Más Bienestar para la Competitividad y mas Competitividad para el Bienestar.

Giovanny Cardona Montoya, noviembre 24 de 2019.

 

Un texto de economía para “dummies” ( de John Charles Pool) dice que un robot puede hacer un carro pero no puede comprarlo. Esa explicación tan simple de la lógica con la que funciona la economía de mercado me sirve de base para hablar de un debate cotidiano que se manifiesta de diferentes formas en la vida social y económica del país.

Digamos que los problemas del bienestar, tales como, la salud de la población (ineficiencia y baja calidad del servicio de las EPS), la baja cobertura educativa o del régimen de pensiones, se entienden como preocupaciones de las familias; o sea, son un problema de las personas naturales.

Pero, de otro lado, los problemas de la competitividad se entienden como retos de las empresas. Ahora que termina el año y se acerca la negociación del salario mínimo, pululan los discursos que reiteran la preocupación de los gremios por lo alto que es el salario mínimo y por lo oneroso que es para las empresas contratar trabajadores debido a los sobrecostos derivados de las prestaciones sociales y de las cargos parafiscales (primas, cesantías, aporte a salud, SENA, Bienestar Familiar y Cajas de Compensación). ¿Es realmente alto el salario en Colombia?

Un robot puede hacer un carro, pero no lo puede comprar.

Es enorme el error de separar los temas de bienestar de los de competitividad. Son muchos los autores que han repasado este tema para explicar que hay una simbiosis entre las familias como proveedoras de ahorros y de mano de obra, a la vez que son demandantes de bienes y servicios. Esto es lo que en Introducción a la Economía se explica a través del “circuito económico”.

Por lo tanto, el acceso a la educación -incluido el reentrenamiento para salir del desempleo o las capacitaciones para un ocio más formativo-, la cobertura de salud y la capacidad de hacer un ahorro pensional, son oportunidades que se convierten en insumos para dinamizar los mercados. Todos estos terminan siendo multiplicadores de la demanda (de medicamentos, de dispositivos para la educación, de alimentos, de viajes, etc.). Si los trabajadores y las familias pueden acceder a su bienestar, entonces, impulsan los mercados. A más bienestar, más dinamismo de la economía. Es así de simple.

Pero la lupa también se puede poner en otro extremo de la ecuación: ¿cómo ser competitivos? necesitamos ciencia, conocimiento ingenieril, capacidad innovadora y creatividad. Entonces, ¿cómo elevar esa competitividad, cuando sólo el 22,2% de la población económicamente activa (PEA) ha culminado algún nivel de educación superior? En otras palabras, sin mayores logros en materia de cobertura y calidad del sistema educativo, elevar la competitividad de las empresas y de Colombia en general es una ilusión.  Por lo tanto, que los jóvenes puedan acceder a la universidad (o a institutos técnicos y tecnológicos de buena calidad) es un derecho y, a la vez, una necesidad perentoria de las empresas. Es una urgencia compartida que algunos, especialmente en el mundo gremial y la política, no han podido entender.

productividad del trabajo en el mundo

Lo mismo sucede con la salud. Aunque la legislación colombiana da autonomía a las empresas para que en los regímenes laborales internos se regulen la concesión de permisos para asistir al médico, sabemos que, en esencia, este es un tiempo que no se recupera. Por lo tanto, las demoras en la atención de las EPS, adicional a los problemas de calidad (demoras para una cita o tratamiento especial, escasez de medicamentos, etc.) terminan afectando la salud de las personas y, en consecuencia, el ritmo de trabajo de los empleados de las empresas. Ese tiempo no vuelve.

En síntesis, el antagonismo en el que se hallan los empresarios y diferentes grupos sociales (sindicatos, movimientos estudiantiles, agremiaciones de usuarios, entre otros) alrededor de estos temas, evidencia la miopía (particularmente de los primeros) en lo referente a la importancia de asegurar cobertura y calidad en salud, educación y pensiones.

Capitalismo Rentista o Capitalismo Competitivo.

