Comercio exterior colombiano: tres décadas sin brújula.

Giovanny Cardona Montoya. Septiembre 9 de 2018.

 

El decreto-ley 444 de 1967 marcó un hito en las políticas de comercio exterior colombiano. Con la rúbrica de este decreto se formalizó, con claras directrices,  el modelo de Sustitución  de Importaciones acompasado de unas claras estrategias de Promoción de Exportaciones. Después en 1991, con las leyes 7a y 9a, se delineó el cambio de rumbo en el marco de una ola neoliberal que recorría el planeta. Sin embargo, mientras el decreto proteccionista  de hace medio siglo evidenciaba coherencia entre propósitos y estrategias, no se puede decir lo mismo de las decisiones tomadas por los gobiernos de la era de la “apertura económica“. Continuar leyendo

Economía colombiana: el problema no es el bajo crecimento del PIB, es el subdesarrollo.

No estamos en recesión, es el subdesarrollo nuestro verdadero problema.

Hace un par de años, con la caída de los precios internacionales del petróleo y otros commodities, las finanzas públicas y los indicadores que miden la producción colombiana, PIB y exportaciones, entraron en crisis y reaparecieron los megáfonos que alertaban una posible recesión.

Algo bueno le encuentro a los anuncios de crisis de la economía colombiana en las últimas décadas, puesto que sirven para recordar lo frágil que es nuestro aparato productivo.

El siglo XX fue el de la industrialización para Colombia; con un modelo proteccionista en boga nacieron y se consolidaron muchas de las grandes manufactureras de este país: textileras, confeccionistas, locerías, productores de alimentos, ensambladores, etc. Gracias a este proceso, el país incrementó el autoabastecimiento de bienes manufacturados; a la vez que las exportaciones de café se acompañaron de productos manufacturados de mediana y baja complejidad tecnológica.

cafe

Sin embargo, lo que sucedió desde finales del siglo XX ha sido todo lo contrario: Colombia se ha convertido  en un país importador, altamente dependiente de bienes manufacturados en el exterior. En el último decenio este país se ha venido desindustrializando de manera alarmante. Desde hace 10 años el Consejo Nacional de Competitividad viene monitoreando el desempeño de la economía colombiana y particularmente señala cómo se viene reduciendo el Valor Agregado Nacional de las exportaciones a lo largo de las años.

sofisticacion de exportaciones colombianas1

El hecho es que después de un cuarto de siglo de Apertura Económica, proceso sugerido para  elevar la competitividad de la economía colombiana, la realidad es que los cambios que se han vivido se pueden sintetizar:

– los consumidores colombianos han ampliado el menú de oportunidades, incrementándose la oferta de bienes y servicios de calidad semejante a la de mercados internacionales;

– la minería se ha expandido, convirtiéndose en la principal fuente de divisas por balanza comercial;

– la esfera de servicios se ha modernizado, especialmente en el ámbito de las TIC.

Sin embargo, el llamado proceso de internacionalización de la economía colombiana deja dos grandes lastres que evidencian que el tren del Desarrollo Económico, en el cual embarcaron los tigres asiáticos (Corea, Taiwán, Singapur, etc.) y algunas naciones de otras latitudes (Sudáfrica, Brasil, Turquía, China, India), ha partido sin nosotros:

la industria manufacturera y la agricultura han contraido su participación en el PIB y en las exportaciones. El país importa un alto porcentaje del valor de las manufacturas y de los alimentos que consume;

– la distribución de la riqueza se ha consolidado como una de las menos equitativas del planeta: cada vez un número más pequeño de millonarios posee una mayor porción de la riqueza del país, mientras el porcentaje que pertenece a los segmentos de la población más pobre ha disminuido.

En síntesis, el problema de Colombia no es la caída en los precios de los combustibles; no es la desaceleración económica la que nos debe preocupar, sino el modelo de desarrollo que siembra inequidad y pocas posibilidades de que se incremente la riqueza de modo sostenido.

¿Dónde está la base de nuestro subdesarrollo?

El desarrollo económico sostenible de este siglo XXI se apoya en tres pilares:

crecimiento sostenible a lo largo del tiempo;

– preservación del entorno natural y cultural;

– generación de oportunidades para una distribución de beneficios que reconozca las necesidades de toda la población.

