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Santiago J. Monroy, el fotógrafo colombiano premiado en Londres por una imagen del oso andino

El biólogo y fotógrafo Santiago J. Monroy García fue reconocido por el Museo de Historia Natural de Londres en el certamen Wildlife Photographer of the Year por su obra Saliendo de la oscuridad, una imagen del oso andino captada en los bosques de Chingaza.

  • Saliendo de la oscuridad, la imagen del oso andino captada por Santiago J. Monroy García en la Reserva Natural Ecopalacio, fue destacada por el Museo de Historia Natural de Londres entre las mejores del certamen Wildlife Photographer of the Year 2025. FOTO cortesía Santiago J. Monroy García
    Saliendo de la oscuridad, la imagen del oso andino captada por Santiago J. Monroy García en la Reserva Natural Ecopalacio, fue destacada por el Museo de Historia Natural de Londres entre las mejores del certamen Wildlife Photographer of the Year 2025. FOTO cortesía Santiago J. Monroy García
  • El biólogo y fotógrafo colombiano Santiago J. Monroy García (en la foto) combina ciencia y arte para visibilizar la biodiversidad de los Andes y promover la conservación de la fauna silvestre. FOTO cortesía Gregorio Díaz
    El biólogo y fotógrafo colombiano Santiago J. Monroy García (en la foto) combina ciencia y arte para visibilizar la biodiversidad de los Andes y promover la conservación de la fauna silvestre. FOTO cortesía Gregorio Díaz
17 de octubre de 2025
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En un rincón húmedo y silencioso de los Andes colombianos, un oso andino (Tremarctos ornatus) emerge entre las sombras del bosque. Su silueta, envuelta en bruma, avanza hacia la luz que se filtra entre los árboles, como si saliera de otro tiempo.

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Esa escena, titulada Saliendo de la oscuridad, fue capturada por el biólogo y fotógrafo bogotano Santiago J. Monroy García y con ella fue distinguido por el Museo de Historia Natural de Londres en el concurso de fotografía de naturaleza más importante del mundo, el Wildlife Photographer of the Year, donde entre más de sesenta mil imágenes, la suya fue seleccionada como Highly Commended en la categoría Retratos de Animales, posicionando a Colombia entre los referentes internacionales de la fotografía ambiental.

La instantánea fue tomada en la Reserva Natural Ecopalacio —ubicada en la zona de amortiguación del Parque Nacional Natural Chingaza, a menos de treinta kilómetros de Bogotá—, con una cámara trampa modificada, una tecnología no invasiva que le permitió capturar el paso del oso sin perturbarlo.

En EL COLOMBIANO hablamos con él sobre el proceso técnico y emocional detrás de su fotografía, el significado de este reconocimiento y el papel que cumple la imagen como herramienta de conservación en un país que aún guarda, entre la niebla, parte de su alma silvestre.

¿Cómo fue el proceso técnico y emocional detrás de capturar la imagen del oso andino en la Reserva Ecopalacio?

“Detrás de esta imagen hay una intención profunda: capturar la mirada de esta especie de una forma íntima y honesta.
Quería lograr algo más que una simple fotografía; mi objetivo era generar una conexión real entre el espectador, mi foto y el animal, transmitir esa sensación única que uno experimenta cuando es observado por una criatura salvaje. Quienes hemos tenido el privilegio de ver a esta especie en libertad sabemos que su mirada tiene algo magnético, algo que te atraviesa. Es difícil de explicar, pero muy fácil de sentir.

El proceso fue largo, paciente y profundamente respetuoso. No quería invadir el espacio del oso, ni ponerme en riesgo ni causarle estrés. Por eso, opté por usar una cámara trampa modificada, equipada con sensores de movimiento, similar a los que activan las luces en una terraza o jardín. El sistema estaba diseñado como un pequeño estudio fotográfico en medio del bosque, con una iluminación sutil, lista para capturar el momento preciso.

El biólogo y fotógrafo colombiano Santiago J. Monroy García (en la foto) combina ciencia y arte para visibilizar la biodiversidad de los Andes y promover la conservación de la fauna silvestre. FOTO cortesía Gregorio Díaz
El biólogo y fotógrafo colombiano Santiago J. Monroy García (en la foto) combina ciencia y arte para visibilizar la biodiversidad de los Andes y promover la conservación de la fauna silvestre. FOTO cortesía Gregorio Díaz

Antes de colocar la cámara hablé con miembros de la comunidad local, quienes conocen el terreno mejor que nadie. En particular, con Alejandro Alméciga, un guardabosques que me recomendó un sendero por donde el oso solía pasar. Decidí instalar la cámara en ese sector y dejarla funcionando durante 15 días.

Al revisar las primeras imágenes me di cuenta de que el animal estaba llegando por un lugar distinto. Fue un momento clave. Reubiqué el equipo, ajusté el encuadre y busqué capturar esa conexión visual tan deseada. No solo quería que el oso apareciera: quería que mirara a través del lente y que esa mirada llegara al corazón de quien viera la foto.

Y entonces ocurrió algo inesperado pero mágico. Un día de lluvia, el agua salpicó sobre el lente. Al activarse la cámara, la humedad creó una textura difusa que enmarcó al oso. Su rostro permaneció perfectamente nítido, como si el entorno se desvaneciera para resaltar su mirada. Fue un regalo de la naturaleza, imposible de planear.