Con frecuencia el debate políticos sobre lo económico entre los diferentes grupos, parece enfocarse en la disputa entre los que defienden el mercado y la libre empresa a toda costa y aquellos que consideran que se les debe regular, controlar o, incluso, eliminar. Y es verdad, este es un frecuente debate con mayores o menores matices. Pero ese no es el único debate y, de hecho, en la actualidad colombiana puede no ser el más relevante.

Llamo la atención sobre una nueva contradicción entre élites que defienden una economía rentista centrada en la tenencia de la tierra, las utilidades del comercio y la renta especulativa y financiera, de un lado y, del otro, los empresarios que buscan desarrollar una economía moderna, globalizada y con una competitividad basada en la agregación de valor, la tecnología y la innovación. Este es, en el presente, probablemente nuestro mayor debate.

Con la apertura económica del binomio Barco-Gaviria (desde finales de la década de 1980) se anunció la entrada de Colombia al modernismo económico y a la globalización. La liberalización unilateral del mercado y la firma de TLC con diferentes naciones y bloques se vendió como la panacea para exportar productos, fruto de la innovación de las empresas que ya no gozarían de las ventajas cuasi-monopólicas que les ofrecía el modelo proteccionista Cepalino (desde la década de 1960).

El balance de 30 años de apertura no puede ser más pesimista: de 39.000 millones de dólares que exportó Colombia en 2017, 24.000 millones fueron de commodities de origen mineral (petróleo, carbón, oro). Si a esto sumamos café (grano verde con un nivel mínimo de transformación), bananos y flores, entonces tendremos casi 75% del total de las exportaciones. ¿Dónde está la modernización del aparato productivo?

En consecuencia, el crecimiento del PIB de este país no se halla asociado a las industrias de talla mundial, sino a los hidrocarburos, a la construcción, al comercio y al sector servicios. La industria manufacturera, la agricultura y la agroindustria son los “patitos feos” del paseo. Colombia tiene aproximadamente 20% de sus tierras cultivables, no cultivadas; y en un mundo con problemas de hambre y con crisis ambiental, el tema de la agroindustria basada en innovación no es de menor envergadura.

Por esto es que señalamos que hay un antagonismo entre un capitalismo rentista (dueño de la tierra que no se cultiva, del comercio y de la banca) de un lado, y un sector productivo (manufacturero y agropecuario) debilitado pero latente. Este último sólo podrá conectarse a las cadenas globales de valor si se da un viraje al modelo económico, focalizándolo en la ciencia, la tecnología y la innovación.

En conclusión: bienestar para la competitividad.

Seguir promoviendo bajos salarios (nominales) y altos aranceles a los productos que vienen de China o de Panamá, en lugar de apostarle a la productividad y la innovación (mano de obra sana y cualificada), será mantener encadenado el país al subdesarrollo, a través de la economía rentista.

El salario medio en Islandia es casi 6000 Euros al mes (2018). ¿Es un salario elevado? No lo es, porque es un salario productivo; es la remuneración de un trabajador que agrega valor y genera riqueza que compensa dicho salario y produce ganancias a los inversionistas. Este trabajador está cualificado y se desempeña en empresas basadas en ciencia, tecnología e innovación. Por eso, en términos relativos es más barato pagar 6000 Euros a un islandés, que 200 dólares a un colombiano. Y tomo el salario mínimo colombiano como referente, ya que, según Fedesarrollo, éste representa el 86,2% del salario mediano y el 57% del promedio de los salarios.

Entonces, ¿resolver el problema de las pensiones, de la salud y de la cobertura educativa es realmente un reto del ciudadano de a pié? ¿No lo es también de los gremios empresariales?

 

 

 

 

 

El salario mínimo en Colombia es muy alto. ¡¿Qué?! ¿No estarás hablando en serio?

Giovanny Cardona Montoya. Junio 8 de 2019.

 

Leer indicadores económicos -interpretarlos- es una habilidad necesaria para no caer en la superficialidad de ciertos titulares de prensa que buscan simplicar realidades que son complejas. Y no lo logran; se corre el riesgo de banalizar hechos que requieren más reflexión.

