¿Mercado o Estado para salir de las crisis globales?

Giovanny Cardona Montoya, enero 17 de 2021.

 

Tal vez se pueda afirmar que la democracia imperfecta que conocemos y el capiltalismo, constituyen el mejor modelo socio-económico en el que la población de “Occidente” ha vivido a lo largo de los siglos. Si miramos hacia atrás, el feudalismo y la esclavitud fueron modelos socio-económicos y políticos mucho menos eficientes en lo productivo y más injustos en lo social. Pero, hoy no haremos una apología del actual sistema socio-económico, sino, una reflexión sobre sus capacidades para encarar los retos venideros.

Mercado o Estado. ¿Cuál de los dos es el mejor ordenador social?

La historia del capitalismo ha sido un péndulo entre librecambio y regulación estatal. Para los mercantilistas (con apogeo entre los siglos XV y XVII), el proteccionismo era fuente de riqueza (exportar mucho, importar poco); para Smith y Ricardo, la mano invisible del mercado generaba mayor bienestar (acceso a las mejores opciones del mercado por la intensa competencia); mientras que para Keynes (luego de las lecciones aprendidas de la gran recesión de 1929-1933), el mercado debería ser regulado.

Cada época ha sido “idonea” para hacer apología de alguna ideología económica y, al mismo tiempo, despotricar de otras. Desde hace más de tres décadas el pensamineto neoliberal se ha posicionado en la Academia, el Estado, el mundo empresarial y los tanques de pensamiento. Cualquier idea que huela a intervención estatal se “sataniza” o se le ridiculiza -seguramente lo mismo sucedió con los neoclásicos en los “tiempos de gloria” del keynesianismo-.

Sin embargo, a pesar de las doctrinas neoliberales, las dos grandes recesiones de este siglo XXI han sido atendidas por gobiernos neoliberales con recetas proteccionistas. Durante la crisis del mercado hipotecario (2007-2008), el Estado salió a rescatar bancos y a entregar recursos a los consumidores para dinamizar el mercado. De igual modo, en la actual recesión global, el Estado sale al rescate de empresas y a estimular el mercado de consumo con recursos públicos. Algunos hablan de la “socialización de las pérdidas”.

Con lo anterior quiero señalar que la historia está plagada de evidencias que demuestran que el mercado nunca ha sido capaz de sobrevivir por sí mismo, sino que ha recibido el salvavidas del Estado cuando la crisis adquiere ciertas dimensiones. La recuperación de la economía mundial después de la segunda guerra mundial fue igual. En esta misma dirección, los colombianos podemos recordar la crisis del sistema financiero en 1982. El Estado salió al rescate de la banca.

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Crisis económica, socio-ambiental y sanitaria. Un presente sombrío.

El año 2020 sacudió los cimientos de la economía mundial, pero hay dos cuestiones prioritarias antes de hablar de mecanismos para la recuperación económica. La primera es entender que esta crisis sanitaria no se irá de manera definitiva, sino que, dejará secuelas permanentes. La segunda cuestión tiene que ver con la anterior: el calentamiento global venía pisándonos los talones, ya está aquí, y sus consecuencias son de largo plazo. Por lo tanto, el método de análisis del ciclo económico (desaceleración, recesión, recuperación expansión) se quedará corto, no sólo para reconstruir “el edificio” en el futuro, sino, incluso, para “apagar el incendio” actual.

Algunos dilemas enfrenta la humanidad y requieren de respuestas estrructurales, no de paliativos. Y, me atrevería decir, dichas respuestas desbordan el debate entre Mercado y Estado como ordenadores sociales. Veamos:

1. Salud Pública: diversos autores señalan que otras pandemias vendrán y que el deterioro del medio ambiente también se debe entender como una “mutación” del planeta frente a los seres vivos que lo habitamos. En la actual crisis sanitaria, pocos sistemas nacionales de salud salen bien librados. En la post-pandemia, éstos deberán dar respuesta a fenómenos inexistentes, muchos de los cuales tendrán dimensión global.

