Colombia y su economía no competitiva.

Octubre 10 de 2021. Giovanny Cardona Montoya

 

Desde finales de la década de 1980,  en la llamada Sociedad del Conocimiento han proliferado las TIC y las redes; el transporte de personas y mercancías se ha modernizado y masificado; la caída del Muro de Berlín trajo consigo la conexión de Europa del Este al circuito económico global; la ventaja competitiva ha hecho surgir a economías emergentes como Brasil, Chile, Corea, Taiwán, Singapur o China; el sector terciario de la economía ha venido desplazando a la industria manufacturera en el PIB mundial y los mercados globales han bajado sus barreras, especialmente en lo referente al movimiento de capitales y al comercio de bienes manufacturados.

En este contexto, desde la década de 1990, Colombia abandonó el modelo proteccionista y se embarcó en una Apertura Económica. Con este cambio se esperaba una marcada modernización del aparato productivo, una mayor inserción en los mercados globales con participación de exportaciones con valor agregado y, en consecuencia, un incremento de los niveles de bienestar de la población. Como Visión, Colombia en 2005 estableció 3 metas para el año 2032: 1.) Ser la tercera economía más competitiva de LatAm -con exportaciones con valor agregado-; 2.) Una estructura económica menos informal y; 3.) Un ingreso per cápita de nivel de renta media-alta. Pero, los resultados después de 15 años han sido ambivalentes.

A pesar de la relativa estabilidad macroeconómica, el Consejo Nacional de Competitividad -CNC- ha señalado, a través de sus informes anuales, que no hay muchos logros en el proceso de modernización del aparato productivo. Según los datos del Foro Económico Mundial ( 2017), Colombia se mantiene por encima del puesto 60 del Índice Global de Competitividad, por detrás de vecinos como Chile, Panamá, México y Costa Rica y muy cerca de Perú. La explicación de este rezago se da por problemas estructurales en infraestructura, ciencia, tecnología, educación, innovación, salud y empleo formal.

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Según el CNC, la mayoría de los estudiantes colombianos que presentan las pruebas Pisa están por debajo del nivel dos (2) en ciencias y matemáticas, que corresponde al nivel mínimo. En lectura, llegan a este nivel casi el 50%; mientras, en los niveles altos -4, 5 y 6- no se halla ni el 10% de nuestros estudiantes. Este dato es fundamental si se tiene en cuenta que la comprensión lecto-escritora, la lógica y el pensamiento matemático, al igual que el conocimiento y el método de las ciencias se consideran fundamentales para desarrollar el pensamiento crítico y analítico, para la argumentación y para la innovación.

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El CONPES 3674 señala la importancia de una estrategia integrada de gestión de capital humano, lo cual puede implicar, entre otros, fortalecer el perfil de los docentes escolares. El tema de la educación es crítico si se le vincula con su la productividad de los trabajadores en el proceso productivo. Según CNC en todos los sectores (agrícola, manufacturero, servicios y comercio) se presenta una gran brecha entre la productividad promedio de los trabajadores y la mediana. O sea, la mediana muestra que la productividad más recurrente es baja, lo que señala una diferencia en el desempeño de algunas empresas modernas con personal cualificado y procesos organizados, con respecto a la mayoría, Mipymes, ineficientes y de baja productividad.

 

Otra evidencia de este rezago es la falta de inversión en ciencia y tecnología. Mientras los países que nos preceden en el Índice Global de Competitividad (IGC) invierten más del 1% del PIB en I+D+i, Colombia es renuente a reorientar sus recursos de cara a la sofisticación de la producción de bienes y servicios. Según IMD (2017), Corea dedica a I+D+i casi 4% de su PIB, mientras Portugal destina 1.6%. España y Brasil invirten alrededor de 1.5% de su PIB, mientras Colombia apenas rodea el 0.25%. En síntesis, los países que nos preceden en competitividad son aquellos que invierten en educación y en investigación y desarrollo.

Otro indicador que pesa en nuestra baja competitividad es el referente a transporte y logística. Según el ÍGC, Colombia permanece en los últimos años alrededor del puesto 65 con un índice de 2.9, muy por debajo de pares como Chile, Perú, Brasil o México. Según el CNC, los problemas no sólo se asocian con la infraestructura, sino que hay serias debilidades en materia de gestión logística en las empresas.

Otra característica de las condiciones de competitividad que envuelven a las empresas colombianas es la que tiene que ver con el ambiente de competencia. Según el ÍGC, hay una percepción baja de que en Colombia funcione de manera efectiva la ley antimonopolio. Aunque la participación de la Mipyme es importante, la concentración del capital es significativa y se percibe como una tendencia que reduce la competitividad, especialmente en las industrias de la esfera de servicios: transporte aéreo nacional, banca, comercio al detal, medios informativos y de entretenimiento, entre otros.

