A problemas globales, soluciones globales: el planeta es más que una sumatoria de países.

Giovanny Cardona Montoya, noviembre 28 de 2021.

 

Si bien, China y algunas otras naciones tienen una historia milenaria o, al menos, de siglos, es con la paz de Westfalia en 1648, que Europa siembra las bases de la idea de los estados nacionales y, en consecuencia, se abren para la geopolítica mundial las ideas de soberanía y de fronteras. Lo que nació como un acuerdo de reyes y cortes europeas para sacar al Papa del juego del nombramiento de soberanos, terminó siendo fuente para lo que hasta hoy se reconoce como el eje  de la geopolítica en todo el planeta: las relaciones entre estados nacionales soberanos.

¿Tienen los Estados soberanos el monopolio del ejercicio geopolítico?

Aunque la geopolítica tiene diversas definiciones (Haushofer, Kjellen, Wallerstein, Ratzel, Ritter, entre otros), se puede decir que ésta se ocupa de estudiar los países como entes geográficos y la puja por el control de los territorios, entendido dicho control generalmente como acción de los Estados soberanos. Sin embargo, la realidad mundial, especialmente desde comienzos del siglo XX, ha gestado actores diversos que hacen parte de algunas dudas “de origen heterodoxo” sobre el monopolio de los Estados en materia de geopolítica.

Por ejemplo, algunos críticos del desarrollo del capitalismo señalan que la expansión de las compañías multinacionales por el planeta les da a éstas un poder que intimida incluso a gobernantes. El club de las compañías multinacionales más grandes del planeta está conformado por empresas que tienen un valor bursátil superior al PIB de muchos países.

De otro lado, el desarrollo de la diplomacia de la paz y la cooperación internacional en el marco de la arquitectura de la ONU trajo consigo la aparición de organismos multilaterales que se ocupan de temas que afectan a todos los países. Ahora, si bien, pertenecer o no a estos organismos es una decisión soberana, en muchos casos es sumamente costoso no adherirse.

Los ingentes esfuerzos que hizo China para lograr su adhesión a los acuerdos del GATT-OMC (2001), reflejan la importancia que, la que ya era una gran potencia comercial del mundo le daba a ser parte del sistema multilateral de comercio. El argumento más simple es que mientras el coloso asiático no pertenecía a la OMC, el resto de naciones del planeta no tenían la obligación jurídica de otorgarle la condición de Nación Más Favorecida (NMF) que sí se otorgan entre sí los firmantes de dicho acuerdo multilateral.

De otro lado, la existencia de bloques de integración, especialmente el caso de la Unión Europea, es una evidencia particular del ejercicio de funciones soberanas por parte de entes supranacionales conformados por países que las ceden de manera voluntaria. Para ampliar la reflexión sobre soberanía y supranaconalidad, les recomiendo este artículo.

Por último está el hecho de que diversos países se están rompiendo por dentro. De la descentralización a la autonomía regional y de ésta a la independiencia. Son volcanes en ebullición países como  Bélgica, España o la misma Italia y han hecho erupción otros, como Etiopía, Yugoslavia, Checoeslovaquia y la URSS. Los Estados soberanos son seres vivos en permanente transformación endógena. Sobra decir que aún quedan casos a “medio resolver” o sin resolver como Taiwán, Palestina, Cosovo o el Tíbet que, en medio de su ambigua identidad, ejercen protagonsimo geopolítico.

 A crisis globales, soluciones globales.

 Para que el concepto de soberanía tuviera sentido práctico fue necesario que se aplicara el principio de No Injerencia, que consiste en la inhabilidad de cualquier país a inmiscuirse en los asuntos domésticos de otros (ver artículo 2.7 de la Carta de la ONU). Sin embargo, otros principios como “intervención humanitaria” o “derecho de injerencia” tienen una creciente aceptación en la jurisprudencia internacional para justificar la intervención de un país en otro sin la aprobación del segundo, cuando motivaciones humanitarias así lo requieren. Obviamente las diferentes experiencias en las que algunos países han acudido a este argumento, no han estado exentas de debates o han sido fuente de conflicto.

