La campaña del presidente Donald Trump difundió en redes sociales tres videos sobre su rival demócrata. En uno el exvicepresidente aparece dormido, en otro “escondido” -y solo- en un sótano y en un tercero se afirma: “Usted no estará seguro en los Estados Unidos de Joe Biden”.
Todos los videos fueron etiquetados como contenido falso o manipulado por grandes redes sociales y verificadores de hechos.
Si bien las campañas negativas han sido habituales en la política estadounidense, el uso de imágenes alteradas digitalmente por los equipos de Trump y otros candidatos en 2020 preocupa a los gigantes tecnológicos.
Twitter ha tomado medidas enérgicas eliminando o etiquetando varios de los mensajes del presidente. Facebook, citando el riesgo de disturbios civiles, anunció el jueves pasado que no permitiría nuevos anuncios políticos en su plataforma en la última semana de la carrera hacia las presidenciales del 3 de noviembre.
Quedan dudas sobre si esos mensajes, casi imposibles de detener una vez que se vuelven virales, están influenciando a los votantes, pero ya se ha cruzado una línea.
“Existe una larga tradición de que los políticos enfrentados presenten las palabras o creencias de sus oponentes de manera editada, ¿no? Eso es parte de la política”, dice Ethan Porter, profesor asistente de medios y asuntos públicos en la Universidad George Washington.
“Por otro lado, los partidarios de Trump están llevando a cabo en parte una campaña completamente separada de la realidad, en formas que tienen poco o ningún precedente en la historia política estadounidense”, remarca.
La campaña de Biden aún no ha recibido el mismo tipo de censura que la de Trump.
¿Puede acaso la voluntad de manipular anuncios y videos políticos de manera tan evidente producir resultados?
El promedio de la encuesta de Real Clear Politics apenas cambió después de la convención republicana, donde Trump intensificó sus ataques contra Biden, quien está siete puntos por delante del presidente en los sondeos a nivel nacional. Pero los llamados “estados bisagra”, donde la suerte de los partidos casi nunca es predecible, siguen siendo una incógnita.