Neoliberalismo vs. Socialismo del Siglo XXI: la muerte de la integración económica latinoamericana.

Agosto 8 de 2017

 

Lo que significaba la Integración Regional Económica.

La historia de los procesos de integración regional se empezó a escribir en la década de 1950 cuando los europeos comenzaron a construir su “casa común” después de las grandes guerras del siglo XX. Ya desde 1960, Latinoamérica emulaba al viejo continente con la firma de ALALC. Sin embargo, la apertura de las economías latinoamericanas después de la crisis de la deuda externa en el decenio de 1980, trajo consigo una revisión de los modelos de desarrollo lo que se tradujo en una propuesta de Regionalismo Abierto que CEPAL trató de explicar como un proceso de integración que no se centraría en los beneficios fiscales (altos aranceles a terceros)  -tal y como fue el regionalismo de las décadas anteriores-.

La integración latinoamericana (1960-1990) se puede explicar de la siguiente manera:

– estimulaba la industria regional, manteniendo altas barreras a las importaciones de terceros países;

– se inspiraba en un pensamiento latinoamericanista, estructuralista y, hasta cierto punto, antiimperialista;

– se beneficiaba, desde la teoría ortodoxa de Viner, de los efectos de creación y desviación del comercio. (Cardona, 2017, p.agina 81).

Sin entrar en detalles del cambio, el hecho es que el Regionalismo Abierto que se erigió con el neoliberalismo y las aperturas económicas de la última década del siglo XX, se había entendido como un proceso en el que:

– se bajarían las barreras a terceros países y

– se atraería inversión extranjera para aprovechar su know how y desarrollos tecnológicos.

 

Lo que está pasando en realidad.

Tal y como lo explico en el libro que publiqué hace poco y que ya puede ser descargado totalmente gratis (La Organización Mundial de Comercio y los TLC: ¿reinventando el Sistema Mundial de Comercio), la realidad del supuesto Regionalismo Abierto dista mucho de los ideales de integración que se propuso América Latina en la segunda mitad del siglo pasado.

libro OMC y TLC

1. No hay un propósito latinoamericanista.

En las décadas pasadas, de alguna manera, élites locales, sindicatos, partidos gobernantes y académicos promovian un modelo de desarrollo industrializador que se fundamentaba en el proteccionismo y la unidad latinoamericana como estrategia. A pesar de esporádicos desacuerdos, los países de la región ejecutaron políticas de sustitución de importaciones en mercados ampliados y de promoción de exportaciones, lo que se tradujo en un fortalecimiento de la agroindustria y de otros sectores de la industria manufacturera. Con ALALC-ALADI, MCCA y el Pacto Andino, principalmente, la región, aunque de modo desequilibrado, se modernizó y redujó su carácter de economías rurales monoexportadoras.

Hoy no sucede nada de eso. Los países se han dividido: gobiernos neoliberales y otros más enfocados en nacionalismos o en ideologías de izquierda (autodenominadas del Socialismo del Siglo XXI), se confrontan abiertamente en lo político y en lo económico. La partida parecen estarla ganando los neoliberales y la consecuencia está siendo la desintegración regional.

 

2. No hay una modernización del aparato productivo.

Con pocas excepciones, la economía latinoamericana ha retrocedido en términos de modernización, diversificación y sofisticación de sus aparatos productivos. Naciones que eran autosuficientes en materia de alimentos y diversas materias primas con desarrollo en algunos sectores de industria liviana  (Colombia, por ejemplo) se han ido transformando en proveedores de commodities de la minería, abandonando su incipiente sector manufacturero, deteriorando el medio ambiente y abandonando su seguridad alimentaria. Con la apertura económica los países de la región, con un par de excepciones (Brasil y México), se han convertido en importadores de todo tipo de manufacturas, se han desindustrializado y han abandonado el campo. Los consumidores de estos países acceden a productos de alta tecnología y están conectados con el mundo; sin embargo, la sostenibilidad de este estilo de vida es dudosa puesto que la minería es proveedora de bienes no renovables, a la vez que el deterioro ambiental producto de la misma, en muchos de los casos, es irreversible.

¿Por qué está pasando esto?

