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Partido Liberal: adversario no declarado del Gobierno

La colectividad liderada por el expresidente Gaviria respaldó a Duque en segunda vuelta, pero ha sido un aliado difícil de recuperar en el Congreso.

  • El expresidente César Gaviria (1990-1994) está al frente del Partido Liberal desde 2005. Durante el gobierno de Santos fue uno de los impulsores del proceso de Paz. FOTO Colprensa
    El expresidente César Gaviria (1990-1994) está al frente del Partido Liberal desde 2005. Durante el gobierno de Santos fue uno de los impulsores del proceso de Paz. FOTO Colprensa
13 de diciembre de 2019
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Cuando el Partido Liberal anunció que apoyaría la candidatura de Iván Duque en segunda vuelta presidencial, el 30 de mayo de 2018, el líder del partido, el exmandatario César Gaviria, declaró con optimismo: “No hay ningún tema inzanjable con Duque”.

La realidad ha demostrado lo contrario. En la frágil búsqueda de mayorías del Gobierno en el Congreso durante estos 16 meses, el Partido Liberal, declarado como independiente, ha sido en varias ocasiones un obstáculo más concreto para el Gobierno que la misma oposición.

Fue así esta misma semana, cuando tras una reunión en la casa del expresidente, los liberales anunciaron que votarían en bloque en contra de la reforma tributaria que el Gobierno tiene como máxima prioridad y busca aprobar contra el tiempo.

La decisión no fue unánime. Según asistentes a la reunión consultados por EL COLOMBIANO, hubo una votación en la que unos 21 de los 35 representantes y 11 de los 14 senadores, se impusieron con la opción de rechazar la tributaria.

Las fuentes señalan que en el partido hay una pugna entre un sector que respalda al Gobierno, que tiene entre sus líderes al actual presidente de la comisión tercera de la Cámara, John Jairo Roldán, –y en la que se incluirían el resto de congresistas de esas comisiones económicas, que votaron a favor de la tributaria en el primer debate–, y la línea de Gaviria, quien ha demostrado que la segunda bancada más grande del Congreso, después de la del Centro Democrático, puede poner en problemas al Gobierno.

Obstáculo recurrente

El lugar del Liberal como una piedra en el camino para el Gobierno fue más claro durante la primera legislatura, con la designación como presidente de la Cámara del representante de Carlos Chacón, ficha de Gaviria, quien sirvió como un jefe de máquinas que, con su control sobre la agenda, podía meter el freno cuando así lo querían.

Así se hundió la reforma a la justicia, promovida por la entonces ministra Gloria María Borrero. Chacón dio el golpe de gracia en diciembre de 2018, cuando usó su poder sobre el orden del día para programar una plenaria de la Cámara a la misma hora que el Gobierno buscaba votar un último recurso para salvar la iniciativa, cuyo fracaso terminó marcando también la salida de la ministra.

En abril, en la coyuntura de las objeciones del presidente a la Ley Estatutaria de la Justicia Especial para la Paz, el Liberal volvió a oponerse al Ejecutivo y desde el Congreso movió sus números para tumbar la decisión presidencial que, en la práctica, dejaba a la justicia creada por el Acuerdo de Paz sin un piso para operar.

El Partido Liberal fue una molestia para el partido de gobierno también en las elecciones regionales. En Medellín, el candidato por el movimiento Independientes, Daniel Quintero, contó con el respaldo de figuras del liberalismo como el senador Iván Agudelo, el más cercano a César Gaviria en Antioquia. También, aunque indirectamente, tuvo el visto bueno del propio Gaviria, a quien Quintero conocía de su época como viceministro de las TIC por el liberalismo en el gobierno de Juan Manuel Santos.

Fue así como un candidato muy relacionado con los liberales terminó ganándole la capital del departamento al aspirante del Centro Democrático, Alfredo Ramos.

Gaviria, unificador a medias

En 2005, César Gaviria regresó a la política para enfrentar a Álvaro Uribe en su primera reelección. Desde entonces, de acuerdo con Juan Federico Pino, analista político de la U. Javeriana, se ha constituido “como el último de los expresidentes de partidos tradicionales que mantiene poder político”.

Esa influencia, sin embargo, no es absoluta. El Gobierno ha optado por saltarse la negociación con el exmandatario y en ocasiones ha pactado directamente con parlamentarios que sabe afines.

Roldán, por ejemplo, reivindica directamente el vínculo del partido con el Gobierno: “Votamos por este presidente, queremos que le vaya bien. Lo que pasa es que si fuimos importantes para apoyarlo, también deberíamos serlo para construir el país. Duque tiene una deuda con el Partido Liberal”.

Pero no solo el Ejecutivo mina la coherencia liberal, también el propio Gaviria, quien en palabras de Pino “tiene una relación esquizofrénica con este gobierno”, al punto de que el Partido sufrió en 2018 una fractura con la salida de un sector, liderado por el exministro Juan Fernando Cristo, que rechazó la adhesión a la campaña de Duque.

Desde entonces, el expresidente se esfuerza por mantener una calculada distancia con el Ejecutivo, enviando a veces señales dobles, como si pretendiera no romper del todo la relación. Se enfrenta, sin embargo a diferencias radicales, como la visión sobre el Acuerdo de Paz, en las que como señala Pino “un voto en contra liberal pone en peligro un legado que el propio partido reivindica”.

Su encrucijada podría resumirse con la consigna del líder histórico del partido, Rafael Uribe Uribe, quien solía decir: “Ser liberal es un honor que cuesta”. La duda, de vuelta al presente, es si ese precio se paga con ideas o con puestos

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