Pero ahora el asunto que deseo presentar se relaciona con la forma como la Globalización ha permeado o, incluso, derrumbado las fronteras nacionales y los gobernantes no se han dado cuenta o se niegan a aceptar el hecho y las consecuencias al interior de sus “territorios soberanos”. Me refiero a un conjunto de fenómenos que la literatura ya reconoce como “problemas globales”, o sea que sus dimensiones y especialmente sus consecuencias no reconocen muros físicos o metafóricos; en otras palabras, adquieren un carácter transnacional. Hago referencia a temas como Amenaza Nuclear, Calentamiento Global, Narcotráfico, Pandemias, Migraciones y Refugiados, entre otros.

Cada país toma la decisión de usar o no energía nuclear y, preocupantemente, ha crecido el número de naciones que decidieron tener armas nucleares como instrumento de disuación. El punto es que si se presenta un accidente nuclear -ni qué hablar de una guerra-, las consecuencias se expandirán por países que no tuvieron ninguna injerencia en la decisión de poseer dicho armamento. Recuerdo que fue Suecia y no El Kremlin, quien prendió las alertas cuando hace 35 años se presentó el accidente en la estación nuclear de Chernobyl. Quienes estábamos en Ucrania o Bielarrusia en ese momento fuimos informados de los hechos, cuatro días después de que se inició el incendio.

Con el calentamiento global sucede lo mismo. Los gases de efecto invernadero los producen principalmente algunas naciones, Estados Unidos, China, Rusia, Australia, entre otros. Pero las consecuencias son globales. Colombia, que es relativamente un menor contaminante, no se libra de las consecuencias de los actos de los demás países del planeta. Para invertir el ejemplo, la acelerada deforestación en Colombia reduce las capacidades del planeta de absorber los gases de efecto invernadero.

Pero, para resolver este problema delegamos en cada nación por separado para que haga su aporte a la solución. Y aquí hay dos problemas: el primero es que no todos cumplen sus compromisos o, incluso, no se comprometen. El segundo es que muchos países no pueden resolver de manera aislada su problema. Y hay miles de ejemplos:

– los países industrializados tendrán en 10 años, el 70% de su parque automotor convertido a eléctrico o híbrido; sin embargo, sus empresas seguirán vendiendo carros a gasolina por todo el planeta. Y obviamente, la clase media de India y China, que se ha movilizado en transporte público o en bicicletas, pues, querrá comprar esos carros.

– Colombia depende en un 70% de las exportaciones de hidrocarburos; para abandonar dicha industria debería fortalecer su sector agrícola y agroindustrial aprovechando las ventajas que tiene para ello -suelos fértiles, mano de obra, experiencia, variedades climáticas, ubicación geográfica, etc.-. Sin embargo, ni con la firma de decenas de TLC tendrá acceso a otros mercados con productos de las cadenas del azúcar, los granos o los lácteos. Es imposible.

– Y así, las naciones del Medio Oriente o Rusia dependen de la exportación de hidrocarburos, otros de la ganadería; las empresas contaminantes generan millones de empleos, etc. Hay muchos ejemplos para que “cada país en particular” no haga lo suficiente para salvar el planeta.

– El tema de los refugiados es lo mismo. Las familias huyen de tierras que inunda el mar -refugiados ambientales-; otros abandonan sus países porque el fruto de sus cultivos no se vende en los mercados o tiene precios irrisorios. Otros escapan de las balas de una guerra en Siria, en la que participan Estados Unidos y Rusia y que se alimenta del mercado mundial de armas.

La actual pandemia -y no sólo ésta- nos coloca en una situación similar. La vacuna es la solución, entonces, los países más pudientes se abastecieron de suficientes vacunas para sus habitantes. ¿Y África? En tanto el virus encuentre caldo de cultivo en territorios de baja tasa de vacunación, el riesgo de que nos siga afectando a través de mutaciones críticas estará latente. En este momento enfrentamos la nueva variante -Ómicron-, se halló en África, entonces, la solución “inteligente”: se suspenden los vuelos desde ese continente. ¿En serio?

Somos un mundo globalizado, hay gente que tiene familiares en África, hay negocios con África, hay turismo de ída y vuelta con África…, quienes viven en ese continente son personas como nosotros.¿Qué son estas soluciones? ¿En qué estamos pensando?

Screenshot_20211128-133250_2

Una reflexión para terminar.

Este es un planeta que afronta sus mayores retos como entidad unitaria. La vida en el planeta (animales, humanos y vegetales) está en serio  peligro desde que el actual tren de producción y consumo, aunado a un increible crecimiento demográfico, deterioró las condiciones de vida: calidad del aire y del agua, incremento de temperaturas y reducción extrema de los suelos aptos para la vegetación -agrícola o forestal-.

