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Miguel Uribe Turbay, el hombre que llegó antes a todas las cosas

El senador capitalino tenía todas las opciones para ser el candidato presidencial del Centro Democrático; fue concejal y Secretario de Gobierno de Bogotá; fue también senador, aficionado a la música y el ajedrez. Falleció este lunes 11 de agosto a los 39 años.

  • El senador Miguel Uribe falleció este lunes 11 de agosto, a los 39 años, tras luchar dos meses por su vida. FOTO: SENADO
    El senador Miguel Uribe falleció este lunes 11 de agosto, a los 39 años, tras luchar dos meses por su vida. FOTO: SENADO
Daniel Rivera Marín

Editor General

hace 7 horas
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Diana Turbay fue directora del Noticiero Criptón y editora de la revista Hoy por Hoy, medios de gran audiencia en los años ochenta; una entrevista que le hizo a Carlos Pizarro Leongómez fue fundamental para la desmovilización del M-19, el primer desmonte de una guerrilla en Colombia. No era raro que las fuentes clandestinas la buscaran, así fue como un día de agosto de 1990 le llegó un mensaje del ELN: el Cura Pérez, comandante de la guerrilla, quería darle una entrevista desde las montañas de Colombia; Diana aceptó, cayendo en una trampa letal de “Los Extraditables”, como se denominaron los narcotraficantes que, de ser capturados, serían a juicio en Estados Unidos. El jueves 30 de agosto Diana se despidió de su esposo Miguel Uribe Londoño y de su hijo de cuatro años, un sonriente niño llamado Miguel Uribe Turbay, quien recordaría para siempre esa escena que marcaría su destino. Se fijaron en su mente solo dos imágenes de la madre: el beso en la frente y el rostro en el ataúd.

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Hay actos que impulsan una vida.

Miguel Uribe Turbay fue —según señalan los datos de la hoja de vida— concejal, secretario de Gobierno de Bogotá, senador, precandidato presidencial. Pero fue, sobre todas las cosas: nieto de un presidente de la República, ajedrecista, pianista de dedos hábiles que tocaba piezas de Mozart, Chopin y Beethoven, guitarrista, acordeonero autodidacta, abogado, esposo de Claudia Tarazona, padre adoptivo de tres mujeres, padre biológico de un varón de cuatro años, huérfano de madre desde los cinco años.

En la vida de Uribe Turbay no había otro relato, no podía existir. Siempre en todas las entrevistas como candidato, se refería a su madre —que tras seis meses de secuestro fue asesinada por sus captores por un tiro en la espalda que le atravesó el hígado y el riñón izquierdo; en la mano sostenía una virgen—, decía cosas como: “Yo no puedo ser indiferente ante la violencia, porque Pablo Escobar mató a mi madre”, o: “La desigualdad me duele mucho, no puedo ser inferior al legado que dejó mi madre”.

Miguel Uribe Turbay nació el 28 de enero de 1986 en Bogotá, tras el segundo matrimonio de Diana con Miguel Uribe Londoño; llegó a la vida como el hermano menor de María Carolina Hoyos Turbay —hija de Luis Francisco Hoyos Villegas—. Tras la muerte de su madre desarrolló dos inquietudes: preguntarse con persistencia por qué Dios había decidido llevársela y un gusto por la música que vino de su padre, quien era cantante aficionado, pero con algunos estudios. Empezó a tocar el piano a los cinco años, de ahí que aprendiera a leer partituras y a tocar piezas clásicas conocidas con mucha soltura. En la adolescencia, cuando conoció el rock en español, aprendió algunas cosas de batería y guitarra, aprendió canciones de Poligamia, Andrés Cepeda, Carlos Vives y Fonseca.

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En una entrevista con El Espectador en 2019 dijo: “La música termina siendo muchas veces una válvula de escape, y también genera fortaleza. Creo que en mi vida, particularmente con la muerte de mi mamá, tuve que desarrollar resiliencia, y la música es un instrumento para ser resiliente. Para mí la música termina siendo muchas veces un lugar adonde llegar para salir adelante”. Le preguntaron por sus canciones favoritas y respondió: “Hay una que se llama El caballero de fina estampa, esa es una canción que mi mamá cantaba cuando yo había nacido, y decía que yo era el caballero de fina estampa; es una canción que no oigo mucho, pero que de vez en cuando me encuentro en la vida y me genera mucha nostalgia, porque es el encuentro con mi mamá, ella siempre le decía a mi tía que soñaba con que yo creciera y le dijera que la amaba”.