Todos estos indicadores que señalan un rezago absoluto y relativo en materia de innovación y productividad de las industrias colombianas se evidencian en el deterioro de nuestro desempeño exportador. Según el CNC, se ha venido dando un proceso de reducción de la sofisticación de la oferta de bienes que Colombia vende en el exterior. Entre 2007 y 2013 la participación de los bienes primarios en la oferta exportadora colombiana creció en un 40%, llegando a representar el 66% en el total de ventas al exterior. En cambio, las exportaciones de complejidad tecnológica alta y media, que otrora representaban el 20% del total, apenas alcanzan el 10% en la actualidad. Colombia ha pasado de ser un proveedor de agroindustria a un exportador de minería de hidrocarburos. Según datos de la DIAN, antes de la caída de los precios de los combustibles del 2014 (DANE, 2017), el petróleo y el carbón eran responsables del 70% del total de exportaciones al exterior.

La crisis iniciada en el tercer trimestre de 2014, derivada de la caída en los precios mundiales de commodities, particularmente hidrocarburos, es una clara evidencia de la necesidad de tener un aparato productivo más diversificado y con mayor valor agregado. En 2015, los ingresos por exportaciones de petróleo se derrumbaron en un 50%, o sea, un 25% de la totalidad de las importaciones. Adicionalmente, los hidrocarburos golpearon las finanzas públicas, ya que representan el 16%, y además afectó la entrada de inversión extranjera directa, especialmente direccionada a la minería.

En el largo plazo, nuestros empresarios tienen una gran oportunidad, ya que la diversificación y sofisticación de la producción es un reto en ciernes; adicionalmente, hay enormes posibilidades alrededor del aprovechamiento de las tierras no cultivadas (la mayor parte de las tierras aptas para la agricultura están dedicadas a la ganadería), la biodiversidad y el desarrollo de biocombustibles de segunda y de tercera generación (desechos y micro algas).

En consecuencia, reactivar el sector manufacturero, particularmente la agroindustria, al igual que la producción agrícola y ganadera, será de uno de los principales retos de los empresarios colombianos. Las necesidades de infraestructura y las potencialidades que ofrece un entorno cada vez más exigente en materia de preservación del agua, de los bosques y de la calidad del aire, abren un espacio importante para los negocios. Colombia tiene una biodiversidad preponderante a nivel global y posee tierras cultivables que pueden ser utilizadas en el desarrollo de agricultura orgánica y en la producción de biocombustibles de segunda generación, principalmente.

La economía mundial ahora es un entorno complejo con unos niveles de especialización muy profundos (Cadenas Globales de Valor). Para insertarse en dichas cadenas será necesario trabajar en la innovación de valor y en estrategias de internacionalización; los empresarios deberán fortalecer las redes y alianzas estratégicas con proveedores y asociaciones de consumidores e invertir en recurso humano cualificado y en tecnología avanzada.

Aprovechar estas oportunidades de mercado implica revisar los modelos de gestión de las empresas, lo que exige:
– Fortalecer las competencias gerenciales que le den una visión más completa del negocio, basada en el talento humano;
– Formalización del empleo y consolidación de modelos de gestión de talento humano que estimulen nuevas estructuras oorganizacionales en las que quepa el trabajo en equipo, teletrabajo y trabajo en redes;

– Consolidación de estrategias de largo plazo, fundamentadas en gestión del conocimiento con fines de innovación;
– Gestión de cadenas productivas, esto es, trabajar bajo el esquema de “visión compartida” entre las empresas que integran la cadena;
– Centrarse en la innovación y en las estrategias de diferenciación -foco o  atributos- para no depender de los vaivenes de las tasas de cambio o de los aranceles. La estrategia debe buscar un posicionamiento en el imaginario de los clientes a partir de la agregación de valor.
– Consolidar las empresas familiares para que trasciendan en el tiempo y continúen su aporte al desarrollo económico.

¿Podrá la humanidad sobrevivir a pesar de sí misma?

Agosto 9 de 2020.

Homo Sapiens: ser de ciencia, ser de guerra.

La historia de la humanidad es larga y compleja. Desde nuestro abuelo, el Homo Sapiens, hasta nuestros días, han pasado al menos un par de millones de años. Sin embargo, jamás habiamos sido tan poderosos y, a la vez, letales como en los últimos cien años.

La humanidad desde su prehistoria tiene una lista de innumerables desarrollos vitales y, a la vez, de fratricidas guerras. La dialéctica de la humanidad es un constante contraste entre la creación de memorables fuentes de felicidad y la sucesión de devastadoras conflagraciones. Somos una especie muy compleja desde lo biológico -pluricelulares- y desde lo sociológico -nos matamos unos a otros y no lo hacemos por instinto de conservación-.

