La coyuntura nos hace olvidar el horizonte.

Giovanny Cardona Montoya, octubre 25 de 2020.

 

En Colombia, a través de algunas dinámicas medianamente participativas, se han formulado apuestas de largo plazo. Son propuestas que a veces nos hacen ilusionar que vamos a tener una hoja de ruta para transformar el país, para hacerlo más desarrollado, justo y sostenible. Pero casi siempre son cantos a la bandera, ilusión de un día. ¿Alguien se acuerda de Colombia 2032? Mmmm, probablemente pocos.

De igual manera, crisis trascendentales sirven para sugerir que no debemos mantener este rumbo, que es hora de cambiar. Con el Covid lo hemos dicho -yo también-: el mundo no puede ser el mismo después de la pandemia; pero, ¿el mundo va a ser otro o nosotros vamos a actuar diferente?

Los números de la pandemia cada día son más claros y dolorosos: el desempleo y pobreza se extreman. Ya se habla de 50% de pobres en Colombia por culpa de la pandemia. Y la tentación es resolver esto con medidas de choque.

Se viene un año electoral y tras él  muy probablemente “la limosna” desde el erario público, la exhacerbación del clientelismo, las medidas populistas y demás trucos de magia que mitigan los síntomas de la miseria y el hambre, pero que también distraen para no hablar de las raíces de dichos malestares.

No dudo que hay que aplicar paliativos y medidas urgentes para atender a los más afectados, ojalá se estuviera haciendo incluso ahora que la situación es tan crítica para miles de familias. Pero no podemos olvidar que más allá de la pandemia, hay problemas estructurales que al atenderlos se siembra para cosechar un desarrollo más sostenible.

Visión Colombia-2032 pretende convertir este país en la tercera economía de América Latina, como resultado de la innovación y las exportaciones basadas en alto valor agregado. Para que la economía colombiana evolucione en la dirección deseada es necesario que se generen ciertas condiciones que aseguren un entorno favorable para las empresas, a la vez que hay que hacer una revisión de las industrias a las que se les desea dar prioridad en un nuevo modelo de desarrollo.

Sugiero retomar cinco propósitos estratégicos que ya eran claros desde que se formuló Colombia 2032 y que siguen teniendo pertinencia:

1. Consolidar un talento humano creativo, innovador, adaptable al cambio y a las condiciones de un mercado global cada vez más cambiante y complejo. El país debe asegurarse que el sistema educativo, la alimentación de los niños y los programas y estrategias de CTeI creen las condiciones para que el talento humano eleve la productividad, la calidad y la agregación de valor de nuestros bienes y servicios. Este problema se manifiesta desde la educación pre-escolar y se extiende hasta la educación superior que debe formar técnicos, tecnólogos, ingenieros, estrategas e investigadores.

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2. Fortalecer el mercado laboral formal. La economía informal y el subempleo se presentan como una espada de doble filo en contra del desarrollo económico. De un lado, los bajos e inestables ingresos debilitan la demanda agregada reduciendo el efecto multiplicador de la inversión productiva que hagan las empresas o el Estado. De otro lado, la informalidad se convierte en una competencia desleal para el comercio legal, a la vez que es fuente de crisis del régimen de seguridad social. Para nadie es un secreto que el SISBEN y los aportes subvalorados al régimen contributivo están haciendo un hueco en las finanzas del sistema de salud. Empleos bien remunerados y formales son una fuente de solución para esta crisis.

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3. Desarrollar la infraestructura física y tecnológica del país. El fortalecimiento de las relaciones comerciales entre el campo y la ciudad y entre el país y el resto del mundo, reclama unas inversiones significativas, de mediano y largo plazo que van más allá de las autopistas 4G. Para poner sólo unos ejemplos, este país no tiene una suficiente y adecuada salida al Pacífico, eje del comercio mundial. De igual modo, hay ausencia de vías terciarias y carreteras adecuadas para que las ciudades, pueblos y veredas movilicen los productos en doble vía.