Tras el asesinato de Diana, su esposo Miguel Uribe Londoño cayó rápidamente en la quiebra. Él mismo recordó: “Tuve una situación económica muy difícil, prácticamente me quedé sin relaciones en los bancos, me cerraron las cuentas, me cancelaron las tarjetas de crédito. Yo me quedé sin plata para pagar el colegio”. Años después siendo candidato a la Alcaldía, Uribe Turbay dijo: “Me acuerdo perfecto (de ese momento) y que además me moría de la pena porque entraban buscándome de la administración (del colegio) con la carta, y ya sabía que era el cobro, entonces empecé a entender lo que implica no tenerlo todo”.

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En esa espiral de tragedias, la abuela materna, Nydia Quintero de Balcázar, le pidió al padre que la dejara criar al niño. Allí vio las reuniones de su abuelo Julio César Turbay con los políticos más representativos del país y, además, aprendió del alma filantrópica de la abuela, quien siempre respaldó causas sociales. Mientras estudiaba en el colegio Los Nogales empezó a ser líder estudiantil y con varios amigos concertaban reuniones para aprender de la política nacional con funcionarios del gobierno, congresistas, politólogos y filósofos. Quizá en su camino siempre estuvo marcado el sino de la vida pública, como en el de su madre.

En él pervivieron las tradiciones de los políticos más longevos, quizá por eso no tenía la personalidad que otros de sus contemporáneos desarrollaron en las redes sociales, donde sufrió los ataques descarnados de sus contradictores, basados en burlas que parecían sacadas de una mente de cinco años. Esas tradiciones fueron el gusto por la música clásica, cultivar el ejercicio de interpretar un instrumento musical, leer filosofía, estudiar Derecho y jugar ajedrez. Seguramente crecer con sus abuelos le trajo la idea de lo que debía ser un político.

El ajedrecista Gregorio Rey recordó para un documental: “Yo a Miguel Uribe Turbay lo conocí en el año 2004, yo iba como entrenador del Liceo Francés a la Uncoli (Unión de Colegios Internacionales), y Miguel Uribe Turbay jugaba por Los Nogales, entonces se me acercó y me preguntó que si yo dictaba clases... y fue tanta la pasión que Miguel Uribe por el ajedrez, y el gusto, que como estaba estudiando nos veíamos una vez a la semana, pero el sábado era desde la 9 de la mañana hasta las 5 de la tarde. Y Miguel también recordó: “Empecé a competir en ajedrez y empecé a ganar campeonatos, pero muy rápidamente esa pasión por jugar ajedrez se convirtió en una pasión por enseñar ajedrez y creamos una fundación con un grupo de amigos para enseñar ajedrez como herramienta pedagógica”.

Claudia Turbay habló también de la afición de Miguel por el ajedrez y del giro político que dio esa pasión: “Mis padres tenían una casa en Coveñas (Sucre) adonde íbamos de vacaciones, y mientas que nosotros nos metíamos al mar, Miguel se ponía una mochila al hombro y se iba a San Antero a enseñarles a los jóvenes ajedrez con el convencimiento de que esto era una actividad que ayudaba en las habilidades de los niños, en la concentración, en mejorar la lógica”.

Estudió Derecho y una maestría en Políticas Públicas en la Universidad de Los Andes. A los 22 años decidió, con ese grupo de amigos con los que compartía tertulias políticas, emprender una carrera electoral. Fue así como en 2009 empezó a recorrer barrios de Bogotá, acompañaba a los compañeros que querían ser ediles. Él se puso como meta el Concejo Distrital, al que llegó en 2012, con apenas 25 años; durante esos años estuvo hombro a hombro con otros políticos hoy también reconocidos como Simón Gaviria, Juan Manuel Galán y David Luna, con dos de ellos compartía una sombra que no lo perturbaba, la de ser “delfines”, ese apodo que viene de la Francia nobiliaria y que señala a un heredero de poder: Simón hijo de César Gaviria, Juan Manuel hijo de Luis Carlos Galán y Miguel nieto de Julio César Turbay.

