A problemas globales, soluciones globales: el planeta es más que una sumatoria de países.

Giovanny Cardona Montoya, noviembre 28 de 2021.

 

Si bien, China y algunas otras naciones tienen una historia milenaria o, al menos, de siglos, es con la paz de Westfalia en 1648, que Europa siembra las bases de la idea de los estados nacionales y, en consecuencia, se abren para la geopolítica mundial las ideas de soberanía y de fronteras. Lo que nació como un acuerdo de reyes y cortes europeas para sacar al Papa del juego del nombramiento de soberanos, terminó siendo fuente para lo que hasta hoy se reconoce como el eje  de la geopolítica en todo el planeta: las relaciones entre estados nacionales soberanos.

¿Tienen los Estados soberanos el monopolio del ejercicio geopolítico?

Aunque la geopolítica tiene diversas definiciones (Haushofer, Kjellen, Wallerstein, Ratzel, Ritter, entre otros), se puede decir que ésta se ocupa de estudiar los países como entes geográficos y la puja por el control de los territorios, entendido dicho control generalmente como acción de los Estados soberanos. Sin embargo, la realidad mundial, especialmente desde comienzos del siglo XX, ha gestado actores diversos que hacen parte de algunas dudas “de origen heterodoxo” sobre el monopolio de los Estados en materia de geopolítica.

Por ejemplo, algunos críticos del desarrollo del capitalismo señalan que la expansión de las compañías multinacionales por el planeta les da a éstas un poder que intimida incluso a gobernantes. El club de las compañías multinacionales más grandes del planeta está conformado por empresas que tienen un valor bursátil superior al PIB de muchos países.

De otro lado, el desarrollo de la diplomacia de la paz y la cooperación internacional en el marco de la arquitectura de la ONU trajo consigo la aparición de organismos multilaterales que se ocupan de temas que afectan a todos los países. Ahora, si bien, pertenecer o no a estos organismos es una decisión soberana, en muchos casos es sumamente costoso no adherirse.

Los ingentes esfuerzos que hizo China para lograr su adhesión a los acuerdos del GATT-OMC (2001), reflejan la importancia que, la que ya era una gran potencia comercial del mundo le daba a ser parte del sistema multilateral de comercio. El argumento más simple es que mientras el coloso asiático no pertenecía a la OMC, el resto de naciones del planeta no tenían la obligación jurídica de otorgarle la condición de Nación Más Favorecida (NMF) que sí se otorgan entre sí los firmantes de dicho acuerdo multilateral.

De otro lado, la existencia de bloques de integración, especialmente el caso de la Unión Europea, es una evidencia particular del ejercicio de funciones soberanas por parte de entes supranacionales conformados por países que las ceden de manera voluntaria. Para ampliar la reflexión sobre soberanía y supranaconalidad, les recomiendo este artículo.

Por último está el hecho de que diversos países se están rompiendo por dentro. De la descentralización a la autonomía regional y de ésta a la independiencia. Son volcanes en ebullición países como  Bélgica, España o la misma Italia y han hecho erupción otros, como Etiopía, Yugoslavia, Checoeslovaquia y la URSS. Los Estados soberanos son seres vivos en permanente transformación endógena. Sobra decir que aún quedan casos a “medio resolver” o sin resolver como Taiwán, Palestina, Cosovo o el Tíbet que, en medio de su ambigua identidad, ejercen protagonsimo geopolítico.

 A crisis globales, soluciones globales.

 Para que el concepto de soberanía tuviera sentido práctico fue necesario que se aplicara el principio de No Injerencia, que consiste en la inhabilidad de cualquier país a inmiscuirse en los asuntos domésticos de otros (ver artículo 2.7 de la Carta de la ONU). Sin embargo, otros principios como “intervención humanitaria” o “derecho de injerencia” tienen una creciente aceptación en la jurisprudencia internacional para justificar la intervención de un país en otro sin la aprobación del segundo, cuando motivaciones humanitarias así lo requieren. Obviamente las diferentes experiencias en las que algunos países han acudido a este argumento, no han estado exentas de debates o han sido fuente de conflicto.

