A veinte años de la Constitución de 1991: ¿ha cumplido Banrepública el mandato constitucional?

Estamos conmemorando dos décadas de la proclamación de la nueva Constitución de Colombia. Muchas expectativas se generaron en diferentes ámbitos. ¿Qué de ello se ha materializado y dónde hay frustraciones? Esas son las preguntas que surgen a la hora de hacer balance de esta nueva etapa de la sociedad colombiana.

En nuestro blog vamos a ocuparnos de algunos de los tópicos económicos derivados de la reforma de la Carta Magna. Comencemos con el Banco de la República, ente al que se le dio autonomía frente al ejecutivo para que asuma una responsabilidad muy precisa: preservar el poder adquisitivo de la moneda (art. 373).

El Banco de la República es el banco central de Colombia, su objetivo de política monetaria es el logro de tasas de inflación coherentes con el mandato constitucional de garantizar la estabilidad de precios, en coordinación con una política macroeconómica general que propenda por el crecimiento del producto y el empleo.

Para ver la coherencia entre el discurso normativo y la realidad fáctica, estudiemos el desempeño del Banco de la República en relación con el poder adquisitivo del peso y la estabilidad macroeconómica.

Este primer gráfico  muestra que, en general, la inflación en Colombia ha bajado a través de los años. Tanto el IPC de Bienes Transables (los que se pueden importar) como los No Transables (construcción, servicios personales, etc.) ha caído gradualmente. Con pequeños vaivenes, podemos decir que esta tendencia se ha mantenido desde la Constitución de 1991. O sea, aunque frecuentemente el Banco de la República ha incumplido su meta anual de inflación, la tendencia de largo plazo señala al Emisor como una entidad cumplidora de su deber constitucional.

Ahora, para medir la capacidad adquisitiva de la moneda, no sólo es un buen indicador la inflación doméstica, para ello, también se puede tener en cuenta el Indice de Tasa de Cambio Real, el cual señala la relación entre los precios de bienes y servicios de los países extranjeros con respecto a los de nuestro país:

El anterior gráfico del Banco de la República muestra que, en términos generales, durante los últimos años, el peso colombiano se ha  mantenido revaluado con respecto al dólar (por ello el ITCR aparece como inferior a 100). Esto ratificaría el alto poder adquisitivo de nuestra moneda que ya se veía con la descendiente inflación del primer gráfico. Ello se puede traducir en que nuestra moneda permite comprar dólares “baratos” o estimular nuestro deseo de hacer turismo en el exterior. El problema es que nuestro trabajo se ha hecho relativamente costoso con respecto al de los trabajadores de otros países, lo que afecta la competitividad de las exportaciones y de los productos nacionales con respecto a los importados.

Por lo anterior, para hablar del éxito de las medidas del Banco de la República, es necesario buscar indicadores que tengan que ver con el PIB y el desempleo, ya que no es suficiente una estabilidad de precios si, como política macroeconómica coordinada, no incide positivamente en la generación de empleo y el crecimiento económico.

Es en esta relación, entre medidas de estabilidad de precios y crecimiento, que los resultados de la política monetaria colombiana se muestran dudosamente satisfactorios. Desde 1995, la economía colombiana no ha presentado tasas de crecimiento económico sostenidas, ni destacadas en el contexto internacional. Excepto el crecimiento de 2007 (7.1%), los demás años se ha crecido tímidamente o, incluso, se ha presentado recesión (1999 y 2008).

Adicionalmente, el crecimiento económico no se ha traducido en una mejora importante del empleo. Como veíamos en gráfico del DANE presentado en un artículo anterior, el desempleo en Colombia entre 205 y 2007 -los mejores años de crecimiento económico de toda la década-, se sostuvo entre 11.5 y 12.5%, sin mostrar grandes cambios, a pesar de las políticas monetarias contracíclicas que ha aplicado el Banco de la República:

Como nos muestra este tercer gráfico del Banco de la República, a partir de las crisis de 1999 y 2008, el emisor aplicó medidas monetarias expansionistas (bajó las tasas de interés) para estimular la recuperación y el crecimiento económico. Sin embargo, el balance de casi dos décadas es de un tímido crecimiento y de una precaria recuperación del empleo.