Pero su trabajo fue por delante: a los 28 años se convirtió en el presidente del Concejo más joven en la historia de Bogotá. Eran tiempos en los que Gustavo Petro era alcalde y Miguel Uribe fue un acérrimo veedor y opositor, especialmente por los vacíos en la propuesta educativa que tenía la Alcaldía, pues no se construyeron los colegios prometidos y las horas de extraclase no tuvieron éxito.

Parece que la vida de Miguel Uribe Turbay estuvo marcada por llegar temprano a todas las cosas. En 2016 Enrique Peñalosa lo convocó para ser secretario de Gobierno de Bogotá, siendo la persona más joven en llegar a ese cargo en la historia de la capital; siempre se defendió de que lo acusaran por los pocos años que tenía al ocupar cargos tan importantes, solía decir que juventud no era sinónimo ni de falta de experiencia ni de poca inteligencia. Del cargo salió casi tres años después para ser candidato a la Alcaldía. Muchos de los que lo oyeron de cerca en aquella campaña recuerdan que tenía un don natural para hablar con la gente, una idea totalmente apartada de la que le habían creado sus malquerientes en redes sociales.

En 2011 María Claudia Tarazona se cruzó con la vida de un muchacho casi diez años menor que ella, ese muchacho era Miguel Uribe Turbay, que se movía por las calles de Bogotá haciendo campaña. Tarazona buscaba apoyo para un proyecto de cooperación internacional cuyo objetivo mejorar la vida de los menores de edad de los barrios más pobres. Después de una reunión, el trabajo se le volteó, pues terminó siendo la persona que organizó a los voluntarios que ayudaron en la campaña al Concejo. Dijo Simón Gaviria a El Tiempo: “Cuando María Claudia llegó a la campaña, le imprimió el orden y la estructura que Miguel estaba buscando encontrar”. La historia está contada: ganaron.

Tarazona diría años después: “Ahí empecé a descubrir una faceta de Miguel que es muy apasionante, y fue la madurez con la que Miguel asumió dos cosas muy importantes que estaba viviendo en su vida paralelamente: una fue el cargo de concejal, donde él decidió ser opositor del alcalde Gustavo Petro. Y a la vez asumió una relación con una mujer que tenía tres hijas, que era yo”.

Se casaron en 2016. Dijo Miguel Uribe a Eva Rey el año pasado: “Las hijas de mi esposa tienen 22, 20 y 16 años, y yo las conocí cuando tenían 9, 7 y 3. No es fácil, pero ha sido una de las mejores experiencias de mi vida. Yo las amo como si fueran mis hijas. Recuerdo que para mí fue muy nuevo que mi esposa empezara a hablar de temas como los novios, el alcohol, la droga con las niñas, pero ellas han sido muy juiciosas”. Con apenas 29 años, el por ese entonces candidato al Senado ya vivía lo que un hombre entrado en sus cuarenta asume con los hijos adolescentes. No es una ligereza: Miguel llegó antes a todo.

Los unió como pareja, le dijo Miguel a Eva Rey, la idea de tener hijos juntos. En una oportunidad, más o menos en 2019, en una visita a la iglesia Ministerial de Jesucristo les profetizaron que tendrían ese hijo que tanto anhelaban. Sucedió y nació un año después Alejandro Uribe Tarazona: hijo menor, varón solitario, de cuatro años, ahora —como el padre en su momento de 1991— dueño de una herencia, de un legado no pedido.

Miguel se hizo en sus últimos años de vida con una misión que nadie le entregó, pero que puso en la herencia que le dejó su madre por luchar contra la injusticia, se hizo opositor del gobierno de Gustavo Petro —“estoy permanentemente recorriendo Colombia porque hoy la gente está sufriendo por un gobierno indolente. Claro que le doy duro a Petro, no por argumentos personales, sino porque yo quisiera un gobierno que solucionara los problemas que hay”— y se encaminaba a ser el candidato único del Centro Democrático, pues tenía el cariño del expresidente Álvaro Uribe Vélez —como le pasó a Iván Duque en 2018—, de José Obdulio Gaviria y de empresarios antioqueños. Pero como aquel día de enero de 1991, cuando murió su madre por un balazo, así Miguel Uribe Turbay: muerto por el balazo de un sicario-niño. Como a la orfandad, a Miguel Uribe lo llevaron muy temprano a la muerte.

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