¿Cuál es el mejor sistema de salud? ¿Hay buenas prácticas para emular o hay que dar vida a una nueva concepción de lo que denominamos salud pública?  Aquellos que hayan tenido mejores resultados en monitoreo, detección, aislamiento y control de contagiados y los que hayan logrado mayor nivel de respuesta efectiva en la atención oportuna de enfermos graves y salvarles la vida, podrian ser los referentes de buenas prácticas a seguir. 

2. Emisión de gases de efecto invernadero. Hace 48 años se llevó a cabo la primera cumbre de la tierra (Estocolmo, 1972), la cual, sirvió de megáfono multilateral para anunciar al mundo los peligros del calentamiento global. Casi medio siglo después la situación no ha mejorado. Al contrario, ha empeorado. La meta de no superar el calentamiento en 1,5 grados centígrados en 2030 no se va a cumplir, se va a superar con creces. A pesar de la convención de Kyoto, del Acuerdo de París o de los ODS, el mundo no recicla, los combustibles fósiles siguen reinando, la deforestación no se detiene, la ganadería continúa su senda contaminante y las fuentes de energía renovable no se posicionan en el mercado.

3. La inequidad socio-económica y la pobreza extrema. El PIB per cápita mundial superó los 11 mil dólares en 2019 (alrededor de 40 millones de pesos colombianos), sin embargo, aproximadamente 700 millones de personas viven con menos de USD$ 1,90 al día. La situación es peor aún: son 1300 millones de personas las que sufren de pobreza multidimensional -alimentación, vivienda, educación- En pocas palabras tenemos una gran riqueza global a la que no accede el 20% de la población mundial. Y el Banco Mundial estima que este número crecerá más del 15% como consecuencia de la pandemia del Covid.

Tenemos los recursos y la capacidad tecnológica y productiva para alimentar a todo el planeta, para darle techo y para educarlo, pero no lo hacemos.

4. Cobertura y Calidad Educativa. Con la pandemia del Covid la virtualidad tuvo que salir al rescate de los calendarios escolares. Sin embargo, además del debate que ha suscitado la calidad de la educación en tiempos de pandemia, también es cierto que se han desnudado debilidades que ya traían los sistemas educativos: familias sin acceso a Internet (pobres y/o campesinos) o sin dispositivos digitales (computadores, tabletas o teléfonos móviles); docentes y estudiantes que no tienen suficiente dominio de las TIC y modelos educativos tradicionales centrados en el docente y diseñados exclusivamente para aulas de clases presenciales.

En consecuencia, la oportunidad que puede ofrecer la educación virtual (currículos con fundamento pedagógico y didáctico para asegurar aprendizajes con amplia cobertura y acordes a una sociedad del conocimiento) no se está aprovechando. La improvisación que primó durante 2020 no ha permitido potenciar esta modalidad.

niño con computador y abuela en el campo

El reto venidero. La pregunta no es Estado o Mercado.

Hay un conjunto de características sociales, culturales, políticas y económicas del mundo moderno que fungen como tractoras de los fenómenos críticos arriba señalados o que no permiten provocar una ruptura a ciertas tendencias nefastas:

1. La cultura consumista. Green Peace habla de un sobreconsumo impulsado por el actual sistema económico, el cual debería ser sustituido por un consumo más racional y respetuoso con el medio ambiente. La frugalidad, la austeridad, el comercio justo y  los bienes ambientalmente limpios siguen siendo “excepciones” en la realidad comercial del mundo moderno.  Los precursores del minimalismo hablan de una maraña de medios de comunicación y redes sociales que atrapan nuestra conciencia y nos llevan a acceder a bienes y servicios que “no necesitamos”.