La ciencia y la religión se han esmerado a lo largo de los siglos por explicar las razones de nuestro histórico y complejo comportamiento.  Tratar de entender qué nos motiva a avanzar y a convivir; y qué nos impulsa a la confrontación y a la destrucción son constantes en la reflexión de científicos, de teólogos y del homo sapiens de a pie. Y no hay respuestas. O, mejor dicho, hay decenas de diversas y antagónicas respuestas.

Civilización: dialéctica de la vida y de la muerte.

Entre pensadores que privilegian la naturaleza biológica -que pareciera dotada de egoismo natural- y aquellos científicos que encuentran en el entorno la oportunidad de moldear nuestro comportamiento social, no hemos podido confirmar si en nuestra naturaleza se halla  el germen para construir una utopia social.  Somos biológicamente complejos. Somos socialmente complejos.

Al margen de dicha inacabada discusión, la realidad es que la dialéctica de creación-destrucción que caracteriza al desarrollo humano y social se ha erigido como una espiral volcánica que gradualmente nos acerca a su erupción.

Uno de los mayores logros de la humanidad a lo largo de los siglos ha sido la marea de la llamada civilización que, habiendo arrasado con las culturas bárbaras, se eleva hasta inundar las extensas playas del planeta. Con sus aguas, han llegado los derechos humanos, las ciencias de la vida, la tecnología de la medicina, las técnicas de cultivos. Se ha bañado al planeta con las frescas aguas de la vida.

La civilización es una categoría que la historia puede asociar al imperio de la razón -griegos, modernidad-, pero que también sirvió de fundamento para distinguir al extranjero, al pobre o al esclavo (no cultivado, inculto) del verdadero habitante de la polis. En otra perspectiva que también tiene su origen en el supuesto imperio de la razón, los bárbaros serían aquellos que no abrazaban las religiones monoteistas -judeo-cristianas-, éstas sí, civilizadas.

Por lo tanto, a pesar de que la razón aparece como eje central de la argumentación histórica y epistemológica de la categoría civilización, la verdad es que la evolución de las grandes civilizaciones ha sido un camino empedrado de muerte y violencia. En otras palabras, la idea de civilización que hemos heredado no trae consigo una implicación universal de convivencia. La convivencia entre los miembros de cierta civilización no es automáticamente extrapolable a otros “seres vivos”, ni siquiera a todos los “seres humanos”

Sembrando la cicuta que beberemos.

Y aquí, bajo esta sombrilla denominada civilización nos hallamos en el actual momento histórico. Desde mediados del siglo XVIII hemos detonado dos procesos implícitamente positivos, esto es, asociados a la vida y no a la muerte; a la alegría y no al dolor.

De un lado, una secuencia de revoluciones industriales que traen consigo bienes y servicios que mejoran la vida de las personas y las sociedades: máquinas (a vapor, eléctricas, electrónicas), vehículos mecánicos y electrónicos, telecomunicaciones y comunicación digital, vacunas, calefacción, técnicas avanzadas de producción de alimentos, etc. Del otro lado, y en consecuencia de la anterior, la población mundial crece a velocidad exponencial. Pasaron más de 2000 años para que la población mundial se duplicara (de 500 a mil millones), pero en tan solo 150 años superamos los 7 mil millones de habitantes.

Paralelo a esta realidad “positiva”, hemos desarrollado las armas más letales jamás construidas, tenemos la capacidad militar de destruir la vida en todas -o casi todas- sus manifestaciones sobre el planeta. Y, de hecho, frecuentemente ponemos a prueba dichas capacidades. Además de las dos guerras mundiales, en el siglo XX se cuentan cerca de 150 confrontaciones internacionales, guerras civiles y genocidios.

Entonces, nos encontramos ante una nueva realidad histórica. Hemos sobrepoblado el planeta, lo habitamos por doquier, y para continuar o alcanzar el estilo de vida soñado (sociedad de consumo) debemos agotar sus recursos. Estamos destruyendo el planeta y lo sabemos; ya pronosticamos el tiempo de vida que le queda antes de colapsar y nadie está hablando de siglos, sino de décadas. Y no hacemos (casi) nada para frenar el apocalipsis.

