    Saldarriaga
  • Fabián Ciro fabricó una garrucha para transportar el producido de su finca.
    Fabián Ciro fabricó una garrucha para transportar el producido de su finca.
  • Yuberley Cañaveral, Rosalba Domínguez y Nelly Villada trabajan en Café Montebravo. FOTO Cortesía URT
    Yuberley Cañaveral, Rosalba Domínguez y Nelly Villada trabajan en Café Montebravo. FOTO Cortesía URT
El retorno les abrió la puerta del desarrollo y el empleo
21 de abril de 2021
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Volver después del destierro era una angustia palpitante para la familia Tobón. Saber que la finca estaría llena de monte y que había que abrir paso con machete los llenaba de nostalgia sobre ese tiempo pasado que fue mejor, cuando trabajaban en lo suyo procurando un futuro para las generaciones venideras. La mismas generaciones de nietos y bisnietos que nacieron y crecieron en tierra ajena, porque el conflicto armado y las amenazas de reclutamiento que resonaron en las veredas de Montebello (Suroeste antioqueño) los hicieron huir.

Hoy, quién lo diría, exportan a Japón, España, Australia, Estados Unidos y Canadá su Café Sabanitas, que bautizaron en honor a la vereda de la que nunca quieren volver a salir.

Son tres generaciones dedicadas al negocio del café, con cuyo conocimiento y trabajo lo llevan desde la semilla a la taza, para lo cual contaron con tres proyectos productivos financiados por la Unidad de Restitución de Tierras (URT), uno por cada núcleo familiar retornado: el primero fue el cafetal con una máquina despulpadora ecológica; el segundo fue el silo, que es la máquina secadora de café para sacar el pergamino seco; y el tercero fue el área de tostión y empacado.

Fidelia Tobón contó cómo han logrado convertirse en empresarios del campo: “Veníamos con la experiencia de cultivar café por muchos años, pero los más jóvenes, nuestros hijos, tenían otras ideas y querían mostrar el café en la taza, y para eso se necesitan estándares muy altos, pues aquí estamos, cada uno aportando desde lo que conoce y lo que puede hacer”.

Y es que los jóvenes, que son la tercera y cuarta generación de los Tobón se han echado al hombro toda la información técnica necesaria para mejorar los procesos, “se tiene que vigilar la acidez, las notas dulces y cítricas de nuestro café, para lograr que una taza no sepa diferente a otra.

Para ello es necesario, según explicó Daisy Julieth Vanegas Tobón, manejar unas fichas técnicas en cada cosecha que permita analizar detalles como el momento de la siembra, altitud del cultivo (siempre por encima de los 1.450 metros sobre el nivel del mar), cantidad de lluvias, uso de herbicidas y fungicidas, el momento exacto de la recolección y el proceso de beneficio y de fermentación que le aporta notas ácidas y dulces al café, entre otros requisitos.

Para ello han contado con la asistencia técnica de la URT. “En el campo todo es un gana - gana: ellos nos enseñan y nosotros también les enseñamos a ellos, porque tienen toda la teoría y nosotros toda la práctica, entonces entre todos revisamos cómo podemos llevar mejor nuestros procesos”, anotó Daisy, quien hace un año ganó la convocatoria de “Café Renacer” de Juan Valdez y su rostro apareció en varios empaques de la marca que fueron distribuidos en el mundo.

Una vez tienen el café tostado o en pergamino seco, porque no alcanzan a procesar todo el producido de las 26 hectáreas en la finca, lo llevan a una trilladora en Medellín donde se hacen las negociaciones internacionales.

El desarrollo en el campo

Seguramente, advirtió Fidelia, “si no nos hubiera pasado todo lo que vivimos, si no hubiéramos tenido que abandonar nuestras tierras, no hubiéramos podido mantener a nuestros jóvenes aquí, trabajando por la finca, con sueños de crecer y progresar desde su tierra”.

Lo dice porque existía una alta probabilidad de reclutamiento forzado por parte de todos los actores armados que operaban en la zona, y porque sin el empujón del programa de restitución probablemente seguirían solo con el cultivo.

Porque como contó Virgilio Garzón, alcalde de Montebello, hace 15 años todo el mundo se quería ir, casi todos se fueron, y ningún joven soñaba con envejecer arando la tierra de sus padres. “Ahora uno ve unas nuevas generaciones comprometidas con el desarrollo económico de su familia y de toda la región”, anotó el alcalde, quien también fue víctima del conflicto armado.

Y es que “se pudo identificar que el proceso de restitución de tierras no solo ha tenido una reparación integral que es lo que se busca con el restablecimiento de derechos de las víctimas, sino que también se busca generar desarrollo económico en el campo y en los municipios”, explicó Juan Pablo Díaz, director Catastral de la URT.

