A cinco kilómetros de Jardín, en la vereda Quebrada Bonita, está La Truchería, un estadero que complementa el servicio de restaurante con la pesca deportiva y criadero. Carmenza Díaz lo conoce al detalle. Vivió nueve años en Medellín mientras estudiaba ingeniería textil, y al volver a Jardín encontró en este estadero el lugar donde, sin proponérselo, construiría su vida entera.
El negocio nació como el sueño de una doctora que, al jubilarse, quiso tener un criadero. Su esposo construyó los primeros estanques, pero no alcanzaron a abrirlo. Carmenza que tenía experiencia en la atención al público y una clientela fiel, fue invitada a liderar el estadero. Comenzó con ocho mesas y una carretera destapada que hacía difícil llegar. Con el tiempo, la pavimentación de la vía, el crecimiento del turismo y la constancia de su equipo hicieron posible la expansión. Hoy son 62 mesas y un punto obligado para quienes visitan Jardín.
El corazón del lugar es la trucha arcoíris. Los alevinos llegan de empresas que importan ovas desde Canadá, y cada mes siembran quince mil. En once estanques se crían entre seis mil y siete mil peces, hasta alcanzar el tamaño comercial. Los visitantes pueden pescar y luego sentarse a disfrutar su trucha frita o preparada a la carta.
Para Carmenza, una de sus mayores satisfacciones ha sido cambiar la relación de la región con este pescado. “Antes la trucha era solo para Semana Santa. Hoy hace parte de la canasta familiar, uno la encuentra en todos los supermercados”, cuenta. También siente orgullo por el empleo que ha generado el estadero: “Yo siempre digo que aquí no hay empleadas, aquí somos una familia. Hay personas que llevan conmigo veinte o veinticinco años”.
Sin embargo, el proceso no ha sido fácil. Durante la época de la guerrilla, Carmenza fue secuestrada, asesinaron a un transportador de La Truchería y retuvieron a clientes. Años más tarde, una ola invernal afectó los estanques. Aun así, el negocio siguió adelante gracias a un equipo estable, conformado por jóvenes que encontraron aquí su primer empleo, mujeres que han construido su vida laboral en el estadero y trucheros que aprendieron el oficio desde niños.
La Cámara de Comercio de Medellín para Antioquia ha acompañado la consolidación del negocio con procesos de formalización, asesorías y capacitaciones que han fortalecido la gestión del equipo. Para Carmenza, ese apoyo ha sido muy importante. “Nos enseñaron que lo que teníamos ya no era un negocito, sino una empresa. Eso nos cambió la forma de trabajar”.
Ahora su meta es continuar su crecimiento con los retos que trae una empresa grande y posicionada. Carmenza mantiene la misma convicción con la que empezó. “Lograr subsistir es el sueño de todos los días”, dice, consciente de que los compromisos del negocio son los mismos del primer día. “Este es mi hogar, yo me siento bendecida por estar acá” afirma. Ella habla tranquila, con la misma paz que se siente en La Truchería y que han convertido el lugar en un referente de turismo en el Suroeste.
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