Adicional a lo anterior, las armas de destrucción masiva penden como una espada de damocles sobre nuestras cabezas. Y, para terminar, el inevitable riesgo de las pandemias que, por muchas razones, pueden aparecer y ser una afrenta para la vida de los humanos y de otras especies.

Todo lo anterior me lleva a sugerir una tesis: la praxis de las relaciones internacionales hace agua frente a las realidades que enfrentamos. Los Estados soberanos en las actuales condiciones de economías de mercado y bajo el espíritu de lo que hemos establecido como eje del desarrollo -la posesión de bienes, el acceso a servicios y la acumulación material-, no son capaces de enfrentar con efectividad estos problemas globales.

El planeta no es un conjunto de países; es un sistema simbiótico de especies vivas -de origen animal o vegetal- que requieren de ciertas condiciones de aire, agua, clima y otros elementos, que aseguren el balance ideal para mantener la vida. Y esas condiciones se están perdiendo; en el último siglo a causa especialmente de la acción de la especie humana.

A problemas globales, soluciones globales. Si el multilateralismo democrático y la supranacionallidad no se fortalecen, la humanidad no saldrá bien librada de esta crisis. Los Estados soberanos todos, cual archipiélago, ya demostraron su incapacidad. La filosofía y la arquitectura de la Cooperación Internacional deben subir a otro nivel para estar acordes con los retos que enfrentamos.

Y un elemento central de esta redefinición tiene que ver con la democratización de dicha arquitectura, no sólo en términos de valorar los países más pequeños o los más pobres. También hay que preguntarse por el rol de otros actores: las comunidades locales y las originarias, las organizaciones y los movimientos sociales, las autoridades locales, entre otros. Ya está claro que los gobiernos centrales no ejercen una suficiente y adecuada representación de los intereses de la totalidad de los pueblos y culturas que habitan el territorio así denominado “soberano”.

O nos entendemos como sistema simbiótico o naufragamos.

 

Chernobyl: una cicatriz que nos recuerda lo frágil que es la humanidad.

Reproduzco un texto que escribí hace 5 años, a propósito del aniversario de uno de los dos mayores accidentes nucleares de la historia.

Hace 35 años, en esta misma fecha, abril 26, me encontraba yo en Kiev. Todo parecía normal, el año académico estaba en su última etapa, comenzaba a florecer la ciudad y se acercaba el puente festivo del 1º de mayo. Lejos estábamos de imaginarnos que un riesgo mortal se incubaba a unos 100 kilómetros de la ciudad.

El accidente en el 4º reactor de la estación nuclear de Chernobyl pendía como espada de Damocles sobre la vida de millones de europeos de la otrora Unión Soviética y algunos de sus países vecinos. De hecho, nos enteramos de la catástrofe cuando el Kremlin tuvo el deber de dar respuesta a las inquietudes que desde Suecia se presentaban con respecto a un incremento inusitado de niveles de radiación en aquel país escandinavo.

Años después, la crisis de Fukushima, al conmemorar las “bodas de plata” de Chernobyl, debe hacer pensar nuevamente a los políticos, a los empresarios y a los expertos sobre las implicaciones ambientales y planetarias del consumo ilimitado y de la búsqueda acelerada y “salvaje” de fuentes alternativas de energía.

Las preguntas que surgen en la actualidad no sólo tienen que ver con la producción de energía o el desarrollo de alternativas diferentes a los combustibles fósiles. Adicionalmente hay que destacar:

1. Los accidentes producidos en reactores nucleares (de los cuales, Chernobyl y Fukushima son los más conocidos pero no los únicos) demuestran que la tecnología moderna aún no es capaz de controlar los monumentales daños que aquellos pueden producir. Según la OMS, los afectados por la radiación de Chernobyl superan los 5 millones y, aunque fuentes oficiales rusas y ucranianas hablan de 10.000 muertos, Greanpeace asegura que el número de fallecidos supera los 100.000. Pero, lo destacable es que la magnitud de los daños es monumental a pesar de que la energía nuclear sigue siendo una fuente menor.

2. El creciente consumo frente a la capacidad limitada del planeta. Los economistas y los hacedores de políticas públicas hemos permitido que por décadas, tal vez siglos, se deje al crecimiento del PIB como eje del Desarrollo Económico -significativo ejemplo es el de la expansión de los llamados mercados emergentes-. Pero, los problemas ambientales del presente muestran que el ilimitado Crecimiento Económico es un verdadero riesgo para la sostenibilidad del Desarrollo: ¡vivimos en un planeta de recursos limitados!