En otras palabras, la estabilidad de precios y la consecuente preservación del poder adquisitivo de la moneda en las dos últimas décadas no se ha traducido en una mejora estructural del aparato productivo colombiano: productividad, empleo, competitividad y bienestar.

Si reconocemos que la estabilidad de precios y la preservación del poder adquisitivo, en general, son indicadores positivos para cualquier economía, entonces debemos buscar la falla del sistema en la falta de concertación macroeconómica…que también es mandato constitucional.

En síntesis, es necesario hacer una valoración objetiva de la decisión derivada de la Carta Magna: un banco central que gestiona la política monetaria y cambiaria, mientras los gobiernos de turno manejan la política fiscal. ¿Existen los mecanismos necesarios para asegurar que el gobierno y el Banco de la República coordinen sus políticas en función de objetivos de crecimiento sostenido de largo plazo y generación de empleos estables?


Dolar barato: si un problema no tiene solución…busque otro problema

La angustia se ha tomado los mercados colombianos. El peso revaluado tiene preocupados a Tirios y Troyanos. Gobierno y empresarios no saben qué hacer ante una coyuntura tan negativa para los productos colombianos. Pero el tema se está abordando de una manera muy simplista: esperar que el Banco de la República y el gobierno tomen medidas para hacer subir el precio del dólar.

Pero, el problema no es sencillo. El dólar está barato en todo el mundo y ello responde a una situación objetiva: la gradual caida de competitividad de la economía norteamericana frente a Alemania, Japón y, especialmente, un pequeño grupo de mercados emergentes liderado por China e India. Adicionalmente, hay argumentos de coyuntural política macroeconómica norteamericana: la Reserva Federal y el gobierno de Estados Unidos están empeñados en mantener el dólar barato para recuperar empleos a través de un mejoramiento en su balanza comercial.

Adicionalmente, otro argumento simplista es que estamos asociando la tasa de cambio como una variable que afecta negativamente, de manera principal, al sector exportador, pero la realidad no es así. Es la industria nacional que abastece al mercado doméstico la que está pagando la  mayor parte de los platos rotos de la revaluación, lo que se convierte en factor fundamental para explicar la falta de empleos.

De hecho, a pesar de la queja de nuestros exportadores, las ventas colombianas al exterior crecieron entre 2009 y 2010, pasando de 32.853 millones de dólares a 39.820 millones. Entonces, si la situación es tan difícil, debido a la devaluación del dólar, ¿por qué las exportaciones crecen más del 20% al año? La respuesta es sencilla: estamos exportando commodities y éstos están viviendo una gran bonanza mundial.

No queremos con estos datos desconocer que algunos sectores manufactureros, -titanes, se les podría llamar- están siendo seriamente afectados con la tasa de cambio actual. Lo que deseamos plantear es una revisión del tema de manera estructural: llevamos dos decenios de apertura económica, y uno de los argumentos fundamentales para instaurar este modelo, en lugar del proteccionismo de mediados y finales del siglo XX, era la necesidad de modernizar el aparato productivo colombiano. Pero hoy, veinte años después, seguimos siendo exportadores de commodities.

Estos dos gráficos del Mincomex muestran que no hay manufacturas que tengan un peso significativo en el volúmen total de exportaciones (cerca de 40 mil millones de dólares en 2010). Definitivamente son los hidrocarburos y otros sectores de la minería que, aunados al café, copan el mayor porcentaje del mapa exportador colombiano. Excepto Venezuela, todos los demás mercados han sido fundamentalmente compradores de nuestras materias primas.

Pero, lamentablemente, Venezuela dejó de ser nuestro segundo mejor mercado, su participación ha caído del 15% a poco menos del 5% y su histórico segundo lugar ha sido ocupado por China, país que compra más del 6% de nuestra oferta.

En conclusión, si de exportar se trata, estamos exportando pero, en general, nuestra economía se ha estancado, no se ha modernizado y nuestro aparato productivo no ha cambiado de manera significativa con respecto al que teniamos antes de la apertura, ni de manera comparativa con respecto al de nuestros competidores. Colombia ocupa, según el Indice de Competitividad Global medido en 2010, el puesto 68 entre 139 naciones, muy por detras de vecinos nuestros como Chile, Brasil, Barbados, Panamá o Costa Rica.