2. Exceso de información, escasez de educación. El centro de la educación debe ser la persona que se forma. Qué cada ser comprenda el mundo y asuma posturas propias frente a lo que sucede y se haga responsable de lo que dice y hace; qué desarrolle sus capacidades físicas e intelectuales; qué se prepare para vivir como ser individual y social; qué desarrolle pensamiento autónomo y crítico y sea feliz. De esa manera yo sintetizaría el sentido profundo de la educación como sistema social.

Sin embargo, hay millones de personas excluídas del sistema en todo el planeta, especialmente en los países subdesarrollados. Y esta brecha en cada país se evidencia al comparar la cobertura de las grandes ciudades con la del campo. Además de baja cobertura, hay serios problemas de calidad: un insuficiente uso de TIC, baja cualificación de docentes, una red global de información que mezcla conocimiento estructurado con información superflua y fake news. Hoy, cuando existe la mejor oportunidad de la historia humana de acceder a gran parte del acervo de conocimiento de la humanidad, enfrentamos serios problemas de desinformación, mala información, toma de decisiones y debates basados en argumentos infundados.

3. La monopolización de la riqueza y de los mercados. El capitalismo está cimentado en la economía de mercado y el respeto de la propiedad privada. Pero el keynesianismo no fue “némesis” del capitalismo, al contrario, lo salvó de su autodestrucción. Lo que demostró Keynes es que el mercado no se puede autorregular infinitamente, que la intervención del Estado puede suavizar las caídas y prolongar las expansiones del ciclo económico.

Pero el reto va más allá. El caso es que la actual concentración ha creado pulpos con un poder inconmensurable. El poder de las petroleras y de otras empresas mineras imposibilita que se tomen medidas radicales para avanzar hacia los combustibles renovables. La concentración del capital financiero global y su ingerencia en los procesos electorales no permite que se regulen prácticas del sector, como aquellas que sumieron a la economía mundial en una de sus peores crisis en 2008 (subprime).

Las empresas de Internet (Google, Facebook y otras) están concentrando un enorme poder cuyas consecuencias aún no podemos imaginar. La información que acumulan (sobre nuestras vidas personales) y la forma como la pueden estar utilizando es algo que apenas estamos empezando a comprender (recomiendo ver el documental Dilema Social). Incluso, pensar que bloquearon la cuenta del presidente de los Estados Unidos (independiente de la opinión que cada uno de nosotros tenga de Donald Trump), agudiza esta preocupación: ¿cuál puede llegar a ser el tamaño de su poder?

A pesar de la  riqueza existente no hemos sido capaces de proteger a millones de personas que deben salir día a día a buscar su sustento incumpliendo las exigencias de las cuarentenas sanitarias que esta pandemia nos ha obligado a implementar. No todo el que viola la cuarentena es un desobediente, a veces es simplemente un superviviente. Pensemos, en las personas que viven en la economía informal y en los millones de famiempresarios y microempresarios que están quebrando porque el sistema no es capaz de protegerlos en tiempos de crisis.

En otras palabras, afrontamos retos inéditos que no podrán superarse con la naturaleza y la magnitud de la concentración de la riqueza y de poder que se tiene actualment en el mundo.

4. El precario Sistema Multilateral. El calentamiento global y la pandemia del coronavirus no tienen solución a nivel nacional. Estos son problemas globales y requieren soluciones multiestatales. Pero ha sido imposible. La salida de Estados Unidos del Acuerdo de París, la ausencia de coordinación mundial para enfrentar el Covid y la rapiña que se evidencia para que cada gobierno trate de conseguir unas cuantas vacunas para su país, son una clara evidencia de que no hemos entendido que la solidaridad es fundamental para enfrentar problemas que cruzan fronteras.

El creciente poder de las grandes empresas multinacionales, la multipolaridad geopolítica y lo anacrónico del sistema ONU (que responde a realidades del final de la segunda guerra mundial) dificultan una respuesta multilateral a los retos venideros. Y el multilateralismo será fundamental para afrontar lo que se avecina.