Pero ahora el asunto que deseo presentar se relaciona con la forma como la Globalización ha permeado o, incluso, derrumbado las fronteras nacionales y los gobernantes no se han dado cuenta o se niegan a aceptar el hecho y las consecuencias al interior de sus “territorios soberanos”. Me refiero a un conjunto de fenómenos que la literatura ya reconoce como “problemas globales”, o sea que sus dimensiones y especialmente sus consecuencias no reconocen muros físicos o metafóricos; en otras palabras, adquieren un carácter transnacional. Hago referencia a temas como Amenaza Nuclear, Calentamiento Global, Narcotráfico, Pandemias, Migraciones y Refugiados, entre otros.

Cada país toma la decisión de usar o no energía nuclear y, preocupantemente, ha crecido el número de naciones que decidieron tener armas nucleares como instrumento de disuación. El punto es que si se presenta un accidente nuclear -ni qué hablar de una guerra-, las consecuencias se expandirán por países que no tuvieron ninguna injerencia en la decisión de poseer dicho armamento. Recuerdo que fue Suecia y no El Kremlin, quien prendió las alertas cuando hace 35 años se presentó el accidente en la estación nuclear de Chernobyl. Quienes estábamos en Ucrania o Bielarrusia en ese momento fuimos informados de los hechos, cuatro días después de que se inició el incendio.

Con el calentamiento global sucede lo mismo. Los gases de efecto invernadero los producen principalmente algunas naciones, Estados Unidos, China, Rusia, Australia, entre otros. Pero las consecuencias son globales. Colombia, que es relativamente un menor contaminante, no se libra de las consecuencias de los actos de los demás países del planeta. Para invertir el ejemplo, la acelerada deforestación en Colombia reduce las capacidades del planeta de absorber los gases de efecto invernadero.

Pero, para resolver este problema delegamos en cada nación por separado para que haga su aporte a la solución. Y aquí hay dos problemas: el primero es que no todos cumplen sus compromisos o, incluso, no se comprometen. El segundo es que muchos países no pueden resolver de manera aislada su problema. Y hay miles de ejemplos:

– los países industrializados tendrán en 10 años, el 70% de su parque automotor convertido a eléctrico o híbrido; sin embargo, sus empresas seguirán vendiendo carros a gasolina por todo el planeta. Y obviamente, la clase media de India y China, que se ha movilizado en transporte público o en bicicletas, pues, querrá comprar esos carros.

– Colombia depende en un 70% de las exportaciones de hidrocarburos; para abandonar dicha industria debería fortalecer su sector agrícola y agroindustrial aprovechando las ventajas que tiene para ello -suelos fértiles, mano de obra, experiencia, variedades climáticas, ubicación geográfica, etc.-. Sin embargo, ni con la firma de decenas de TLC tendrá acceso a otros mercados con productos de las cadenas del azúcar, los granos o los lácteos. Es imposible.

– Y así, las naciones del Medio Oriente o Rusia dependen de la exportación de hidrocarburos, otros de la ganadería; las empresas contaminantes generan millones de empleos, etc. Hay muchos ejemplos para que “cada país en particular” no haga lo suficiente para salvar el planeta.

– El tema de los refugiados es lo mismo. Las familias huyen de tierras que inunda el mar -refugiados ambientales-; otros abandonan sus países porque el fruto de sus cultivos no se vende en los mercados o tiene precios irrisorios. Otros escapan de las balas de una guerra en Siria, en la que participan Estados Unidos y Rusia y que se alimenta del mercado mundial de armas.

La actual pandemia -y no sólo ésta- nos coloca en una situación similar. La vacuna es la solución, entonces, los países más pudientes se abastecieron de suficientes vacunas para sus habitantes. ¿Y África? En tanto el virus encuentre caldo de cultivo en territorios de baja tasa de vacunación, el riesgo de que nos siga afectando a través de mutaciones críticas estará latente. En este momento enfrentamos la nueva variante -Ómicron-, se halló en África, entonces, la solución “inteligente”: se suspenden los vuelos desde ese continente. ¿En serio?

Somos un mundo globalizado, hay gente que tiene familiares en África, hay negocios con África, hay turismo de ída y vuelta con África…, quienes viven en ese continente son personas como nosotros.¿Qué son estas soluciones? ¿En qué estamos pensando?

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Una reflexión para terminar.

