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La rueda ha sido uno de los inventos más grandes de la humanidad y fundamental en el desarrollo de la movilidad del futuro. Hoy no existen limitaciones, el pasado nos inspira a seguir creando lo que vendrá mañana. Es la capacidad de los “evolucionarios” para proyectar el futuro.
Curiosos, conscientes, creen en las causas sociales, competitivos, involucrados con el medio ambiente, sencillos, cautos, maduros, autodidactas, libres y, sobre todo, la primera ola de nativos digitales al 100%. Así son los “evolucionarios”, personas que no se enmarcan en una sola etiqueta, sino que por el contrario las tienen todas.
Son ellos los encargados de cambiarlo todo, de hacer de nuestra vida un asunto menos complicado. Se rigen únicamente por las tendencias, por lo nuevo, por lo diferente. Las ideas son el motor del cambio, cada vez son más los que edifican un mundo diferente y que lo ajustan al ritmo que desean.
En la mente de los evolucionarios no existen barreras, hay espacio para innovar, romper moldes y encaminar su pensamiento al mañana. Las fronteras no tienen límites, hay soluciones, hay caminos y alternativas. De eso se trata la evolución.
Nos son los millennials, ni los baby boomers, ni la generación X o Y, “evolucionario” es aquel que no está de acuerdo con el presente y pone la primera piedra para edificar el futuro. Inventamos la rueda y nada se detuvo allí. Detrás de la primera carroza en el siglo XI, del primer vehículo a vapor, del primer motor de combustión interna, del primer carro eléctrico, del primer automóvil autónomo, estuvo la mente de un “evolucionario” con la necesidad de mejorar al mundo.
La autonomía puede entenderse de muchas maneras, pero nada define mejor a los “evolucionarios” como esta palabra. Proviene del griego ‘auto’ (uno mismo) y ‘nomos’ (norma), lo que traduciría en la norma de uno mismo. Esa es la única regla: vivir por sus propias decisiones, sin ningún tipo de intervención.
Un mundo mejor se obtiene desde la construcción, desde la creación de cosas nuevas, desde el deseo de ser feliz, desde pensar en el otro. Todos sabemos que es posible marcar la diferencia, no importa cuán grande o pequeño sea nuestro aporte, pero al fin de cuentas, es un aporte. Sin las pequeñas acciones, no sería posible nuestra cotidianidad.
Todo empieza así, desde lo pequeño. Para la creación de un automóvil, lo primero no son las llantas, ni la carrocería, ni el motor. Todo empieza desde una idea, desde un boceto, desde saber lo qué necesitan las personas, y ese es el propósito final que debemos trazarnos.
Los vehículos autónomos están cada vez más cerca. Hace 10 años era imposible pensar en un vehículo que se condujera solo, que planificara la ruta, que se comunicara con el entorno, que hiciera todo mucho más seguro.
No son utopías, son ideas que se vuelven hechos, ideas que vienen de la cabeza de un “evolucionario”, de alguien que busca trascender y dejar huella. Y tú ¿cómo en qué quieres evolucionar?