Entonces, si no podemos frenar la devaluación del dólar, ataquemos las variables que si están en nuestras manos y de las cuales depende la competitividad de nuestras empresas: corrupción, burocracia e ineficiencia estatal, infraestructura, mano de obra calificada y estructura fiscal. Variables reconocidas como debilidades colombianas según el Indice de Competitividad Global.

Ampliar la cobertura y mejorar la calidad del sistema educativo, reducir la corrupción y mejorar la infraestructura vial son estrategias que reducen costos, disminuyen tiempos, ayudan a innovar, a mejorar la calidad y, por lo tanto, atraen inversión extranjera a la vez que elevan la productividad de la industria nacional. Aunque el dólar realmente está muy barato, el problema estructural de nuestra baja competitividad está en estas variables que son totalmente domésticas.

De otro modo, con dólar barato y economía no competitiva, no sólo vamos a perder nuestros mercados externos, sino incluso el doméstico.


Crecimiento económico 2011: pronóstico reservado

Introducción: siguiendo la tradición, los analistas nacionales aprovechan la época navideña para pronosticar el desempeño de la economía en los próximos 12 meses. Sin embargo, no es viable mirar los indicadores de una economía abierta como la nuestra sin relacionarla con el comportamiento de la global e, igualmente, no tiene sentido práctico si no se le analiza en un contexto de largo plazo.

Pronósticos: Como antesala debemos decir que las cifras del año que estamos cerrando son menos alagüeñas de lo esperado por gremios y gobierno. El crecimiento económico del tercer trimestre sólo alcanzó, según el DANE, 3,6%, guarismo inferior al proyectado hace un año. De hecho, todo indica que el 2010 cerrará por debajo del 4%. Esto nos coloca dos puntos por debajo del promedio latinoamericano.

Conocedores de esa información, gremios y autoridades económicas presupuestan para 2011 un crecimiento que oscila entre 4,3% (Asobancaria) y 5% (Fedesarrollo y Andi). Banrepública y ANIF estiman que el crecimiento será cercano al 4.5%.

Factores endógenos: En estos pronósticos pesa mucho el comportamiento de la inversión y el incremento del consumo doméstico. En otras palabras, el crecimiento de la economía colombiana depende en gran medida de la recuperación del consumo de las familias, de las inversiones de nuestras empresas y de los capitales internacionales. Con respecto a los últimos, debe destacarse que continúa la concentración de estas inversiones en la industria de extracción (petróleo y gas, principalmente) y en el sector servicios: banca, comercio y telecomunicaciones, principalmente.

Lamentablemente, (ver en nuestro blog: Globalización Financiera: retos para países en desarrollo -gráfico 2-)  mucha de la inversión extranjera que llega al sector servicios se relaciona con fusiones y adquisiciones y en  menor medida con la generación de nuevas empresas. No se visualiza un redireccionamiento de estos capitales hacia la industria manufacturera o agropecuaria, donde tenemos unas ventajas comparativas importantes y un enorme potencial para la generación de empleo.

Sin embargo, debemos destacar el pronóstico optimista de la ANDI que da un peso significativo a cambios estructurales que se habrían dado en las empresas colombianas y que inciden en su competitividad de largo plazo: innovación, desarrollo de nuevos productos e inversiones en calidad.

Tema aparte representa el comportamiento del clima. Los problemas que ha vivido Colombia con el invierno afectan a la agricultura y a las vías de infraestructura, principalmente. De un lado, ello se puede traducir en malas cosechas, escasez de materias primas y alimentos, y sobrecostos de transporte por pérdidas de tiempo y dificultades de acceso. Pero, de otro lado, la concentración del presupuesto del gobierno hacia la construcción de viviendas, vías y apoyo a los damnificados, se convierte en un motor de recuperación económica que jalonará a diversos sectores de la economía colombiana.

Factores exógenos: Este moderado optimismo de los gremios y del Banco de la República se matiza con variables del orden internacional. El crecimiento depende también de las buenas relaciones con los vecinos (Ecuador y especialmente Venezuela, son dos grandes compradores de bienes manufacturados y alimentos de origen colombiano). Igualmente, el escenario gris de la economía de las naciones industrializadas pende como espada de Damocles sobre el ciclo económico global. Estas economías aún no se recuperan plenamente de la crisis financiera mundial: guerra de monedas y alto desempleo se convierten en potenciales factores de proteccionismo, baja en las importaciones y caída en los flujos de capitales hacia economías en vía de desarrollo.