Este es un planeta que afronta sus mayores retos como entidad unitaria. La vida en el planeta (animales, humanos y vegetales) está en serio  peligro desde que el actual tren de producción y consumo, aunado a un increible crecimiento demográfico, deterioró las condiciones de vida: calidad del aire y del agua, incremento de temperaturas y reducción extrema de los suelos aptos para la vegetación -agrícola o forestal-.

Adicional a lo anterior, las armas de destrucción masiva penden como una espada de damocles sobre nuestras cabezas. Y, para terminar, el inevitable riesgo de las pandemias que, por muchas razones, pueden aparecer y ser una afrenta para la vida de los humanos y de otras especies.

Todo lo anterior me lleva a sugerir una tesis: la praxis de las relaciones internacionales hace agua frente a las realidades que enfrentamos. Los Estados soberanos en las actuales condiciones de economías de mercado y bajo el espíritu de lo que hemos establecido como eje del desarrollo -la posesión de bienes, el acceso a servicios y la acumulación material-, no son capaces de enfrentar con efectividad estos problemas globales.

El planeta no es un conjunto de países; es un sistema simbiótico de especies vivas -de origen animal o vegetal- que requieren de ciertas condiciones de aire, agua, clima y otros elementos, que aseguren el balance ideal para mantener la vida. Y esas condiciones se están perdiendo; en el último siglo a causa especialmente de la acción de la especie humana.

A problemas globales, soluciones globales. Si el multilateralismo democrático y la supranacionallidad no se fortalecen, la humanidad no saldrá bien librada de esta crisis. Los Estados soberanos todos, cual archipiélago, ya demostraron su incapacidad. La filosofía y la arquitectura de la Cooperación Internacional deben subir a otro nivel para estar acordes con los retos que enfrentamos.

Y un elemento central de esta redefinición tiene que ver con la democratización de dicha arquitectura, no sólo en términos de valorar los países más pequeños o los más pobres. También hay que preguntarse por el rol de otros actores: las comunidades locales y las originarias, las organizaciones y los movimientos sociales, las autoridades locales, entre otros. Ya está claro que los gobiernos centrales no ejercen una suficiente y adecuada representación de los intereses de la totalidad de los pueblos y culturas que habitan el territorio así denominado “soberano”.

O nos entendemos como sistema simbiótico o naufragamos.

 

Calentamiento global o la crónica de un desastre anunciado.

Giovanny Cardona Montoya, noviembre 1 de 2021.

 

Cada vez que hay una cumbre del Medio Ambiente, por lo menos desde la de Río en 1992, es evidente que los gobiernos se toman más en serio el tema. Pero, las evidencias posteriores a cada cumbre también demuestran que el creciente interés es inferior al reto. ¿Por qué esperar que la COP26 Glasgow no nos decepcione una vez más?

1. Génesis de la crisis.

En 1856, la científica Eunice Foote  demostró a través de un experimento, por primera vez, que el dióxido de carbono se calienta más que el aire que respiramos y que dura más tiempo caliente; por lo tanto, se deduce que una atmósfera de este gas elevaría la temperatura del planeta. Y, ahí nace la teoría del calentamiento global.  Pero, ¡oh sorpresa!, tres años después Edwin Drake encontró petróleo al oeste de Pensilvania y, entonces, comenzó la carrera ascendente de la industria del petróleo en Estados y Unidos…y en el mundo, por supuesto.

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Cien años después (en 1959), Edward Teller, físico reconocido de su época, advirtió que el uso incontrolado de las fuentes de energía fósiles estaría creando un efecto invernadero, el cual podría descongelar glaciales, incluso los cascos polares. Ya para 1965, la comunidad científica norteamericana se tomaba el tema muy en serio, lo que explica la carta que enviaron a Lindon B. Johnson, advirtiendo el peligro y clamando porque se tomaran medidas importantes.

2. ¿Cómo llegamos aquí?

Hacia el siglo XVIII, los recursos del planeta eran suficientes para atender el “espíritu de consumo” de la población mundial de la época: alrededor de 1500 millones de personas que necesitaban techo, vestido, alimento, transportarse, etc. Su tren de consumo era inferior a la capacidad de la tierra para regenerar la vida: animales, plantas, bosques. La tala de bosques, el pastoreo, el transporte de la época (apena surgía el vehículo mecánico a base de combustible fósil) eran procesos degradantes de proporciones aún adecuadas para este planeta.