4. Reducir la dependencia de la producción y exportaciones de los combustibles fósiles. El problema de fondo no es que en la pandemia hayan caído los precios internacionales del petróleo; el problema de fondo es que Colombia no tiene reservas importantes del combustible fósil para el largo plazo. Nos guste o no, esa es la realidad; adicional al problema del calentamiento global agudizado por el uso de combustibles fósiles, debemos mirar hacia otros sectores con más potencial de largo plazo. Por ello, de éste reto se deduce el último de nuestra lista.

5. Desarrollar sectores exportadores con recursos renovables. Colombia se ha venido desindustrializando a lo largo de las últimas tres décadas. Cada vez nuestros productos tienen más componentes importados, a la vez que las exportaciones manufactureras y agropecuarias se han convertido en marginales en la balanza comercial.

Está claro que las economías industrializadas y las emergentes se han consolidado a partir de la agregación de valor a sus mercancías y la consolidación del sector servicios. Aproximadamente ¾ partes del comercio mundial tiene que ver bienes de alto valor agregado, sólo lo restante son commodities; a la vez que el 70% del comercio mundial se realiza entre Europa Occidental, Norteamérica y el Este Asiático.

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En este contexto, asumiendo que la sostenibilidad de nuestro desarrollo conlleva la necesidad de resolver problemas estructurales de la población más pobre, muchos de los cuales viven en el campo o han huído de éste; y que el potencial de nuevos sectores fortalecidos por I+D+i tiene semillas importantes en el sector rural, se hace relevante recordar los retos que señaló hace cinco años el Censo Nacional Agropecuario:

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Qué la pandemia no nos enceguezca, la fragilidad con la que nos encontró el Covid se corresponde con problemas estructurales que requieren salidas de largo plazo y no pañitos de agua tibia. El potencial rural colombiano en recursos naturales y humanos puede ser una de las claves de un exitoso proyecto de largo plazo. Proyecto que busque reestructurar la economía del país, centrándola en propósitos dirigidos hacia la sostenibilidad, la formalidad empresarial y la diversificación industrial que, apalancada en I+D+i, enriquezca de valor nuestra oferta productiva y exportadora.

Colombia necesita crecer 5% anual en el largo plazo. ¿Qué no hacer?

Giovanny Cardona Montoya. Septiembre de 2018.

 

Lo he leído muchas veces, incluso el Banco Mundial nos lo dijo hace ocho años: debemos tener un crecimiento sostenido del 4% o 5% para poder abandonar el subdesarrollo. El mensaje no es sólo para Colombia, lo es para toda América Latina. El hecho es que dicha tasa de crecimiento raras veces se ha alcanzado en Colombia en los últimos 25 años. De hecho, el BID resalta que desde 1960 hasta 2017 la tasa promedio de América Latina ha sido de 2,6%. Continuar leyendo

Debate económico: ¿es un error subsidiar a los pobres?

Dar el pescado o enseñar a pescar: ¿Falso dilema?

El asistencialismo que caracteriza al Socialismo del Siglo XXI en Venezuela, la existencia del SISBEN en el régimen de Seguridad Social en Colombia y la actual política del presidente Santos de construir 100 mil viviendas gratis, son ejemplos de políticas asistencialistas bastante cuestionadas, especialmente desde una perspectiva neoliberal.

Frecuentemente se presentan evidencias empíricas y explicaciones que, desde diversas corrientes de la psicología o la sociología, sirven de base para argumentar que el asistencialismo estimula la inproductividad e invita a no participar en procesos productivos.

Ahora, desde la perspectiva económica, este tema tiene diversas aristas. En Europa se reconocen, por ejemplo, diferentes modelos de Estado de Bienestar. Aunque, en general, éstos se han debilitado en todo el mundo, los modelos existentes son buenos referentes para el análisis que nos proponemos.

Experiencias de Estados de Bienestar: paralelo con América Latina

El Modelo nórdico -aplicado por Suecia, Noruega, Dinamarca, Finlandia y Holanda- se caracteriza por un alto gasto social de carácter universial y unas políticas activas para acelerar la reinserción de desempleados al mundo laboral.  En cambio el modelo continental -Alemania, Francia, Bélgica- está más centrado en la cobertura pensional y de invalidez. Sus políticas activas para la reinserción laboral son menores.