3. Hay más TLC pero menos integración.

La integración regional económica, en su acepción más simple, se entiende como un proceso gradual de unificación y homogeneización de los mercados, a través del incremento de la interdependencia comercial, tecnológica, financiera e, inclusive, cultural. Un ejemplo de esta interpretación es la Unión Europea, bloque que ha roto las fronteras nacionales para los movimientos de mercancías, de capitales, de servicios e, incluso, de mano de obra.

América Latina anda en otra dirección. Los acuerdos regionales se derrumban, se estancan o se desdeñan. ¿Quién se acuerda de la Comunidad Andina de Naciones y su proyecto de crear una Unión Aduanera? El Mercosur es un ping pong entre neoliberales y proteccionistas (desde moderados hasta los del socialismo del siglo XXI), el G3 se convirtió en G2 y de la ALADI ya nadie habla. Sólo hablamos de los TLC.

El tema no son los debates ideológicos de los gobiernos de las dos últimas décadas. La pregunta que nos hacemos es si América Latina piensa en la integración como una estrategia para el desarrollo. Todo indica que no. Lo que tenemos es una proliferación de TLC que no llevan en su interior el ADN de la integración sino que son vehículos para que las Cadenas Globales de Valor accedan a materias primas y coloquen sus productos terminados, sin mayores barreras, en nuestros mercados. Con excepción de México, Brasil y Chile, la región está ausente del potencial de desarrollo que ofrecen dichas cadenas Adicionalmente, tampoco estamos desarrollando estrategias alternativas, por ejemplo, clusters regionales o parques industriales para estimular nuestra industrialización, diversificación y sofisticación de la oferta exportadora.

El auge de TLC interregionales, tal y como pretendo demostrarlo en el libro, sirve para dinamizar el propósito de la OMC de un comercio más libre a nivel global, pero va en detrimento de los proyectos de desarrollo regional integrado, estrategia que en la actualidad les sería tan valiosa a naciones aún subdesarrolladas que dicen ser “mercados emergentes” pero que no lo son. Hay una gran brecha entre China, India o Corea, líderes de las economías emergentes, y lo que pasa en Colombia, Ecuador, Bolivia, Argentina, Perú o Venezuela.

Estas últimas no emergen…se sumergen.

 

 

 

Leer el entorno económico: reto de todo empresario,…especialmente en días de crisis.

Agosto 1 de 2017. (Este artículo cuenta con cuatro videos didácticos, cortos, de mi autoría, que ayudarán a la comprensión del tema en cuestión: el entorno económico de las empresas.)

 

1. El problema no es la desaceleración coyuntural, es la desindustrialización crónica.

En estos días tanto el FMI como el gobierno colombiano han movido a la baja sus expectativas de crecimiento económico. La incertidumbre se posa sobre el ambiente empresarial.

Por ello, no es coincidente que algunos colegas, consultores y emprendedores colocan en nuestra mesa de discusión, cada vez con más frecuencia, la pregunta ¿qué deben hacer los empresarios en este momento? Y mi respuesta es reiterativa: el problema de fondo no es la desaceleración del crecimiento, es algo más profundo; algo que se hizo evidente con la caída de los precios internacionales del petróleo hace tres años pero que comenzó hace un cuarto de siglo y que se llama “desindustrialización del aparato productivo colombiano”.

La apertura económica, iniciada en las postrimerías del gobierno de Virgilio Barco (1986-1990), se justificó como un cambio de modelo que nos llevaría a la modernización del aparato productivo. La realidad ha sido otra, apalancados en una economía cada vez más primaria (producción y exportación de hidrocarburos y otros minerales), el que se ha sofisticado es el consumo, con un comercio que nos abastece cada vez más con bienes importados. Nuestra capacidad de producir bienes está más subdesarrollada que en la década de 1980.