3. La búsqueda permanente por el control de las fuentes de energía, particularmente las fósiles, explica en gran medida la dinámica de las mayores crisis geopolíticas del mundo. No es casual que en el último siglo, los mayores conflictos bélicos focalizados se hayan realizado en el Medio Oriente y Norte de Africa, o que a Rusia y Estados Unidos les preocupe tanto la situación política del Caucaso. Estas son dos de las regiones que poseen las mayores reservas de petróleo y gas del mundo.

4. ¿Se da suficiente importancia a la búsqueda de nuevas fuentes de energía que sean ambientalmente limpias? La producción de energía limpia implica grandes inversiones con retornos en el largo plazo. El tema aún está en los niveles de la ciencia (innovación) y de la tecnología (implementación). Hay hallazgos económicamente inviables y hay temas aún sin explorar. En el caso de la viabilidad económica estamos encontrando externalidades gigántescas: de un lado, la producción de biocombustibles de primera generación reduce la frontera agrícola de alimentos y, del otro, se hace necesario mantener el precio de los combustibles fósiles en niveles elevados, para hacer viable la inversión en energías limpias.

Sean, este momento conmemorativo -35 años de Chernobyl- y la década de Fukushima, escenarios propicios para una gran reflexión económica: la economía de mercado no puede seguir de espaldas a la realidad ambiental. Más que continuar con la línea de crecimientos ilimitados, la política económica debe moverse en dos direcciones pertinentes: mejorar la capacidad de distribución de la riqueza y asegurar la sostenibilidad del desarrollo.

Ver a lo lejos: Proactividad en tiempos de incertidumbre.

Giovanny Cardona-Montoya, abril 4 de 2021.

1. La paradoja del presente.

Probablemente la humanidad jamás había tenido tanto acceso a la información; el hombre nunca había desarrollado metodologías y dispositivos tan sofisticados para obtener, crear y usar el conocimiento; nunca habiamos estado tan conectados todos los seres humanos del planeta. La Sociedad del Conocimiento y la Globalización son una realidad dinámica y creciente.

Pero, a pesar de ello, y como en otras épocas, vivimos tiempos de incertidumbre.

Lo más palpable de nuestra incertidumbre es la crisis de la pandemia desatada por el Covid-19. En poco más de un año, este virus ha llevado a los gobiernos, empresarios y familias de todo el planeta a improvisar decisiones acorde a la evolución de la coyuntura. En el momento que escribo estas líneas, muchos países toman medidas reactivas frente a un tercer pico de contagios. Aunque hemos aprendido mucho en este último año, aún no somos capaces de interpretar el comportamiento social bajo estas circunstancias, ni anticipar el desempeño del virus en el ambiente.

La comunidad científica y médica ha avanzado. Ya tenemos vacunas, aunque aún no tenemos certeza de su efictividad (tal vez haya que vacunarse cada año, probablemente algunas cepas nuevas del virus sean más resistentes, etc.). Conocemos medidas preventivas que funcionan (distanciamiento social) y se han fortalecido las capacidades para tomar pruebas Rcp y para atender en Unidades de Cuidados Intensivos, UCI.

Pero, a pesar de los logros, aún no sabemos cuando seremos capaces de llevar este virus a un estado de convivencia razonable -tal y como hacemos con los de influenza, por ejemplo-. Hay una profunda incertidumbre sobre el tiempo necesario para terminar con la pandemia. Ya hablamos de años.  Si no estamos dando palos de ciego, por lo menos aceptemos que no tenemos una bitacora de vuelo.

Pero no se trata sólo de la pandemia. La cuarta revolución industrial (relacionada con la transformación digital y la Inteligencia Artificial -IA-) al igual que la crisis del Desarrollo Sostenible, derivada de las consecuencias del calentamiento global, están colocando a la humanidad ante cambios profundos y acelerados que dificultan anticipar lo que sucederá en las próximas décadas.

Estas dos grandes tendencias – Transformación Digital y Calentamiento Global- marcarán el destino de la humanidad en particular y del planeta en general. Habrá cambios en el empleo, en la educación, en la producción de bienes y servicios, en la movilidad, en los sistemas de salud, en el marketing, en las finanzas, en las relaciones entre países y regiones. Y aún no sabemos exactamente cuáles serán las implicaciones -y sus dimensiones- para la humanidad y para el planeta.