Un determinante de estos factores externos será el comportamiento de la tasa de cambio. Para la banca nacional y extranjera, el dólar terminará el 2011 con una cotización  que oscila entre $1720 y $1854. Este consenso de la banca es un indicio negativo para el crecimiento de la economía colombiana. Si este dato se acompaña de un estancamiento en los países del Norte –hecho altamente probable- podría darse una baja en los precios de los commodities, lo que afectaría seriamente nuestros ingresos de exportaciones.

De igual manera, una recesión en el Norte y un dólar barato, acompañados de un sostenido consumo doméstico -según pronóstico del gobierno y los gremios-, elevarán el déficit en cuenta corriente a causa del aumento de las importaciones y la caída en los ingresos de remesas por el desempleo de los colombianos que viven en España y Estados Unidos.

Comentario final: En nuestro blog consideramos que el próximo año no será  muy bueno y que el crecimiento económico estará cercano al pronóstico menos optimista que presentan los gremios. Las razones de nuestro moderado pesimismo son:

1. Los países industrializados no salen de su crisis –de hecho, es altamente probable una nueva recesión-, lo que afectará nuestras exportaciones y los flujos de inversión. En el mediano plazo, las sombras son mayores ya que, de seguir la guerra de monedas, estaremos enfrentando un mercado con un dólar devaluado, además de un posible renacimiento del proteccionismo. El TLC con Estados Unidos seguiría empantanado y la Ronda de Doha de la OMC podría estar cerca de un fracaso definitivo.

2. La alta politización de las relaciones con Venezuela no permite ver confianza en los empresarios para incrementar inversiones de cara a exportaciones sostenibles hacia el vecino país. Venezuela era, antes de la crisis de relaciones diplomáticas, nuestro principal comprador de manufacturas.

3. La recuperación de la economía colombiana no se acompaña de un mejoramiento significativo del empleo. El desempleo sigue siendo alto y, aunque cae, el subempleo y el empleo de baja calidad que se han generado no aseguran un sostenido crecimiento del consumo doméstico.

4. Será un factor positivo el incremento gradual en el volumen de extracción y exportaciones de petróleo, lo que asegurará ingresos sostenidos de divisas en los próximos años.

5. Y, lo más destacable es el pronóstico de la ANDI sobre los cambios en innovaciones y calidad, lo que se comprobará más claramente en el mediano y largo plazo y no tanto en el 2011.

Inflación: hablaremos de ti, ahora que nadie te recuerda

Hace 20 años, cuando regresé a Colombia después de vivir 7 años en Europa, la inflación era el tema de moda de los economistas…era el fantasma que espantaba nuestro sueño. Y había razones para ello: muchos países latinoamericanos habían acumulado “hiperinflaciones”  y en Colombia, modelo rescatable de la región, este indicador reflejaba, para 1990, 33% (ver el gráfico 1C de Juan Carlos Arango Q.). Hoy que nuestra inflación es del 4% o menos, aquello suena como una monstruosidad. Pero el monstruo duerme, no ha muerto, y hay que vigilar su sueño.

Este gráfico, diseñado por el profesor Juan Carlos Arango Q., muestra como la inflación colombiana ha caído de más de 30% al 5%. Pero también muestra el vínculo entre inflación y salarios (en este caso el salario mínimo). Si la inflación baja, los empresarios pueden tener menores costos laborales.

¿Qué es la inflación?

La inflación es el incremento generalizado del nivel de precios. Para medir la inflación, las autoridades económicas “construyen” una canasta con los bienes y servicios que más consumimos en nuestra cotidianidad. A cada bien o servicio le dan un peso relativo (ponderado) de acuerdo a su importancia con respecto a los ingresos de la población. Así, por ejemplo, tiene más peso en la canasta el arriendo de la vivienda que los paquetes de cigarrillos que nos fumamos. Entonces, le hacen seguimiento al comportamiento de los precios de esta canasta, lo que les permite medir el comportamiento de la inflación.

¿Qué produce inflación?

La inflación se puede mirar desde dos panorámicas relacionadas: la inflación a través de la oferta o la inflación por incremento en la demanda.