En Colombia no sucede ninguna de estas tres condiciones. Si bien Colombia ha vivido pocas experiencias de recesión, técnicamente hablando, la verdad es que raras veces el PIB se expande a tasas significativas. Sin embargo, lo más notorio es que no se crece de manera sostenida y que dicho crecimiento se apoya en gran medida en una minería insostenible.

Y con el tema de la minería se evidencia nuestra segunda ausencia: un entorno preservado y sostenible a largo plazo. Hemos dejado de ser una economía agroindustrial para convertirnos en extractores de minerales e hidrocarburos. El deterioro del medio ambiente como consecuencia de una minería  expansiva y la falta de reservas confirmadas de petróleo, hacen insostenible nuestro modelo económico.

La consecuencia de todo esto es una sociedad injusta, con élites privilegiadas que quieren vivir como en Europa, mientras millones de familias viven como en el país más subdesarrollado del planeta. .

Hay que revisar el Modelo de Desarrollo.

Creo que le hemos dado muchas vueltas al tema. Durante más de 25 años hemos estado esperando los milagros de la inversión extranjera, de los TLC, del mercado sin controles, de las privatizaciones, de la apertura económica. Los ajustes derivados de reformas fiscales, reformas laborales, reformas a la seguridad social y demás reformas han sido paños de agua tibia que no ponen el acento en el problema central: ¿cuál futuro país deseamos construir? Para ello, es necesario repensar algunos temas estratégicos:

– tomar decisiones de fondo en lo referente a la educación, la investigación y la innovación. El actual  sistema educativo no garantiza que los futuros bachilleres y profesionales sean “ciudadanos” e “innovadores”. La ampliación de cobertura no ha sido suficiente. Hay que revisar el tema y tomar decisiones radicales;

– tomar decisiones sobre la necesidad de desarrollar lo rural, la agricultura, la agroindustria y la economía ambiental. No sólo se trata del post-conflicto y el regreso de los campesinos al campo; no sólo se trata de que tenemos un gran potencial para autoabastecernos de alimentos y de otras materias primas de origen vegetal o animal; se trata del hecho que el futuro del planeta depende en gran medida de agua y vegetaciones que existen en pocos países, incluído Colombia. Hacemos parte de la solución al desarrollo sostenible global;

agricultura sostenible

– tomar decisiones sobre lo que significa la integración regional o global. Somos un país “pasivo” sin identidad en los escenarios internacionales. Dependemos de lo que deciden las grandes potencias y los mercados emergentes. Colombia es una de las 35 economías más grandes del planeta (territorio, población y PIB), ese tamaño le genera derechos y deberes frente a la comunidad internacional. Tenemos un enorme potencial en el vecindario, con países grandes y economías significativas, con culturas cercanas que podrían facilitar el intercambio y la integración. Pero para eso hay que romper ciertos paradigmas que sólo nos permiten mirar hacia el Norte.

Podríamos complementar la lista: faltan ingenieros, falta estimular las artes y las ciencias sociales y humanas, hay que resover el problema de la infraestructura, la calidad de la salud, la óptima atención a la primera infancia, etc. Pero  más que una lista, lo que el país necesita es reconocer que somos una economía subdesarrollada, no somos un “mercado emergente” y debemos dejar de mirar nuestros problemas sociales y económicos como retos de corto plazo.

Hace 27 años, el entonces presidente de la Apertura Económica nos anunció: “Bienvenidos al Futuro”…y el futuro llegó. Volvámos a intentarlo. No más pañitos de agua tibia.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

¿Tiene Colombia un modelo de desarrollo o es un barco a la deriva?

 

Traductor: Andrés Fernando Cardona Ramírez

Versión en inglés: http://www.elcolombiano.com/blogs/lacajaregistradora/?p=1469

El siglo XX fue en gran medida el siglo de proteccionismo. En ese contexto, los países latinoamericanos -incluido Colombia- llevaron a cabo una política de sustitución de importaciones buscando promover la naciente industria nacional. En la década de 1960, dicha política se complementó con estrategias de promoción de exportaciones para diversificar la oferta y vender al mundo mercancías diferentes a las mineras y agrícolas.