Por ello, me parece relevante voltear la pregunta y dejar de preguntarnos por una coyuntura como la actual, la de la desaceleración. El problema es el largo plazo, así que mi recomendación a los empresarios es que dejen de dejarse enceguecer por la cortina de humo del corto plazo y miren prospectivamente: ¿hacia donde va la economía en el futuro? ¿cuál quiero que sea mi empresa en el largo plazo? Así que la invitación es a centrarse en la innovación y el emprendimiento. Esta crisis, esta coyuntura negativa debe ser tomada como un punto de partida para re-crear nuestras empresas. Si nos quedamos esperando que baje “un poco” la tasa de interés o que el gobierno ofrezca algún subsidio, entonces seguiremos caminando de paliativo en paliativo hacia la derrota final.

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Para que la innovación y el emprendimiento tengan sentido, o sea, sean opciones reales de éxito, es necesario que los empresarios hagan una lectura prospectiva del entorno, en todas sus dimensiones, desde lo sectorial hasta lo global. La lectura prospectiva implica el análisis de factores de cambio (ver el corto video sobre tendencias y potencialidades) para visualizar los dinamizadores de las transformaciones a largo plazo. La coyuntura es un pequeño bucle en una espiral que va mucho más lejos. Así, por ejemplo, el largo plazo no son los computadores o los teléfonos inteligentes (coyuntura) sino la nanotecnología y la integración tecnológica.

 

2. Los círculos del entorno económico: de lo sectorial a lo global (ver video).

El entorno sectorial es el más cercano al empresario. Si éste no conoce las características de su mercado (oligopólico o de competencia monopólica, por ejemplo); si no reconoce el poder de negociación de sus proveedores o clientes, etc. entonces, difícilmente podrá desplegar estrategias pertinentes que le eleven la competitividad de largo plazo. En este contexto, la propuesta de Michael Porter, conocida como “las cinco fuerzas del mercado”, es una herramienta didáctica de diagnóstico del entorno, que puede ayudar a los empresarios a comprender mejor la industria en la que se mueve. Para mayor ilustración preparé este corto video sobre “las cinco fuerzas del mercado“.

El siguiente anillo es el de la macroeconomía. Lo que para las empresas son los productos, los trabajadores y los precios -individualmente hablando-, para la macroeconomía son la el PIB, el empleo y la inflación. Esta vertiente de la economía se ocupa de los agregados económicos y comprender su dinámica, la interdependencia de variables y las motivaciones y formas de intervención del Estado sobre aquellos, es una herramienta de diagnóstico externo que ayuda a los empresarios a advertir situaciones y a tomar medidas estratégicas de cara a los retos del futuro.

Ahora, las variables del entorno económico no se pueden entender por fuera del escenario internacional, incluso mundial. Las economías son interdependientes, se abastecen recíprocamente de bienes, servicios, capitales e, incluso, mano de obra. Por lo tanto, la inflación, el desempleo y el crecimiento del PIB no se pueden entender en una dimensión autárquica. Cada vez más somos una aldea global, nos guste o no nos guste. Para entender la lógica y compenentes del análisis macroeconómico he preparado este corto video. Y es en este contexto global, de interdependencia, que se deben analizar, por ejemplo, los acuerdos internacionales de comercio como los TLC. No se trata sólo de una lectura del convenio en sí mismo, sino de una comprension de las capacidades productivas y de los potenciales de mercado de los países con los que se firman los acuerdos.

 

 

 

 

Crecer para distribuir o distribuir para crecer: el eterno dilema de la economía de mercado.

Julio 24 de 2017.

En Colombia se revivió un debate hace pocos meses, con un proyecto de ley que buscaba retornar el pago a los trabajadores, de una prima adicional cuando laboraran en horario nocturno, o sea, después de las seis de la tarde. Dicho recargo había existido hasta que Álvaro Uribe hiciera una reforma laboral en su primer período de gobierno (2002 – 2006).

Después de acaloradas discusiones se aprobó una fórmula cuasi-salomónica, que no satisface a los sindicatos ni a los gremios empresariales: pagar el recargo a partir de las 9pm.

La posición antagónica de trabajadores y empleadores sobre este tema, desnuda la histórica disputa entre “repartir para crecer o crecer para repartir”. Mientras los trabajadores consideran que la falta de una mejor remuneración desestimula la demanda doméstica y desacelera el crecimiento, para los gremios el sobrecosto laboral mengua la competitividad de las empresas colombianas.

