El padre de Javier López compró su finca en Jardín de Tamaná hace más de cincuenta años y la dedicó a la cría y venta de ganado. Y aunque Javier no nació allí, desde niño heredó esa afinidad por el campo. Esto lo llevó a estudiar Administración de Empresas Agropecuarias, en la que descubrió que la agroindustria es la transformación de los productos del campo para darles valor agregado.
Con esa idea tomó las riendas de la finca. Al inicio vendía solo leche, pero las dificultades del sector le mostraron la fragilidad del productor, por lo que decidió montar su propia planta de transformación y la llamó K2, como el distintivo que llevan sus vacas.
El primer intento fue en un local alquilado en Caucasia, donde los requerimientos técnicos de salubridad no fueron aceptados por el propietario. Así que construyó la planta en la finca. La empresa, familiar desde el origen, hoy cuenta con su esposa, Cristina Duque, como representante de ventas, y sus dos hijas que también lo apoyan.
La planta transforma diariamente unos 1.500 litros de leche y en épocas altas más de 3.000. Allí producen mozzarella, queso fresco, mantequilla, cuajada de búfala y otros derivados, según la demanda. La empresa integra toda la cadena: producción primaria, compra, transformación y transporte.
Una parte central del proyecto son las búfalas con las que producen quesos más cotizados por su alto valor nutricional. Javier dice que en la región la cultura del búfalo está creciendo: “El clima les favorece y los ganaderos ven buenos resultados en leche y carne”.
La innovación agrícola está acompañada también del compromiso ambiental. La finca está certificada en bonos de carbono gracias a la siembra y conservación de especies nativas, la protección de nacimientos de agua y la instalación de sistemas silvopastoriles que garantizan el bienestar animal. Allí han realizado jornadas con productores de la zona para mostrar cómo es posible hacer ganadería sostenible. “Podemos ser un pulmón verde para la región”, afirma.
Esa restauración ha permitido que aves como los guacamayos o colibríes endémicos conserven sus hogares y alimenten el ecosistema que sostiene la economía.
Javier recibió el premio Antójate de Antioquia. Además, la Cámara de Comercio de Medellín para Antioquia le ha brindado acompañamiento profesional para mejorar su rentabilidad y elevar su capacidad competitiva a través del programa Fábricas de Productividad y Sostenibilidad.
Después de 25 años de insistencia, aprendizajes y resistencia, Javier afirma que si él pudo, los demás también: “Transformar lo propio es duro, pero gratificante. Y ojalá más gente se sume a producir bien, cuidar la tierra y trabajar en legalidad”.
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