La globalización nos trae lo mejor y lo peor del mundo, es una condición inevitable. Ahora sí estamos entendiendo las implicaciones de vivir en una “Aldea Global”.

 

 

 

El suicidio de la democracia real.

Giovanny Cardona Montoya, noviembre 3 de 2020.

Recuerdo hace un par de décadas cuando el partido socialista francés convocó a sus electores a votar en segunda vuelta por el conservador Jacques Chirac. ¿Y por qué? porque había que detener al ultraderechista y populista Frente Nacional (FN) de Jean Marie Le Pen. En 2017 se repitió la escena, esta vez los partidos de izquierda apoyaron a Macron para evitar que Marine Le Pen, hija del fundador del FN, tomara las riendas del país.

Por medio de procesos democráticos el mundo ha visto ascender al poder a políticos que representan la negación del pluralismo político e ideológico y de la división de las ramas del poder público. Políticos de talante totalitarista, autocrático o, incluso, teocrático, han llegado a regir los destinos de sus naciones gracias a procesos electorales pluripartidistas.

Hitler, Daniel Ortega, Hugo Chávez,  Robert Mugabe, Vladimir Putin o el mismo Donald Trump son algunos ejemplos de políticos que han usado la democracia para el ascenso a la cúspide del Estado y luego desdecir de sus instituciones.

¿Por qué la democracia sirve de escenario para que populistas, xenófobos, racistas, totalitaristas , guerreristas, negacionistas, etc. asciendan al poder por la vía legal?

Voy a proponer una respuesta a esta pregunta: la democracia a medias no es democracia.

Tenemos varios imaginarios sobre lo que significa democracia. El más común es el que hace referencia a “la voluntad popular”, “el contrato social” o el triunfo de las mayorías. Es una idea que viene de Rousseau y otros representantes de la Ilustración, quienes delinearon los principios de un sistema donde todos los ciudadanos son iguales, racionales y eligen a sus gobernantes.

Pero hay postulados menos idealistas. J. A. Schumpeter sólo reconoce la existencia de la democracia formal: las campañas, las convenciones, los discursos, el día de las elecciones, los escrutinios, etc. Pero, este autor austriaco-norteamericano cuestiona la existencia de la voluntad popular;  para él se trata de una categoría ficticia, utópica.

Schumpeter declara la existencia del Caudilismo Competitivo, que no es otra cosa que la puja de las élites por el voto de las masas. Este autor tiene una perspectiva denominada “realista” opacando la importancia del pueblo a la hora de elegir a los gobernantes. Para Schumpeter es claro que los vencedores en la contienda electoral no tienen compromisos con los votantes, lo que no significa que sus actuaciones no puedan verse como favorables a unos u otros sectores de la sociedad.

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Más dramática aún es la perspectiva marxista: no puede existir democracia con propiedad privada, ya que, las instituciones del Estado son coptadas por las clases propietarias de los medios de producción. En otras palabras, el Estado es la estructura política de las clases dominantes -la burguesía, no de los trabajadores.

Luego de ver estas tres perspectivas conceptuales, vamos a desarrollar la tesis que provoca esta columna. La democracia supone ciertas condiciones sin las cuales esta institución es simplemente formalidad. Desde la perspectiva del elector sugiero dos condiciones claves: 1. Conocimiento mínimo; 2. independencia del elector.

La idea de conocimiento mínimo se fundamenta en la tesis kantiana de la mayoría de edad. Se trata de ciudadanos dotados de pensamiento crítico y autónomo, capaces de argumentar y debatir alrededor de sus decisiones políticas. La cobertura educativa y la calidad de las escuelas es fundamental para fortalecer un sistema democrático. Bajas tasas de cobertura y un sistema pobre en formación de competencias ciudadanas, son caldo de cultivo para una débil democracia.