20 sintomas del calentamiento global

Adicionalmente, el modelo de desarrollo socio-económico hegemónico tiene una naturaleza basada en la competencia, por lo cual, siempre hay ganadores y hay perdedores: hay gente con trabajo y hay desempleados; hay países industrializados y naciones subdesarrolladas; hay familias ricas y poderosas y hay millones de personas con problemas de malnutrición y de desnutrición. Pero, lo crítico no es la existencia de inequidades, son las magnitudes de las mismas:

INEQUIDAD EN EL PLANETA

En síntesis, la capacidad de resolver este tipo de problemas la tenemos. Pero la voluntad para hacerlo parece que no. Por ejemplo,la actual pandemia, -un virus que contagió al planeta en tan sólo seis meses y que provoca la que será seguramente una de las dos peores recesiones económicas de los últimos 100 años- reta a la humanidad como una aldea global y la respuesta parece ser un archipiélago de paliativos que al final dejarán una estela de familias empobrecidas, pequeñas empresas quebradas y millones de muertos.

Crisis racional de la civilización

Más que un debate moral (que buena falta nos haría), asumo una cuestión de carácter racional. Las cualidades de nuestra civilización hacen agua. Desde la lógica de la supervivencia de la humanidad (por no hablar del planeta y de la vida en general), las actuales definiciones de libertad, justicia social y desarrollo socio-económico no son compatibles con la crisis que enfrentamos. Una libertad basada en el mercado y no en las diversas dimensiones del ser, una justicia social centrada en la dádiva y no en el reconocimiento del otro como un semejante; y un desarrollo socio-económico inspirado en crecimiento, derroche y consumo ilimitado, hacen inviable la pervivencia de la especie humana.

Bajo esta lógica, recurriendo a nuestro instinto de conservación y a la racionalidad que nos diferencia de otras especies, se hace necesario revisar aquello que denominamos la civilización más avanzado o el máximo nivel de desarrollo. Estamos llevando al planeta camino del desfiladero.

 

 

Desarrollo Sostenible: un planeta superpoblado, superproductivo y glotón.

El primer quinto de siglo me deja una conclusión importante: el desarrollo sostenible está dejando de ser una curiosidad o monopolio en el discurso de los ambientalistas para convertirse en tema de reflexión cotidiana: objeto de debates, de estudios, de políticas, de leyes e, incluso, de “memes”. Ya, hablar del calentamiento global no es un tema circunscrito a ambientes especiales; se puede debatir sobre éste en la cafetería, en el Metro o en la sala de la casa. Ese es un pequeño pero importante avance.

En el contexto de la problemática sobre el desarrollo sostenible (que es una categoría que apunta a entender la viabilidad social, económica y ecológica del planeta a futuro), una variable clave es el crecimiento demográfico. Y no es para menos, en los últimos 100 años la población mundial se ha multiplicado por más de 4 veces.

poblacion mundial

La relación entre población y calentamiento global puede, en un primer momento, establecerse como directa. La capacidad devastadora del hombre (para asegurar su sustento o para enriquecerse) hace 100 años era relativamente pequeña si la comparamos con la capacidad del planeta de regenerarse. Eramos pocos y el planeta era enorme (relativamente).

Por lo tanto, hasta inicios del siglo XX, los factores críticos como la minería, la deforestación, la industria automotriz o la ganadería, eran actividades que afectaban marginalmente al planeta. Sin embargo, con el crecimiento demográfico acelerado, las cosas cambian.

El “día de la deuda ecológica” es la fecha que da cuenta de que nos hemos consumido los recursos del año en curso. En 1970 se advierte por primera vez que dichos recursos fueron consumidos antes de terminar el año (29 de diciembre de 1970). De ahí en adelante la deuda con el planeta no ha dejado de crecer:

Desde 1970 venimos evidenciando que la humanidad consume

 

La combinación de los dos gráficos refuerza la hipótesis de que “a mayor población, mayor deterioro ambiental.” Sin embargo, aunque en términos absolutos, esa relación es corroborable, a la hora de desagregar el mundo en regiones y países, la hipótesis comienza a requerir más variables:

El calentamiento globla es un fenómeno estructural y no coyuntural. Las convenciiones de Kyoto sobre calentamiento global, y ahora el Acuerdo de París, son una clara evidencia de que el desorden climático es permanente. Ahora tendremos que aprender a convivir con comportamientos impredecibles de las cosechas. Así que, si nos preocupa el fenómeno del Niño como gestor de inflación, mejor nos vamos acostumbrando.

Las convenciones de este mapa incluyen circunferencias que dan cuenta del total de millones de toneladas de CO2 que emite cada país. Como se puede ver, las circunferencias más grandes las tienen Estados Unidos y China, seguidos por Rusia e India. Sin embargo, al hacer el análisis en relación per-capita, encontramos que los países más contaminantes, además de Estados Unidos son Australia, Rusia y las naciones petroléras del Golfo Pérsico. La India y naciones muy pobladas de África aparecen con porcentajes relativamente bajos de contaminación per-cápita.