Para producir los satisfactores de las necesidades humanas, las personas requerimos ciertos materiales y una cantidad X de energía, los cuales son extraídos de los sistemas ecológicos. Pero, de otro lado, los mismos sistemas ecológicos tienen cierta capacidad para reabsorber los residuos que se derivan de aquellos procesos de producción de bienes y servicios. Adicionalmente, la producción requiere de ciertos espacios físico, lo que implica ocupar territorios, incluso, desalojando especies de los mismos: población animal, vegetación, bosques.

Para medir el impacto de la actividad del ser humano sobre sobre la biocapacidad del planeta, Rees y Wackernagel (1996) formularon una unidad de medida denominada Huella Ecológica, la cual calcula “la superficie necesaria para producir los recursos consumidos por un ciudadano medio de una determinada comunidad humana, así como la necesaria para absorber los residuos que genera, independientemente de la localización de esta área”

De esta fórmula se deducen actividades asociadas a las áreas requeridas y la reducción de la capacidad de la tierra de absorber los residos:

Cultivos: área para producir los vegetales que se consumen.

Pastos: área dedicada al pastoreo de ganado.

Bosques: área de explotación para producir la madera y el papel.

Mar productivo: área para producir pescado y marisco.

Terreno construído: áreas urbanizadas u ocupadas por infraestructuras.

Área de absorción de CO2: bosques.

Todo iba bien, era una situación manejable, hasta que entró el siglo XX. La huella de carbono se ha multiplicado por 10 desde la década de 1960. La revolución industrial iniciada en el siglo XIX, el acelerado crecimiento demográfico y una cultura de sobrevaloración del tener sobre el ser conforman la base de lo que hoy se conoce como la crisis del calentamiento global.

La industrialización desmedida, la urbanización, el creciente uso de combustibles fósiles y una cultura de consumo sin límites, de una población mundial que se ha multiplicado por cinco en el último siglo, son los detonantes de una crisis que consiste en la incapacidad del planeta de mantener nuestro estilo de vida. Inspirados en una idelogía de producción y consumo ilimitados, la población ha adoptado un tren de vida inviable, basado en la posesión de bienes materiales.

Ya los gobiernos han aceptado que no podemos permitir que que la temperatura del planeta ascienda más de 1,5 grados C antes de 2030, con respecto a la era preindustrial, para lo cual debemos reducir la emisión neta (emisión menos absorción) de gases de efecto invernadero a cero -hoy es de 50 mil millones de toneladas-. Sin embargo, la temperatura ya ha subido 1.2 grados C y el reloj sigue su marcha. Los gases acumulados crecen y el calentamiento global no se detiene.

La emisión neta de gases de efecto invernadero y el calentamiento global se deben estudiar desde dos variables complementarias: la emisión de gases y la capacidad del planeta de absorberlos.

3. La emisión de gases.

Los principales gases de efecto invernadero son:

Dióxido de carbono (CO2). Se da por la quema de combustibles fósiles, residuos sólidos, árboles y material biológico. También por la producción de cemento.

Metano (CH4). Este se genera en la ganadería principalmente, también en producción y transporte del carbón y en la descomposición orgánica que se produce en la agricultura.

Óxido nitroso (N2O): agricultura, combustión de petróleo y  carbón y durante el tratamiento de aguas residuales.

Gases fluorados, los cuales surgen de procesos industriales.

En 2017, el CO2 fue responsable del 82% de los gases de efecto invernadero, seguido del metano (10%) (Agencia de Protección Ambiental de E-U). El lento desarrollo de las fuentes de energía limpias, al igual que el cambio de patrones de comportamiento –reciclar, caminar, usar bicicleta, reducir consumo de carne, etc.- responde a intereses económicos, debilidad en las normas ambientales y hábitos y arraigados de los seres humanos.

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4. La capacidad de absorción de los gases.

Los bosques y terrenos agrícolas cubren gran parte de la tierra y sirven para almacenar o absorber de modo natural importantes cantidades de CO2, impidiendo que éste salga a la atmósfera, lo que los convierte en neutralizadores parciales de la actividad contaminante del hombre, generando lo que se denomina la emisión neta de gases de efecto invernadero: gases emitidos, menos los absorbidos.

