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Discutir sobre el acuerdo de paz en la casa

El hogar puede ser un buen espacio para discutir y analizar temas de coyuntura del país.

  • ilustración elena ospina
    ilustración elena ospina
04 de septiembre de 2016
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En muchos casos las familias, los hogares, son un reflejo de lo que pasa a su alrededor. Son un microcosmos en el que se pueden replicar a pequeña escala situaciones de un entorno más grande: la sociedad.

En el caso actual de Colombia, la convocatoria de un plebiscito para votar Sí o No en las urnas para la aprobación del acuerdo alcanzado entre el Gobierno y las Farc, ha generado un debate fuerte entre quienes lo apoyan y quienes no lo hacen. Una polarización que también puede tocar el seno familiar.

El tema, como lo señala la sicóloga encargada de procesos de mediación escolar en el Colegio UPB, Martha Idolia Londoño, entró a las casas en especial a través de los medios de comunicación y las redes sociales en las que los jóvenes ven una serie de informaciones, comentarios y hasta memes que hacen referencia a este hecho. Un bombardeo informativo que también puede confundir.

Se debe hablar

Es un tema que en la casa se debe abordar, plantea la filósofa y directora del colegio Gimnasio La Montaña, María Mercedes de Brigard. “A los niños hay que enseñarles a preocuparse por su país”. Y si están en una etapa adolescente en la que pueden asimilar de forma más fácil estos temas, con mayor razón.

Una clave, agrega Liliana Acosta, sicóloga en el colegio Marymount, es abordar el asunto a partir de las mismas preguntas que hagan los niños y jóvenes para conocer qué tanto saben y qué contexto han tenido información del proceso.

Si los chicos no preguntan, se puede hacer un ejercicio de indagar con ellos qué tanto conocen sobre el plebiscito y plantear una discusión hasta el punto en el que muestren interés, porque de ahí en adelante lo pueden ver como una imposición.

Las expertas consultadas coinciden en que la clave para afrontar la discusión en casa parte de la escucha respetuosa. “Escuchar no te obliga a que pienses, sientas y actúes como la otra persona”, plantea Martha Idolia Londoño, pero sí es un ejercicio que puede alimentar las opiniones propias.

El debate y la discusión debe darse en un marco de respeto e incluso los padres pueden generar algunas
reglas de juego para que
las charlas sean tranquilas, que no es lo mismo que pasivas, como anota María Mercedes de Brigard.

Algunas claves planteadas por la rectora del Gimnasio La Montaña apuntan a la no utilización de un lenguaje y una adjetivación desdeñosos u ofensivos frente a la otra persona.

Tampoco debe enfrentarse el debate partiendo de la suposición que todo el que piense diferente a mí está equivocado. “Cuando yo me siento frente al otro y de verdad creo que lo que diga puede alimentar lo que pienso, pues tengo una posición más tranquila. Si yo me siento frente al otro a vociferar y tratar de imponer mi posición, ese es un debate que no vale la pena hacer”.

En las familias tiene que existir la posibilidad de que los temas que hacen parte de la vida cotidiana del país se debatan sin que existan ofensas personales o irrespeto; al fin y al cabo es en el seno de los hogares donde comienza la construcción de sociedad.

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