Este es sólo un ejemplo de un debate centenario: ¿qué estimula más el crecimiento económico: reducir los costos de la producción –bajos salarios, bajos impuestos a la renta- o estimular el consumo con mejores salarios?

No vamos a resolver este dilema, pero sí deseamos ampliar los elementos de la discusión.

Para empezar, señalemos que hay dos pilares centrales en esta discusión. El primero consiste en reconocer que no siempre se puede aplicar una misma receta para optimizar el efecto. O sea, si una economía se halla desacelerada, como la colombiana en este 2017, las medidas a implementar no siempre tienen que ser las mismas. Así, en un país con una alta tasa de ahorro, incrementar el salario o bajar los impuestos al consumo puede traducirse en más ahorro con un bajo efecto sobre el crecimiento de la economía en el corto plazo. Pero, de igual manera, no hay evidencias empíricas de que una reducción en los costos laborales tenga que traducirse en una reducción de la tasa de desempleo.

El segundo pilar consiste en entender la economía como una dimensión del ser humano, pero no como la única. O sea, nuestras decisiones de producción, intercambio o consumo también se hallan delimitadas por nuestras creencias, valores, intereses sociales o por factores del entorno. Con este segundo elemento quiero destacar que las expectativas de comportamiento económico están marcadas por una multiplicidad de variables, sino, veamos:

¿Por qué si el Banco de La República ha bajado sus tasas de interés durante varios meses, esto no ha llegado a los consumidores finales? ¿Por qué los bancos aún no trasladan este beneficio a los usuarios?

¿Por qué si la economía está desacelerada y los salarios son bajos comparados con otras regiones, el consumo doméstico no se deprime en la misma magnitud? ¿Por qué las personas no reducen el consumo y el endeudamiento?

¿Por qué si el dólar se ha revaluado fuertemente con respecto al peso colombiano, la ecuación entre turismo al exterior y turismo receptivo no ha variado significativamente a favor de este último?

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Volviendo a la pregunta original: distribuir para crecer o crecer para distribuir, es claro que el dilema tiene componentes que se derivan de lo social, político, cultural, etc. Con esto quiero señalar que los gremios y los sindicatos, especialmente, centran sus discusiones en posiciones de intereses antagónicos pero desconociendo –o sea, negándose a comprender- los factores que explican los intereses y posturas de la contraparte. Eso hace que las discusiones sobre salarios, sobre impuestos o sobre gasto público terminen siendo círculos viciosos que nunca se traducen en acuerdos y que han traído como consecuencia la reproducción de un sistema económico subdesarrollado e inequitativo.

Con esta premisa no pretendo desconocer las relaciones dialécticas que caracterizan a las economías de mercado, sólo busco señalar que el subdesarrollo también se explica por decisiones basadas en fundamentos primarios que no reconocen la complejidad de la vida misma, de las relaciones sociales y de la economía en particular. Esto sin poner el acento en la falta de perspectivas de largo plazo a la hora de tomar decisiones económicas, las cuales son escasas en la mentalidad de los tomadores de decisiones económicas del país (gobierno, empresarios y sindicatos).

Lo anterior para concluir que aunque se ha probado en ciertos momentos históricos y lugares geográficos que distribuir mejor estimula el crecimiento, lo cierto es que Colombia se ha venido rezagando, ilusionada con un crónico pero precario crecimiento económico que no se distribuye equitativamente y que todo indica que no será sostenible hacia el futuro.

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Canción de despedida para una paloma que me enseñó a volar.

¡A mi madre!

Aún recuerdo mis tardes de infancia. El pueblo era pequeño con unas enormes araucarias en su plaza principal. Su majestuosidad sólo era comparable con el ícono gótico de la villa: la iglesia de Nuestra Señora de Las Victorias. Pero, ni El Parque de Las Araucarias, ni las grisaceas tardes, ni los emblemáticos termales,son los mitos que invaden mis recuerdos.