2. De la Actitud Reactiva a la Proactividad.

¿Qué estamos haciendo? Estamos tratando de llevar el mismo tren de vida mientras realizamos algunos ajustes sobre la marcha. Aplicamos paños de agua tibia para ir sobrellevando la situación, pero no estamos viendo los riesgos de mediano y largo plazo.

Así, por ejemplo, cada vez que los indicadores de riesgo de la pandemia se suavizan -pocos pacientes en UCI, reducción del número de contagiados, de la tasa de positivos y del número de fallecidos-, entonces, el Estado relaja los controles y la sociedad olvida los riesgos: se abre el comercio, el turismo se fortalece, el transporte público se satura, etc. Y, como una montaña rusa, semanas después la realidad vuelve y nos encierra en las casas.

¿Por qué actuamos así? Sabemos que mientras no haya una vacunación masiva planetaria el riesgo seguirá latente. Y esa vacunación NO se está dando.

Estamos actuando sin un sentido de Visión Compartida de Futuro y pensando que se trata de un problema temporal, algo de corto plazo; pero, la realidad es que no son hechos coyunturales, estamos hablando del futuro de la humanidad y del planeta.

¿Qué vamos a hacer si desaparecen millones de empleos porque la IA realizará labores que hoy son responsabilidad de seres humanos? Esto es un tema que debe preocupar en primera instancia a las familias, al mercado de bienes y servicios, a las instituciones educativas y a los sistemas de seguridad social. No es un tema menor.

¿Qué vamos a hacer con las escuelas, el trabajo de oficina, el transporte público y el comercio, si el distanciamiento social se debe mantener por algunos años? ¿Estamos preparados para ofrecer alternancia y virtualidad con plena cobertura y calidad? ¿Estamos listos para un teletrabajo que no invada la vida familiar y asegure la idoneidad en el cumplimiento de las labores? Claro que no. Pero seguimos enfrascados en la discusión de si regresar a las aulas y a las oficinas el próximo lunes. Cómo si la pandemia ya hubiera sido superada. El tema es más serio y va para largo.

¿Qué vamos a hacer con el transporte público, el comercio al detal, los estadios, auditorios para conciertos y  restaurantes, si el distanciamiento social se mantiene como medida preventiva durante varios años? ¿Qué haremos ante el hecho que el nivel del mar irá ocupando territorio en las zonas costeras e inundando islas?

Nos está cogiendo la noche para pensar en el mediano y largo plazo. No podemos seguir concentrados en la coyuntura, tratando de tomar medidas que generen opinión pública favorable o votos en los próximos comicios electorales. Es hora de pensar en las futuras generaciones.

3. Nuevas perspectivas para enfrentar retos globales.

Un problema que hay que abordar es la ausencia de multilateralismo y solidaridad internacional. La pandemia y el calentamiento global no tienen solución local o nacional. Si no pensamos planetariamente, estos problemas nos van a arrasar. ¿Qué van a hacer los países que vacunen al 100% de sus habitantes o que logren una inmunidad de rebaño? ¿Cerrar los aeropuertos de manera definitiva? ¿Suspender el turismo receptivo? En la economía globalizada eso es imposible. Hay que abordar estos temas con más solidaridad, se requiere una nueva ética, así sea motivada por objetivos utilitaristas.

Otro reto es el modelo de producción y consumo. Vemos imposible tomar medidas drásticas con respecto a los combustibles fósiles, el consumo de plástico, el consumo de carne, la tala de bosques o la contaminación del aire: es que el modelo económico no lo permite. Si no superamos este paradigma, si no replanteamos la cultura de consumo y si no ponemos sobre la mesa la discusión acerca de las tasas de crecimiento del PIB, entonces, no habrá futuro.Todos queremos tener el estandar de vida promedio de un norteamericano, dos carros por vivienda. Eso no es posible. No hay planeta para ese estilo de vida.

Es hora de que este tipo de discusiones salgan de los escenarios académicos y entren a debate entre los partidos políticos, los movimientos sociales y la población en general. Hay que abordar diversas posibilidades concretas de aplicar cambios drásticos antes de que sea tarde.

