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Desde hace seis años las únicas ruedas en movimiento en el puente internacional Simón Bolívar son las que impulsan los carretilleros. Cargados de bolsos, costales repletos de ropa, víveres y papel higiénico, son los que mueven la frontera con Venezuela desde 2015, cuando el régimen de Maduro cerró el tránsito para los carros.
Sin importar si el terreno árido falsea o entran en lagunas o pantanos, los carritos se abren paso, previo acuerdo de la tarifa con los trocheros y sin contar con lo que cobran los grupo ilegales que se lucran de la angustia de los viajeros.
“Que Dios mueva corazones para que se acabe la riña entre los presidentes porque el que sufre es uno”, nos dijo Miriam Mise el martes, mientras apuraba el camino tras una cita con el...
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