¿Ha leído este titular: “Pasto la ciudad más cara del país”? Pero la razón de dicha afirmación es que el reporte del DANE coloca a dicha ciudad como la de mayor inflación en el respectivo período de análisis.  La ciudad con la inflación más alta no es la que tiene el costo de vida más alto. Eso es malinterpretar el indicador.

Hace varios años el muy poco popular ministro de hacienda, Alberto Carrasquilla, indicó que el salario mínimo colombiano era “ridiculamente” alto. ¡Y ahí fue Troya! Ahora, el premio Nobel Christopher Pissarides lo ratifica: el salario mínimo es “desastrosamente” alto.

¿Qué significa decir que un salario es muy alto?

Una primera perspectiva nos invita a comparar salarios entre países. En enero de 2019, el salario mínimo más alto de América Latina lo tenían los uruguayos con US$460, mientras Venezuela tenía el salario más bajo con un monto de US$7,0. Colombia ocupaba el 9o puesto con un salario de US$284 dólares, incluido el subsidio de transporte. Incluso, Nicaragua y México tienen salarios más bajos que el colombiano. Por lo tanto, esta perspectiva no nos da mucha información. Incluso, con la revaluación del dólar (más evidente en unos países que en otros), el salario mínimo en Colombia ha bajado más de 2 dólares a junio de 2019.

Otra perspectiva tiene que ver con el poder adquisitivo: ¿es suficiente el salario mínimo para que un trabajador satisfaga dignamente sus necesidades básicas? Para aproximarnos a una respuesta, podemos usar como referente la Canasta Básica Familiar (CBF) definida por el DANE; su composición fue actualizada en enero de 2019 y para una familia de cuatro integrantes tiene un costo de COP 3.488.000, lo que equivale a 4,2 salarios mínimos. Por lo tanto, en un hogar de dos adultos y dos hijos (en 1990 el promedio de los hogares colombianos era 4.6 personas), los padres no pueden proveer los bienes y servicios básicos para la familia si sus ingresos son inferiores a cuatro salarios mínimos.

En otras palabras, ni en comparación con los trabajadores de otros países, ni con respecto a las necesidades básicas de las familias, se puede señalar que el salario mínimo en Colombia sea alto. Más bien, todo lo contrario.

Pero existe otra perspectiva sobre la que se puede hacer este análisis y es la que explica que el ministro y el Nobel hayan dicho que el salario mínimo colombiano es muy alto: se trata de la perspectiva de los costos de producción y de la productividad.

Desde esta perspectiva, el relativamente alto salario mínimo se considera la causa principal de la informalidad y del subempleo. Según Fedesarrollo, el salario mínimo representa mas del 80% del salario medio de los colombianos. En los países europeos esta equivalencia no alcanza el 50%. En otras palabras, el salario mínimo tiene un mayor peso en el mercado laboral de Colombia. La relación de oferta y demanda de trabajo estaría intimamente relacionada con el salario mínimo. Ello lleva a los expertos, como el ministro Carrasquilla o el Nobel Pissarides, a sugerir que un salario mínimo más bajo podría reducir el desempleo y el subempleo.

De hecho, algunos expertos se atreven a señalar que el incremento del desempleo en Colombia, en los últimos meses, (10,2%) se explicaría en parte porque el salario mínimo se incrementó por encima de la inflación de 2018 y del leve incremento de la productividad (0.52%).

Ante esta realidad han surgido varias propuestas, empezando por el congelamiento del salario mínimo para que baje en términos reales (el no incremento, con una inflación de 3 o 4%, significa una caída real del poder adquisitivo del salario mínimo). Otra idea es la aprobación de salarios minimos diferenciales: para jóvenes, por ejemplo, o por sectores económicos. Todas estas propuestas se fundamentan en la idea que, menores salarios estimularían a las empresas a vincular formalmente más trabajadores.

Pero la pregunta de fondo es: si somos una economía poco productiva, ¿la solución es menguar el salario de los trabajadores o invertir para elevar la productividad de los mismos? ¿Cuál es la garantía de que un salario mínimo más bajo se traduzca en más empleos formales y no en un incremento de ganancias de empresarios poco competitivos?