La calidad y cobertura educativa se amalgaman con el acceso a información suficiente y confiable. Además de que los medios de comunicación y particularmente los noticieros, puedan representar intereses políticos, económicos, sociales o religiosos particulares (o privados), hoy existe el riesgo de acceder a Fake News en las redes sociales. Un ciudadano no cultivado en lo político es presa fácil de información falsa o poco objetiva.

La independencia mínima del elector está relacionada con su libertad de movimiento y de actuación. Territorios donde el Estado reina son fundamentales para que los electores se puedan expresar sin presiones. Y, tal vez, esta libertad se vive en muchos territorios del planeta, pero no en todos. Zonas donde la ley la imponen las bandas criminales (con fines políticos o de otra índole), la autonomía del elector se constriñe, se reduce. Ahí se debilita la democracia.

Pero, la mayor talanquera para que el elector actue con independencia es la pobreza. Familias con necesidades básicas insatisfechas son presa fácil de la corrupción electoral. La venta del voto y el clientelismo (que se traduce en prevendas estatales a cambio del voto) son el mayor cáncer de la democracia.

Con lo anterior quiero señalar que a lo largo de las décadas hemos estado idealizando una democracia imperfecta. La comparamos con China o con Arabia Saudita o con Corea del Norte y, entonces, nos sentimos orgullosos. Pero nuestra autocomplacencia y la crónica tolerancia frente a las debilidades del sistema corroen a la democracia, la debilitan. La venta de los votos y el clientelismo crónico asfixian a la democracia real.

Ahora, una dimensión más profunda de la ausencia de estas dos condiciones es la marginalidad. Grupos poblacionales de desplazados, de mendigos y de habitantes de la calle se convierten en ciudadanos de segunda y de tercera. Ellos no cuentan, no participan, ni siquiera se dan cuenta; son la máxima evidencia de la ausencia de una democracia real. ¿Dónde queda entonces, la voluntad popular? ¿De qué mayorías hablamos?.

Ahora, cuando las debilidades democráticas del elector -poco conocimiento e independencia- se perpetúan, entonces, crece la privatización de los bienes públicos del Estado: familias que se apoltronan en el poder, empresas que cobran con contratos y personas naturales que lo hacen con cargos públicos, los servicios prestados (dinero y votos) durante las elecciones.

Una democracia débil, caldo de cultivo para candidatos tiranos y populistas.

Ahora, volviendo al punto original, podemos comprender por qué electores insatisfechos, decepcionados de demócratas “aparentes”, de gobernantes que no cumplen sus programas de gobierno y de problemas sociales que no se resuelven o, peor aún, se agudizan, son caldo de cultivo para que mesías, demagogos y vendedores de ilusiones accedan al Estado. Es la frustración de los demócratas de la base la que catapulta a populistas y tiranos a las más altas esferas del poder político.

El populista Trump derrotó hace 4 años a una Hillary Clinton que representaba a las tradicionales castas corruptas y se erigía como símbolo del nepotismo político (la consolidación de la familia Clinton, otro clan como los Bush o los Kennedy). Chávez fue elegido como respuesta a la frustración de los venezolanos con un bipartidismo que gobernó por décadas y dilapidó la riqueza de las bonanzas petroleras.

Una democracia aparente es el suicidio de la democracia real.

 

 

Trump desata guerras comerciales: ¡crisis del Neoliberalismo Global!

Giovanny Cardona Montoya

Julio 8 de 2018.

Desde finales de la década de 1980, el liberalismo comercial se abrió camino como modelo de desarrollo económico. Después de décadas de proteccionismo keynesiano, las aperturas comerciales y las negociaciones de Tratados de Libre Comercio -TLC- se masificaron por todo el planeta. La consecuencia de esta nueva dinámica es la relajación de barreras no arancelarias y la reducción de aranceles, particularmente en el tráfico mundial de mercancías manufacturadas. Los colombianos podemos recordar cómo antes de 1991, la importación de vehículos estaba gravada con aranceles del 300% y unos años después la tasa de aduanera bajó al 35%. Continuar leyendo

Elecciones presidenciales en la Sociedad del des-Conocimiento.