El modelo anglosajón es menos amplio en recursos pero, semejante al nórdico, también se centra en el tema laboral: subsidios para aquellos que han perdido empleo y políticas activas para recuperarlo.En el caso de los países mediterráneos, la seguridad social es mucho menor y se centra en el aseguramiento de la pensión.

De los anteriores modelos podemos destacar tres contrastes: el primero, entre aquellos países que establecen beneficios universales y los que segmentan, ya sea por incapacidad o en función de su participación en el mercado laboral. El segundo contraste tiene que ver con la finalidad: un asistencialismo dirigido a fortalecer el mercado laboral u otro que se centra en la compensación ante la ausencia de ingresos. El último contraste es cuantitativo: los nórdicos dedican grandes recursos a la seguridad social, mientras los países mediterráneos tienen un muy bajo gasto en este ítem.

Si hacemos un rápido balance de los modelos presentados, veremos que los países que aplican el modelo nórdico tienen una menor propensión al desempleo. En el modelo continental hay una gran brecha entre Alemania, con un desempleo del 6%  y el de Francia que bordea el 14%.  En la actual crisis, son los mediterráneos los que enfrentan la mayor crisis laboral, acompañados de Irlanda (anglosajón).

Si traemos este caso a la realidad latinoamericana, veremos que el panorama de los países con mayor intervención estatal (Venezuela, Argentina,  Brasil) no es menos positivo que el de aquellos que han privatizado más fuertemente su economía. De hecho, la tasa de desempleo abierto en Colombia es superior a la de los países recién enumerados. Sin embargo, Chile y Perú, con modelos neoliberales, también presentan buenos resultados en este indicador.

Ahora, una de las razones de ser de un Estado de Bienestar es la equidad. De acuerdo al índice GINI, los países que implementan el modelo nórdico se hallan entre los diez países más equitativos del mundo. Los del modelo continental aparecen entre los primeros 30 y el Reino Unido con Irlanda, entre los primeros 50. En síntesis, es evidente que el modelo nórdico ofrece mejores resultados tanto en materia de desempleo como de distribución de la riqueza.

En el caso latinoamericano hay que destacar dos elementos: el primero es que el primer país del subcontinente aparece en el puesto 66 (Argentina), seguido por Uruguay, Cuba y Venezuela. Estos países presentan una mejor distribución de la riqueza que Estados Unidos, inclusive. El segundo elemento es que, en general, hay una mejor redistribución en los países gobernados por la izquierda que en los que tienen un modelo neoliberal: México aparece en el puesto 120, Perú en el 127 y Colombia en el 150. Sin embargo, a pesar de sus avances, Brasil también ocupa uno de los últimos lugares de la lista.

Por último, están los indicadores de pobreza. La efectividad de un Estado de Bienestar se debe materializar en la reducción de la pobreza. En este caso, se da un hecho significativo: los países del modelo nórdico, al igual que Estados Unidos, Gran Bretaña, Irlanda o Canadá, presentan los mejores indicadores con respecto a la población que vive bajo la línea de pobreza. O sea, se hallen afiliados o no al espíritu del Estado de Bienestar, los países industrializados, en general, han logrado sacar a su población de los niveles más bajos de la pobreza.

Sin embargo, paralelo a los países industrializados se destacan algunas naciones latinoamericanas: Chile tiene un porcentaje de población bajo la línea de pobreza menor que Estados Unidos. Sin embargo, para el PNUD, es tan compleja la situación de países con gobierno neoliberal -Colombia y Perú-, como la de naciones del llamado Socialismo del Siglo XXI que tienen más del 30% de su población  por debajo de la línea de pobreza.

En síntesis podemos destacar los siguientes grupos de países:

PAISES DESARROLLADOS CON MEJOR DISTRIBUCION DE RIQUEZA. Hay más equidad y menos pobreza en los Países Industrializados que poseen un Estado de Bienestar amplio, el cual, además, es activo en sus políticas para regresar a los desempleados al mundo laboral.

PAISES DESARROLLADOS CON DISTRIBUCIÓN INEFICIENTE DE RIQUEZA. Países de Europa continental y mediterránea, industrializados, con Estado de Bienestar medianamente amplio pero, ineficiente. Tienen altas tasas de desempleo y se centran en los pensionados.