Sin embargo, para las corrientes económicas emergentes a finales del siglo XX, para la academia y para los gobernantes de turno, éste modelo económico cepalino se agotó. En su reemplazo, el neoliberalismo fundamentó estrategias de apertura para modernizar las economías, liberalizando el comercio y atrayendo la inversión extranjera. Sin embargo, un cuarto de siglo después, hay razones de peso para preguntarnos hacia donde va Colombia en materia de desarrollo económico.

Las expectativas:

El modelo proteccionista del siglo XX dio origen a una industria liviana importante, con algunos avances, incluso, en producción de electrodomésticos, instumentos eléctricos y ensamblajes de vehículos.  Paralelo a ello, las exportaciones se habían diversificado, reduciendo la dependencia del café y aumentando la producción de otros bienes, especialmente agroindustriales y del sector textil-confección. Sin embargo, el paradigma de la ventaja competitiva se imponía en el mundo, por lo tanto, había que abrir la puerta a la competencia, a nuevos proveedores y a inversionistas que crearan condiciones para modernizar la economía colombiana.

Como lo muestra este mapa de Sciences Po, la mayor parte del comercio mundial es al interior de los bloques del Norte (circunferencias) y entre éstos (Flechas gruesas). Ello se debe a que se trata de productos manufacturados de alto nivel de complejidad tecnológica, y en estos circuitos pocos latinoamericanos participan, Colombia incluida: hay que crear ventaja competitiva.

En consecuencia, a partir de la apertura económica, se esperaba lograr que la inversión extranjera modernizara nuestro aparato productivo, que se sofisticara nuestra producción, que la competencia extranjera obligara a nuestra incipiente industria a mejorar para competir. Con esos pilares se esperaba fundamentar una nueva economía centrada en la creación de ventaja competitiva por parte de las empresas.

La realidad

Sin embargo, a pesar de que algunas empresas se han modernizado, en general las cifras señalan que Colombia no avanza en esta dirección. Según estudios del Banco de La República, hasta comienzos de la apertura económica (1990) el café representó entre el 50 y el 70% de las exportaciones. En la década de 1990, exportaciones diferentes a café y petróleo llegaron a ser casi 50% del total de la oferta exportadora. Pero, ello no significa que haya sido la industria manufacturera la gran potenciadora, aunque algo de ello si había: Venezuela fue, en el marco de la CAN, un gran mercado para vehículos ensamblados, confecciones y agroindustria, principalmente.

Sin embargo, el balance de la primera década del siglo XXI señala que lo poco que se había avanzado en materia de diversificación se ha ido desvaneciendo. Si bien ya no dependemos significativamente de las exportaciones cafeteras, los productos mineros no procesados han pasado a ocupar este privilegiado puesto. Entre el petróleo, el carbón, el ferroníquel y el oro se halla el eje de las ventas colombianas al exterior, las cuales se complementan con una industria liviana que no evoluciona: confecciones, bananos y flores. Según el Consejo Privado de Competitividad, el 88% de nuestras exportaciones son materias primas o bienes de bajo nivel tecnológico.

En consecuencia, nos hallamos en una situación ambigua: iniciamos un modelo de apertura económica, inspirados en los principios de la Ventaja Competitiva, lo que implica ciencia, tecnología e innovación. Pero la sofisticación de nuestra industria y de la agricultura no está sucediendo. Tenemos mejores comunicaciones, una banca más internacionalizada, una mayor oferta educativa, pero seguimos exportando bienes sin procesar. Algo no estamos haciendo bien.

La macroeconomía:

nos hemos transformado en una economía minera. El carbón y el petróleo se han convertido en nuestra principal fuente de divisas: exportaciones y atracción de inversión extranjera. Sin embargo, esta situación es un determinante (aunque no exclusivo) de la revaluación del peso. En consecuencia, la bonanza minera es causante parcial de las debilidades de otras industrias con aspiraciones de participar en los mercados internacionales. Los confeccionistas, los floricultores, los bananeros y los cafeteros pierden competitividad como consecuencia de una tasa de cambio desfavorable. Estamos viviendo síntomas de una enfermedad holandesa. ¿Es esto sostenible?:

Según estos datos de la compañía BP, trabajados por Nelson Hernández, 10 países poseen 80% de las reservas mundiales de petróleo, pero Colombia no aparece entre éstos. Por lo tanto, un modelo de desarrollo minero, fundamentado en la industria de hidrocarburos no parece sostenible en el largo plazo para Colombia. No hay señales de que podamos sostener el modelo a largo plazo con divisas derivadas de la inversión y las exportaciones de petróleo, mientras que las otras industrias -manufacturera y agrícola- se deprimen como consecuencia de la revaluación que la primera provoca.
 