Lo que marca mis recuerdos de aquel nido en el que se convirtió el terruño, fue la seguridad que me prodigaba la presencia de mis padres. El gris otoñal que ornaba continuamente el cielo de Santa Rosa, aunado a las torrenciales lluvias que ennegrecian el pavimento de las pequeñas calles que recorrian el pueblo y los arreboles que despedian los atardeceres, despertaban en mí  fantasmas de inseguridad e incertidumbre que sólo desaparecían cuando cruzaba la puerta de mi hogar. Allí estaba ella, mi madre, con su sazón, con su mirada cariñosa pero firme, con su capacidad de diluir cualquier vestigio de miedo. Me sentía seguro.

Para construir ese paraiso, así recuerdo mi mundo pueril, estaban mi madre y mi padre. El también era vital pero su presencia era menos cotidiana. Los cafetales nos lo arrebataban varios días a la semana, aunque éramos recompensados los viernes o sábados cuando llegaba con las alforjas aromatizadas de frutos tropicales que hacían las delicias de nuestra cotidianidad. Mi padre era mucho más que un proveedor, era un hombre noble, un caballero a carta cabal. Era el esposo de mi madre, y ella era su polo a tierra en el hogar.

Mi madre era esa silenciosa y fiel esposa que, tras bambalinas, garantizaba que todo funcionara. Nunca sobró nada en mi hogar; pero tampoco nada hizo falta, con unas pocas monedas ella siempre hizo milagros. Aunque, pensándolo bien, en mi casa si había una sobredosis de risas, tranquilidad, amor filial y nunca faltaba ese exquisito sudado de res que ella preparaba todos los miércoles.

La infancia y la adolescencia las recuerdo como aquellos tiempos en los que se podía creer que la vida era perfecta: la felicidad se extendía a lo largo de 24 horas y esto se repetía 7 días a la semana. Y Lilia, así se llama mi madre, era artífice de que yo tuviera esas sensaciones, que aplacara mis miedos y que asumiera la posibilidad de volar lejos y soñar un poco más.

Fue al final de la adolescencia cuando supe que había sido bien entrenado, y que estaba listo para enfrentar nubarrones y tormentas más allá de las laderas de mi cafetero pueblo. Estaba listo para partir. Aunque mi padre titubeó, ella no dudó en hacer mis maletas. Llenó las alforjas con cariño y ternura. Fue firme antes de mi partida, aunque no olvido ese amanecer en el que me despidió en el portón de la vieja casa, entonces, unas lágrimas en sus mejillas me recordaron que tras esa ferrera voluntad se escondía una madre sensible que dejaba volar a uno de sus retoños.

No la volví a ver en más de siete años.

La mujer que hoy despido es la abuela de mi hijo, la esposa de mi padre y la hija de Ana, mi centanaria abuela que nos abandonó hace tan sólo unos años. Lilia fue una hija ejemplar, y cuidó de Ana con esmero y cariño hasta su último suspiro. Agradezco de corazón su abnegación para acompañar a papá en su enfermedad, al igual que a mi ausente hermano. Mamá nunca dudó, los acompañó con cariño y convicción. Ejemplar fue su dedicación.

Hace un par de años comenzó a ejercer como madre itinerante. Después de dedicar dos décadas a extender la calidad de vida de mi padre, mi hermano y mi abuela, enfermos y limitados, sus hijos le agendamos un periplo de cariñosos abrazos y besos en ciudades y paises donde hubiera nietos esperándola. Nietos que nacieron y viven en otras liatitudes, porque ella nos enseñó a volar.

Aunque ella fue el núcleo, todos estos años, alrededor del cual ha girado la vida de sus hijos, fue corto el tiempo que tuvimos para compartirle el inmenso mundo que nos impulsó a conocer. Vivió en el terruño toda su vida…y allí descansa en paz.

Adios, mamá, !vuela en paz¡

Capitalismo Consciente: ¿utopía o realidad?

Desempolvando mis libros de estudiante universitario recordé el gran debate alrededor de la relación entre el bien colectivo y el lucro privado en una economía de mercado. Smith y Ricardo, hace ya un par de siglos, modelaron una teoría que explicaba cómo, en busca del beneficio privado, las personas terminaban generando bienestar colectivo. Contrario a lo anterior, Marx, apoyado en los mismos principios de la teoría objetiva del valor, elaboró sus tratados sacerca de la primacía del interés privado de los dueños de los empresas sobre las necesidades colectivas de los trabajadores.