Llamaremos inflación de oferta a aquella que se produce como consecuencia del aumento directo en los costos de producción. O sea, cuando los precios suben debido a que los productores tienen mayores costos de materias primas (combustible costoso, metales caros, etc.), pagan salarios más altos, se les incrementan los impuestos (impuesto a la renta, predial, etc.) o se les encarece el crédito para capital de trabajo (altas tasas de interés).

La inflación se produce cuando se incrementa la demanda porque las familias aumentan su consumo (mejores salarios, más uso de las tarjetas de crédito, etc.), las empresas incrementan sus inversiones (aumentan la compra de materias primas, maquinarias, insumos y servicios), el gobierno incrementa el Gasto Público (salarios de funcionarios públicos, subsidios a la población, gasto militar, obras públicas, etc.) o el país aumenta su superávit comercial (son más las divisas que entran por exportaciones que las que salen por importaciones).

¿Es mala la inflación?

No, per se, la inflación no es mala. Que los precios suban puede ser un indicio de que hay necesidades insatisfechas, compradores deseosos de adquirir bienes y servicios, y eso podría estimular a los empresarios a producir más, lo que genera empleo y crecimiento del PIB. Hasta acá, la inflación es positiva.

La inflación es mala cuando crece de manera crónica, galopante y se halla por encima de las metas de las autoridades económicas. O sea, una inflación creciente hace más inciertas las utilidades de las empresas, empuja la tasa de interés hacia arriba y afecta la competitividad de los productos nacionales frente a los extranjeros.

Una inflación elevada se come rápidamente los ingresos de los trabajadores y los que más lo van a sentir son aquellos que ganan menos, ya que dedican casi todo su ingreso al consumo. Así, una inflación del 20%, hace que un trabajador compre 20% menos bienes y servicios en diciembre que en enero cuando le habían subido el sueldo. Y en Colombia, un alto porcentaje de la población gana dos salarios mínimos o menos (ver gráfico 21 de Juan Carlos Arango Quintero). A ellos, más que a nadie, los beneficia una baja inflación.

juan carlos arango quintero

Según este gráfico del profesor Quintero, 65% de los colombianos para el año 2000, ganaban dos salarios mínimos o menos.

¿Debemos preocuparnos en el presente?

El fantasma de la inflación está ahí. Con una economía mundial debilitada aún por las secuelas de una recesión que aún no nos abandona, donde la preocupación global es recuperar el crecimiento y estimular el empleo, el control a la inflación pasa a un segundo plano. Pero, hay señales que se deben monitorear permanentemente:

- Los precios mundiales de combustibles y productos agrícolas encarecen los costos de producción y el consumo,

Importancia de alimentos y combustibles en la inflación de la décadaEste gráfico del Observatorio Económico de la Universidad Sergio Arboleda (con datos de bloomberg) muestra que los alimentos han subido hasta en 13% (2008) y los combustibles 30% (2006).

- El creciente gasto público norteamericano y el déficit fiscal de dicho país pueden exportar inflación por exceso de gasto y, en el mediano plazo, elevar las tasas de interés cuando Estados Unidos deba salir a buscar nuevas fuentes de financiación de su déficit,

- La reacción de los demás países desarrollados para enfrentar la tendencia de devaluación del dólar. Incluso el riesgo de una guerra comercial (proteccionismo) que traería nuevos vientos inflacionarios (escasez de productos por tener el mercado cerrado),

- La tendencia deficitaria de los gobiernos colombianos, que provoca endeudamiento público; algo semejante a lo que se presenta en Estados Unidos, pero en menor magnitud.

Los empresarios no se deben alarmar pero tampoco descuidar. Cuando el Banco de la República tome medidas antiinflacionarias será antes de que la inflación esté a la vista; la banca central opera con radar y ve a lo lejos.

Dolar barato: problema global en la puerta de nuestra casa

Píldoras para inducir el tema:

1. Aunque nos preocupa la revaluación del peso en Colombia, no podemos perder el horizonte de que éste es un problema global. O sea, el dólar está barato en todo el mundo.

2. Aunque el problema se puede atacar directamente, frenando la entrada de dólares por alguno de sus canales, también es cierto que hay raíces más profundas en la poca capacidad de ahorro del país y en los continuos déficits fiscales.