La innovación y el desarrollo sostenible:

No sólo la tasa de cambio afecta a las manufacturas y al agro colombianos. Este país presenta muy malos indicadores en materia de innovacion, desarrollo, educación y ciencia. Según datos optimistas, Colombia podría estar dedicando poco menos del 0,5% de su PIB a procesos de I+D, mientras países exitosos del Este Asiático invierten en este rubro cerca del 4%. Vecinos como Brasil o Chile, invierten más del 1%. Nuestra falta de visión se traduce en pocas patentes y baja innovación empresarial. No es casual que una de las pocas empresas que patenta en Colombia sea Ecopetrol.

En temas de educación, si bien hay cambios en lo cuantitativo -mayor cobertura, más maestrías, menos analfabetismo-, en lo cualitativo aún hay dificiencias significativas: las universidades realizan poca investigación y no se ven fuertes avances en su enfoque hacia los grandes problemas del país, particularmente hacia la sofisticación de nuestra capacidad productiva. Hay poco interés por el estudio de las ciencias básicas y en biliguismo aún nos encontramos fuertemente rezagados.

Por último, el país vive un gran debate en materia de explotación minera. En este contexto hay una seria preocupación por la baja relación que existe entre la búsqueda de una minería moderna y el desarrollo sostenible de Colombia: no sólo la agricultura puede ser afectada sino, en general, puede producirse un daño ambiental irreparable si no se clarifica el tema de una “minería sostenible“. Son muchos los interees en juego y poca la claridad jurídica y ejecutiva al respecto.

Para cerrar:

si bien el presente es minero, el futuro es incierto. Ni la apertura económica iniciada hace un cuarto de siglo, ni los números mineros son argumentos para indicar que el país va en una u otra dirección. Somos un barco a la deriva firmando TLC con todo el mundo sin pensar qué será lo que les ofreceremos en el futuro a nuestros socios comerciales.    Como lo hemos dicho en artículos anteriores: para exportar hidrocarburos no se necesita firmar acuerdos…¡¡Tenemos la brújula perdida!!!

Colombia: apertura comercial de un país que se desindustrializa.

Antecedente

Durante las décadas de 1960-1980, Colombia abrazó el modelo de Promoción de Exportaciones, el cual complementaba a medio siglo de Sustitución de Importaciones. Mientras este último permitió que algunas pequeñas plantas manufactureras se consolidaran como empresas de talla nacional (locerías, cerveceras, cementeras, fabricantes de gaseosas, textileros, confeccionistas, marroquineros, etc.), el primero pretendió que el país redujera la dependencia de las exportaciones de café. Ello permitió que se consolidara el concepto de Exportaciones Menores -todas aquellas diferentes al café y a los hidrocarburos-. Gracias a este esfuerzo proteccionista, los floricultores, bananeros y confeccionistas, principalmente, salieron a los mercados internacionales.

La realidad actual

Pero, a partir de 1990 cambiamos el modelo: abrimos las puertas a la competencia externa y al capital internacional. ¿Cuál era el objetivo?: obligar a nuestras empresas a competir y atraer capitales para que  se pueda modernizar el aparato productivo. Los cambios se han visto: la modernización de las comunicaciones y la sofisticación y ampliación de cobertura del comercio en grandes superficies y en la banca, principalmente.

Para consolidar la estrategia el país renuncia a liderar los proyectos de integración regional como la CAN, y se lanza a la apertura de mercados globales a través de la firma de TLC con países y bloques de Europa, Norteamérica y Asia.

Fuente: http://www.semana.com/economia/articulo/con-acelerador-fondo-tlc/346478-3
Esta tabla, publicada por la revista Semana, muestra el tamaño de los mercados con los que firmamos Acuerdos Comerciales y el actual comportamiento de nuestro comercio exterior con ellos. El balance es claro: Estados Unidos y la Unión Europea siguen siendo nuestros principales mercados, luego los países latinoamericanos son un blanco interesante (25% de nuestras exportaciones van a socios de nuestro vecindario).
 