Sin embargo, no es fácil desacelerar la deforestación, ni lograr mejores prácticas forestales y agrícolas para la reabsorción de gases de efecto invernadero. Los bosques cubren el 31 por ciento de la superficie terrestre mundial. La deforestación y la degradación de los bosques continúan ocurriendo a un ritmo alarmante, lo que contribuye significativamente a la pérdida constante de biodiversidad.

Desde 1990, se estima que se han perdido unos 420 millones de hectáreas de bosque por conversión a otros usos de la tierra, aunque la tasa de deforestación ha disminuido en las últimas tres décadas. Entre 2015 y 2020, la tasa de deforestación se estimó en 10 millones de hectáreas por año, frente a los 16 millones de hectáreas por año en la década de 1990. La superficie de bosque primario en todo el mundo ha disminuido en más de 80 millones de hectáreas desde 1990.

Según la FAO, tan sólo en América Latina la tala de bosques entre 1990 y 2000 tuvo una tasa anual que fluctuó entre 0,1% en Chile y 5% en países como Uruguay, Salvador o Paraguay. Para alcanzar una media de 0,5% anual de deforestación de la extensión forestal en el subcontinente .

En síntesis:

En un circuito dialéctico que integra al desarrollo de las fuerzas productivas con la búsqueda de la maximización de la riqueza, avanza la espiral de producción y consumo que parece no agotarse, pero que encuentra sus límites en la capacidad finita que tiene el planeta de renovarse.

 

Prospectiva: Escenario Posible de No Futuro 2030.

Giovanny Cardona Montoya, noviembre 4 de 2019.

“Una diferencia de solo medio grado de temperatura tendría consecuencias devastadoras para nuestro planeta, por lo que cada vez es más urgente limitar el aumento de la temperatura global a un máximo de 1,5 grados centígrados”

Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de la ONU (IPCC).

Soy economista, pero también pedagogo. Con los años, la vocación de maestro me ha acercado a las humanidades tanto como me ha alejado de los cálculos financieros. Por ello, he aprendido a valorar el presente más que cualquier otra cosa. Deleitarme con lo cotidiano, vivir el día a día; disfrutar de la familia, de los amigos, del paisaje, de un recuerdo o de un buen libro. Amar mi trabajo. Vivir con intensidad el presente que, aunque efímero, es lo más real que poseo.

Había llegado, incluso, a creer que el tema del futuro, de su planificación, era una cuestión más que todo de carácter empresarial. Imaginaba a los emprendedores analizando sus oportunidades de futuro, leyendo las tendencias para tomar decisiones estratégicas que les eleven la competitividad a mediano y largo plazo. Aunque las personas caíamos en la misma angustia económica: ahorrar para la pensión, asegurar un ingreso para aquellos años en los que no podremos generar nuestro sustento. Una preocupación económica más.

Pero el modelo de desarrollo económico  que hemos elegido ha puesto al humanismo y al materialismo económico en la misma encrucijada: cambiar los hábitos de consumo, intercambio y producción o permitir que el reloj del apocalipsis marque la media noche. Así que ahora el futuro debe ser una preocupación de los humanistas, de los sociólogos, de los químicos, de los maestros. de los economistas…de todos.

huella ecologica de la humanidad

Las principales tendencias que están destruyendo al planeta:

1. La deforestación. Los bosques absorben casi el 50% de las emisiones de CO2; además, protegen la biodiversidad y dan sustento de vida a los humanos. Sin embargo, entre 2016 y 2017 la deforestación fue equivalente a tres veces el territorio de Bangladesh.

2. Escasez de agua. Aunque el planeta está compuesto en un 70% de agua, casi el 100% del agua del mar no es apta para el consumo humano. Adicionalmente, la necesidad de consumo de agua ha seguido creciendo, especialmente con la minería, la industria y el crecimiento demográfico (hoy vivimos en el planeta 4 veces más personas que hace 100 años).

3. Creciente producción de residuos. ¿Qúe estamos haciendo con tantas botellas de plástico, cargadores de celulares, residuos químicos, etc.? Las políticas para promover el reciclaje han fracasado y modelos como la Economía Circular aún son bienes públicos exóticos. Actualmente, sólo el 9% del plástico que usamos, se recicla.