3. Aunque nos parezca que el precio del dólar es una gran preocupación de los exportadores, los desequilibrios de tasa de cambio también pueden provocar burbujas en sectores no transables, -como la construcción- con efectos muy nocivos en el largo plazo. Una bonanza de divisas eleva los precios de los no transables -que no tienen competencia vía importaciones- pudiendo atraer capitales desde sectores transables -que sí tienen competencia en las importaciones- lo que desequilibra la estructura del aparato productivo.

Problema Global

Hay dos actores fundamentales en este problema: China y Estados Unidos. El primero es un país que recicla una gran cantidad de dólares por ser el mayor exportador de la economía mundial y por atraer importantes flujos de inversiones extranjeras para su emergente industria; sin embargo, su política de control de cambios no permite que se de la deseada revaluación de su moneda: Yuan Renminbi.

El segundo actor es Estados Unidos, país que ha salido debilitado de la última recesión económica y cuya política monetaria expansiva estimula la devaluación del dólar. En otras palabras, el dólar está barato en el mundo porque la economía americana se ha debilitado y porque las autoridades monetarias toman medidas que aumentan la oferta mundial de dólares. Ello les ayuda a mejorar los precios de sus mercancías exportables y alivia en parte sus problemas de déficit comercial y caída del empleo.

Soluciones Globales:

Actor uno: China acaba de subir sus tasas de interés y, de este modo, trata de suavizar dos de sus mayores dolores de cabeza macroeconómicos. De un lado, frena el crecimiento de la demanda interna, que se ha expandido como consecuencia del aumento del ingreso de sus habitantes, lo que se refleja especialmente en la inflación de los bienes no transables, particularmente la vivienda. Del otro lado, estimula el interés de los inversionistas extranjeros por los papeles bursátiles chinos, lo que debería llevarnos a la revaluación de su moneda, que es la mayor exigencia que americanos y europeos le hacen al gobierno de Beijing.

Actor dos: Estados Unidos no debería relajar más su política monetaria, que está aumentando la liquidez en dólares de los mercados mundiales. Pero, esto difícilmente va a suceder; mientras no hayan señales de inflación en Estados Unidos, la Reserva Federal va a seguir expandiendo la oferta monetaria para estimular el consumo, la inversión y el empleo, que son sus mayores prioridades de corto plazo.

Una gran conclusión global: Estados Unidos es más débil ahora que antes, los mercados emergentes están copando espacios y, por eso, el dólar es y debe ser una moneda más devaluada que en el pasado. Aceptemos una nueva realidad, la devaluación del dólar también es una manifestación clara que el aparato productivo estadounidense está dejando de ser el más competitivo.

Problema local:

Colombia, al igual que muchos mercados emergentes, se ha convertido en un importante receptor de dólares: los precios mundiales de los commodities -particularmente los combustibles- lo atractivo que se ha vuelto el país para las inversiones en minería, servicios de comunicaciones y sector financiero, principalmente, al igual que la privatización de ciertas empresas, además de un flujo significativo de remesas enviadas por los colombianos que migraron en la década pasada, hacen casi inevitable una tendencia revaluacionista del peso.

Soluciones locales:

En el corto plazo se puede pensar en mayores compras de reservas por parte del Banco de la República o en alguna intervención estatal sobre las entradas de capitales (plazos de reintegros, impuestos a los movimientos de capitales, etc.).

Pero hay que entender que, en el largo plazo, el problema más que cambiario es fiscal. Colombia necesita aprender de los chilenos y manejar una política fiscal más sana, o sea, menos deficitaria, que sea realmente contracíclica y que en momentos como éstos permita que bajen las tasas de interés. Un déficit fiscal cuasi-crónico como el colombiano mantiene al Estado endeudado, conllevando altas tasas de interés en el mediano y largo plazo, lo que motiva el ingreso permanente de capitales que buscan la rentabilidad de  los títulos de deuda.

Una gran conclusión local: el Banco de la República puede dar una manito, pero el problema real es que el dólar es una moneda devaluada en el mundo y la manera estructural de evitar que los efectos sean mayores en Colombia es a través de una política fiscal más ortodoxa que ayude a mantener las tasas de interés en niveles que hagan competitivo al aparato productivo.

Pero, para eso, hay que mirar la economía en el largo plazo. Darle gusto a ciertos sectores o gremios o tomar medidas de impactos inmediatos da más réditos políticos que ser juicioso y aplicar recetas que aseguren crecimientos sostenibles en el largo plazo.