Lo que se puede deducir del anterior mapa es que si bien la población es una variable clave, ésta debe ser interpretada desde interacciones internacionales:

1- Con las Cadenas Globales de Valor, hay países que producen mucho y consumen relativamente poco (maquiladores)

2- Cada país puede contaminar desde sus volúmenes de consumo (desperdicios), niveles de producción (contaminación por manufacturación) o participación en los procesos de intercambio (transporte, distribución).

Así, aunque China tiene un alto nivel de contaminación absoluta, gran parte de lo que este país produce termina siendo consumido en el resto del planeta. Así, de igual manera, el alto nivel per-cápita de contaminación de Rusia está asociado con la explotación de hidrocarburos, principal fuente de ingresos de exportación de dicho país. Nuevamente, es la población del planeta la que contamina.

¿Cuál es el sentido útil de hablar de población planetaria y no de segmentar la responsabilidad por países?

En escencia compartimos un modelo de desarrollo socio-económico que:

1- Utiliza el Consumo Creciente como motor del desarrollo

2- Privilegia el crecimiento del PIB como variable para medir el desarrollo.

Para mantener este modelo de desarrollo socio-económico siempre se encuentran argumentos o excusas: hay poblaciones con necesidades insatisfechas (desempleados, sub-alimentados, familias sin techo, población sin acceso a salud, etc.). Sin embargo, los datos históricos señalan que, aunque crece el número absoluto de personas que acceden a bienes y servicios necesarios, sigue aumentando  -y de manera desequilibrada- el número de personas que sufren flagelos como los anteriormente nombrados. Por lo tanto, no hay garantía, bajo el actual modelo, que un mayor aumento del PIB se traduzca en la reducción absoluta de aquellos problemas.

La evidencia más simple de que el modelo no da respuesta a las necesidades expuestas es el hecho que 4.600 millones de personas (más de la mitad de la población de la tierra) tiene los mismos ingresos que las 2.153 familias más ricas del planeta.

En consecuencia, la base del problema es que somos más de 7 mil millones de habitantes que deseamos incrementar nuestras posibilidades de consumo y que vivimos en países que utilizan como señal fundamental de éxito el aumento de la producción  de bienes y servicios. Por lo tanto, el tema no se reduce al hecho que los norteamericanos consumen mucho o que los chinos tienen una “fabulosa” y constante tasa de crecimiento de su PIB. Mientras el resto del planeta se mueva bajo el mismo espíritu -producir más y consumir más-, las fábricas seguirán encendiendo sus calderas, no importan en qué lugar lo hagan ni para quién produzcan.

 

Más Bienestar para la Competitividad y mas Competitividad para el Bienestar.

Giovanny Cardona Montoya, noviembre 24 de 2019.

 

Un texto de economía para “dummies” ( de John Charles Pool) dice que un robot puede hacer un carro pero no puede comprarlo. Esa explicación tan simple de la lógica con la que funciona la economía de mercado me sirve de base para hablar de un debate cotidiano que se manifiesta de diferentes formas en la vida social y económica del país.

Digamos que los problemas del bienestar, tales como, la salud de la población (ineficiencia y baja calidad del servicio de las EPS), la baja cobertura educativa o del régimen de pensiones, se entienden como preocupaciones de las familias; o sea, son un problema de las personas naturales.

Pero, de otro lado, los problemas de la competitividad se entienden como retos de las empresas. Ahora que termina el año y se acerca la negociación del salario mínimo, pululan los discursos que reiteran la preocupación de los gremios por lo alto que es el salario mínimo y por lo oneroso que es para las empresas contratar trabajadores debido a los sobrecostos derivados de las prestaciones sociales y de las cargos parafiscales (primas, cesantías, aporte a salud, SENA, Bienestar Familiar y Cajas de Compensación). ¿Es realmente alto el salario en Colombia?

Un robot puede hacer un carro, pero no lo puede comprar.

Es enorme el error de separar los temas de bienestar de los de competitividad. Son muchos los autores que han repasado este tema para explicar que hay una simbiosis entre las familias como proveedoras de ahorros y de mano de obra, a la vez que son demandantes de bienes y servicios. Esto es lo que en Introducción a la Economía se explica a través del “circuito económico”.

Por lo tanto, el acceso a la educación -incluido el reentrenamiento para salir del desempleo o las capacitaciones para un ocio más formativo-, la cobertura de salud y la capacidad de hacer un ahorro pensional, son oportunidades que se convierten en insumos para dinamizar los mercados. Todos estos terminan siendo multiplicadores de la demanda (de medicamentos, de dispositivos para la educación, de alimentos, de viajes, etc.). Si los trabajadores y las familias pueden acceder a su bienestar, entonces, impulsan los mercados. A más bienestar, más dinamismo de la economía. Es así de simple.

