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El puma y el jaguar tienen quién los proteja en las montañas de Antioquia

A través del programa Huella Viva se adelantan 5 proyectos en esa región y el Magdalena Medio antioqueño.

  • El proyecto Huella Viva ha logrado avistamientos de grandes felinos, como el jaguar y el puma, en los territorios del Oriente y el Magdalena Medio antioqueños. FOTO cortesía programa huella viva
    El proyecto Huella Viva ha logrado avistamientos de grandes felinos, como el jaguar y el puma, en los territorios del Oriente y el Magdalena Medio antioqueños. FOTO cortesía programa huella viva
06 de diciembre de 2018
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Hasta hace unos meses, María Henao, habitante en la vereda San Antonio, en las altas montañas del municipio de San Luis (Oriente), les tenía tanto pánico a los felinos, que ella y su esposo estuvieron a punto de irse de su territorio, pues además de temer por sus vidas, estos animales eran una verdadera amenaza para sus reses y sus caballos. No había sosiego.

“Hubo un momento en el que no podíamos dormir, los animales tampoco, eran toda la noche relinche que relinche y el tigre detrás de ellos, nos íbamos a desplazar”, narra María, quien al final terminó quedándose en su finca, donde hoy vive feliz, sin miedo a los felinos y en total armonía y convivencia con ellos.

Pero esto fue posible gracias a que hasta su predio llegó el programa Huella Viva, de la Fundación Grupo Argos, que promueve la conservación de la naturaleza en las cuencas Samaná Norte, Cocorná y Nare, en el Oriente lejano y el Magdalena Medio antioqueños.

El proyecto, que surgió hace un año en una alianza público privada entre la fundación, Celsia, Cementos Argos, Cornare y la fundación Amazonas, con el Instituto Humboldt como apoyo técnico, trabaja tres temas clave: la protección del recurso hídrico, la biodiversidad del territorio y el conflicto de los felinos, especialmente el del jaguar y el puma con los humanos.

Según María Camila Villegas, directora de la Fundación Grupo Argos, esta es una zona de altísima diversidad, con muchas especies endémicas (exclusivas del territorio), “pero de muy alto conflicto entre los felinos, los campesinos y los hacendados, porque ellos les matan el ganado y se meten a sus predios”, explica.

A través de técnicas de ahuyentamiento como emisión de luz con simulación de movimientos, cercas eléctricas y la implantación de modelos de producción para restauración de áreas degradadas, Huella Viva logró no solo que María se quedara en su tierra, sino también que hoy sea una aliada en la protección del agua, la naturaleza y los felinos.

“Ahora entiendo que los pumas y los jaguares son parte de estos montes, que antes acaban con las guaguas y conejos de monte, que se comen la yuca, el plátano y nuestros productos”, sostiene María.

Zonas específicas

Pero no es tarea fácil abocar la protección y restauración de un territorio conformado por 32.000 hectáreas, en el que hay desde zonas de alta montaña hasta extensos valles productores de ganado.

El foco de Huella Viva es, ante todo, la protección de los felinos, porque garantizándoles la vida a ellos se asegura la protección de todo el ecosistema en el que habitan.

Wilson Ramírez, coordinador del programa de Gestión Territorial del Instituto Humboldt, indica que este proyecto es pionero en la unión de entidades privadas y públicas para un fin específico, el cual consiste en estimular la investigación y establecer como prioridad la protección de un territorio con un objetivo común.

“Con Huella Viva tenemos un territorio mejor planificado y organizado, lo que posibilita realizar un ejercicio de planificación espacial en cuencas estratégicas, lo que ayuda a tomar decisiones acordes con las necesidades de cada área: saber si en una zona hay que restaurar o conservar ecosistemas, dependiendo de su nivel de degradación”, dice Wilson.

Por lo vasto del área, no todas las zonas necesitan el mismo tipo de intervención. Así, en algunas lo fundamental es proteger el recurso hídrico y la biodiversidad; en otras, la necesidad obliga a emprender tareas de reforestación y polinización; y en otras, implementar sistemas de protección que impidan que los felinos ataquen el ganado y se conviertan en objetivo de los campesinos y ganaderos en defensa de sus predios.

“Cuando iniciamos el proyecto, ya Cornare tenía un trabajo adelantado de identificación del territorio, pero fuimos avanzando y hoy hay 156 predios identificados con un potencial conflicto felinos-humanos”, señala Villegas.

Más armonía y producción

En este primer año, el programa realiza un piloto en cinco predios de los municipios de San Luis, San Francisco y Puerto Triunfo. En esta última población (Magdalena Medio), en el corregimiento Doradal, la beneficiaria es una finca ganadera donde se pasó de los constantes ataques al ganado y muchas pérdidas, a un negocio próspero. Esto, a través de la combinación de estrategias y técnicas de defensa.

“Implementamos la ganadería regenerativa, que trabaja el pastoreo de ultra y alta densidad (puad), con cercas móviles y eléctricas, que orientan al ganado, y desplazamientos en manada para evitar ataques a las reses, con 15 movimientos por día”, explica Román Jiménez, el dueño del predio.

Sostiene que con el cambio, tiene rendimientos más altos en reproducción, ganado de mejor condición física y mejores ganancias económicas.

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