Por último, está la cultura de la solidaridad y del fortalecimiento de lo público. La discusión frente a estos retos de futuro ya no pasa por la disyuntiva entre mercado y Estado o sector público y propiedad privada. Una nueva y creativa ecuación debe ayudarnos a afrontar los retos venideros. No se trata simplemente de reformas tributarias o de privatizaciones. Hay que “pensar fuera de la caja.”

idea-1880978_640

Un robot puede hacer un carro, pero no lo compra. Si la IA destruye empleos, la sociedad debe estar lista para asegurar no sólo la supervivencia de las familias que pierden sus empleos, sino que, el mercado necesitará compradores, pero no los habrá a no ser que pensemos diferente. Aquellos que hablan de renta universal (en sus muchas versiones) están dando luces para la discusión.

Alguien debe asumir los costos de atender a los refugiados ambientales. Las poblaciones más vulnerables a las inundaciones y sequías necesitarán recursos para recuperarse, tal vez debamos recibirlos en nuestros países y ciudades. La solución requiere de una ética que entienda que el planeta es un Arca en el que todos debemos poder resisistir este “diluvio”.

De igual manera, la pandemia pone en tela de juicio las fortalezas de los tradicionales sistemas de seguridad social. Las dificultades con la realización de suficientes pruebas Pcr, la escasez de UCI para atender a los enfermos más graves y la escasez e inequitativa distribución de vacunas en el mundo, prueban que los sistemas de salud no están a la altura de los retos presentes y venideros.

Pocos países pueden sacar a relucir los logros de su seguridad social durante la crisis del Covid. Pero, incluso en esos casos, hay que recordar que lo que estamos viviendo exige una respuesta única: no se salva nadie si no nos apoyamos entre todos.

La crisis del Covid, el calentamiento global y las transformaciones que trae la cuarta revolución industrial prueban que como especie y como planeta somos un sistema y que la globalización tiene sólidos vasos comunicantes, tanto para lo bueno como para lo malo. La interdependencia que hemos construido, especialmente en las últimas décadas, conlleva que la única salida es colectiva.

Sólo nos queda trabajar sobre una Visión Compartida de Futuro.

 

 

 

La coyuntura nos hace olvidar el horizonte.

Giovanny Cardona Montoya, octubre 25 de 2020.

 

En Colombia, a través de algunas dinámicas medianamente participativas, se han formulado apuestas de largo plazo. Son propuestas que a veces nos hacen ilusionar que vamos a tener una hoja de ruta para transformar el país, para hacerlo más desarrollado, justo y sostenible. Pero casi siempre son cantos a la bandera, ilusión de un día. ¿Alguien se acuerda de Colombia 2032? Mmmm, probablemente pocos.

De igual manera, crisis trascendentales sirven para sugerir que no debemos mantener este rumbo, que es hora de cambiar. Con el Covid lo hemos dicho -yo también-: el mundo no puede ser el mismo después de la pandemia; pero, ¿el mundo va a ser otro o nosotros vamos a actuar diferente?

Los números de la pandemia cada día son más claros y dolorosos: el desempleo y pobreza se extreman. Ya se habla de 50% de pobres en Colombia por culpa de la pandemia. Y la tentación es resolver esto con medidas de choque.

Se viene un año electoral y tras él  muy probablemente “la limosna” desde el erario público, la exhacerbación del clientelismo, las medidas populistas y demás trucos de magia que mitigan los síntomas de la miseria y el hambre, pero que también distraen para no hablar de las raíces de dichos malestares.

No dudo que hay que aplicar paliativos y medidas urgentes para atender a los más afectados, ojalá se estuviera haciendo incluso ahora que la situación es tan crítica para miles de familias. Pero no podemos olvidar que más allá de la pandemia, hay problemas estructurales que al atenderlos se siembra para cosechar un desarrollo más sostenible.

Visión Colombia-2032 pretende convertir este país en la tercera economía de América Latina, como resultado de la innovación y las exportaciones basadas en alto valor agregado. Para que la economía colombiana evolucione en la dirección deseada es necesario que se generen ciertas condiciones que aseguren un entorno favorable para las empresas, a la vez que hay que hacer una revisión de las industrias a las que se les desea dar prioridad en un nuevo modelo de desarrollo.