Pero la lupa también se puede poner en otro extremo de la ecuación: ¿cómo ser competitivos? necesitamos ciencia, conocimiento ingenieril, capacidad innovadora y creatividad. Entonces, ¿cómo elevar esa competitividad, cuando sólo el 22,2% de la población económicamente activa (PEA) ha culminado algún nivel de educación superior? En otras palabras, sin mayores logros en materia de cobertura y calidad del sistema educativo, elevar la competitividad de las empresas y de Colombia en general es una ilusión.  Por lo tanto, que los jóvenes puedan acceder a la universidad (o a institutos técnicos y tecnológicos de buena calidad) es un derecho y, a la vez, una necesidad perentoria de las empresas. Es una urgencia compartida que algunos, especialmente en el mundo gremial y la política, no han podido entender.

productividad del trabajo en el mundo

Lo mismo sucede con la salud. Aunque la legislación colombiana da autonomía a las empresas para que en los regímenes laborales internos se regulen la concesión de permisos para asistir al médico, sabemos que, en esencia, este es un tiempo que no se recupera. Por lo tanto, las demoras en la atención de las EPS, adicional a los problemas de calidad (demoras para una cita o tratamiento especial, escasez de medicamentos, etc.) terminan afectando la salud de las personas y, en consecuencia, el ritmo de trabajo de los empleados de las empresas. Ese tiempo no vuelve.

En síntesis, el antagonismo en el que se hallan los empresarios y diferentes grupos sociales (sindicatos, movimientos estudiantiles, agremiaciones de usuarios, entre otros) alrededor de estos temas, evidencia la miopía (particularmente de los primeros) en lo referente a la importancia de asegurar cobertura y calidad en salud, educación y pensiones.

Capitalismo Rentista o Capitalismo Competitivo.

Con frecuencia el debate políticos sobre lo económico entre los diferentes grupos, parece enfocarse en la disputa entre los que defienden el mercado y la libre empresa a toda costa y aquellos que consideran que se les debe regular, controlar o, incluso, eliminar. Y es verdad, este es un frecuente debate con mayores o menores matices. Pero ese no es el único debate y, de hecho, en la actualidad colombiana puede no ser el más relevante.

Llamo la atención sobre una nueva contradicción entre élites que defienden una economía rentista centrada en la tenencia de la tierra, las utilidades del comercio y la renta especulativa y financiera, de un lado y, del otro, los empresarios que buscan desarrollar una economía moderna, globalizada y con una competitividad basada en la agregación de valor, la tecnología y la innovación. Este es, en el presente, probablemente nuestro mayor debate.

Con la apertura económica del binomio Barco-Gaviria (desde finales de la década de 1980) se anunció la entrada de Colombia al modernismo económico y a la globalización. La liberalización unilateral del mercado y la firma de TLC con diferentes naciones y bloques se vendió como la panacea para exportar productos, fruto de la innovación de las empresas que ya no gozarían de las ventajas cuasi-monopólicas que les ofrecía el modelo proteccionista Cepalino (desde la década de 1960).

El balance de 30 años de apertura no puede ser más pesimista: de 39.000 millones de dólares que exportó Colombia en 2017, 24.000 millones fueron de commodities de origen mineral (petróleo, carbón, oro). Si a esto sumamos café (grano verde con un nivel mínimo de transformación), bananos y flores, entonces tendremos casi 75% del total de las exportaciones. ¿Dónde está la modernización del aparato productivo?

En consecuencia, el crecimiento del PIB de este país no se halla asociado a las industrias de talla mundial, sino a los hidrocarburos, a la construcción, al comercio y al sector servicios. La industria manufacturera, la agricultura y la agroindustria son los “patitos feos” del paseo. Colombia tiene aproximadamente 20% de sus tierras cultivables, no cultivadas; y en un mundo con problemas de hambre y con crisis ambiental, el tema de la agroindustria basada en innovación no es de menor envergadura.

Por esto es que señalamos que hay un antagonismo entre un capitalismo rentista (dueño de la tierra que no se cultiva, del comercio y de la banca) de un lado, y un sector productivo (manufacturero y agropecuario) debilitado pero latente. Este último sólo podrá conectarse a las cadenas globales de valor si se da un viraje al modelo económico, focalizándolo en la ciencia, la tecnología y la innovación.

En conclusión: bienestar para la competitividad.

Seguir promoviendo bajos salarios (nominales) y altos aranceles a los productos que vienen de China o de Panamá, en lugar de apostarle a la productividad y la innovación (mano de obra sana y cualificada), será mantener encadenado el país al subdesarrollo, a través de la economía rentista.

