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Se desmorona una obra de Ramírez Villamizar, en el Centro de Medellín

Muro abriéndose fue hecha por Eduardo Ramírez Villamizar. Nadie tiene la plata para conservarla.

  • Se desmorona una obra de Ramírez Villamizar, en el Centro de Medellín
  • En algunas partes de la escultura, el deterioro es más que visible. La contaminación y la intemperie la afectan. FOTO Jaime Pérez
    En algunas partes de la escultura, el deterioro es más que visible. La contaminación y la intemperie la afectan. FOTO Jaime Pérez
16 de julio de 2022
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Las paradojas del arte: Muro abriéndose —de Eduardo Ramírez Villamizar— está ahí, expuesta para quien atraído por el color detenga la marcha y levante la mirada. No hay que ir a un museo para verla. Su sala de exhibición es un muro exterior del edificio Centro Fabricato-Colseguros, en Maracaibo con Avenida Oriental.

Y no se trata de la obra cualquiera de un artista cualquiera: la escultura es —para Camilo Castaño, curador asistente del Museo de Antioquia— la más brillante e inteligente que hay en la ciudad. Carlos Uribe —curador jefe del mismo museo— comparte la apreciación, e incluso la lleva más allá al afirmar que Muro abriéndose es la “escultura urbana más significativa que se ha realizado en la ciudad, y sin duda, en Colombia”.

Ramírez Villamizar es uno de los grandes nombres de la plástica colombiana del siglo XX. En un texto publicado por el Museo de Arte Contemporáneo de Bogotá, Gustavo Ortiz Serrano le confiere al trabajo del artista la categoría de pionero de la escultura abstracta en América Latina.

Junto a Edgar Negret, Ramírez Villamizar —nacido en Pamplona en 1922 y muerto en Bogotá en 2004— es uno de los pilares de la escultura colombiana. Carlos Uribe también emplea la palabra pionero para hablar del nortesantandereano, en este caso del arte abstracto y minimalista en el país. “Puede decirse del arte colombiano, que Fernando Botero es el lenguaje moderno en la figuración, y Ramírez Villamizar el introductor del lenguaje moderno en la abstracción”.

Y, sin embargo, a pesar del valor estético y patrimonial de la obra, Muro abriéndose es un dolor de cabeza para los copropietarios de Centro Fabricato-Colseguros. Ellos son los encargados de velar por su conservación, los responsables de pagar las intervenciones de pintura y lavado y, por lo que cuenta Alison Araque Echavarría, administradora del inmueble, no están muy dispuestos a hacerlo.

De una obra vital para comprender la historia del arte colombiano, Muro abriéndose se ha transformado en una carga, en un “elefante blanco”, afirma Araque Echavarría. Ha sido tan así que la administración del edificio le ha enviado dos cartas a la secretaría de cultura ciudadana de Medellín: la primera —fechada en julio de 2021— con el objetivo de donar la obra; la segunda —de enero de 2022— con el expreso pedido de autorización de retirarla porque “se ha vuelto insostenible para la copropiedad (...) carecemos de los recursos necesarios para su conservación”, se lee en el documento. En ambos casos las respuestas fueron no: la secretaría no cuenta con el dinero para hacerse cargo de la obra y no es la entidad pertinente para dar luz verde al desmonte.

Entre 1975 y 1992, un acuerdo municipal estimuló el florecimiento del arte en espacios públicos. La norma estableció las condiciones en las que los constructores debían dotar los edificios con obras de arte plástico. En ese contexto, los constructores del Centro Fabricato-Colseguros le encargaron a Ramírez Villamizar una escultura de grandes dimensiones: veinticuatro metros de altura y once de ancho. A partir de sus materiales, la pieza interpela, cuestiona. Recuerda una verdad de a puño: la ciudad es una construcción imaginaria, un cruce de caminos de distintas narrativas: las de la economía, la historia, la política. En palabras de Uribe, la obra se encarga de no dejarnos olvidar que “la ciudad muta, está viva y se transforma permanentemente”.

En algunas partes de la escultura, el deterioro es más que visible. La contaminación y la intemperie la afectan. FOTO Jaime Pérez
En algunas partes de la escultura, el deterioro es más que visible. La contaminación y la intemperie la afectan. FOTO Jaime Pérez

El programa de Memoria, Patrimonio y Archivo Histórico de Medellín—dependencia de la secretaría de cultura ciudadana— tiene a su cargo 200 piezas escultóricas, aproximadamente. El cuidado de ellas es una tuerca que gira y gira y gira: factores climáticos, el vandalismo y la indiferencia ciudadana obligan al gasto recurrente.

Una obra de arte no se puede dejar a su suerte: al poco tiempo el rigor de la ciudad la convertirá en un montón de chatarra, desdibujando las intenciones del artista. Esto le ocurre a Muro abriéndose —con la peculiaridad que por ser propiedad privada el Estado no puede invertir plata en ella—: los años y la intemperie le han pasado factura. Además, no todas las intervenciones benefician a la obra: se debe contratar personal experto en estos oficios.

Carlos Uribe es contundente al cuestionar el trato dispensado a la obra de Ramírez Villamizar: “Se le han realizado varios mantenimientos —no restauraciones—, la mayoría de ellos inconsultos y realizados por personas no profesionales en el tema, que han deformado la obra, y generado problemas de acumulación de agua y oxidación acelerada de sus materiales”. En efecto, al acercarse a la obra, cualquier peatón puede ver partes afectadas por la corrosión del metal.

El asunto es un callejón sin salida: los copropietarios de Centro Fabricato-Colseguros no tienen los recursos para garantizarle larga la vida a la obra. La secretaría de cultura tampoco. Araque Echavarría tiene una alternativa: la generosidad de un mecenas puede abrir caminos.

Con el deterioro de Muro abriéndose el Centro pierde uno de sus tesoros. De nuevo Uribe es enfático: “El centro de Medellín no sería el mismo sin la estructura escultórica de Ramírez Villamizar, no le hubiera asignado el carácter de ciudad moderna que hoy refleja”.

Un patrimonio de la ciudad se desmorona ante todos.

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