Para mí, esta fotografía representa esa relación misteriosa entre naturaleza, paciencia, técnica y azar. Es un testimonio del respeto por el entorno, del trabajo en colaboración con las comunidades locales y de cómo la tecnología puede ser usada con sensibilidad para acercarnos al mundo silvestre sin invadirlo”.

¿Qué significado personal y simbólico tiene para usted que esta fotografía haya sido reconocida en el Museo de Historia Natural de Londres?

“Esto es un sueño hecho realidad. Ser parte de este concurso representa uno de los logros más grandes y significativos de mi carrera. No es solo una competencia: es el certamen de fotografía de vida silvestre más prestigioso del mundo, los ‘Óscares’ de la fotografía de naturaleza.

Desde que comencé este camino, he admirado profundamente a los grandes fotógrafos que han pasado por este escenario. Sus imágenes no solo me inspiraron, sino que fueron faros que guiaron mi trabajo, mi pasión y mi compromiso con la naturaleza. Estar hoy entre ellos, compartiendo este espacio, es algo que aún me cuesta poner en palabras.

El lugar que acoge este certamen también lo hace más especial: el Museo de Historia Natural de Londres, un espacio con un legado científico y cultural que trasciende generaciones. Allí reposan colecciones que incluyen ejemplares recolectados por Darwin. Es un sitio que honra la historia natural, la biodiversidad y el esfuerzo humano por entender y proteger la vida.

Tener mi trabajo expuesto entre tantas obras que celebran la belleza y la fragilidad del entorno es algo que guardaré siempre. Más allá del reconocimiento, siento que esto amplifica la voz de la naturaleza. Es una oportunidad para seguir contando sus historias y recordar que conservarla es también conservarnos a nosotros mismos”.

En su trabajo, la fotografía y la biología se cruzan. ¿Cómo logra equilibrar el rigor científico con la sensibilidad artística en una sola imagen?

“Desde niño sentí una conexión profunda con la vida silvestre. Esa cercanía me llevó a estudiar biología, no solo como carrera académica, sino como una forma de entender el mundo y sus dinámicas invisibles. Quería saber cómo se relacionan los seres vivos y cuál es realmente nuestro lugar dentro de ese entramado.

La biología me transformó. Me enseñó a observar con empatía, a escuchar sin intervenir, a respetar otras formas de vida. Comprendí que cada especie tiene su propio lenguaje y su manera de habitar el planeta. Esa mirada más humilde me permitió dejar de ver la naturaleza como algo ajeno y empezar a entenderla como parte de mí.

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Ahí apareció la fotografía: una herramienta poderosa para unir conocimiento y emoción. No se trata solo de capturar una imagen bonita, sino de contar una historia, de invitar a la reflexión y, ojalá, a la acción. A través de la cámara puedo transmitir respeto, asombro y amor por la vida natural.

La fotografía complementa a la biología. Me permite reconocer la individualidad de cada ser, su comportamiento, su sabiduría. Y, al mismo tiempo, me da la posibilidad de expresar sentimientos y comunicar mi vínculo con la naturaleza desde el arte, apoyado en la ciencia. Para mí, vivir entre la ciencia y el arte no es una contradicción, sino una manera de habitar el mundo con los ojos abiertos y el alma receptiva”.

¿Qué papel cree que cumple hoy la fotografía de naturaleza en la conservación y la educación ambiental en Colombia?

“La fotografía de naturaleza cumple una función estratégica en los procesos de conservación y educación ambiental. Permite acercar al público a territorios, especies y ecosistemas que suelen permanecer fuera del alcance cotidiano, especialmente en un país con tanta biodiversidad como el nuestro.

Esa capacidad de conectar al espectador con entornos naturales únicos contribuye a sensibilizar frente a problemáticas como la deforestación o la pérdida de hábitats. Además, la fotografía actúa como un puente entre el conocimiento científico y la conciencia ciudadana. A través de una narrativa visual que combina lo estético y lo documental, puede movilizar emociones, generar reflexión y fomentar actitudes responsables hacia el medio ambiente.

Mi intención es que, al compartir mis imágenes, no solo se despierte asombro, sino también un sentido de responsabilidad colectiva. Mostrar la belleza de lo que aún existe es, en parte, una forma de cuidarlo.

En un país donde el vínculo entre comunidades y naturaleza es tan profundo como frágil, el fotógrafo de naturaleza tiene también una dimensión social. Documentar y difundir estos paisajes no solo permite admirarlos, sino visibilizar su vulnerabilidad. Cada imagen puede convertirse en una invitación a proteger, una evidencia de lo que está en riesgo y un testimonio de lo que aún podemos salvar”.

Más allá del premio, ¿qué mensaje o reflexión espera que despierte en el público su obra Saliendo de la oscuridad?

“Espero que esta imagen inspire esperanza y conexión. Poder, no en términos de control, sino en la capacidad de asombrarnos, de cuidar lo que nos rodea.

El hecho de haber registrado a un oso andino tan cerca de Bogotá no solo es espectacular, sino profundamente revelador. Nos recuerda que la vida silvestre está mucho más cerca de lo que pensamos.

Este hallazgo invita a mirar con otros ojos nuestros ecosistemas, a conocerlos y sentirlos. Es un llamado a valorar los fragmentos de naturaleza que aún sobreviven, a entender que en los bosques de niebla no solo habitan seres vivos, sino también parte de nuestra identidad como territorio.

El reconocimiento de esta fotografía es, más que un logro personal, una oportunidad para mostrarle al mundo la riqueza biológica de Colombia y la urgente necesidad de protegerla”.

Para conocer el trabajo de Santiago J. Monroy García haga clic AQUÍ.

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