Me ha solicitado un lector que dé a conocer el texto de Lope de Vega en el que aparece el verbo "mañanar", que traje a colación en una columna de enero pasado, titulada "La penultimidad y otros desasosiegos". Por un lado -me dice este amigo- no me gustan esas citas lanzadas al aire, que bien podrían ser sacadas inescrupulosamente de la manga y atribuidas a cualquier autor famoso, y además no sé hasta dónde estarán bien las palabras inventadas que no se encuentran en los diccionarios.
Es cierto. Ni penultimidad ni mañanar aparecen en el diccionario. Pero existen. El primer vocablo, que lo aduje en mi artículo en una cita del sacerdote español José María Cabodevilla, y que también recuerdo haber leído en Xavier Zubiri, es usado con frecuencia en escritos teológicos, y no es difícil de entender en el contexto. En cuanto a mañanar, lo trae la Enciclopedia Espasa Calpe en el sentido de llegar el mañana o de lograr lo prometido. Así lo utiliza Lope en un soneto titulado "Tanto mañana y nunca ser mañana", que tiene por epígrafe: "Cánsase el poeta de la dilación de su esperanza," y reza así:
"¡Tan mañana y nunca ser mañana!/ Amor se ha vuelto cuervo o se me antoja./ ¿En qué región el sol su carro aloja/ desta imposible aurora tramontana?/
Sígueme inútil la esperanza vana,/ como nave zorrera o mula coja,/ porque no me tratara Barbarroja/ de la manera que me tratas, Juana./
Juntos Amor y yo buscando vamos/ este mañana. ¡Oh, dulces desvaríos!/ Siempre mañana y nunca mañanamos./
Pues si vencer no puedo tus desvíos/ sáquente cuervos destos verdes ramos/ los ojos. Pero no, ¡qué son los míos".
Este soneto hace parte del libro "Rimas humanas y divinas del licenciado Tomás de Burguillos", de 1634, la última obra, impresa en vida, del gran poeta, quien moriría al año siguiente. El libro contiene 161 sonetos, la conocida epopeya cómica llamada "La Gatomaquia" y algunos poemas sacros. El tal Burguillos encarna la visión escéptica de un Lope ya setentón, cansado de la vida y de las esperanzas vanas.
Queda así, supongo, satisfecha la curiosidad del lector, Y no está de más poner de relieve el gran valor literario que tiene, a la hora de escribir, este delicioso y difícil arte de forjar vocablos reclamados por la inspiración. Qué bella libertad la de las palabras inventadas. Oigan, por ejemplo estos versos del admirado poeta español del siglo pasado, José Bergamín, (1895-1983): "Mañana está enmañanado/ y ayer está ayerecido,/ y hoy, por no decir que hoyido,/ diré que huido y hoyado".
Indagando sobre el mañanar de Lope, he encontrado estos versos en un escrito de Ricardo Senabre, que analiza la osadía poética de Bergamín y que nos cae como anillo al dedo, pues de la fugacidad del tiempo estamos hablando:
"Enmañanado tampoco existe en la lengua. Podría entenderse como 'envuelto en mañana, en futuro', es decir, desconocido aún. Pero al mismo tiempo, el neologismo hace recordar una palabra parecida: 'enmarañado, esto es, envuelto en una maraña'; y, en efecto, el futuro es misterioso e impredecible". En cuanto a la fórmula "ayer está ayerecido", incrusta otro neologismo valiéndose de la analogía con algunos participios en -ido (partido, cosido, despedido, etc.), que dan la sensación de algo concluso. La estructura lingüística permite que ayerecido, que no existe, sea al menos verosímil; tampoco existe ayerecer -de donde tendría que derivarse el supuesto participio-, pero no es disparatado imaginarlo como posible, por analogía con formas como "amanecer" o "anochecer". Por otra parte, la audaz creación ayerecido podría pronunciarse con seseo -y no olvidemos que se trata de un autor que residió muchos años en Hispanoamérica- y sonar como "ayer-es-ido", subrayando así la inevitable desaparición de lo que ya no es. El mismo tipo de calambur se da en el falso participio hoyido, interpretable como "hoy-ido". En cuanto al último, hoyado, establece una paronomasia con "hollado" y sugiere así la visión de un presente ya vivido, desgastado.
Y no más. Mañana será otro hoy ido.
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