PAISES DESARROLLADOS CON INJUSTA DISTRIBUCIÓN DE LA RIQUEZA. Los Países Industrializados de corte neoliberal tienen una distribución menos equitativa de la riqueza, pero su poder económico logra que poca población viva bajo la línea de pobreza.  O sea, su índice GINI no es bueno, pero no hay pobreza extrema gracias al desarrollo de su economía.

PAISES EN VIA DE DESARROLLO CON MEJOR DISTRIBUCION DE RIQUEZA. Algunos países latinoamericanos como Uruguay o Chile se caracterizan por un crecimiento más estable de su economía, el cual se traduce en menos desempleo, buen índice de GINI y poca población bajo la línea de pobreza. En este grupo se incluye a Argentina pero su crecimiento económico es muy inestable, dependiente de una economía monoexportadora de commodities.

PAISES EN VIA DE DESARROLLO CON MALA DISTRIBUCIÓN DE RIQUEZA. Perú y Colombia son economías que crecen, pero poseen alto desempleo estructural (Colombia), mucha inequidad (GINI alto) y mucha población bajo la línea de pobreza. Venezuela y Ecuador tienen más equidad pero con mucha población bajo la línea de pobreza.

Moraleja 1:crecer sin distribuir no es justo, pero distribuir sin crecer no es viable. Es necesario fortalecer el empleo formal y la seguridad social contributiva para crecer y distribuir la riqueza de manera viable y justa. El subempleo y la expansión del SISBEN -en lugar de trabajadores contribuyentes- es un ancla que no permite desarrollarnos. Atender personas con limitaciones -ancianos, enfermos- es una prioridad, pero a las personas en capacidad de trabajar hay que darles herramientas para su desarrollo: educación, salud, alimentación y un transparente mercado laboral.

Moraleja 2: Los subsidios no son malos, per se, el problema es la mala gestión. Además de enfrentar la corrupción, es necesario seleccionar bien las ayudas a la población. Subsidiar la educación, la salud o la alimentación de niños y jóvenes es invertir en el recurso humano del futuro. Igual se puede decir de la ayuda que reciban las empresas si invierten en innovación, ciencia y tecnología.

En este mismo marco, darle vivienda a los ciudadanos más pobres no sólo es un acto de justicia, sino que es una gran oportunidad de mercado. Una vivienda es un activo que convierte a una familia en sujeto de crédito, de seguros, de negocios y en actor tributario. Una vivienda propia puede hacer la diferencia entre un trabajador informal y un empresario.

 

Desempleo en Colombia: ¿hay razones para tanto optimismo?

La navidad de 2011 fue bastante alegre para el gobierno nacional: el niño Dios le trajo de regalo un cuarto trimestre con un desempleo inferior al 10%. Al fin, después de 20 años, la tasa de desocupación es de un dígito. Sin embargo, este dato, que evidentemente es positivo, debe ser analizado con lupa. Lejos estamos de un desempleo aceptable, que refleje un mejoramiento sostenible de la calidad de vida de los colombianos.

Para comenzar digamos que, según datos de la CEPAL, entre 1990 y 2010, en Suramérica sólo Colombia tuvo permanentemente tasas de desempleo de dos dígitos. De hecho, cuatro de nuestros vecinos, a pesar de las diferentes crisis, siempre estuvieron con un desempleo de un solo dígito. Los únicos países que mostraron tasas de dos dígitos en algunos años fueron: Argentina (con la crisis de la paridad y el corralito) y Venezuela, a partir del caracazo y durante la última década del siglo XX.

De hecho, un dato significativo es que durante estos 20 años Colombia ha tenido, año tras año, la primera o segunda mayor tasa de desempleo del subcontinente. Por lo tanto, si bien hay naciones que no muestran el atractivo para la inversión extranjera que exhibe hoy nuestro país o que tienen una elevada inflación, la verdad es que es crítico ver que la relativa bonanza de la economía colombiana no se refleja en una mejor distribución de la renta, vía empleos. De hecho, en 2007, año en el cual el PIB colombiano creció casi 8%, nuestro país tenía la más alta tasa de desempleo de Suramérica.

Subempleo e informalidad: la máscara de la pobreza en un país que crece.