Sin embargo, lo que estas cifras no muestran es que después de 23 años de apertura y más de una década buscando TLC con países de diferentes regiones, nuestra oferta exportable no ha tenido los cambios esperados. Veamos aleatoriamente unos datos. Según el DANE en el primer semestre de 2012 67,2% de las exportaciones fueron mineras, especialmente hidrocarburos, productos manufacturados 16%, y alimentos poco más del 10%.  Con respecto a 2011, dichas exportaciones aumentaron 10%, fundamentalmente por el crecimiento en las exportaciones de petróleo y otros productos mineros.

Ahora, si miramos por productos, encontramos que el aumento de las exportaciones de manufacturas, con respecto a 2011 se explica principalmente por el crecimiento en las ventas de ferroníquel y plástico en formas primarias y medios de transporte. O sea, además de que la industria manufacturera sigue siendo poco representativa en las exportaciones, sus pocos avances tienen que ver con productos de bajo nivel de complejidad tecnológica o ensamblajes.

De igual modo, si miramos la estructura de las exportaciones agropecuarias, veremos que café (33%), flores  (22%) y bananos (11%) representan 2/3 partes de las ventas del sector en 2012.

Ahora, según ANIF, la desindustrialización que vive nuestro país no sólo se evidencia en las exportaciones. La relación entre Valor Agregado y PIB, según un estudio de Clavijo ha caído de 24% en la década de 1970 a cerca del 12% en la actualidad. La industria manufacturera aportaba 1/4 del empleo en la década de 1980 y ahora apenas alcanza el 13%.

Esto, en concepto de los expertos, se puede explicar por el cierre del ciclo de la industria liviana de bajo nivel tecnológico (cervezas, gaseosas, calzado, confeccioines), lo que se tradujo en un auge del sector servicios. Pero también estarían haciéndose visibles los efectos de una típica “enfermedad holandesa” resultado de la expansión del sector minero energético. Esto último explicaría la revaluación de más de una década y el encarecimiento relativo de la mano de obra. Factores que juegan negativamente para el desarrollo de los demás sectores transables: manufacturero y agropecuario.

Conclusiones:

La estructura exportadora colombiana es la misma de la década de 1960 cuando el país instauró el modelo de promoción de exportaciones para reducir la dependencia del café y los hidrocarburos. El café sí redujo su participación, los caficultores, incluso, están viviendo su viacrucis, pero ahora dependemos de las exportaciones de petróleo y carbón. Ni el sector manufacturero, ni la agroindustria son las locomotoras exportadoras de este país.

Pero, el problema es más complejo si vemos, en general, la estructura del PIB del país: decrecimiento del valor agregado, reducción absoluta de la participación del sector manufacturero y relativo encarecimiento de la producción nacional, debido a la sobrevaloración de la moneda, fenómeno asociado al auge minero-energético.

SIn embargo, el país acelera la firma de TLC sin privilegiar la solución de los problemas internos que explican el éxito competitivo de los mercados emergentes y de los países industrializados: infraestructura de calidad, crecientes procesos de investigación, desarrollo e innovación, apalancados en un sistema educativo que forme profesionales emprendedores que promuevan transformaciones en procesos, productos y servicios.

Nuestra baja cobertura educativa, los problemas de subalimentación de, aún, significativos grupos de niños, y la poca inversión en innovación y desarrollo -lo que se evidencia en las pocas patentes que el país registra- son talanqueras concretas para un país que firma TLC con todo el mundo, con la expectativa de aumentar la participación en dichos mercados. Como lo hemos reiterado en artículos anteriores, no se necesita de Acuerdos Comerciales para exportar petróelo y carbón, estos productos tienen un mercado bastante libre a nivel global.

América Latina: entre los TLC y CELAC

A finales de noviembre estuve en Quito en un Congreso Internacional sobre Integración, Fronteras y Migraciones. Allí presenté una ponencia sobre las relaciones entre la OMC y los TLC que se firman por todo el mundo. Aunque mi investigación se ha enfocado a la forma como los TLC reemplazan al organismo multilateral, este evento sirvió para entender otra cosa: los Tratados con potencias y otras naciones fuera de la región, matan el interés por una integración latinoamericana.

