¿Qué le confiere a una obra la categoría de clásico? Doy la respuesta corta: su capacidad de generar preguntas y reflexiones, a pesar del paso del tiempo. Precisamente eso pasa con Horizontes, el cuadro de Francisco A. Cano. Al menos eso quedó claro en la tarde de este 29 de septiembre, cuando los actores Meliza Arango y Nicolás Sánchez, de la Corporación Legados, llegaron a la Plaza Botero vestidos con los atuendos de la pareja de la pintura. Al verlos acompañados de una escenografía que recuerda el paisaje pintado por Cano, los transeúntes sintieron curiosidad, se acercaron, tomaron fotografías, se dejaron interpelar por los actores.
Las dos funciones del performance –la otra será este martes, 30 de septiembre, a las cuatro y media de la tarde en la Plaza Botero– hacen parte de la programación de Vive la Plaza, un evento que irá hasta el 5 de octubre, organizado por el Museo de Antioquia en el marco de la Temporada Cultural.
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Según explicó Arango, la corporación ha preparado la propuesta durante tres meses, con el objetivo de reconocer la obra original desde una lectura física y participativa.
La presentación inició con una recreación estática de la pintura, en la que dos actores y un bebé representado con un elemento de escenografía posaron ante un telón de 2,10 metros de ancho por 1,50 de alto que reproduce el paisaje de la Antioquia rural. Durante unos cuantos minutos, los artistas permanecieron inmóviles, para luego iniciar un desplazamiento por la plaza en un ciclo que se repitió a lo largo de una hora.
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La segunda parte del ejercicio consistió en interactuar con el público. Los actores preguntaron a los asistentes por su ciudad, sus sueños y sus horizontes. Posteriormente, los invitaron a escribir esas ideas en un tablero dispuesto como parte de la escenografía. Arango explicó que la propuesta pretende establecer un paralelo entre los procesos históricos de la Antioquia de comienzos del siglo XX y los fenómenos actuales. Recordó que la obra de Cano se sitúa en una época de cambios profundos, cuando el fin de la minería obligó a muchas familias a buscar nuevas formas de subsistencia y a colonizar territorios. Esa dinámica, señaló, generó nuevas mezclas culturales y un desarrollo regional que marcó el crecimiento de Medellín y de otros municipios.
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