Pero, no sólo el desempleo abierto muestra la magnitud del problema. Aunque nuestra economía ha sido de las más estables de Latinoamérica por décadas, y crece satisfactoriamente en los últimos años, esto no se traduce ni en más empleos, ni en reducción del subempleo, ni en más estabilidad para los trabajadores vinculados.

Según el DANE, para junio de 2011 el  país se acercaba a los 2.5 millones de desempleados, pero el número de subempleados se multiplicaba casi por 4 (9.3 millones).

Históricamente, en el último lustro, el desempleo y el subempleo han sido relativamente inelásticos. Esto significa que a pesar del auge económico de 2006 y 2007 o la recesión de 2008-2009, la tasa de ocupación ha variado poco y el subempleo se ha mantenido en proporciones más o menos estables. Así, en 2002, año de la mayor tasa de desocupación en varias décadas, la suma de desempleo y subempleo se acercaba al 60%.  De igual manera en 2007, el año de mayor crecimiento en la década, desempleo más subempleo superaban el 50%.

Pero, el deterioro del mercado laboral tiene una tercera dimensión: la inestabilidad del trabajo. Según el DANE,  en 1990, en el sector industrial los empleos permanentes representaban más del 90% de los ocupados, mientras los temporales sólo llegaban al 7%. Para 2003, la ocupación temporal en el sector supera el 25%. A partir de 1994, según Ramírez y Guevara, los temporales siguen creciendo, además de un aumento de la subcontratación y la vinculación por prestación de servicios, en lugar de contratos laborales. Evidentemente el empleo también se ha malogrado por su creciente inestabilidad.

Causas y consecuencias de este problema:

1.    Algo crítico está pasando. Las exportaciones crecen a pasos agigantados, los inversionistas extranjeros  nos eligen como uno de sus destinos preferidos en la región, y el PIB tiene un relativo buen comportamiento a lo largo de la década…pero muchos colombianos no encuentran un empleo estable, digno y bien remunerado: son desempleados, son subempleados, tienen trabajo temporal o se vinculan por prestación de servicios.

Autores como Enzo Faletto, hace 20 años, ya explicaban las “bondades” de una economía informal para un mercado poco justo en la distribución de la riqueza: la existencia de vendedores ambulantes, viviendas subnormales y otros servicios personales prestados en condiciones irregulares, permiten que los trabajadores puedan subsistir con salarios bajos. En otras palabras, aunque la informalidad en la economía es una competencia “desleal” para los empresarios que pagan impuestos y cumplen las normas técnicas exigidas, aquella permite que trabajadores de la economía formal puedan subsistir con salarios bajos, al acceder a bienes y servicios de la economía informal.

2.    El otro elemento crítico de este débil mercado laboral es la sostenibilidad del régimen de seguridad social. Si pocos colombianos tienen empleo formal, bien remunerado y a término indefinido, entonces, muchos compatriotas deben recurrir al régimen subsidiado, ya que no cotizan al régimen de salud o lo hacen con bajas cuotas. En consecuencia, el Estado, a través del SISBEN, debe asegurar la cobertura del grueso de la población colombiana, incrementando el déficit fiscal.

Moraleja
Estamos haciendo lo incorrecto. En lugar de asegurar empleos estables, permitimos un mercado laboral lleno de informalidades –hasta el Estado ha incrementado la contratación de proveedores de servicios en lugar de su vinculación laboral-. Por lo tanto, en vez de tener un régimen de seguridad social auto-sostenible, financiado con los aportes de los trabajadores y los empleadores, mantenemos un sistema clientelar, ya que los desprotegidos deben acudir al “Gran Hermano” para que supla sus necesidades insatisfechas: salud para los pobres, asistencia a los ancianos no jubilados y alimento para los niños desprotegidos.

El aguinaldo del niño Dios para el gobierno colombiano no se comparte con la mayoría de la población. La economía crece, la inversión extranjera llega, las exportaciones se multiplican, pero el mercado laboral colombiano no refleja estos avances…lo que no sólo afecta a los desempleados y subempleados sino que debilita el proceso de desarrollo que se pretende construir. Es imposible salir del subdesarrollo con una economía altamente informal y un mercado doméstico débil.