La economía colombiana es monoexportadora (depende en gran medida de hidrocarburos, más intensivos en capital que en trabajo) y la industria manufacturera, al igual que el agro, se han deprimido a tal punto que somos importadores de gran parte de los bienes que consumimos. Entonces, una caída en el salario (nominal y real) puede contraer el mercado doméstico, desestimulando las inversiones para el incremento de la producción. Con datos de 2018 podemos señalar que el consumo de los hogares representa cerca del 68% del PIB en Colombia. Y, si la mayoría de los hogares depende del salario mínimo, la consecuencia nefasta pareciera inevitable.

¿Hay otro camino?

La productividad es una variable que relaciona el resultado del trabajo con los recursos utilizados para lograrlo. En otras palabras, cuánto producto se obtiene con una cantidad determinada de recursos. Según el Foro Económico Mundial los salarios en Suiza, Estados Unidos, Singapur, Malasia y Emiratos Árabes son los más productivos. A la vez que, una hora de trabajo en Irlanda, Noruega, Luxemburgo, Dinamarca u Holanda produce muchos más dólares en bienes o servicios que en cualquier otro lugar del planeta.

productividad laboral

A pesar de que Colombia se halla entre los 30 países más grandes del mundo, ya sea por población, PIB o territorio, los diferentes índices que miden la competitividad y la productividad en el mundo colocan a nuestro país en puestos secundarios: Índice Global de Competitivad (puesto 60), Anuario de Competitividad Mundial (puesto 58) y escalafón Doing Business (puesto 65). Y el hecho es que los países que tienen mayor productividad y competitividad no son los que tienen salarios nominales más bajos o, incluso, jornadas laborales más extensas. Tan sólo basta con mirar estos indicadores entre los integrantes de la OCDE, donde naciones como Chile o México aparecen con baja productividad, bajo salario nominal y larga jornada laboral, contrario a lo que sucede en los países europeos integrantes de la Organización.

indice global de competitividad

En cambio, es claro que los países más productivos son aquellos que tienen mayor cobertura y calidad educativa e invierten una tasa importante de su PIB en I+D+i (alrededor del 2% en las naciones de la OCDE). En cambio, Colombia, hace años tiene una meta de dedicar el 1% del PIB en I+D+i, pero este indicador apenas alcanza el 0,45% y, según el Consejo Nacional de Competitividad, la meta no se alcanzará en el mediano plazo. En materia de educación, los resultados tampoco son muy optimistas: la cobertura en educación superior rodea el 50% de la población que culmina educación media; pero sólo 53 de cada 100 estudiantes universitarios se graduan.

En síntesis, la idea de bajar el salario mínimo para mejorar el desempeño económico colombiano no sólo es socialmente injusto, sino que las evidencias internacionales señalan que es ineficiente. El riesgo es que sacrificar nuevamente el ingreso de los trabajadores en lugar de invertir en educación, ciencia y tecnología y otras condiciones de infraestructura, no sólo no daría los resultados esperados sino que agudizaría los niveles de inequidad en la distribución de la riqueza y mantendría al país postrado como un exportador de commodities y dependiente de las importaciones de bienes con alto valor agregado.

No se debe reducir el salario de los trabajadores, se debe incrementar la productividad del salario.

Negociación del salario mínimo: ¿intereses colectivos o particulares?

Algo que caracteriza al ser humano es su condición de ser social. Aunque nos reconocemos en la individualidad es menester recordar que nuestra condición de integrantes de una colectividad es una característica fundamental para definir la identidad de seres humanos.

Esta cualidad del individuo se ha transmitido a las organizaciones sociales (empresas, familias, instituciones) las cuales se “agremian” con el fin de llevar sus intereses colectivos a un nivel superior. Así, las empresas que compiten en el mercado se organizan en gremios para fortalecerse y defender sus intereses ante los sindicatos, el Estado o la sociedad en general. De igual manera, los trabajadores recurren a la organización sindical como mecanismo de integración y fortalecimiento de los intereses de clase.