Hoy, en pleno siglo XXI, y después de seis lustros de preeminencia del capitalismo neoliberal (antagónico de un mercado con mayor injerencia estatal como el sugerido por Keynes a mediados del siglo XX), me encuentro con esta idea de un “capitalismo consciente”, categoría que ha sido trabajada y posicionada por Raj Sisodia en la última década, especialmente.

Hace unos días, la Institución Universitaria CEIPA realizó el evento Be Conference, en el cual algunos teóricos como Sisodia, profesor de Babson College, y emprendedores como Xavier C. Alpasa (Filipinas), Juan Manuel Lopera, fundador de Aulas Amigas, o los fundadodores en Barcelona y Medellín de la Casa de Carlota, compartieron sus propias experiencias del Capitalismo Consciente.

Históricamente, en el debate entre el interés público y el privado en una economía de mercado, las posiciones se habían quedado en el antagonismo que señalábamos al inicio: de un lado, una postura positivista que ve en el lucro privado y el egoismo, el motor para desarrollar el bienestar colectivo; y del otro, un paradigma crítico que señala la contradicción dialéctica entre los intereses públicos y privados.

Al respecto, conceptualmente hablando, Raj Sisodia señala un nuevo camino -una tercera vía- más que para entender la economía de mercado, para desarrollar empresa. Su tesis se fundamenta en la idea que “los beneficios privados no se persiguen, sino que, sobrevienen”; la esencia de los negocios debe ser la generación de valor social, la ganancia privada es un derivado, en otras palabras, una consecuencia.

Digamos que el concepto en sí mismo no me sorprendió. En las dudas existenciales me he ido decantando por la convicción de que los seres humanos somos una mezcla de genética y medio ambiente;  por lo tanto, considero que nuestro transitar por la vida es una espiral en la que conviven y se confrontan, permanente y dialécticamente, nuestros intereses personales con la convicción de un deber ser mas solidario, o sea, un ser de naturaleza social.

Sin embargo, más allá de los discursos conceptuales, hubo experiencias que me sorprendieron muy gratamente en este evento de CEIPA business school.

La experiencia que más me llamó la atención fue la de La Casa de Carlota, una empresa que se dedica al diseño y al arte y que tiene entre su equipo de colaboradores a jóvenes con sindrome de down y autistas. Lo que hace la diferencia en esta experiencia es que no se recurre a la lástima como fuente de ingresos, sino al talento creativo (diferente) de sus empleados. O sea, ellos logran demostrar (con evidencias concretas) que la creatividad particular de los autistas y jóvenes con síndrome de down puede generar diseños y obras de arte apreciables por los consumidores, esto es, por el mercado.

La Casa de Carlota es un claro ejemplo de un Empresa B o B Corp -como llaman a estas empresas que ejercen un capitalismo consciente-; puesto que se ha dedicado a un propósito noble, integrar a la sociedad y dar oportunidad de desarrollo personal a jóvenes que bajo un paradigma conservador parecían condenados a ser tratados como “eternos niños” sin mayores posibilidades de realizarse en ámbitos académicos, intelectuales, laborales o artísticos. Los jóvenes de La Casa de Carlota son creativos, son artistas y son económicamente independientes.

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Otra experiencia llamativa es la de las Aulas Amigas de Juan Manuel Lopera, quien cree en los “maestros inspiradores” para motivar a los estudiantes en sus dinámicas de aprendizaje. Convertir el aula en espacio amigable y a la clase en una actividad dinámica y motivadora, son algunos de los propósitos de Juan Manuel, quien cuenta que su idea nace de una vivencia personal en la que encontró un maestro inspirador que lo alejó de posibles escenarios de violencia como los que se vivieron en varias regiones de Colombia, tres lustros atrás. TOMi es una creación tecnológica de esta empresa que está ayudando a maestros de América Latina a ser verdaderos inspiradores.

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Capitalismo Consciente: una categoría que invito a estudiar con más cuidado, una propuesta nueva que busca estimular un verdadero desarrollo sostenible.