4. Deterioro de la calidad del aire y contaminación del mar. Además de las chimeneas de las fábricas, el placer por poseer un vehículo particular se ha convertido en el némesis del aire puro. Contaminamos por el gusto de poseer un auto. Al mismo tiempo, las sustancias tóxicas están contaminando el agua del mar, lo que afecta gravemente la vida submarina.

5. Destrucción de la biodiversidad. La descontrolada deforestación, la contaminación del mar, la mala calidad del aire, el desaforado consumo humano y la escasez de agua conllevan la muerte de miles de especies vegetales y animales.

Dinamizadores de las tendencias críticas del calentamiento global hacia la próxima década:

Luego de ver los comportamientos históricos y presentes con respecto a los factores (tendencias) determinantes que arrastran el planeta hacia la catástrofe, cabe preguntarse qué condiciones presentes y de futuro cercano pueden acelerar la crisis hacia el año 2030:

- Trump y Bolsonaro son reelegidos en Estados Unidos y Brasil, las dos potencias permanecen por fuera de los compromisos del Acuerdo de París sobre el medio ambiente.

- El fracking se expande como tecnología para revitalizar la industria extractiva de hidrocarburos. Se consolida y amplia el reinado de los combustibles fósiles.

- No se toman medidas significativas para reducir drásticamente el consumo de plástico en todo el planeta.

- El consumo de carne sigue creciendo, lo que estimula la ganadería como industria generadora de gases de efecto invernadero, degradora de los suelos y del agua.

- El uso de autos particulares, alimentados con combustible fósiles, sigue su tendencia expansiva. El auto eléctrico crece muy lentamente y el transporte público no se impone como cultura urbana asociada a la mejor calidad de vida.

- Continúa el fracaso de la cultura del reciclaje, la Economía Circular se desarrolla marginalmente.

- El crecimiento demográfico se desacelera muy lentamente, con un continuo crecimiento poblacional en India, África y los países del Medio Oriente, principalmente.

- La huella de carbono ya supera la capacidad de bio-reproducción que tiene el planeta.

- Crecer, poseer y consumir siguen siendo los referentes culturales de éxito y de prosperidad.

Escenario Posible de (NO) Futuro 2030:

Con base en los datos históricos que nos han traído hasta acá y a partir de un pronóstico crítico (que no pesimista) de los dinamizadores de las tendencias hacia la próxima década, me permito formular el peor de los escenarios hacia el año 2030, el cual hoy parece muy probable:

En la próxima década (2020-2030) la población mundial crecerá a un promedio anual de 80 millones de personas y conservará los hábitos de consumo de una sociedad que cree en la existencia infinita de recursos; la deforestación de bosques mantendrá la tendencia de 15 o más millones de hectáreas al año; el consumo de carne no caerá en el planeta y, al contrario, la ganadería seguirá su expansión; la producción de autos seguirá creciendo y en las calles estarán rodando cerca de dos mil millones coches, 90% de ellos funcionando con combustibles fósiles, adicionalmente, la industria de las fibras sintéticas no se contraerá, entre otras porque, gracias al fracking, las reservas mundiales de petróleo seguirán creciendo; el reciclaje de plástico apenas alcanzará el 12% de su consumo total; en consecuencia:

Para 2030 la huella ecológica rozará la barrera de 1.5 veces la biocapacidad del planeta y; por lo tanto, el aumento de la temperatura global superará los 2 grados centígrados.

Así comienza el fin de los tiempos.

Economía y energía: el retorno de la biomasa

Autor: Giovanny Cardona Montoya

La revolución industrial es un fenómeno relativamente reciente de la humanidad. Esta inició en la segunda mitad del siglo XVIII y tuvo como una de sus características principales el uso del carbón. Con aquella, terminaron siglos dominados por el uso de la tracción humana, la tracción animal y la leña para la calefacción. Nació la era de los combustibles fósiles.Según BP, los combustibles fósiles reinan desde finales del siglo XVIII. Pero, la leña tuvo el poder durante milenios. http://www.bp.com/en/global/corporate/about-bp/energy-economics/statistical-review-of-world-energy.html

 

Sin embargo, desde mediados del siglo XX, la hegemonía de los combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón) ha entrado en crisis. Y esta crisis está marcada básicamente por dos razones: el calentamiento global, resultado, entre otros, del uso desmedido del petróleo y el carbón; y el agotamiento de las fuentes no renovables de energía.