El salario medio en Islandia es casi 6000 Euros al mes (2018). ¿Es un salario elevado? No lo es, porque es un salario productivo; es la remuneración de un trabajador que agrega valor y genera riqueza que compensa dicho salario y produce ganancias a los inversionistas. Este trabajador está cualificado y se desempeña en empresas basadas en ciencia, tecnología e innovación. Por eso, en términos relativos es más barato pagar 6000 Euros a un islandés, que 200 dólares a un colombiano. Y tomo el salario mínimo colombiano como referente, ya que, según Fedesarrollo, éste representa el 86,2% del salario mediano y el 57% del promedio de los salarios.

Entonces, ¿resolver el problema de las pensiones, de la salud y de la cobertura educativa es realmente un reto del ciudadano de a pié? ¿No lo es también de los gremios empresariales?

 

 

 

 

 

La turbulencia de la recesión se aproxima: ¡pónganse los cinturones!

Los buenos vientos que vive la economía colombiana en este 2019 (un crecimiento que gira alrededor del 3%) soplan en un contexto global bastante incierto. La dinámica de la economía doméstica (consumo de los hogares) y los relativamente estables precios del petróleo, son la base de un frágil pero notable crecimiento económico. Si comparamos con el pasado cercano o con el vecindario latinoamericano, entonces, no nos podemos quejar -en tierra de ciegos el tuerto es rey-

Si bien 3% no es como para elevar cohetes, la pregunta que hoy nos hacemos es: ¿será sostenible este nivel de crecimiento? La lista de factores que juegan en contra es bastante extensa:

- Europa envía claras señales de recesión. Ya Alemania, la locomotora de la Unión Europea, presenta signos de agotamiento: un trimestre con crecimiento negativo. Técnicamente hablando se requieren dos períodos consecutivos para hablar de recesión. Así que, éste es el primer campanazo.

el ciclo economico explicacion basica

- Brexit: segundo mensaje europeo. La salida de Gran Bretaña del bloque europeo es un hecho cantado. La fecha se ha movido un poco, pero seguramente el fenómeno se dará este fin de año. Muy seguramente los mercados ya descontaron parte del efecto negativo de la separación de la isla, pero la verdadera magnitud del daño sólo se sabrá cuando se materialice el hecho. Todo indica que el Premier Johnson no tendrá la sutileza de la ex-primera ministra Theresa May, quien trató de suavisar los términos de la salida, por lo tanto, se espera un aterrizaje doloroso.

La retirada de Londres tiene diversas consecuencias: problemas migratorios entre ciudadanos de diversos países europeos, incremento en el costo de las importaciones recíprocas entre el continente e Inglaterra, debilitamiento del movimiento de capitales y renacimiento del problema irlandés (la frontera dura). Este último, más socio-político que económico.

- China continúa su crónica desaceleración económica. A pesar de que todos los países del mundo -excepto India- añoran las tasas de crecimiento del coloso asiático, la realidad es que ya va una década de continua desaceleración. La locomotora de la economía mundial de este comienzo de siglo va cada año más lentamente. Por lo tanto, si los vagones de atrás dependemos de China, el presagio de corto y mediano plazo es cada vez menos alagüeño.

- Guerras comerciales de Estados Unidos. Como lo hemos explicado en blogs anteriores, bajo una economía centrada en Cadenas Globales de Valor declarar guerras comerciales es como “darse un tiro en el pié”. Sin embargo, con el ánimo de lograr alguna renegociación ventajosa con China, de modo tal que baje parcialmente su déficit comercial, lo más probable es que Trump mantendrá una posición agresiva, al menos hasta que alcance la reelección, para lo cual aún falta más de un año.

El caso es que la incertidumbre que genera la política de Trump  con respecto al comercio mundial (incluso sus amenazas de retirarse de la OMC), conlleva que los inversionistas duden y eso ya empuja la economía hacia la recesión. O sea, los riesgos de mayores costos al comercio (aranceles de una guerra comercial) y la incertidumbre para los inversionistas, conllevan recesión. ¿Quién puede salir ganando? algunos mercados emergentes que puedan sustituir a los productores chinos en Estados Unidos o a los norteamericanos en China. ¿Qué tiene Colombia para exportar? revisemos nuestra balanza comercial: petróleo, carbón, oro, flores, bananos y café. Nada que ver.