Sugiero retomar cinco propósitos estratégicos que ya eran claros desde que se formuló Colombia 2032 y que siguen teniendo pertinencia:

1. Consolidar un talento humano creativo, innovador, adaptable al cambio y a las condiciones de un mercado global cada vez más cambiante y complejo. El país debe asegurarse que el sistema educativo, la alimentación de los niños y los programas y estrategias de CTeI creen las condiciones para que el talento humano eleve la productividad, la calidad y la agregación de valor de nuestros bienes y servicios. Este problema se manifiesta desde la educación pre-escolar y se extiende hasta la educación superior que debe formar técnicos, tecnólogos, ingenieros, estrategas e investigadores.

idea-1880978_640

2. Fortalecer el mercado laboral formal. La economía informal y el subempleo se presentan como una espada de doble filo en contra del desarrollo económico. De un lado, los bajos e inestables ingresos debilitan la demanda agregada reduciendo el efecto multiplicador de la inversión productiva que hagan las empresas o el Estado. De otro lado, la informalidad se convierte en una competencia desleal para el comercio legal, a la vez que es fuente de crisis del régimen de seguridad social. Para nadie es un secreto que el SISBEN y los aportes subvalorados al régimen contributivo están haciendo un hueco en las finanzas del sistema de salud. Empleos bien remunerados y formales son una fuente de solución para esta crisis.

economia informal

3. Desarrollar la infraestructura física y tecnológica del país. El fortalecimiento de las relaciones comerciales entre el campo y la ciudad y entre el país y el resto del mundo, reclama unas inversiones significativas, de mediano y largo plazo que van más allá de las autopistas 4G. Para poner sólo unos ejemplos, este país no tiene una suficiente y adecuada salida al Pacífico, eje del comercio mundial. De igual modo, hay ausencia de vías terciarias y carreteras adecuadas para que las ciudades, pueblos y veredas movilicen los productos en doble vía.

4. Reducir la dependencia de la producción y exportaciones de los combustibles fósiles. El problema de fondo no es que en la pandemia hayan caído los precios internacionales del petróleo; el problema de fondo es que Colombia no tiene reservas importantes del combustible fósil para el largo plazo. Nos guste o no, esa es la realidad; adicional al problema del calentamiento global agudizado por el uso de combustibles fósiles, debemos mirar hacia otros sectores con más potencial de largo plazo. Por ello, de éste reto se deduce el último de nuestra lista.

5. Desarrollar sectores exportadores con recursos renovables. Colombia se ha venido desindustrializando a lo largo de las últimas tres décadas. Cada vez nuestros productos tienen más componentes importados, a la vez que las exportaciones manufactureras y agropecuarias se han convertido en marginales en la balanza comercial.

Está claro que las economías industrializadas y las emergentes se han consolidado a partir de la agregación de valor a sus mercancías y la consolidación del sector servicios. Aproximadamente ¾ partes del comercio mundial tiene que ver bienes de alto valor agregado, sólo lo restante son commodities; a la vez que el 70% del comercio mundial se realiza entre Europa Occidental, Norteamérica y el Este Asiático.

comercio mundial 2016

En este contexto, asumiendo que la sostenibilidad de nuestro desarrollo conlleva la necesidad de resolver problemas estructurales de la población más pobre, muchos de los cuales viven en el campo o han huído de éste; y que el potencial de nuevos sectores fortalecidos por I+D+i tiene semillas importantes en el sector rural, se hace relevante recordar los retos que señaló hace cinco años el Censo Nacional Agropecuario:

censo rural 2015

 

 

Qué la pandemia no nos enceguezca, la fragilidad con la que nos encontró el Covid se corresponde con problemas estructurales que requieren salidas de largo plazo y no pañitos de agua tibia. El potencial rural colombiano en recursos naturales y humanos puede ser una de las claves de un exitoso proyecto de largo plazo. Proyecto que busque reestructurar la economía del país, centrándola en propósitos dirigidos hacia la sostenibilidad, la formalidad empresarial y la diversificación industrial que, apalancada en I+D+i, enriquezca de valor nuestra oferta productiva y exportadora.

Prospectiva: repensar Desarrollo y Bienestar

Octubre 13 de 2020.

En 2007, con la crisis global de las subprime, el modelo económico neoliberal entró en una profunda crisis de la que aún no sale: el crecimiento económico de Estados Unidos es inestable, Europa sigue semi-deprimida, Japón no crece y la economía China continúa en una constante desaceleración económica.

Ante el costo social del modelo económico, la primera respuesta había sido una especie de post-neoliberalismo que nació en América Latina y que a la ligera se le denominó Socialismo del Siglo XXI. Sin embargo, la crisis de la economía griega, acompañada del Brexit y el ascenso del neoproteccionista Donald Trump, han sido los verdaderos detonantes que minan desde su interior, las estructuras de esta economía aperturista que reina en el planeta desde hace seis lustros.