Con las luces de navidad llegan también las noticias de negociaciones para definir el salario mínimo de los trabajadores colombianos. El ritual se repite año tras año y, casi que como parte del ritual, al final no se llega a ningún acuerdo; lo que conlleva que el gobierno nacional establezca por decreto la remuneración de aquellos que ganan el salario más bajo -legalmente hablando-.

¿Por qué casi nunca hay acuerdo?

Buena pregunta. Son escasos los años en los cuales el salario mínimo nace de la concertación entre trabajadores y empresarios. Normalmente los trabajadores presentan una propuesta inicial “inviable” para los empresarios; al tiempo, los gremios hacen una oferta “inaceptable” para las organizaciones sindicales.

Seguramente hay varias formas de explicar este constante desacuerdo. Si alguien ha estudiado las teorías de Harvard de negociaciones, entonces, dirá que los negociadores “no se ponen en los zapatos del otro”; que los gremios no entienden los intereses de los trabajadores y mucho menos el poder limitado de los negociadores sindicales. Igual dirá de los sindicatos con respecto a los intereses y poder negociador de su contraparte. Incluso, teniendo en cuenta que el gobierno también hace presencia en la mesa de negociaciones, la pregunta sería ¿cuáles son sus intereses en esta negociación?

no oye no ve no habla

Esta sociología política me lleva a hacer una pregunta diferente: ¿saben los negociadores lo que realmente está en juego cuando se discute el salario mínimo? o sea, ¿efectivamente se analiza el impacto social y macroeconómico o simplemente se materializa una negociación entre los representantes de ciertos grupos empresariales y los representantes de trabajadores que no ganan el salario mínimo?

¿Por qué no subir “fuertemente” el salario mínimo?

Al margen de los análisis técnicos, nadie cuestiona que el salario mínimo colombiano no sostiene un hogar, incluso unipersonal. Así que ante esta obviedad, vamos a abordar el tema desde otras perspectivas.

La postura más evidente -la de los gremios empresariales- es la que hace referencia a la necesidad de mantener el salario  mínimo en un nivel bajo con el fin de estimular la generación de empleos por parte de los empresarios y poder controlar la inflación por parte del Estado. Ambos argumentos, a simple vista lógicos, tienen diversos detractores y defensores que tratan de explicar sus posiciones desde complejos modelos económicos o a partir de las evidencias empíricas (estadística histórica, generalmente).

Esta mirada “contraccionista” parte de la preocupación de que un incremento en el nivel de gasto de los trabajadores es inflacionario, y que los costos salariales son un determinante de la contratación por parte de los empresarios. Esto que parece ser tan obvio, no lo es realmente y por ello suscita debates.

Para validar el anterior postulado hay que responder varias preguntas que dejo para la reflexión ¿qué porcentaje de la población trabajadora devenga el salario mínimo? ¿debe el incremento del salario mínimo servir de referente -cómo sucede en la actualidad- para establecer tarifas de servicios, incrementar precios y ponderar salarios en otros rangos? ¿cuál es el peso del salario mínimo sobre los costos de producción? ¿se ha medido el beneficio marginal en productividad por cada unidad que crece el salario mínimo? -en otras palabras: ¿se sabe qué tanto estimula al trabajador la mejora de su remuneración; alguien ha hecho este estudio?

Incluso, hay una pregunta más compleja que requiere de un análisis elaborado ¿cuál es el papel que juega un salario mínimo legal en una economía donde más del 40% de la población (ver gráfica del DANE de 2008 a 2017) se halla desempleada (sin salario) o con un salario inferior al mínimo?

El postulado antagónico, el de la necesidad de incrementar el salario mínimo para compensar el poder adquisitivo perdido por los trabajadores (un tema de equidad) y para estimular la demanda agregada (un tema de eficiencia) es el que lleva a los trabajadores a proponer generalmente un alza en el salario que supere la tasa de inflación de períodos anteriores. La contraargumentación viene de los gremios empresariales, los cuales ven a los sindicatos como “egoistas” al defender el ingreso de los que tienen empleo, a costa de aquellos que no consiguen trabajo (que en Colombia, de manera crónica oscilan alrededor del 10%).