Agotamiento del petróleo: ¿cuento chino?

Aunque es difícil predecir cuánto petróleo aún acumula el planeta, por años ha hecho carrera la tesis de que hemos consumido aproximadamente el 50% de sus reservas. Por ello, aunque el petróleo tiene uso desde hace más de un siglo, debemos tener en cuenta que su consumo ha tenido un crecimiento exponencial. La expansión del mercado de vehículos y de fibras sintéticas ha hecho que año tras año el consumo se multiplique. En consecuencia, los pronósticos hablan de reservas sólo para algunas décadas.

Sin embargo, esta afirmación debe ser matizada, teniendo en cuenta algunos tecnicismos:

– el agotamiento es relativo ya que hay pozos que no son rentables de explotar a cierto precio, por lo tanto, ese combustible puede ser extraido en algún momento en el que el mercado ofrezca un precio más elevado;

– el desarrollo tecnológico busca, entre otros, producir máquinas que sean más económicas en lo que respecta al consumo de energía;

– la aparición del fracking, como técnica de explotación, tiende a incrementar las reservas mundiales, ya que se obtiene un combustible con el que no se contaba -el que sale al explotar las rocas-: el gas de esquisto.

¿Y qué hay de las demás fuentes de energía?

Aunque el agotamiento de recursos no renovables es un factor importante, el tema ambiental es una de las principales causas por las que el hombre debe buscar alternativas. La emisión de gases de efecto invernadero, responsable del calentamiento global, está asociada a la industria extractiva de petróleo y carbón, lo mismo que a su uso desmesurado.

Este mapa nos muestra los grandes responsables de la emisión de gases de efecto invernadero. En dicha lista se evidencia el protagonismo de los mayores productores y consumidores de petróleo (color morado y tamaño de la circunferencia).

 

Desde hace 80 años, la energía nuclear interesa a los gobiernos, aunque, la verdad sea dicha, ha sido la guerra el principal estímulo para desarrollarla. Sin embargo, los riesgos conexos derivados de posibles accidentes, desestimulan las inversiones en la misma. De hecho, Alemania, una de las mayores economías del planeta, ha decidido apagar sus reactores y se ha convertido en un adalid mundial por el desmonte de esta fuente de energía.

Aunque se han logrado avances con la energía solar y la eólica, la verdad es que en términos de viabilidad económica se ha avanzado poco. En cambio, la energía eléctrica, con sus diferentes fuentes (agua, carbón, gas) sigue teniendo una importancia significativa en la balanza energética global. Incluso, se evidencia que su participación en el mercado de vehículos se hará notoria en las próximas décadas.

Dentro de las fuentes alternativas de energía, la biomasa y la hidroeléctica aparecen como las de mayor preponderancia.

 

Por último, la producción de biocombustibles (alcohol carburante) parece ser una de las alternativas que más se abre camino, especialmente para menguar la dependencia del petróleo en la industria del transporte. Mezclar un porcentaje de alcohol carburante con gasolina parece ser uno de los avances más sostenibles en el mediano plazo.

Sin embargo, las preocupaciones por la seguridad alimentaria del planeta han encendido las alertas sobre el temor de que el agro se convierta en un productor de combustibles en lugar de comida.  Teniendo en cuenta que la frontera agrícola mundial se reduce y que la población mundial no dejará de crecer hasta mediados del siglo XXI, la alarma no se debe tomar a la ligera.

La biomasa…en lugar de conclusión.

Por último es necesario resaltar la importancia potencial de esta fuente de energía. Por siglos, el planeta dependió de la leña y del carbón vegetal. Hoy, las señales de mercado indican que hay que retomar esta alternativa. La ciencia y la tecnología ya han avanzado para desarrollar calderas que funcionen con biomasa y que tengan utilidad tanto en las empresas como en el sector domiciliario (calefacción de vivienda y calentamiento de agua).

Desarrollar el mercado de la biomasa puede ser una verdadera alternativa para frenar el calentamiento global, ya que los residuos vegetales no producen gases más allá de los que ya absorvieron en su ciclo vital, y sería una alternativa para reducir el consumo de combustibles fósiles que, parece, tendrán una segunda ola de expansión con el fracking, hecho que preocupa seriamente a los ambientalistas.