Pero, la economía global presenta mayores problemas -algunos engendrados desde el siglo XIX-, los cuales están colocando a la especie humana y a la naturaleza en una encrucijada que parece sólo dejar dos caminos: continuar la senda de la autodestrucción o hacer la pausa y repensar las ideas que tenemos sobre desarrollo y bienestar.

Desde que la economía de mercado tuvo su génesis (hace 500 años, más o menos) el péndulo de la historia ha oscilado entre el proteccionismo y el libre cambio. Dichos movimientos, de cadencia dialéctica, han guiado a la humanidad hacia una cosmovisión consumista fundada en la competencia creativa. Sin embargo, el horizonte desolador que divisamos, obliga a una creatividad disruptiva que rompa con la miope discusión entre fronteras abiertas o fronteras cerradas.

Repensar la idea de que bienestar es poseer y que desarrollo es sinónimo de crecimiento, implica tener en cuenta:

1- El deterioro del medio ambiente. Entre lo empírico y lo científico hay suficientes evidencias del cambio climático; aunque aún hay voces que llaman alarmistas a aquellos que se preocupan por el futuro de nuestro planeta.

Se han masificado los problemas presentes relacionados con la calidad del aire, el acceso al agua potable y la reducción de la biodiversidad. O sea, ni siquiera se trata del devenir de la especie humana, sino de la calidad de vida en nuestras ciudades y en el menguante campo en el presente.

A pesar de los tecnicismos, es claro que los combustibles fósiles, las chimeneas de las fábricas y la deforestación están acabando con el hábitat natural de las especies vivas. La muerte y el deterioro de la salud por culpa de las temperaturas extremas, los fenómenos desbordados de la naturaleza (veranos severos con incendios, inviernos extremos, lluvias que provocan inundaciones) y las cosechas perdidas a pesar de nuestro conocimiento científico-tecnológico, son una constante.

A esta realidad no se le puede llamar desarrollo.

climate-change-2063240_640

2- Migraciones: el territorio local se ha quedado pequeño. La mente humana, los sueños o el miedo han dado alas a la especie humana. Por siglos nos hemos adscrito a un territorio que nos da identidad. Pero las cosas están cambiando, los ciudadanos del mundo, la generación del Milenio, la doble nacionalidad, el turismo, la globalización de idiomas como el inglés, al igual que las hambrunas y las guerras, están llevando a las personas a recorrer el planeta, a desarraigarse, a mestizarse, a reinstalarse…o simplemente a buscar donde sobrevivir.

La economía doméstica se está quedando pequeña para dar bienestar a una ciudadanía global.

migraciones entre 2010 y 2015

3- Violencia ideologizada: en nombre de Dios, de la libertad, de la patria, de la cultura (occidental, oriental, etc.) y de toda idea sublime que pueda ser “utilizada” nos venimos matando por siglos. Las guerras han sido una constante de la historia humana, pero las armas que hoy poseemos las hacen mucho más fratricidas y perversas: armas químicas, armas biológicas, armas nucleares, etc. Hemos desarrollado la capacidad de destruir a la especie.

A esto no se le puede llamar, ni desarrollo, ni bienestar.

4- Miseria crónica y estructural, fundada en insolidaridad. A pesar de que el egoísmo ha sido explicado como motor de desarrollo (la propiedad privada y la mano invisible del mercado) y que pueden existir evidencias empíricas que demuestren que el libre mercado ha hecho crecer las economías, que se ha aumentado y mejorado, gracias a ello, la producción de bienes y servicios, la verdad es que dos mil millones de personas viven con menos de un dólar al día, que millones de personas mueren por causas relacionadas con el hambre y la desnutrición y que porcentajes importantes de la población de las naciones sufren de la ausencia de un empleo digno.

Esto no puede ser Desarrollo Sostenible.

muro entre ricos y pobres

En síntesis, no podemos seguir estimulando un modelo de desarrollo económico centrado en el consumo ilimitado y el crecimiento sin condiciones. Es hora de colocar por encima de variables como inflación o tasas de interés, las de crecimiento compartido y consumo responsable. Qué las políticas económicas se inspiren en estas dos categorías.

Es inviable una humanidad que persiga el crecimiento perenne y el consumo sin restricciones. No hay futuro si no retomamos valores como la frugalidad, la solaridad y la creatividad.