A partir de esta discusión es que me surge la duda sobre los intereses que defienden los gremios en las negociaciones del salario mínimo. El tema es complejo: a cada empresa le afecta el incremento del salario mínimo proporcional a la carga laboral en su estructura de costos pero, del otro lado, el mejoramiento de los ingresos de los trabajadores debería traducirse en un incremento multiplicado de la demanda, lo que estimularía las ventas y dinamizaría la economía en general.

Por lo anterior, me pregunto si la posición de los gremios hace una lectura general de las empresas a las que se supone representan o sólo a cierto grupo de corporaciones cuyos intereses están más asociados al control de los costos laborales (ejemplo empresas con una elevada planta de trabajadores de bajo nivel de cualificación) y/o en menor medida a la dinámica del mercado nacional (maquiladores para el mercado externo, por ejemplo). ¿No sería un buen negocio para las mipymes -99% de las empresas del país-, especialmente para aquellas que atienden el mercado doméstico, un incremento significativo de los salarios de la población?

 

Reflexión final.

No seriamos el primer país donde se evidencia que hay posiciones antagónicas entre trabajadores y patronos. Sin embargo, en naciones más desarrolladas donde se ha logrado o se aproximan al pleno empleo (Japón, por ejemplo) o donde la productividad es un eje central de la competitividad (Alemania o Corea) existen brechas más angostas entre la remuneración de los trabajadores y la satisfacción de sus necesidades. Un país con el desempleo estructural más elevado de Suramérica -Leticia Armenta lo constata- tiene que ser más creativo y solidario para abordar este tema del salario minimo.

 

 

El galimatías de la inflación.

Junio 20 de 2017.

Seamos sinceros, los periodistas todos los días nos atiborran de datos económicos y, la verdad sea dicha, no siempre sabemos exactamente de qué nos están hablando. ¡Qué la inflación subió por culpa del dólar! ¿y cuál es la relación?; ¡qué el Banco de la República subió las tasas de interés para controlar la inflación! ¿Y cuál es la relación?; !Qué el precio del petróleo cayó y por eso sube el precio del dólar! ¿Y cuál es la relación?…

Así que vamos a jugar un poco a ser profesores y a explicar algunas de las categorías más comunes del lenguaje económico.

¡Comencemos con la inflación!

Ultimamente vemos que los periódicos relacionan la inflación con hechos como el Gasto Público (o sea el excesivo gasto del gobierno); el fenómeno del Niño, el excesivo gasto de las familias, el precio del dólar, etc.

En términos sencillos se puede decir que la inflación aumenta por dos posibles tipos de razones: el crecimiento de la demanda o la disminución de la oferta. Si el Estado incrementa su gasto, si los bancos bajan las tasas de interés, o si al país entran más dólares, entonces, se incrementa la demanda agregada y los precios se mueven al alza. Pero, de otro lado, si el precio del dólar sube, si hay exceso de lluvias o sequía, entonces, se reduce la oferta de bienes, lo que, nuevamente, hace que se suban los precios.

dolares-300

¿Por qué la devaluación -incremento en el precio del dólar- produce inflación?

Porque los productos importados se encarecen y porque los colombianos tendrán más dinero (fruto de exportaciones más rentables) lo que les aumentará su capacidad de compra.

Por lo tanto, lo contrario, la revaluación, tiende a ser antiinflacionaria, ya que abarata los bienes importados y reduce la oferta de masa monetaria en el mercado doméstico.

¿Por qué el gasto del gobierno -Gasto Público- incide sobre la inflación?

Porque con un  mayor o menor gasto, el Estado incide sobre la capacidad de compra de las familias y las empresas (el Estado contrata trabajadores, da subsidios, compra bienes y servicios); así estimula la demanda. Por lo tanto, una decisión de incrementar o bajar el Gasto Público tiene una incidencia directa sobre la tasa de inflación.