Para entender la magnitud del aporte del programa, la URT realizó un modelo econométrico analizando algunas experiencias de validación en el país en el que se identificó que el mercado de las tierras y el valor de los predios restituidos se ha dinamizado, en comparación con predios que no han sido intervenidos por la restitución.

Los primeros dos años a partir de la sentencia de restitución el valor de la tierra se incrementa entre un 8 % y 10 %, y cuando hay una productividad, es decir entre cinco y siete años, el valor puede duplicarse.

“Esto se da por la seguridad en la tenencia de la tierra, como un efecto jurídico, por la habilitación del campo colombiano, la habilitación de las líneas productivas que hoy en día se están dando y por supuesto a las medidas complementarias como lo son vivienda y servicios públicos, que el proceso de restitución de tierras ha venido entregando a través de sus órdenes judiciales”.

La innovación en el campo

La familia Ciro Tobón recibió de nuevo su finca en 2017, luego de haberla abandonado por años. El retorno fue difícil, pero la tenacidad de doña María Leonor Tobón, don Heriberto Ciro y sus hijos hizo grande a la finca La Palma.

“Empezamos a sembrar de a 50 y 100 arbolitos y ya tenemos más de 1.000 árboles de cítricos y 13.000 árboles de café. La idea es con el tiempo ir extendiendo la finca comprando más terrenos”, contó Fabián Ciro Tobón mientras mostraba las laderas muy inclinadas en las que tienen los cultivos.

Con la muerte de don Heriberto las cosas cambiaron para los jóvenes, cada vez se hacía más difícil subir con la producción, cargaban bultos de entre 60 y 70 kilos montaña arriba para llevarlos hasta la carretera, y era mucho más complicado en las temporadas de invierno, cuando el lodo hace resbalar.

“Una vez vi una garrucha en una finca en La Pintada. Aquí en Montebello no existía eso, cuando fui a averiguar cuánto costaba una para la finca, me dijeron que 14 millones de pesos, y obviamente no los teníamos. Entonces me compré el soldador e hice un curso de soldadura y fui a mirar en Medellín cómo funcionaba el metrocable”, relató Fabián.

El viaje lo hizo varias veces de ida y vuelta, y pudo hablar con algunos de los ingenieros quienes le explicaron el funcionamiento. En resumidas cuentas es un motor, una caja reductora impulsada por energía eléctrica, un cable y unas poleas. Con eso armó la garrucha de La Palma.

Pero la historia no para ahí, de otras fincas se antojaron de tener un medio de transporte tan eficiente y ya ha construido cinco garruchas de hasta 300 metros, con capacidad de entre 250 y 400 kilos, y tiene otras tres en proyecto. La más costosa la vendió en 28 millones de pesos.

Ahora su trabajo es mucho más sencillo, en la puerta de su finca recogen la producción que es vendida en la Central Mayorista, y antes de montarla al camión los limones, las mandarinas, las naranjas y el café ya han tomado vuelo.

Mujeres emprendedoras

La Asociación de Mujeres Emprendedoras de Montebello (Amem) llevan varios años avanzando en el posicionamiento de la marca Café Montebravo, ya tienen un punto de venta en el parque del municipio e incluso su producto es vendido en el Centro Comercial Mayorca (en Itagüí).

Se trata de 11 mujeres y tres hombres productores víctimas del conflicto y beneficiados con la restitución de tierras.

“En Amem compramos toda la producción de los socios, obviamente debemos cumplir con los estándares para dar una buena taza, y también compramos a otros productores. Aquí los procesamos, secamos, tostamos, molemos y empacamos , todo de manera artesanal, porque ese es nuestro sello”, explicó María Nelly Villada, la dueña del primer predio que fue restituido en ese municipio.

En Montebello los jueces han emitido 119 sentencias de restitución y otras 350 están en sus manos para que tomen decisiones. Allí se han invertido $2.117 millones para la materialización de 102 proyectos productivos.

Para María Nelly ha sido sorprendente lo que ha pasado en el pueblo desde que llegó la URT, porque les ha permitido salir de la vulnerabilidad y les ha cambiado el pensamiento. “Nos ha salvado la esperanza. A nosotros nos enseñan a pescar, pero no nos dan un pescado diario. Así que hemos tomado inspiración y fuerza para salir adelante y mostrar que ante los obstáculos podemos hacernos más fuertes juntas”, anotó.

Hoy Amem ocupa todo el primer piso de la plaza de mercado, porque ha contado con el apoyo de la administración municipal. “Viendo que ellas podían aprovechar un espacio que se estaba desperdiciando las dejamos ampliar y su negocio ha crecido, y con ellas crece Montebello”, dijo el alcalde Virgilio Garzón.

Infográfico

Escanee el código QR y lea seis historias de mujeres resilientes en zonas de conflicto que tejen comunidad.

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