- La caída en la tasa de los bonos de largo plazo. Una razón técnica que ayuda a anticipar la llegada de la recesión, es la derivada del estudio paralelo al comportamiento de las tasas que se pagan por los bonos de corto y largo plazo en el mercado financiero. En una economía que no se halle en recesión, los ahorradores a largo plazo son tentados con tasas más altas como compensación a la espera. Sin embargo, cuando la economía se halla en recesión, pocos ahorradores apuestan por los bonos de corto plazo, en cambio, buscan refugio mientras se ven claras las cosas: compran oro, tierras, futuros de combustibles o títulos de deuda a largo plazo. El inusitado interés por los bonos de largo plazo baja su tasa y tiende a acercarla a la de corto plazo. Ya en agosto de este año los bonos de largo plazo han bajado tanto que se han equiparado a los de corto. ¿Ya ha llegado la recesión?

bonos a corto y a largo plazo

Correas de transmisión hacia la economía colombiana.

Si la recesión global comienza en el Norte (Unión Europea y Estados Unidos, acompañados de un Japón crónicamente estancado y una China desacelerada), sus efectos sobre cada nación son diversos. Las correas de transmisión pueden verse en una balanza de pagos: flujo de mercancías y servicios o flujo de capitales (inversiones y crédito externo). Dichos flujos alteran la tasa de cambio y la tasa de interés y, a través de éstas, los indicadores de inflación, desempleo y crecimiento económico.  ¿Qué podemos esperar?

- Exportaciones: la desaceleración actual y la posible recesión cercana, son una síntesis de la caída en la producción y el consumo mundial. En consecuencia, la demanda de commodities debe bajar, lo que se podría traducir en caída de los precios del petróleo, del carbón y del café principalmente. Aquí comenzamos a sentir los efectos negativos de la recesión global, en tanto caen los ingresos por exportaciones y se afecta el presupuesto del Estado, especialmente por su condición de accionista mayoritario de Ecopetrol.

Lo único que podría menguar el efecto sería una jugada activa de la OPEP reduciendo la producción mundial del crudo; o un enfrentamiento militar entre Estados Unidos e Irán, lo que podría estimular el precio del petróleo.

Importaciones: la producción colombiana es cada vez más dependiente de las importaciones (insumos y componentes); entonces, si bajan los ingresos en moneda extranjera (caída en los precios del petróleo), entonces, el dólar seguirá revaluado, lo que se traducirá en importaciones más costosas. Si bien esto es una oportunidad para otros productores nacionales, ésta no se puede aprovechar en el corto plazo. La reconversión industrial no es un fenómeno que se dé de la noche a la mañana. Sin embargo, esto ayudará a menguar el déficit de cuenta corriente, aunque con un componente de inflación.

Remuneración de los factores de producción: las empresas que vienen al país y la banca internacional buscan beneficios por sus inversiones y créditos (utilidades e intereses). Un factor que agudiza el déficit de la cuenta corriente colombiana es la repatriación de utilidades y el pago de intereses de la deuda externa. Dichas salidas de divisas en la actualidad son superiores al déficit total de la cuenta corriente. En una recesión económica, las filiales y sucursales giran con más fuerza sus utilidades (no las reinvierten) a sus matrices en Europa, Norteamérica y Este Asiático. Por lo tanto, tendremos un mayor desangre por cuenta corriente.

Inversión Extranjera Directa: Colombia tiene un claro destino para la mayor parte de la inversión extranjera, la minería de hidrocarburos. Con precios bajos de commodities dicha inversión tiende a menguar. En consecuencia, el déficit de cuenta corriente tendrá que bajar (con menos importaciones) o deberá ser financiado con capitales golondrina, lo que nos convierte en una economía más vulnerable.

Remesas: los colombianos que viven en el extranjero (especialmente en España y Estados Unidos) generan remesas que ayudan a financiar el déficit de cuenta corriente. Dichas remesas se aproximan a los 6 mil millones de dólares. La experiencia de la crisis de 2007-2008 evidencia que esta cuenta se ve afectada por la recesión, ya que, a los emigrantes colombianos se les dificulta tener empleo estable e ingresos durante la recesión. Sin embargo, en el corto y mediano plazo dicha caída no es muy fuerte.

En síntesis, es inevitable esperar que la recesión global afecte el crecimiento de la economía colombiana y que dicho efecto no sea insignificante. Por lo tanto, las familias y las empresas deben ser cuidadosas pero también creativas. No se trata de un daño inevitable sino de un entorno desfavorable con el que hay que aprender a convivir, incluso a aprovecharlo. Las decisiones estratégicas no se impulsan con factores coyunturales, en cambio, las crisis pueden ser una oportunidad para mirar diferente el mercado. Colombia está en mora de renunciar a su condición de economía rentista; una recesión es una oportunidad para entender que sólo la diversificación productiva y la competitividad basada en conocimiento e innovación son las puertas para fundamentar un desarrollo sostenible a largo plazo.

 

 

 

 

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