¿ Es mala la inflación?

Un error recurrente es ver a la inflación como una variable de efectos negativos para la economía. La inflación no es negativa per se para la economía. La inflación o su antagónica, la deflación, evidencia una brecha entre la oferta y la demanda. En términos simples se podría decir que una inflación baja, moderada, ubicada en los límites que establezcan las autoridades económicas, sería una señal de que hay una demanda insatisfecha y que por ende hay espacio para más inversiones,empleo y crecimiento económico. O sea, si el Banco de La República calcula que su meta de inflación está en un rango entre 2% y 4%, mientras ésta se logre tendremos un ambiente favorable para invertir, ya que hay una demanda insatisfecha en un ambiente de certidumbre.

Por el contrario, la ausencia de inflación (la caída generalizada del nivel de precios) se podría entender con un desestímulo a la inversión y al empleo. ¿Quién querría aumentar la producción si los precios tuvieran una sostenida tendencia a la baja?

En síntesis, el problema no es la inflación sino su tendencia descontrolada (creciente, acelerada, desbordada, por fuera de las metas macroeconómicas de las autoridades económicas de un país), lo que genera incertidumbre.

Pregunta curiosa: ¿Es la ciudad con mayor inflación la más costosa del país?

A veces leemos, por ejemplo, que una ciudad, digamos Pasto, fue la de mayor inflación de marzo y, consecuentemente, se asume que es la ciudad más cara. Pero no es así. La inflación es un indicador que se mide con respecto al comportamiento histórico de los precios del mismo lugar, o sea, lo que evidencia la tasa de inflación es cuánto subieron los precios de un lugar, con respecto a sus propios datos históricos, no en relación a los precios de otras ciudades.

Un dilema de bases ideológicas: ¿cuánto subir los salarios sin afectar la inflación?

trabajadores

Todos los años asistimos al “show mediático” de una negociación del salario mínimo. Este no es un tema menor. En principio, los empresarios buscan controlar el aumento salarial con el argumento de controlar sus costos de producción; de otro lado, el gobierno también tiende a ubicarse en una postura “bajista” ya que teme que el aumento del salario provoque más inflación vía demanda: más salarios, más ingresos, más gastos. En la otra orilla, las centrales obreras reclaman que la inflación no se controle exclusivamente de cuenta de los ingresos de los trabajadores.

Si bien, hay un elemento técnico en la discusión, el cual consiste en calcular la pérdida de poder adquisitivo y el incremento en la productividad del trabajo para determinar el salario mínimo “ideal”  del año siguiente, es evidente que sí existe una discusión ideológica en la forma cómo se determina la distribución de la riqueza entre trabajadores y empresarios…

…y la inflación se utiliza como “excusa” para tomar la decisión final.

¿Es justo el salario mínimo de los trabajadores colombianos?

El salario mínimo es devengado por un porcentaje importante de la población trabajadora colombiana (aproximadamente, 50%), de ahí que el incremento del mismo sea de verdadero interés nacional.

No hay que hacer una encuesta para saber que gran parte de la población considera que el salario mínimo es injusto e insuficiente. Sin embargo, nos proponemos en el artículo de hoy explicar algunas píldoras para entender la dimensión y complejidad del tema.

Primera referencia. La teoría económica.

En teoría económica hay dos grandes paradigmas para entender la relación entre el trabajo y la remuneración del mismo. Si nos apoyáramos en la teoría objetiva del valor (Smith, Ricardo, Marx), entonces, quedaría muy claro que el salario es una remuneración injusta, puesto que es el trabajo el que genera los valores, o sea, los bienes se miden por la cantidad de trabajo que se necesita para producirlos.

Ahora, si buscamos la teoría subjetiva (Marshall, Senior y otros neoclásicos), la remuneración debe ser proporcional al sacrificio. Así, el empresario arriesga su capital al invertirlo y por ello debe recibir una remuneración (ganancias), pero el trabajador sacrifica su tiempo de ocio y por ello espera obtener una compensación.

