En una Navidad, Adriana Herrera y Luis Fernando Montoya no sabían qué regalo darle a su hijo José Fernando, así que lo resolvieron con una bicicleta de montaña.
Lo que no dimensionaban era que le estaban entregando un nuevo amor: el ciclismo. Dejó los goles y jugadas en el Ponyfútbol (2014), su último certamen disputado, siguiendo el legado de su padre.
Aún así, al icónico Profe Montoya no le chocó el cambio de su primogénito. “Antes, por el contrario, él me dijo que en cualquier deporte me apoya, pero que tengo que ser muy disciplinado y no puedo bajar la cabeza en ningún momento”, expresa José.
Como revela Adriana, fiel compañera de Luis Fernando, el campeón de la Libertadores 2004 le encanta el ciclismo. “A él le gusta ver todas las carreras y en familia disfrutamos de todos los triunfos de los nuestros, que por esta época son muy comunes, como los de Nairo”.
Y por eso es aceptado el destino que se quiere poner el espigado joven de la familia Montoya que mide 1,83 metros. Por el mismo sueño, sale las tardes de martes, miércoles y jueves a entrenar, y los fines de semana, a hacer ruta, todo según el programa del club Amigos del Ciclismo.
“El trayecto más largo que he hecho ha sido uno de 140 kilómetros entre Medellín y Guatapé, pasando por La Ceja”, expresa el corredor de 15 años, que también ha estado en lugares atractivos del paisaje nacional como el cerro Gualí y el alto de Letras, cercanos al Nevado del Ruiz.
Aunque está muy joven y le falta mucho por aprender, como lo reconoce, ya descubre potencialidades en algunos aspectos del ciclismo como el esprint y la contrarreloj, sin dejar de lado la escalada.
Precisamente, ayer en el Clásico EL COLOMBIANO, José se le midió a la contrarreloj al cerro Nutibara y, aunque no figuró, siente que quedó una experiencia significativa. “Era mi primer Clásico y quería hacerlo lo mejor posible, es un evento muy bonito en el cual corre mucha gente”.
A pesar de pensar en la bicicleta y progresar cada día más en su idea de correr una Vuelta a Colombia, el joven tiene claro que debe rendir en su estudio, en el cual cursa noveno grado en el colegio San Marcos de Envigado.
“Incluso, él no entrena los viernes, porque el papá le tiene prohibido faltar a clases de inglés. Y obvio, yo también”, cuenta la madre.
José continúa con el legado deportivo de su padre, pero esta vez no con guayos sino que en una bicicleta.