Giovanny Cardona Montoya

Marzo 31 de 2018.

 

El presente proceso electoral colombiano no sólo es importante por el momento histórico en el que se desarrolla -después de la firma del acuerdo de paz entre el gobierno y la guerrilla de las FARC-, sino porque parece ser el proceso político más influenciado por las llamadas redes sociales.

Sin embargo, a pesar de que las redes sociales son una manifestación de la denominada Sociedad del Conocimiento, la realidad es que su rol en los procesos electorales de diferentes latitudes (la colombiana no es la excepción), parece estar más vinculado al caos mediático y a la desinformación que a las dinámicas de una sociedad del siglo XXI.

Ahora, culpar a las redes sociales de la desinformación y la confusión de los electores es simplificar el fenómeno; hay un conjunto de factores que se entrelazan y que están debilitando a la frágil democracia colombiana.

1. ¿Cuál es el aporte de las encuestas?

Se ha vuelto lugar común oir a periodistas decir “los ciudadanos tienen derecho a la información“. Con ese estribillo los noticieros y los periódicos nos informan diariamente sobre conductores ebrios, maridos infieles, intimidades de personajes públicos y de muchos Juan Nadie -parodiando la clásica película de Capra-. Más que preguntarme si tenemos derecho, me surge la pregunta de si necesitamos estar informados acerca de tantos asuntos banales como aquellos que ocupan una gran franja de los noticieros.

Bueno, algo parecido me sucede con las encuestas electorales en la actualidad. Pero no me refiero a que sean banales, sino a la verdadera utilidad que pueden tener para los electores. De hecho, la primera pregunta que me hago, y no la voy a responder, es: ¿por qué cómo elector me es útil saber la preferencia de todos los demás ciudadanos? Si voy a votar por aquél que considero el mejor candidado ¿para qué me es útil conocer la intención de voto de los demás colombianos?

Pero bueno, por un minuto renuncio a mi pregunta y asumo que saber cómo van a votar los compatriotas, es un bien público. Ahora, en teoría, una encuesta es un instrumento fiable, riguroso, basado en la ciencia estadística, que permite predecir -con un pequeño márgen de error- el comportamiento que tendrá la población el dia de las elecciones, a partir de la consulta previa que se hace a una muestra representativa de ella.

Sin embargo, las encuestas pueden ser manipuladas: un encuestador interesado puede sesgar la muestra privilegiando electores de cierta ubicación geográfica, de algún estrato socio-económico, de cierto género, de cierto rango de edad, etc. O sea, para que una encuesta pueda cumplir su tarea de ser un bien público, sería necesario garantizar que las firmas encuestadoras y sus clientes tengan un genuino interés por saber la verdad, no por acomodarla. Entonces, me hago otra pregunta ¿la normatividad que regula las encuestas tiene suficiente rigor para que las encuestas den “luces” y no “tinieblas” a los electores?

Ahora, ya no se trata solamente de cuestionar las encuestas en sí mismas, sino lo que está sucediendo con ellas en los últimos años. La historia del Brexit, el referendo por la paz en Colombia y la elección de Donald Trump, son fenómenos que encendieron alarmas sobre la fiabilidad de las encuestas. Yo añadiría a ese fenómeno lo que está sucediendo en Colombia en el actual proceso electoral: en el transcurso de semanas -de pocas semanas, para ser más exactos-, se han dado cambios abruptos en la supuesta decisión de voto de los electores colombianos.

Este fenómeno puede tener dos explicaciones que se me ocurren: la primera, que se relaciona con las encuestas, es que éstas se hallan manipuladas intencionalmente; la segunda es que tenemos un elector inmaduro, sumamente manipulable por la información que ofrecen los medios de comunicación y las redes sociales.