No desconozco que el debate ideológico entre gobiernos neoliberales -Colombia, Chile o el anterior de Perú- y presidentes de izquierda, dificulta las negociaciones de un proyecto común. Pero no podemos olvidar que la integración europea comenzó con un tratado que firmaron Alemania e Italia con otras naciones que les enfrentaron durante la segunda guerra mundial. Y esto sucedió sólo unos años después del fin del mayor enfrentamiento militar de la historia.

Por lo tanto, llevemos el tema por otro lado. Acabamos de asistir al surgimiento de la CELAC –Comunidad de Estados de Latinoamérica y el Caribe-, un nuevo esfuerzo por integrar a las naciones de la región. Pero, la historia de la integración latinoamericana es una montaña rusa de éxitos y fracasos que, como la entretención mecánica, no llega a ninguna parte (ver siguiente gráfico):

Hasta llegar a CELAC, América Latina ha recorrido un camino de acuerdos que comenzó con ALALC (1960), organismo creado para estimular la industrialización de nuestros países por medio de una sustitución regional de importaciones. Actualmente, Mercosur y CAN son los dos procesos de integración comercial más avanzados, aunque ambos viven un estancamiento evidente: ninguno logra su meta de concretar una Unión Aduanera. Adicionalmente, países como Chile, Perú y Colombia han demostrado tener más interés en sus TLC con la Unión Europea, Estados Unidos y naciones asiáticas.
 

La pregunta que surge, entonces, es: ¿ofrece mayor potencial la integración regional o los TLC con el Norte Industrializado y los Mercados Emergentes? La primera evidencia que presentamos, indica que el comercio con países industrializados tiene mayor impacto que el comercio regional:    

 
Según estos datos de infobaseprofesional, a la mayoría de los países latinoamericanos poco los impactan las preferencias comerciales intralatinoamericanas (color rojo). Sólo  Paraguay y Bolivia muestran un comercio intrarregional y preferencial superior al 50% de su universo exportador. Otros como Chile, México, Brasil y Venezuela, evidentemente no tienen exportaciones significativas en la región. En cambio, para muchos países, las preferencias extrarregionales tienen un gran peso: México, Chile y las naciones centroamericanas llevan la mayor parte de sus exportaciones a países industrializados, gozando de preferencias arancelarias (color azul).

Sin embargo, tomando como ejemplo el caso colombiano, podemos reflexionar desde una perspectiva más cualitativa. Los TLC de Colombia con Estados Unidos y la Unión Europea buscan, entre otros objetivos, darle continuidad a las preferencias que, por décadas, las naciones industrializadas ofrecen a través del Sistema Generalizado de Preferencias –SGP- y el ATPA-ATPDEA. Y,  es en ese punto donde se debilitan los argumentos en pro de los TLC y renace la pertinencia de una integración regional:

Con base en estos datos de Garay y Buitrago, podemos darnos cuenta de un hecho contundente: ni el modelo de sustitución de importaciones, ni la apertura económica, ni el ATPA-ATPDEA, han logrado estimular una transformación productiva del sistema económico  de Colombia. Las exportaciones a Europa y Norteamérica han sido y siguen siendo commodities de la agricultura y la minería. De hecho, es impactante ver que para 2005, sólo el 10% de las exportaciones a Estados Unidos aprovechaban las preferencias del ATPDEA. La razón: principalmente vendemos petróleo, carbón, café verde, ferroníquel, productos con poca restricción para entrar a Norteamérica. En cambio, al grupo andino lo abastecemos fundaentalmente de manufacturas y alimentos: en 1995, el 73% eran productos intensivos en capital (IK) y en mano de obra (IMO) y en  2005, el 79% eran productos industriales.
 
 

No idealicemos a la CAN, de  hecho la mayor parte de las manufacturas se le vendían a Venezuela, nación que renunció al grupo en 2006. Pero, la realidad es que, mal que bien, ha sido la integración regional la que ha ofrecido resultados de comercio manufacturero, eso si, con excepción del sector textil-confección, el único que realmente ha  tenido peso en nuestro comercio con naciones industrializadas.

Por ello, vale la pena preguntarse si son los TLC con Estados Unidos y la Unión Europea o la integración latinoamericana los caminos que  deberiamos recorrer para coadyuvar a una transformación económica que se base en la innovación y la agregación de valor, y nos saque de nuestra condición de eternos proveedores de materias primas.