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Juanes cumple 50 años: medio siglo aferrándose a la raíz

El cantante paisa está de cumpleaños: llegó al medio siglo. No olvida su origen ni su compromiso por la justicia social. Celebra con un libro.

  • El artista paisa celebra hoy sus 50 años con un libro en el que cuenta su vida. FOTO getty
    El artista paisa celebra hoy sus 50 años con un libro en el que cuenta su vida. FOTO getty
09 de agosto de 2022
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La música que escuchaba en la casa de los abuelos y en las cantinas de Carolina del Príncipe (Antioquia) lo atrapó en una realidad paralela a la de sus compañeros. Con 10 años, Juanes se abrazaba a la guitarra y pegaba el oído al tocadiscos tratando de descifrar los acordes de canciones de Los Panchos y Julio Jaramillo.

Mientras sus amigos de colegio, los del Instituto Jorge Robledo en Medellín, comenzaban a fascinarse con los sonidos pegadizos del pop, con bandas como Menudo y artistas como Luis Miguel, él seguía poniendo bajo la aguja los vinilos con boleros como Sin ti y pasillos como En las lejanías.

La familia Aristizábal —en total seis hermanos— cultivó sin pretensiones comerciales el gusto por la música. Desde muy joven, Juanes tuvo la certeza de que quería dedicarse a este arte. “Tuve una epifanía a muy temprana edad: tocando la guitarra y cantando solo en mi casa”, contó en una entrevista para El País de España, “fue como si mi soledad, y mi timidez enfermiza, que me impedía casi hablar, se disiparan”.

Medellín —la ciudad en que nació y vivió; a Carolina solo viajaba de visita— le abrió luego los oídos a bandas de heavy metal como Kraken. Era una época convulsa: incrementaba la violencia, aumentaban los asesinatos y el narcotráfico. La distorsión de las guitarras y las voces agresivas lo llenaban de adrenalina, lo ayudaban a escapar del miedo y la angustia.

Uno de los conciertos de la banda —el primero de rock al que asistió— le confirmó lo irreversible de su deseo: quería dedicar su vida a la guitarra, a los pentagramas y a las letras. Empezó su época de rebeldía, se dejó el cabello largo y usó atuendos oscuros. Cantaba con Elkin Ramírez, el vocalista de Kraken —desde el LP—: “Viste según tus razones / Qué va de opiniones, no uses disfraz”.

A los 14 años compró su primera guitarra eléctrica en una prendería del Centro y en 1987 inició Ekhymosis junto a cinco amigos más.

La gloria inicial

Tocaban desbocados, la banda era ruidosa y convulsa como la época. Juanes encasilla los primeros trabajos en el género metal, pero al segundo lo ubica más cercano a la salsa. Seguían siendo Ekhymosis, pero con sonidos de piano y conga.

La canción “Niebla y calor” hizo parte de la película Rodrigo D. No Futuro —en la reedición limitada del disco banda sonora (2007), producida por el sello Mad Man de Gonzalo Arcila— y alcanzaron a grabar con Codiscos álbumes como “De Rodillas”, “Niño Gigante” y “Ciudad Pacífico”. Con las letras exploraban temáticas como la muerte, la injusticia y la violencia. “Me estremezco cuando pienso en qué / Se ha convertido vivir / Lo fácil que es morir en manos de cualquier hombre / Por favor tenga usted / Un poco más de respeto hacia mí”.

Quienes lo conocen, amigos de esa época y colegas actuales de trabajo, coinciden en que la disciplina y la creatividad son dos de sus rasgos más característicos. Toby Tobón, guitarra líder de la banda entre 1994 y 1998, cuenta que la originalidad de Juanes, de su música, “el toque auténtico que le imprimía”, fue lo que lo llevó a desplazarse por el mundo.

Después de 12 años de trabajo, para Juanes la banda tuvo una muerte natural. Salió de ella en 1998 y empezó su carrera como solista. “Sabía que quería seguir siendo músico, pero no tenía nada, no sabía qué hacer”, narra en la serie Mi Historia, de Amazon Music. Viajó a Los Ángeles en 1999 y en 2000 debutó con el disco Fijate bien, lanzado con Universal Music Latino. “La transición de Ekhymosis a Juanes fue muy interesante porque empezó a experimentar con una cantidad de sonidos”, comenta Jose Lopera, quien fue baterista de Ekhymosis, entre 1994 y 1998, y que lo acompañó en los dos primeros álbumes en solitario.

Casi de inmediato el cantante paisa, andando tierras extranjeras, sintió que se estaba alejando de su raíz, del folclor latinoamericano con el que había crecido. “Me di cuenta de que no podía renunciar a lo que era, a mis raíces, a lo que había aprendido en mi infancia”. Se propuso incorporar en sus composiciones y letras esos estilos y tonos que lo habían acompañado en la niñez.

Superar las montañas

De ser aplaudido en Medellín pasó a ser vitoreado por masas afuera. Es un hombre multipremiado: ha recibido tres Grammys y 26 Latin Grammys: es el artista colombiano con más de estos últimos. Ha sido invitado a los homenajes de grandes figuras como The Beatles y Frank Sinatra, además ha cantado en tres ocasiones en la entrega del Nobel de Paz. “Es sencillo, humilde, tiene claro para qué sirve el poder y el reconocimiento”, cuenta Paula Jaramillo, directora del Grupo Trébol que maneja las comunicaciones de Juanes en Colombia. Es disciplinado con la voz, con el calentamiento de las cuerdas vocales, con el conocimiento en temas políticos. “Siempre está aprendiendo, enterado de todo”.

Juan Luis Guerra, a propósito de la publicación del libro Juanes (ver nota acompañante), señala que hablar de él es narrar parte de la historia de la música en Latinoamérica y el mundo: “Juan ha sabido mezclar sus raíces con el rock y otros géneros musicales de una forma impresionante. (...) Esos atributos lo han llevado a ser reconocido como uno de los mejores intérpretes y representantes de la actualidad”.

Aferrarse a la raíz

Su más reciente álbum de estudio —el noveno—, bajo el nombre de Origen, tiene doce covers de las canciones que marcaron su vida. Nuestro Juramento, de Julio Jaramillo; Volver, de Carlos Gardel; Rebelión, del Joe Arroyo; Todo Hombre es una Historia, de Kraken...

Es un repaso por su memoria musical, “un viaje a la infancia, a recordar cada canción, la época en casa cantando con mi papá y mis hermanos”, rememoró en una entrevista con EL COLOMBIANO este año, “es regresar al centro de Medellín con la música que escuchaba en ese momento”. Recuperar la chispa de la hoguera que lo calentó en los primeros años ha sido un propósito constante. La vitalidad está ahí: en la raíz.

En la misma charla con este medio reiteró que desde que descubrió el rock sintió que se estaba olvidando de lo primigenio, de la música popular que escuchó en Carolina del Príncipe. Nunca quiso renunciar a ninguna de las dos orillas, pero era difícil, “el rock y el vallenato, no había manera de conectarlos. Hoy la gente escucha de todo y, ¿qué más rockstars que el Joe Arroyo?”.

Su conexión con el rock se mantiene en la guitarra eléctrica, y eso que procura tocarla con “sabor latino”. Muy pocas veces canta en un idioma distinto al español. En una entrevista para EFE, asegura que eso representa lo que es él, en español vive y escribe sus canciones: “Hacerlo en inglés o en otro idioma sería dar un paso atrás, después de haber avanzado tanto”. Y así, en español, en Europa y Estados Unidos pone a la gente a bailar y a tararear sus canciones.

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