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Haga de su hijo un gran lector

No hay receta clara, pero empezar en la lectura debe hacerse en la infancia. Seis claves.

  • El leer se consolida como hábito en los primeros años, sobre todo en el hogar. FOTO Shutterstock
    El leer se consolida como hábito en los primeros años, sobre todo en el hogar. FOTO Shutterstock
25 de octubre de 2015
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La lectura es enamorarse, no de un alguien, pero de un algo con letras. A un ser humano se le puede empezar a leer en voz alta desde que la mamá está en embarazo. Así deben ser los primeros años. El nivel lector de los niños depende de ese acercamiento que tengan con los libros, de si su mamá le leía, le cantaba o le narraba desde que estaba en el vientre o desde muy bebé, o si le leen a diario antes de dormir.

Lina Pulgarín, bibliotecóloga y promotora de lectura de Bibliotecas Comfenalco, comenta que no es adecuado hablar de lectores según la edad, porque un niño de seis años puede estar preparado para un texto, pero otro no. Las necesidades son individuales. “La edad lectora no tiene nada que ver con la edad cronológica. Las editoriales lo hacen, pero lo que hay de fondo es una estrategia comercial”.

El leer se consolida como hábito en los primeros años, sobre todo en el hogar. “Es un espacio en el que los padres pueden tener rutinas con ellos y en lugar de acostarlos viendo televisión, los acuestan leyendo un libro. Es el espacio y el momento para reconocer que la lectura es para siempre”, dice Fanuel Díaz, gerente de literatura infantil de Norma. Los padres, por supuesto, deben dar ejemplo. Será muy difícil que un niño sea un lector si ese referente no está en casa, si sus papás no leen. Es importante tener libros en casa y leer juntos.

Los libros son juguetes

Los libros de tela –que los hay en forma de almohadas, manillas o animales, como los de la empresa Entela– o plástico –que se usan para la bañera– pueden funcionar para acercar como juguetes, e incluso para que se conviertan en objeto transicional, ese que no se suelta y que para muchos ha sido la punta de la cobija. Lina precisa que lo importante es buscar el equilibrio entre el objeto y el contenido. Si no hay una buena historia, por más bello que sea, no va a funcionar. Hay que pensar en el tamaño y el peso, indica Sandra Gutiérrez, líder de proyectos de procesos técnicos de Ratón de Biblioteca, porque los niños deben poderlos manipular.

Un libro adecuado

Si el libro de terror los asusta, no hay que leerlo más. Si los de princesas los hacen felices, hay que seguir con el proceso. Así se define el perfil lector. No hacerlo podría quemarlo como lector y alejarlo para siempre. Elija bien los autores. No cualquiera escribe ni ilustra para niños. Algunos recomendados para los más pequeños son el inglés Anthony Browne, con sus toques fantásticos y sus ilustraciones en acuarela; la japonesa Keiko Kasza, con sus historias sencillas que protagonizan animales; la inglesa Helen Oxenbury, con sus cuentos llenos de color; Tony Ross, con su interés por divertir con sus letras y dibujos, y el colombiano Ivar Da Coll, que ha contado varios relatos con su personaje Chigüiro. No tiene que comprar libros de todos los autores para hacer el ensayo. Las bibliotecas y librerías suelen tener espacios para niños donde puede hacer la prueba.

Un libro para cada uno

Buscar asesoría es una buena opción. En la ciudad hay fundaciones como Ratón de Biblioteca y el Taller de Letras Jordi Sierra i Fabra, que tienen programas de formación de lectura gratuitos. La mayoría de bibliotecas de la ciudad como la Casa de la Lectura infantil y la Biblioteca Pública Piloto y los nueve parques bibliotecas ofrecen ideas similares. Además, prestan libros.

Sandra trabaja en cuatro bibliotecas y ella le lee a su hija, de 19 meses, Vamos a cazar un oso, de Michael Rosen y Helen Oxenbury, que se puede leer en voz alta o cantado. Es un título que le ha funcionado en su trabajo para pequeños entre 2 y 4 años.

Haga de la lectura un juego

Cree un hábito. Leer un rato en la mañana, o hacerlo antes de dormir. No se recomienda después de comer porque da sueño o no hay interés. Haga que sea una experiencia placentera. Uno de los errores graves, comenta la bibliotecóloga, es obligar a leer o a repetir lo que se aprendió. “La lectura es un estímulo que llega por placer”. Así que debería ser como comerse un helado. El detonante para repetir luego será el placer, el que hay un buen recuerdo.

Sandra recomienda para los bebés libros que se puedan llevar a la boca, que tengan ilustraciones llamativas, con animales o partes de la casa, así como cuentos lúdicos que tengan retahílas, canciones, colores. Muy básicos. Para los más grandes ya funcionan las historias más extensas, que narren hechos, y libros de imágenes, que los lleven a inventar otras a partir de lo que ven. Para los que empiezan a leer son importantes las ilustraciones, pero son fundamentales los relatos divertidos, con los que se puedan entretener e imaginar. Cuentos de temas generales, con detalles sobre otras culturas.

Piense en los libros como juguetes, y que lo que haya allí pueda volverse juego. Están los que preguntan, por ejemplo, qué animal es según la cola, y cuando el niño adivina, la pestaña se mueve y aparece el animal completo. Los plegables hacen parte de la lista.

No libros didácticos

Aunque cada proceso es distinto, otro elemento que cuenta es ofrecer buenas historias. Eso implica que haya un buen tratamiento del lenguaje, que las palabras que se usen amplíen el vocabulario, que haya metáforas. “Hay que desconfiar –sugiere Lina– de los que les enseñan a cepillarse los dientes, eso se llama didactismo. El libro no tiene que enseñar nada, es el lector el que tiene que inferir”.

Gloria Melo, librera de Al pie de la letra, recomienda tres. Para los más niños, Soñario. Diccionario de sueños del doctor Maravilla, de Javier Sáez. Un libro que los lleva a soñar. De su estilo hay uno para niños que ya saben leer letras, Animalario, del Doctor Revillod, un volumen dividido en tres, que según los movimientos que se hagan de cada parte, se logran crear nuevos animales cada vez.

Para los que ya quieren leer cuentos más extensos está Los fabricantes de montañas, de Alberto Pérez y Jorge del Corral, “las ilustraciones son hermosas y la historia es bonita, fácil, que los lleva a conocer el planeta a través de seres imaginarios”.

28,7%
de los colombianos lee un libro al año, según encuesta Dane de 2014.

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