Si tenemos en cuenta que la canasta familiar cuesta aproximadamente dos salarios mínimos, entonces, se puede cuestionar la justicia del salario mínimo. O sea, el sacrificio que el trabajador hace, renunciar a su tiempo de ocio, no se compensa con los bienes y servicios mínimos necesarios para su subsistencia (en otras palabras, para la reproducción de su capacidad de trabajar)

Por último, hay que reconocer el peso del salario en el comportamiento de la demanda agregada, por ende, en la inflación.  La demanda agregada se compone del consumo de las familias, de la inversión de las empresas, del gasto del gobierno y de la acumulación de divisas. El mayor componente de la demanda agregada es el consumo de los hogares, por ende, incrementar los salarios indiscriminadamente puede disparar la inflación, afectando el conjunto de la economía y robándose parte del poder adquisitivo que se gana con el aumento de los salarios. En otras palabras, la situación actual de salario mínimo (muy bajo para las necesidades básicas de un trabajador) no se puede resolver de un plumazo, sino que requiere de cambios más estructurales en nuestro modelo de desarrollo económico.

Con este último párrafo queriamos señalar que aunque el salario mínimo de Colombia es injusto, su incremento en términos reales depende de varios factores:

1. El incremento de la productividad del trabajo, para que el aumento del ingreso se compense con una reducción en los costos de producción via mayores eficiencias; ello controla la inflación que se come el poder adquisitivo.

El incremento de la productividad en el trabajo está asociado a las innovaciones tecnológicas, a la cualificación de los trabajadores, a las mejores prácticas de gestión y de producción, a la buena salud y alimentación de los trabajadores; lo mismo que a la eficiencia del transporte y a la seguridad en las ciudades, ya que estos últimos les afectan fisica y emocionalmente.

2. Una relación más justa entre el capital y el trabajo. Colombia tiene antecedentes de una distribución muy inequitativa del ingreso, mientras esto siga así, nunca habrá salarios nominalmente más altos, ni una redistribución más justa del ingreso que pueda elevar el poder adquisitivo del salario: escuelas públicas de calidad, hospitales públicos eficientes, recreación gratuita, etc.

En síntesis, sólo una mayor productividad del trabajo, en una sociedad que redistribuya mejor el ingreso, puede hacer que, efectivamente, en el largo plazo, los trabajadores mejoren su calidad de vida a través de remuneraciones justas.

Segunda Referencia ¿Dónde está el salario mínimo más alto de América Latina?

Analizar el salario mínimo nominal, medido en una moneda de referencia, el USD en este caso, sirve para conocer el costo comparativo del trabajo en los diferentes países, pero no permite diferenciar el poder adquisitivo, ya que no se conocen las tasas de inflación de cada país, especialmente las referentes a los bienes no tranzables (no comercializables como la vivienda o los servicios personales), ni los subsidios que recibe la población.

Un ejemplo de la complejidad de esta medición, es la volatilidad de las tasas de cambio. Recordemos que en el último semestre de 2014, el dólar fluctuó de COP 1800 a COP 2300, lo que significa una devaluación nominal de más del 25%. En consecuencia, el salario mínimo en Colombia habría pasado de USD350 a menos de USD 300, sólo consecuencia de la devaluación nominal.

El salario mínimo más alto de la región es el de Argentina, rondando los USD 700, mientras que el más bajo es el de Bolivia, el cual, aunque se incrementó 280% en los últimos 10 años, apenas alcanza los USD207.

Por último, las negociaciones del salario mínimo son un tema de gran importancia, no sólo porque cobijan a un porcentaje elevado de la población, sino porque éste termina sirviendo de referencia para muchas decisiones comerciales (precios, tarifas, incrementos de otros salarios, etc.). Sin embargo, hay que reconocer que el tema es complejo, un incremento irresponsable puede traer una escalada alcista de precios que afecte al conjunto de la economía, incluido el poder adquisitivo del salario. Pero, la evidente inequidad reflejada en el salario mínimo, es un argumento sólido para mantener un debate abierto sobre la remuneración justa de los trabajadores y la redistribución de la riqueza a través de los impuestos y el gasto público.

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