Veamos la segunda hipótesis.

2. Información y desinformación en las redes sociales.

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El artículo de hoy lo centramos en la llamada Sociedad del Conocimiento. Asumimos que la base de la producción de bienes y servicios ya no es la dotación de recursos, sino el conocimiento: el nuevo factor de producción. Y la base de este fenómeno es que ya podemos acceder a la información sin barreras. La información está ahí, 7/24, para todos -para casi todos, o sea, para las personas con una educación mínima y acceso a un computador en red o a un smart phone-. Incluso, ya no sólo podemos acceder a la información, sino que podemos ser autores, ser generadores de información para todo el planeta.

Pero en ese avance es que nace el debilitamiento de nuestra precaria democracia. Por las redes fluyen verdades pero también mentiras, muchas mentiras: mentiras piadosas, verdades a media y mentiras escritas con tinta de veneno de serpiente. Todo tipo de mentiras.

Tenemos tanta información de mala calidad (no confiable) que estamos en el peor de los mundos: antes el ignorante sabía que era ignorante, ahora cree tener la verdad revelada.

Pero las noticias falsas y la manipulación de datos en redes sociales no sólo es un tema de fanáticos o de algunos políticos malintencionados. Ya se sabe que estamos hablando de un gran negocio: todo indica que se han utilizado o creado empresas para manipular datos e información en redes para influir en el resultado de las elecciones en Estados Unidos. Hoy hay certezas sobre Cambridge Analytica, de la cual se especula, también podría influir en las elecciones colombianas.

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3. La educación puede, de manera efectiva, fortalecer la democracia.

El problema que venimos analizando parece estar centrado en las fuentes que generan la información: noticieros que se pelean el ranking y que responden a los intereses de las empresas que pautan y a sus accionistas; encuestas de dudosa fiabilidad y redes sociales llenas de información que se publica sin ningún filtro de calidad pero que al volverse viral deja de ser cuestionable: una mentira se repite tantas veces que muta en verdad.

Así que si las fuentes responden a intereses creados o no tienen filtros suficientes para dar fe de la veracidad de la información que se publica, entonces, la democracia sólo se podrá fortalecer si el elector madura en su pensamiento autónomo y crítico. Pero, para eso, necesitamos que los colombianos estudien.

Según el Ministerio de Educación Nacional, en Colombia menos del 50% de los bachilleres entran a la educación superior (técnica profesional, tecnológica o universitaria). Adicionalmente, de cada 10 estudiantes matriculados en la educación superior menos de la mitad se graduan.  En aritmética simple, más o menos 25% de los bachilleres terminan una carrera. Ahora, si incluimos los jóvenes que entran al colegio y no se graduan de bachilleres, además de los niños que terminan la primaria y no ingresan a la secundaria, entonces el panorama se hace más desolador. Más grave aún, según el MEN, en Colombia tasa de analfabetismo (no saber leer y escribir) es 5,8% (casi 2 millones de habitantes).

Y aún no hablamos de la calidad de la educación, sólo reconocemos que el problema inicial es la falta de cobertura.

enseñando en el bosque

Reflexión final:

Qué hayan elecciones y participen candidatos no es suficiente para hablar de democracia (o democracia sólida si es que a la democracria se le puede gradar). No es democracia elegir a ciegas y hoy hay tanta falsa información que no sólo estamos ciegos, sino que nuestros lazarillos nos guían hacia el abismo mientras les aplaudimos.

 

 

 

 

Donald: ¡No juegues con los TLC que te quemas!

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Giovanny Cardona Montoya (marzo 18 de 2018).

El  muy conservador gobierno de los Estados Unidos (Donald Trump) ha mostrado una posición poco neoliberal en materia de comercio exterior. Todo lo contrario, con las primeras medidas que ha tomado, ha abierto la puerta a guerras comerciales derivadas de una política neo-proteccionista. ¿Qué es lo que está en juego?

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